Owen
—¡Eh!, muchacho. —La voz de Diego me hizo girarme hacia él. —Acércame las llaves de la Chevi que están en el casillero. —Miré hacia el lugar que me señalaba, donde había un buen montón de llaves de automóviles. No era difícil saber a cuál se refería, porque de ella colgaba una de esas pequeñas etiquetas como las de las maletas, con el modelo y matrícula del vehículo.
—Aquí tienes, jefe. —Le tendí las llaves, para después observar como acompañaba a un cliente hacia la parte de atrás.
El portón delantero descendió ruidosamente en ese momento, dejándome claro que la puerta trasera era la única salida que podía utilizar. Como mi jornada de trabajo había terminado, me fui colocando la cazadora mientras salía por aquella puerta. Mientras, iba analizando aquella información que acababa de descubrir. Había muchas llaves en aquel casillero, más que vehículos dentro del taller. Estaba claro, que aquellos coches que esperaban ser reparados o que sus dueños pasaran a recoger, estaban en el aparcamiento de la parte de atrás, justo donde había visto a la rata dejar el coche. Estaba claro que nuestro escurridizo amigo conocía el sistema de trabajo del taller, el lugar donde se guardaban las llaves de los coches, y si me apuraba, tenía una llave de la puerta trasera. Mi siguiente misión sería averiguar quienes podían tener esa llave.
Estaba a punto de atravesar el umbral de la puerta, cuando vi a Jos hablando con un tipo que no conocía. Su coche era realmente llamativo, y sus neumáticos gritaban velocidad. No sabía de lo que estaban hablando, pero el lenguaje corporal de ella me decía que estaba tensa, algo que el otro tipo pasaba por alto o no le importaba.
—Dentro o fuera, niño bonito. Pero no bloquees la puerta. —No me había dado cuenta del lugar en el que me había parado, un error, así que me aparté rápidamente para dejar pasar a Conrad. No lo había conocido el día anterior, porque trabajaba solo en el turno de tarde. Según me contó Mack, su madre estaba enferma, y se turnaban entre su padre y él para cuidarla.
—Perdona. —Le observé mientras se alejaba hacia uno de los costados del taller, para tomar una moto y salir de allí con rapidez. ¿Era él mi rata? Le habría dado casi todas las papeletas, pero otro de los mecánicos se acercó a tomar la otra moto que estaba aparcada a su lado; Mack.
De acuerdo, Mack y Conrad tenían moto. Mentalmente rodeé su nombre con un circulo rojo. ¿Descartar al resto? Todavía no.
Volví mi atención hacia Jos, para encontrar como se alejaba del tipo de sonrisa estúpida. El muy idiota no hacía más que mirarle el trasero mientras se mordía el labio inferior. Sí, tenía que reconocer que con aquellos pantalones su trasero mejoraba mucho su aspecto. Una llamada de teléfono llegó a su teléfono, sacándole de su sucia ensoñación, por lo que empezó a moverse hacia el interior de su coche. ¿Por qué sabía que tenía en la cabeza imágenes de alto contenido sexual?, soy chico, ¿tengo que decir más?
Ella salió del aparcamiento mantada en un viejo utilitario, aunque su motor sonaba muy bien, y los neumáticos tenían pinta de no ser viejos. Aún quedaban dos mecánicos más a parte del jefe, así que fingí que mi cordón estaba flojo para volver a atarlo mejor con calma. No tenía ninguna otra justificación para demorarme, ya que se suponía que yo usaba el autobús. Nadie sabía que mi coche estaba estacionado a unos metros del taller, donde podría tomarlo sin que ellos me viesen si necesitaba salir deprisa de allí, bien porque necesitaba seguir a alguien, o bien porque necesitaba ponerme a salvo.
Con Mack, Conrad y Jos fuera, solo faltaban Hadid y Sánchez. Este último subió a una vieja furgoneta con puerta lateral corredera. En cuanto a Hadid, salió caminando hacia la calle principal, algo que llamó mi atención, por lo que decidí seguirle. Se detuvo en la acera, mirando el tráfico. Un taxi se detuvo a su lado, y él subió a la parte del acompañante. Después el taxi se puso en marcha. Curioso. El taxi paró sin que él lo llamase, y se sentó delante, algo raro, teniendo en cuenta que la gente se suele sentar en la parte de atrás. ¿Qué había allí detrás? Tendría que investigarlo.
Me quedé en la parada del autobús al otro lado de la calle, donde tenía una buena vista del taller. Observé como las luces del interior se apagaban, y poco después Diego salía del aparcamiento en su coche familiar. Con todos fuera, podía irme de allí en mi propio vehículo.
Primer día de trabajo. Ya tenía las caras de todos los mecánicos pasando por reconocimiento facial, y una foto de la llave de la puerta trasera, además de la vieja alarma de seguridad que Diego debía haber activado antes de salir. En cuanto consiguiera una copia física de la llave, me colaría allí para poner algunas cámaras ocultas.
Cuando estuve dentro de mi coche realicé mi primera llamada. Con el dispositivo bluetooth en mi oído podía conducir sin distracciones. Como esperaba, papá contestó al tercer toque.
—¿Cómo te va?
—No me puedo quejar. ¿Te envió Emil la información de los tipos? — Teniendo a un analista de información como mi padre, confiaba en que encontraría algo.
—Me quedan un par de perfiles por revisar, pero no veo nada relevante. Aunque ya sabes, lo mío es el cara a cara. Quizás algún día puedo pasarme por allí y hacer un sondeo. —Mala idea, podíamos poner en alerta a la rata, y si ya era escurridiza…
—Mejor no, no debemos asustar a nuestro hombre.
—Echo de menos esos tiempos. —Su voz sonó algo melancólica. —Pero es tu turno, así que no voy a estropear tu aventura.
—Es de agradecer. —Escuché su risa al otro lado.
—No seas un loco como lo fue tu padre, no quiero que tu madre me arranque la piel. —Eso me hizo sonreír.
—A parte de que ya es un poco tarde para eso, ¿qué diferencia podría haber entre tu y yo? Si quitamos de en medio el hecho de que yo soy más guapo, claro.
—Yo no tenía una madre que se preocupara por mí cuando me metí en todo esto, nadie lloraría por mí. —Pude sentir la tristeza al recordarlo. Su familia, nuestra familia, fue asesinada al completo, solo sobrevivió él.
—Tendré cuidado. —Le prometí, aunque ya conocía a su hijo.
—Más te vale, porque si cabreas a tu madre, no pienso salir en tu defensa, aquí estás solo. —Eso era mentira, y él lo sabía.
—Muy bonito, abandona a tu hijo a su suerte. —bromeé.
—Así aprenderás…—aquella interrupción me puso alerta—¡mierda!
—¿Qué ocurre?
—La chica…—Podía imaginar a mi padre pasando los datos en el monitor de su ordenador mientras estaba al teléfono conmigo.
—¿Qué ocurre con ella? —¿Había encontrado a nuestra rata? ¿Era Jos?
—Ya decía yo que su apellido me sonaba. —El clic, clic de teclas y ratón me decían que estaba moviéndose rápido.
—¿Un viejo enemigo? —Si la rata trabajaba para una mafia rival, o habíamos tenido algún contacto en el pasado con algún familiar suyo…
—Es la hija de Ryder. —Mi pie piso accidentalmente el freno, consiguiendo una pitada del coche que iba detrás de mí. Afortunadamente fui rápido con mis reflejos y me puse de nuevo en marcha, eso sí, pidiéndole perdón con la mano al de detrás.
—¿Ryder? ¿Estás seguro?
—Tengo su foto delante, y sí, es la misma que vi la clínica cuando le dispararon. —A mi mente llegó una relación reciente. ¿No había sido su padre el que había marcado a nuestra rata?
—No creo en las coincidencias ¿y tú? —Escuché su suspiro en mi oído.
—No me gustan, por eso será a la primera que investigues. Si está fuera de este asunto puede ser una aliada, pero si no lo está…—Sabía lo que significaba eso.
—Habrá que investigarlos a todos. —Y me estaba refiriendo a su familia. Ryder. ¿Teníamos a una de las ratas en nuestra propia casa? ¿Y si él era uno de los tres contactos? Todo el asunto se estaba complicando.
—Tal vez necesite algo de ayuda. —No quería hacerlo, yo trabajo mejor solo, porque no quiero ser responsable de la vida de nadie, y porque así sé exactamente con quién puedo contar; yo. Pero como dice papá, la familia está para lo que necesites. Fidelidad, confianza, esas eran las bases que hacían fuerte a la mafia irlandesa en Chicago. No podíamos permitirnos una traición. Así que cedí.
—Pondré a alguien de confianza para que te respalde.
—Gracias.
—Y Owen, ten cuidado. —Ahora sí que la voz de mi padre sonó realmente preocupada, y entendía por qué. Ryder había sido disparado protegiendo a Bianca, para mí era la mayor muestra de lealtad que podía pedir, pero… ¿Y si no era real? Me negaba a creerlo, pero debía asegurarme. ¿Y si la rata era su hija? Para él sería un golpe mucho más duro que recibir esa bala, así que debía ir con cuidado y reunir todas las pruebas antes de acusar a nadie.
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