Luka
Grigor y yo caminábamos a cierta distancia de las chicas, que se dirigían al aparcamiento donde estaba su coche. El depredador no solía atacar fuera del local, donde no solo él pasaría desapercibido, sino que así podría llevarse a una de ellas sin que su compañera montase un escándalo. Y además estaban las cámaras de seguridad, donde sería más fácil identificarle. Este depravado sabía dónde podía moverse. Bueno, él y todos los de su misma calaña. Depravados sí, pero no tontos.
—No pongas esa cara, no es la primera noche que acabamos en blanco. —Eso me recordó…
—¿Ayer estropeé la caza de uno de ellos? —Juntando los pocos recuerdos que tenía, había confeccionado una teoría. Yo había sido víctima de la droga que aquel tipo me inyectó para huir, pero estaba claro que su objetivo era Chandra.
—Dafne y yo conseguimos atraparlo. Sin su aguijón no son tan peligrosos. —bromeó Grigor.
—¿Conseguisteis algo? —Me habría gustado estar en ese interrogatorio, pero ya lo estaría la próxima vez.
—Su mente puede ser retorcida, pero tienen poca resistencia al dolor. —Su sonrisa me dijo que le aplicaron un tratamiento efectivo para que contestara a todas sus preguntas.
—¿Y bien? —Como le gustaban las pausas dramáticas a mi hermano.
—El tipo tiene un suministrador con el que contacta por mensaje, pero no es de la zona. El tipo no es tonto, compra en su área, pero se va de caza a otra.
—¿Eso es bueno o malo? —Quise saber.
—Eso lo sabremos cuando lleguen los resultados del laboratorio. Enviamos el mecanismo de inyección de la droga, para que analizaran la composición de los restos que quedaban en el vial. Y antes de que lo preguntes sí, es importante, porque cada fabricante tiene su propia receta. Es como el éxtasis o cualquier otra droga de diseño, la receta cambia dependiendo del cocinero. Cada cliente suele comprarle el producto a un mismo distribuidor, no suelen cambiar fácilmente. Ese distribuidor tiene un fabricante, un cocinero al que le compra el producto. Y ese es al que tenemos que llegar.
—¿Para detener el suministro?
—Eliminar a un cocinero no erradicará la mercancía de las calles, aunque tampoco he dicho que le dejemos volver al negocio. Pero en este caso, buscamos al cocinero para conocer a sus distribuidores, y con ellos, a sus clientes. Con paciencia y trabajo daremos con nuestro sujeto. —Por la expresión de mi hermano en ese momento, supe que tenía algo preparado cuando ese hombre apareciese.
—¿Y qué vamos a hacer con todos los desgraciados que vayamos encontrando por el camino? —pregunté con curiosidad.
—Pues esa fue la primera pregunta que tuvimos que responder cuando tuvimos al primero entre manos. ¿Qué hacer con un violador que droga a sus víctimas para que no recuerden lo que les ha hecho?
—Yo le cortaría las pelotas. —sentencié rápidamente.
—Ya, esa es una opción. Pero el problema de esos tipos no es su pene, eso solo es una herramienta. Lo que les hace peligrosos es lo que tienen dentro de su cabeza, lo que les impulsa a cometer esos actos depravados.
—¿Les cortamos la cabeza? —Para mí tampoco suponía un problema. Un depredador menos en esta inmensa jungla no se iba a notar.
—Primer paso, les marcamos. Les colocamos un rastreador para saber exactamente por donde se mueven. Segundo paso, colocamos su cara en la red. Redes sociales, páginas de alertas de violadores… En menos de dos minutos, todo el mundo en la ciudad sabrá quién es y lo que hace. —Eso era mucho peor que cortarle las pelotas, eso dolía, pero seguías viviendo. Lo de divulgar su identidad y sus pecados para que fuesen de conocimiento público, convertiría su existencia en un infierno. La gente no sabe el auténtico poder que tiene la red para arruinar la vida de las personas.
—Mucha gente le reconocerá.
—Sus vecinos, sus amigos, su familia, sus compañeros de trabajo. Todos recibirán un aviso de alerta con la vida secreta del sujeto. Quizás con un poco de suerte alguna de sus víctimas llegue a identificarlo, puede que incluso lo denuncie, pero la justicia es demasiado lenta y nosotros preferimos actuar rápido. Ningún abogado va a salvarle, será la opinión pública quién lo condene. Alguno optará por la salida fácil y se quitará la vida, y lo digo porque ya ha ocurrido con dos de los sujetos que procesamos. Otros se convertirán en presas. Da igual que fuesen culpables o no del delito que destrozó la vida de una mujer cercana al cazador, siempre habrá alguien dispuesto a hacer justicia. Y si nuestros localizadores no se han estropeado, tres de ellos han sido cazados. —Puede ser algo brutal, pero si el delito estaba confirmado, era una buena forma de hacer justicia.
Y no nos confundamos, un depredador sexual de ese tipo no tiene ni perdón, ni posibilidad de rehabilitación. Sacarlos de circulación es mejor que se puede hacer con ellos, así se salvan a muchas futuras víctimas. ¿Meterlo en una celda? En cuanto cumplan una irrisoria condena ya estarían fuera, de nuevo en el campo de caza, solo que esta vez habrían pasado por una gran academia, donde habría aprendido a tener más cuidado, y compartido trucos para no ser detenido una próxima vez. Además, le salía mucho más barato a los contribuyentes una muerte rápida que mantener a un despojo como ese con vida.
—Vale, eso con los violadores. ¿Y con los distribuidores y con el cocinero? Ellos no son más que traficantes.
—Aquí cambiamos el castigo. No es lo mismo que destrozarle la vida a alguien que trata de aparentar que es una persona normal. Un traficante, un distribuidor, conseguiría demasiada publicidad si publicamos que trabaja con ese producto. Más publicidad, más clientes, y no queremos ponérselo fácil a los malos, ¿verdad?
—No, no queremos. ¿Qué hacéis con ellos?
—Pues es curioso lo que uno aprende en la cárcel. Allí descubrí que todos tienen amigos y enemigos. Y si eres una persona mala, tus enemigos tampoco son buena gente. Y la gente de ese tipo no solo no suele tener escrúpulos, sino que son muy susceptibles. Solo hay que tocar un par de puntos, y tienes a un montón de gente buscándote para ajustar cuentas. Un rumor, un par de interpretaciones subjetivas, y tienes una cacería montada, y ni siquiera tienes que preocuparte por limpiar la sangre.
—Suena a algo que diría el tío Viktor. —Retorcido, eficaz y rápido. ¿Desde cuando mi hermano pequeño se había convertido en una copia del hijo del diablo?
—Tengo que reconocer que es nuestra inspiración, aunque yo no soy más que uno de los brazos ejecutores de este proyecto. Chandra se encarga de las cuestiones tecnológicas, y mi chica es la que sabe como hacer una buena puesta en escena. —explicó mientras sonreía con orgullo.
Estaban junto al coche de mi hermano cuando las alcanzamos, lo reconocí porque yo participé en su construcción.
—Me siento como esos pescadores que vuelven a casa sin un pescado en su cesta. —refunfuñó Chandra.
—Al menos tenemos algo con lo que trabajar con el de ayer. —le recordó Dafne.
—Veré si ya tenemos el resultado del laboratorio. —Chandra sacó el teléfono de su pequeño bolso y se puso a rebuscar. No es que sea un experto en mujeres, pero sé cuándo alguien trata de ignorarte.
—Todavía me asombra la cantidad de recursos que tenéis. —dijo Dafne. Grigor la estrechó contra el costado de su cuerpo con afecto.
—Lo que te asombraría es que nuestro laboratorio tiene un contrato con la policía, y analiza muchas de las pruebas de los delitos que se cometen en toda la ciudad. —Esa había sido una gran jugada del tío Viktor. ¿Para que tratar de robar una gallina, cuando puedes comprarte todo el gallinero? Que él no supiera que lo estábamos usando no fue fácil. Todo se gestiona de forma digital, y de eso se encargaba nuestra especialista.
—La muestra no encaja con las de nuestro sujeto. —Leyó Chandra en el informe que tenía abierto en su teléfono.
—¿Tenéis una muestra de la droga que usa el tipo? —pregunté incrédulo.
—Tenemos un dosier muy completo sobre él. No solo su perfil, sino unas cuantas denuncias que encajan con su modus operandi y su zona de caza. 12 mujeres denunciaron haber sido víctimas de una violación por sumisión química, y gracias a ellas, conseguimos una muestra de la sustancia. Y no, el cuerpo la metaboliza con demasiada rapidez, no deja rastros. Pero en la ropa de una de ellas, justo donde hizo la punción, dejó un residuo que se pudo analizar. Solo tenemos que encontrar a un tipo que use la misma composición, y podremos tirar del hilo. —La mirada de Chandra estaba en ese momento fija en mí. Pude detectar odio, algo que no esperas en un investigador, sino en una víctima. ¿Fue ella?
Pero parecía demasiado serena, nada que ver con la sensación de vulnerabilidad que también padecería una mujer que hubiese sido ultrajada por ese hombre. ¿Y si fue Uma? Si no recordaba mal, le gustaba demasiado la noche, y Grigor en más de una ocasión había ido en su busca para llevarla a casa. Un auténtico amigo haría lo que fuera por ayudar, y esa era la relación que tenían Chandra y Grigor.
En ese momento una sensación de envidia me invadió. Yo quería algo como eso, y no me refiero con otra persona, sino con Chandra. Quería que ella se apoyase en mí cuando lo necesitase. De alguna manera había entrado de rebote en este operativo, pero haría que mi aportación fuese importante, por ella.