Dicen que toda familia tiene su oveja negra, yo no sé si seré la de la mía. Lo único que tengo claro es que cometí errores que ninguno de los demás habría cometido, errores que los puso en peligro, errores que no pienso olvidar, ni perdonar.
Ellos dicen que no tuve ninguna oportunidad, que los que nos tendieron aquella maldita trampa sabían lo que hacían, pero eso no cambia que llegaran a su objetivo gracias a mi egoísmo. Solo quería experimentar lo que cualquier oro universitario, un poco de diversión, sexo sin compromiso. Pero me estalló en la cara y los salpicó a todos. Nunca más.
Ahora trato de no caer en trampas como esa, de hecho, me he convertido en un maldito monje. No bebo, no fornico, no consumo drogas… Pero eso no quiere decir que sea una buena persona. He encontrado la manera de pagar por mis faltas, ya que los demás no quieren imponerme un castigo, así que soy yo mismo el que se flagela cada vez que siente remordimientos, y es frecuentemente.
Peleas clandestinas, cuanto más salvajes, mejor. No me importa morir, bueno, sí, no quiero causarles más problemas. Pero quiero que me castiguen. Soy un Vasiliev, jamás me rendiré en una pelea, pero eso no quiere decir que no escoja a los oponentes más difíciles. Y eso me ha metido en problemas, en muchos problemas, pero he salido de ellos, y he de reconocer que algunas veces he tenido ayuda. No sé quién es, pero está ahí, vigilándome.
Al principio pensé que eran coincidencias, pero eso solo ocurrió la primera vez, sé distinguir una pauta cuando la tengo delante de las narices, y esa ayuda, de la manera que llegase, siempre lo hacía a tiempo, y era para mí, y aquellos que se habían arriesgado a seguirme en mi locura.
He investigado, y por mucho que lo he intentado, solo he conseguido averiguar que es alguien escurridizo. He estado tentado a pedir ayuda a mi tío Viktor, pero quizás sea él el que está detrás de todo esto, él puede ser el que dio la orden. Le gusta tener controlado a todo el mundo, y no me extrañaría que tuviese un ojo encima de mí en todo momento. Además, no me ha llamado a su despacho a echarme una merecida reprimenda, lo que puede significar que él no lo sabe, cosa que no me creo, o que espera el momento en que yo mismo me dé cuenta de hacia dónde me lleva este camino destructivo.
Todo tiene un final, solo espero que el mío llegue pronto. Y no me refiero a mi muerte, sino a la culpa que me consume por dentro. Hasta que eso ocurra, todos saben que pueden contar conmigo para lo que necesiten, y si es peligroso, con más razón. Nadie volverá a ser dañado mientras yo esté ahí para evitarlo.
A veces pienso que estoy maldito, marcado por la parca malvada del destino. Primero mi primo Kiril fue secuestrado, y yo abrí la puerta a las personas que se lo llevaron. Sheila casi pierde la vida por ello. Luego el encarcelamiento de mi hermano, una dura prueba para la que yo estaba más preparado para soportar. Me habría cambiado por él sin dudarlo, incluso conociendo todos los intentos de asesinato que sufrió allí dentro.
Pero ahora él ya estaba fuera, y ha encontrado a alguien con quien compartir su vida. Kiril y Sheila también están juntos. Al final las cosas se habían resuelto de la mejor de las maneras.
Pero eso no quería decir que esa sombra negra que me persigue haya desaparecido. A mis 27 años, aún estoy esperando a la siguiente víctima, aquella a la que no pueda salvar de mi maldición. Alguien cercano caerá, y será alguien demasiado próximo a mí, lo sé.
Estaba caminando por el bulevar, directo al hotel de la familia. Hoy no me sentía con ganas de ir a casa a dormir, no con la cara magullada y los puños pelados por pelear con ellos desnudos. No quería darle explicaciones a mi madre de mi estado, aunque ella tampoco me las pediría, solamente me miraría de esa manera que decía “¿Cuándo dejarás de hacerte esto?, ¿de hacérnoslo a los dos?” Se que sufre, pero no puedo parar, no tengo ninguna motivación para hacerlo.
Y justo cuando estoy a punto de rebasar la esquina del edificio, una belleza de piel aceitunada embutida en un ajustado vestido blanco deslumbra mis pupilas, pese a ser noche cerrada y haber luces brillantes por todas partes. Ella es un imán para la vista que no puedo evitar. El viejo yo se habría acercado y flirteado, quizás incluso la invitaría a una copa, y con un poco de suerte, habríamos compartido fluidos corporales.
Pero el yo de ahora se conformaría con tener esos sueños húmedos y salvajes sólo en su propia habitación, aliviándose la excitación por sus propios medios, quizás bajo una cascada de agua caliente, con la que además me libraría de ese asqueroso olor a sudor y sangre que arrastraba de mi reciente pelea.
Pero ella giró la cabeza, y sonrió a su amiga, y fue en ese momento que la reconocí; Chandra. Era la hija mediana del informático del tío Viktor, la mejor amiga de mi hermano Grigor. Ella y su amiga entraban al local de copas cuya música estaba demasiada alta. Pero no me dirigí hacia ella para saludarla, sino porque vi al tipo que la observaba con lujuria y entraba detrás de ellas en el local. Sabía que algo iba a ocurrir, algo muy malo para ella, pero esta vez yo estaría ahí para protegerla. Ella se había cruzado en mi camino, pero no caería presa de mi maldición, no si podía evitarlo.