Luka
Cuando miré en mi teléfono el mensaje que acababa de llegar, lo último que esperaba es que fuese de mi tío Viktor. Pero cuando el cabeza de la familia te reclama, sabes que no puedes demorarte en responder. Y eso era lo que decía el mensaje, que fuese a su despacho en cuanto terminase mi turno en la cadena de montaje de SET. Podría ser un trabajo en apariencia poco cualificado, pero no lo era, había que saber dónde y cómo encajar cada pieza, y constantemente trabajábamos en modificaciones que añadir a las ya extraordinarias prestaciones del vehículo.
Es como la fabricación artesanal de un coche de carreras de la NASCAR o fórmula 1; diseños personalizados, prestaciones poco ordinarias, y avances tecnológicos que probar e implantar constantemente para mejorar el rendimiento del vehículo.
Estar en la factoría que habíamos montado junto a Drake, o mejor dicho, que él montó con nosotros, no solo era una buena fuente de ingresos como socios y operarios, sino que para alguien como yo le venía bien el tener un trabajo que le estimulase intelectualmente y al mismo tiempo pudiese trabajar de forma manual. Odiaría trabajar en una oficina todo el día como hace mucha gente, y si encima tendría que aguantar a un jefe toca pelotas y unos compañeros inaguantables, pues aún peor.
Normalmente me quedaba más tiempo en la nave, ocupando mi cabeza en algo que no me hiciese desear golpear o que me golpearan. A veces conseguía a apartar los demonios de mi cabeza y regresaba a casa, otras necesitaba pasarme por algún garito donde hubiesen montado una pelea ilegal y me metía en ella. No lo hacía por el dinero, no lo hacía por la fama, solo lo hacía para que mi mente estuviese ocupada en no pensar más que en sobrevivir. El que no haya pasado por algo parecido no lo entenderá, el que se ha visto en una situación parecida comprenderá que es catártico.
Pero ese día tendría que salir a mi hora y pasarme por el despacho del gran feje. Le envié un mensaje de inmediato, confirmándole la hora en la que estaría allí, y diez minutos antes ya estaba entrando por la puerta de la sala de control.
Sabía que Chandra estaría allí, escondida detrás de su terminal, como había escuchado decir a Grigor en más de una ocasión, así que la busqué con la mirada. Repasé toda la sala con un rápido vistazo, y la encontré. Sus ojos me observaban desde detrás de un monitor, o mejor diría que me acechaban. Era como un gato vigilando a su presa antes de saltar sobre ella. Pero este gato no iba a saltar, porque sabía que había demasiada gente observando, y porque había gatos más grandes que ella en aquella misma habitación. Era lista, no quería dar pistas a sus compañeros, y por la dirección de su mirada, tampoco a su padre.
Escondí mi sonrisa detrás de una expresión profesional. Ella no era el motivo de mi visita. Giré en dirección al despacho del tío Viktor, que como sospechaba, ya me estaba esperando. Cómo no, era un obseso de la seguridad, seguramente supo que estaba en el edificio en cuanto mi coche accedió al aparcamiento subterráneo.
—Cierra la puerta. —Mientras cumplía su orden observé como la pared de cristal, que lo separaba de la sala de control, se volvía opaca.
—Tú dirás. —dije mientras tomaba asiento frente a él.
—¿Creías que no me iba a enterar? —preguntó con los párpados entrecerrados.
Conocía su juego. Cuando eres un jovencito de 13 años, sin experiencia, caer en ese truco era normal. Pero ahora ya era lo suficientemente adulto como para reconocer su método de pesca, y además utilizar su mismo sistema. Él quería que me ahorcase yo solito, que mi mente dedujese que él ya sabía de qué estábamos hablando, y como un estúpido, confesarle todo hasta que descubriese lo que tenía entre manos. Pero, como he dicho, a esto sabíamos jugar los dos.
—Lo raro sería que no lo supieras. —Lo noté, aprecié ese instante en que se dio cuenta de que no estaba tratando con un pobre estúpido que caería en su trampa. Su cabeza tenía que trabajar rápido buscando otro lote de preguntas que le llevasen a conseguir su objetivo.
—Así que has decidido hacerlo por tu cuenta.
—Si necesito ayuda, serás al primero que avise, ya lo sabes. —Viktor se recostó en su asiento, pensativo.
—Su padre no está demasiado contento. Ella no es como nosotros. —Bien, ahora estaba seguro que sabía que Chandra estaba implicada, porque la cabeza de Viktor se inclinó hacia el despacho de Boby cuando lo mencionó. Seguro que le fue con el chisme a su jefe, poco contento de que uno de sus sobrinos liara a su pequeña en algo lo suficientemente peligroso como para necesitar un rastreador encima.
—Lo sé. —Chandra podría hacerse la dura, la insoportable, pero todo eso era fachada, lo sabía.
—Entonces, ¿por qué la has metido en todo el asunto? —Como sospechaba, Viktor no tenía ni idea de que era lo que ocurría, solo tenía una pequeña pista, un hilo del que tirar para sonsacarme.
—Yo no la he metido en nada, digamos que he sido su última incorporación. —Las cejas de Viktor se alzaron cuando apreció la palabra “SU” en la frase. Sí, adorado tío, no solo los Vasiliev tenemos asuntos peliagudos entre manos.
—Y por lo que he visto, has tomado el mando en los asuntos de seguridad.
—Yo más bien diría que vi un hueco que no estaba cubierto.
—Hablando de huecos. Supongo que la parte de investigación la tenéis cubierta—inclinó la cabeza en dirección al puesto de Chandra—. Pero seguro que no os vendría mal tener acceso a otro tipo de recursos. —Por supuesto, Viktor no solo se aseguraba que tuviésemos cubierta la utilería, y que supiéramos que podíamos contar con más efectivos. Si no que se enteraría de todo, y a su manera tendría el control. Era astuto.
—Todavía no tengo muy perfilado el origen de todo el asunto, como te he dicho, he sido el último en llegar. Pero si veo que necesitamos más recursos haré esa llamada.
—Vas a hacerla. —Esa aseveración me dejó intrigado.
—¿Tienes información que yo debería saber? —Viktor esbozó una sonrisa ladina.
—Yo también acabo de aterrizar en todo esto, pero ya te digo que vais a necesitar ayuda. —¿Realmente sabía algo o estaba empujándome en su dirección para que aceptase esa ayuda que me ofrecía? Con Viktor uno nunca podía estar seguro de lo que había en su cabeza.
—Entonces el que tendría que compartir información tendrías que ser tú. Yo estoy un poco perdido. —No tanto como quería hacerle creer, pero nunca se tiene demasiada información.
Viktor lanzó una carpeta sobre la mesa, sin apartar la mirada de mí. Lo sé, nada más primitivo que imprimir información, pero si Viktor lo hacía así, es porque tenía algún motivo, y con dos hackers informáticos implicados, seguro que se trataba de algún tipo de rastro digital. Estiré la mano, cogí la carpeta y la abrí para empezar a repasar lo que había allí dentro.
Fotografías desenfocadas por el uso excesivo del zoom, seguimineto de una persona a través de las distintas cámaras desperdigadas por la zona… Estaba claro que era el seguimiento que Chandra le había hecho al tipo que buscaba. Era un exhaustivo rastreo a nivel policial, incluso diría que más profundo, porque ella no tuvo que ir pidiendo permisos. Solo localizó las cámaras y extrajo toda la información que pudo de ellas.
Todo lo que tenía delante se ajustaba al resumen que me hicieron la noche anterior, pero entre mis manos tenía un dato nuevo del que podría extraer algo más, y era la fecha; hacía cuatro meses. Grigor había salido de prisión hacía poco más de dos, así que su incorporación a todo este asunto era más reciente. Seguramente Chandra se dio cuenta de que no podía hacerlo sola, o no al menos de la manera en que estaban actuando en este momento.
—¿Boby no había notado algún cambio en Chandra desde entonces? —pregunté. Era su padre, el primero en darse cuenta de que algo ocurría era él.
—De hecho, la que más ha cambiado ha sido Uma. Por lo que tengo entendido ya no sale por las noches de forma tan habitual, siempre lo hace en grupo con sus amigas, y creo que ha reducido drásticamente su consumo de alcohol. Además de que su actitud es más… reservada es la palabra que me ha dicho Boby. —Uma, tenía sentido. Con su estilo de vida tan despreocupado y fiestero, era una presa fácil para un depredador sexual.
Cerré la carpeta y la deslicé de nuevo hacia Viktor. Sabía que no debía sacar información de aquel despacho. Ya había memorizado todo lo que había en aquellos documentos, incluso las imágenes estaban grabadas en mi mente.
—Si ninguna de las dos ha querido decirle nada, yo no voy a traicionarlas. Esto es algo que solo les atañe a ellas contar. —Era su secreto y compartirlo o no, era su decisión
—Lo entiendo.
—Pues si no tienes nada más que decirme, será mejor que me vaya. Tengo mucho en qué trabajar. —Viktor asintió, pero él es de los que tienen que decir la última palabra.
—Si es lo que creo que es, más te vale que sufra. —Si él pensaba en lo mismo que yo, ese tipo sí que iba a sufrir, y de propina todos aquellos que se cruzasen en mi camino y eran como él. La caza había empezado.