Josephine
No es que papá me diese miedo, no era de ese tipo de padres que sacaba la mano a pasear cuando la lías. No niego que me he ganado un azote de vez en cuando, pero no eran más que llamadas de atención para corregir mi actitud, nada que realmente doliera o fuese insoportable. Mamá era más de castigarme, otro método educativo. Pero quizás por ello ahora al que tenía más miedo era a papá, a su reacción. Ahora que soy adulta, sé que puedo conseguir por mi cuenta cualquier cosa que quiera, el castigo no sirve, pero papá… No creo que me golpeara, pero sí que había hecho algo que podía ponerme en manos de alguien que sí que podía hacerme daño. ¡Mierda!, tenía que haberlo pensado mejor antes de meterme en ello.
En fin, ya no había vuelta atrás, tenía que atenerme con las consecuencias. Así que tomé aire profundamente y abrí la puerta de casa, una vivienda unifamiliar en un buen barrio que mis padres habían comprado gracias al sueldo que papá traía a casa.
—Tu madre está fuera. —Giré la cabeza para encontrar a papá al otro lado de la barra de desayuno. Deslizó una cerveza fría en mi dirección, mientras él tomaba un trago de la suya.
—No puedes tomar alcohol con la medicación, —Dije mientras me acercaba a por mi botella. Legalmente no podía beber, pero ¿qué son unos meses? En nada cumpliría los 21. Lo que papá debía intuir es que yo ya había pasado por mucho más que el consumo de alcohol a estas alturas de mi vida. Ojalá no imaginase que era el resto.
—Es una de esas mierdas sin alcohol que me compra tu madre. —Giró la botella para que viese la etiqueta. Era la misma que la que yo tenía en la mano, muy listo papá, tampoco alcohol para su hija. Le di un sorbo, al menos estaba fría.
—¿Qué era eso de lo que querías hablar? —Con un poco de suerte no sería lo que creía. ¿Y si era otra cosa? ¿Y si no se había dado cuenta de…?
—Lo sabes perfectamente. —Otra vez a las antiguas técnicas de interrogatorio.
—No voy a picar como cuando era niña, así que ya estás diciendo de qué se trata. —De pequeña acababa pidiendo perdón por esto y aquello, y así papá se enteraba de lo que había ocurrido. Ya no era tan inocente para caer en esa trampa como entonces.
—Lo que has hecho es muy grave, Josephine. Sabes que no puedes coger mi teléfono, pero hacerte pasar por mí… ¿No te das cuenta del lío en el que me has metido? —Cazada.
—Solo pensé que era algo fácil y que estaba cerca. ¿Y si había que marcar a un tipo como el que te hirió a ti?, ¿y si dejaba escapar a alguien como él? No podía permitirlo si podía hacer algo. —Papá dejó escapar un suspiro pesadamente.
—¿Y si estaba armado? ¿Y si te hubiese descubierto? Ahora podrías estar herida, o incluso muerta. ¿Cómo crees que me sentiría si te pasa lo mismo que a mí? ¿Y tu madre? Ya ha tenido suficiente con lo mío, no quiero ni imaginar… —Apartó la mirada para dejar la cerveza en la encimera junto a él.
—Pero no pasó nada de eso. —Me defendí.
—Afortunadamente. Pero ese tipo de trabajo lo tiene que hacer un profesional, no una niña que sabe conducir entre el tráfico con una moto. —Odiaba cuando hacía eso.
—No soy una niña. —dije entre dientes.
—Vuelves a serlo cuando te metes en problemas que yo tengo que solucionar. —Directo al hígado, papá sabía dónde golpear.
—Tranquilo, no volverá a ocurrir. —Le aseguré.
—Estoy seguro de ello, porque no se creerán que un cojo puede hacer esas maniobras entre el tráfico. —Eso me enfadó.
—Puedes hacerlo. —Le defendí, él no estaba lisiado.
—Podré volver a hacerlo, pero ahora no. O estoy demasiado drogado para tener mis reflejos a ese nivel, o duele tanto que es un infierno cambiar de marchas. Lo he intentado, doy fe de que lo he intentado. Odio verme como un inútil. —Me acerqué a él, porque podía entender perfectamente cómo se sentía.
—Te pondrás bien, papá. Es solo cuestión de tiempo. —Lo abracé, no sé si por que él necesitase eso, o porque el abrazo lo necesitaba yo, creo que lo último. Nadie quiere ver como su héroe cae, y papá siempre fue mi héroe.
—Ya. Hasta entonces, ¿te importaría dejar de darme disgustos? Ya tengo suficiente con los míos.
—No prometo nada,—me separé de él con una sonrisa en los labios—pero lo intentaré. —papá puso los ojos en blanco.
—Si en el trabajo supieran lo blando que soy contigo, echaría abajo mi reputación. —Cogí mi cerveza para darle otro trago.
—Entonces será mejor que no se enteren. —le guiñé un ojo.
—De todo esto no le digas nada a tu madre, o me corta las pelotas. —me amenazó con su propia cerveza.
Ryder
Mientras observaba a mi pequeña Jos ayudando a su madre, no podía dejar de pensar en el lío en que me había metido, pero sobre todo, en la manera en la que iba a salir. Ya, seguramente pensarán que, si yo no decía nada, nadie se iba a enterar. Y eso podría funcionar con otras personas y con otro tipo de trabajo, pero con Bowman era mejor no jugársela. No solo por que quería seguir siendo una persona de su confianza, y si te pillaban ocultando algo al final perdería esa fe en mí, sino porque mi honor me obligaba a ser yo el que se lo dijese al jefe, o en su caso, al que estaba por encima de mí. Connor no era Bowman, aunque tampoco había que menospreciarle. Marqué el número y esperé.
—Hola Ryder, ¿cómo estás? —Solo con escuchar aquellas palabras supe que estaba haciendo lo correcto.
—Tengo que contarte algo.
—Te escucho. —Cuando aligeré la carga que llevaba sobre mis hombros pude respirar.
—Entiendo. —Fue su respuesta después de escuchar todo lo sucedido.
—Voy a tomar medidas para que no vuelva a ocurrir. —Le prometí. Lo primero, cambiar la contraseña de acceso a mi teléfono. Con el reconocimiento facial sería más complicado, o eso decían. Mejor una combinación de ambas, Jos era demasiado lista.
—Cuento con ello.
—Gracias por comprender.
—Es ley de vida que los hijos nos lleven al límite.
—Ya, yo esperaba que el mío fuese un gilipollas con un piercing en la ceja. Para eso estoy preparado, pero esto… Esta hija mía no deja de sorprenderme.
—No le des más vueltas, lo hecho, hecho está, y no ha tenido consecuencias graves. Tu solo déjale claro que no puede volver a ocurrir, porque la próxima vez, es posible que el jefe tome medidas. —Y eso era lo que me preocupaba. Bowman no se andaba con rodeos, y tampoco hacía distinciones. Hombre o mujer, joven o viejo, todos eran iguales, todos eran responsables en el mismo grado.
Connor
Tenía a Alex sentado frente a mí, sopesando la información que acababa de darle con ese gesto suyo de pellizcarse el labio superior con ambos índices.
—Interesante. —Aquella respuesta no la esperaba.
—Es solo una travesura, un intento de conocer el mundo de papá, no se lo tengas mucho en cuenta. —Una de sus cejas se alzó inquisitiva.
—Puede que sí, o puede que no. El caso es que esa chica está apareciendo con demasiada frecuencia en las conversaciones que estoy teniendo últimamente. ¿Coincidencia? Ya sabes que no me fío mucho de las coincidencias, y estoy tentado a ir un poco más allá con la hija de Ryder. —Aquello me extrañó.
—¿Qué quieres decir?
—Que es probable que tengamos que pedir refuerzos, y ya que está implicado alguien de nuestra organización, será mejor que la ayuda llegue del exterior. —Cuando Alex decía eso es que iba a recurrir a sus amigos de Las Vegas. Bowman y Vasiliev, dos apellidos que era mejor no tener en tu contra, y que juntos incluso a mí me hacían temblar, y eso que yo era uno de ellos.
—¿Tan grave es? —Necesitaba más información, porque estaba claro que no lo sabía todo.
—Siéntate, esto va a llevar un rato explicártelo con todo detalle. —Sus palabras me hicieron regresar a tiempos pasados, cuando entre los dos tomábamos las decisiones que atañían a la familia irlandesa. Bueno, Alex tomaba las decisiones, yo solo le apoyaba y le daba mi opinión.
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