Josephine
Estaba siendo una antipática de cuidado, pero es que no podía permitirme otro error como Cio, y con este chico… No entendía lo que me pasaba. Por un lado quería protegerlo de todas las malas artes de este mundo, y por otra no quería encariñarme con él y pasar la línea. Encontrar el punto medio era complicado.
¿Por qué protegerlo? Porque lo veía tan inocente, tan tierno… Un joven que apenas había empezado a caminar solo, vulnerable. El trabajo de aprendiz era duro, porque todos trataban de explotarte tanto como podían, y tu no protestas porque necesitas experiencia y sobre todo el dinero. Me recordaba a mí cuando empecé en todo esto, solo que yo tuve la suerte de tener al abuelo a mi lado para guiarme, y de no necesitar el dinero. Otros no tuvieron tanta suerte, y me sentía mal por ellos.
Pero bueno, la vida es una dura maestra, y todos tenemos que prestar atención si queremos pasar de nivel. Este chico tenía que aprender rápido si quería prosperar. Lo único que yo podía hacer era enseñarle a hacer un buen trabajo.
—Perfecto, ahora hay que comprobar de que las levas se mueven correctamente. —Owen miró el bloque del motor con curiosidad.
—¿Tenemos que montarlo de nuevo en el coche o hay algún lugar donde podamos conectarlo momentáneamente? —Su pregunta me hizo sonreír, era buena, pero seguía siendo inocente. Quiero decir, que se notaba a la legua que no tenía mucha experiencia con motores de coches.
—¿Ves ese armario de ahí? ¿el rojo?
—Sí. —dijo girando la cabeza hacia donde le indicaba.
—Dentro hay una caja negra con dos ruedas y un asa. Lo conectaremos a ella y probaremos el movimiento de las levas. Ve trayéndola mientras limpio el exterior.
—De acuerdo. —dijo obediente. Pero medio minuto después regresó a mi lado. —Está cerrado. —Aquello me extrañó.
—¿Cerrado? —Caminamos juntos de nuevo hasta el armario rojo de los equipos portátiles. Tiré de la manija comprobando por mi misma que era verdad. —¡Mierda! —maldije en voz alta.
—¿Y la llave? — Dijo mientras repasaba con sus dedos la pequeña cerradura.
—Como todo en este taller, en algún cajón de la oficina del jefe. —Miré hacia allí para encontrar que Diego no estaba, y tampoco estaba dentro del local. Solo tuve que mirar mi reloj para saber dónde se había metido. —Y si no me equivoco no regresará hasta dentro de 15 minutos. —Su hora del café era sagrada, y para evitar que lo molestasen, se iba a la pequeña cafetería de enfrente para tomárselo con tranquilidad. Fue un acto reflejo por frustración, pero tampoco me sentí mal por arrojar el trapo que tenía en las manos contra la pared detrás de mí. —¡Genial!, 15 minutos perdidos.
—Tal vez no. —Entrecerré los ojos mientras seguía los movimientos de Owen. Él miró a ambos lados antes de sacar una navaja de su bolsillo e introducirla en la parte superior de la puerta. Con un par de movimientos, consiguió que el pestillo de cierre saltara, dejando la puerta libre de sujeciones.
—¿Cómo demonios…? —Casi susurré la pregunta, porque estaba claro que él no quería que ninguno de nuestros compañeros supiera de su habilidad, y entendía por qué. Dobló la navaja y la escondió en su bolsillo de nuevo.
—Un truco que aprendí en un campamento de verano. —Se encogió de hombros como si no tuviese gran importancia, pero para mí si era interesante. No donde lo aprendió, sino la maniobra en sí.
—¿Me enseñarías a hacerlo? —le pedí discretamente. Sus cejas se alzaron sorprendidas.
—¿De verdad quieres que ten enseñe a abrir armarios? —¿Y me lo preguntaba?
—Nunca se sabe cuando me vendrá bien saber ese tipo de cosas.
—No sé. —dijo poco convencido mientras se rascaba la nuca.
—Vamos. —le animé.
—Está bien, pero será cuando no haya nadie. —Miró a nuestro alrededor. Estaba claro que no quería alguien más supiera lo que íbamos a hacer. Saber que iba a aprender algo malo incrementó mi adrenalina, era tan excitante.
Owen
Ese aspecto de Jos no lo conocía. Quiero decir, que de repente era un apersona afable y agradable, tratando de aparentar que éramos amigos. Descaradamente estaba tratando de engatusarme, o mejor dicho, lo había conseguido. ¿Por qué demonios tuve que decir que sí? Porque sería lo que mi personaje habría hecho. Lo bueno de todo ello es que estar con ella se tornó algo muy agradable, incluso se mostró abierta a mantener una conversación ajena al trabajo.
—Entonces… El tipo este trae su coche al taller muy a menudo. —Señalé con la cabeza el coche sin apartar la mirada de las manos de Jos. Era asombrosa verla trabajar con aquellas pequeñas y delicadas manos.
—Mira a tu alrededor, ¿ves muchos coches como este por aquí? —No necesitaba hacerlo, sabía a qué se refería.
—Los otros son coches viejos, y ninguno está acondicionado como este. Pero… Me ha dado la impresión de que os conocíais bien. —Alcé la mirada hacia su cara, porque quería estudiar su gesto al responder a la pregunta. Como esperaba, sus labios dibujaron una extraña mueca.
—Eso es porque trabajó aquí hasta no hace mucho. —Sus ojos me miraron un par de segundos antes de regresar al trabajo.
—¿Yo estoy cubriendo el puesto que él dejo libre? —Podía imaginarme la respuesta, pero lo que realmente quería averiguar era si él era un buen candidato de estudio. ¿Podía ser él nuestra rata?
—Digamos que sí, pero tú solo eres un aprendiz, y él tiene algo más de experiencia con motores. —Eso lo suponía.
—¿Trabajó mucho tiempo aquí?
—Un par de años. —En ese tiempo seguramente podría haberse hecho con una copia de la llave, y aprender todo el sistema de trabajo del taller y como saltarse la alarma si hiciese falta. Aunque cuando sorprendía la rata la primera vez, seguramente contaba con que la alarma no estaría puesta, ya que había alguien trabajando dentro. Había sido muy astuto al llevarse el coche en ese momento.
—¿Tuvisteis algo? —¿Por qué hice esa pregunta? Enseguida noté como ella se tensó.
—¿Lo dices porque me llamó nena? —asentí hacia ella.
—Es un apelativo cariñoso. —Ella puso los ojos en blanco.
—Sí, supongo. Pero a todas las chicas nos llama igual. —Su ceño se frunció al decirlo, como si aquel dato no le gustase nada. —Bien, ve metiendo las levas con cuidado a medida que te vaya indicando.
—Si es el tal Cio al que mandaste investigar—empezó a decirme la voz de Adrik en el oído—, te diré que tiene gastos considerables para haber sido un simple mecánico. En ese coche suyo, en el que estás trabajando, se ha gastado una pequeña fortuna. —No quería saber cómo sabía a quién pertenecía el coche, bueno, sí que quería saberlo. Seguramente sería a través de algún mecanismo electrónico como el GPS del coche o algo parecido.
—Por lo que dices entonces, ese Cio solo ama a su coche. —Otra vez ese gesto extraño con los labios apareció en su rostro.
—Sí, tendría que hacérselo mirar. —No sé por qué me gustó el saber que no le caía bien. Quizás sería porque si resultaba ser nuestro sujeto, no tenía que preocuparme por que la hija de Ryder estuviese liada con él.
—Pues le saldría más barato una novia que este coche, esas llantas valen un pico. —comenté.
—Según la factura sí que son caras, casi como un anillo de compromiso. —Corroboró Adrik por el auricular.
—Tenía que ser un mecánico excelente para poder permitirse algo así. —Sabía que ella era la mejor del taller, o al menos es lo que había dicho el jefe, por eso hice ese comentario, para conseguir sonsacarle algo más de ese Cio.
—No tan bueno si trae su coche para que yo se lo revise. —Su mandíbula estaba tensa.
—Entonces no quiero imaginar de dónde saca tanto dinero para permitirse algo como eso. —Señalé el coche con una inclinación de cabeza. Para mí era obvio que no andaba metido en algo muy legal.
—Sí, mejor céntrate en ser una persona honrada. No quieras ser como él. —Aquella respuesta me dijo que Jos conocía la manera en que Cio se costeaba sus caprichos.
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