La imagen que veía reflejada en el espejo no era la de la Paula de siempre. Esa mujer que me miraba con dureza desde el otro lado estaba enfadada, muy enfadada. Pero no con ese idiota con el que iba a reunirme, ni siquiera con el que estaba conmigo en ese momento en el baño, sino conmigo misma. ¿Por qué había tenido que ser yo? ¿Por qué a mí? Seguramente no era la primera mujer que decía eso.
—Bien, la señal llega perfecta. Y ahora coloquemos el auricular para que puedas oírnos. —Owen abrió una pequeña cajilla para sacar uno de esos auriculares diminutos que se colocan en el oído, como los audífonos de los abuelos.
—No estoy segura de todo esto. —Traté de controlar el temblor de mis manos aferrando una a la otra.
—No va a pasarte nada, Paula. Dudo que ese cretino se atreva a ponerte una mano encima. Y si lo hace, estaré a un suspiro de cogerle por el cuello y lanzarlo contra la pared. —Sus manos me aferraron por los brazos. Sabía que él no permitiría que me ocurriese nada, confiaba en sus capacidades, pero eso no evitaba que estuviese nerviosa.
—¿No sería más fácil que esto lo hiciera Mo? A fin de cuentas, él era el objetivo principal, ¿no? —Las manos de Owen me abandonaron para centrarse en recoger el resto del equipo.
—Podría ser, pero si su primer objetivo has sido tú, no vamos a darle algo que pueda hacerle sospechar que le hemos descubierto. —Dudaba que Jordan fuese tan paranoico como Owen. A veces me daba pena, el pobre no podía conocer a alguien nuevo sin sospechar de sus intenciones para acercársele.
—Esto te divierte, ¿verdad? —Owen levantó la vista para mirarme directamente, no podía esconder la mueca de sonrisa en su cara.
—No me negarás que es excitante. —Si las miradas matasen lo habría chamuscado con la mía.
—Esto de los espías se lo dejo a los profesionales, yo estoy bien siendo un ratón de biblioteca. —Así es como nos llamaban a los que enterrábamos la cabeza en los aburridos textos legales, para encontrar resquicios por los que colarnos.
—Confío en ti, Paula, sé que harás un buen trabajo. Solo tienes que dejar que él te haga las preguntas y darle las respuestas que hemos ensayado. —tomé aire pesadamente.
—Era mi último intento. —Owen sonrió. Él sabía que no me gustaba todo el asunto, pero que lo haría porque era la única manera de atrapar al topo.
—Ha llegado. —El índice de su mano derecha tocó el auricular que sabía estaba en su oído. —Emil, haz una comprobación de su auricular.
—¿Me recibes? —escuché la voz de Emil en mi aparato.
—Sí. —les confirmé.
—Bien. Ahora respira profundamente tres veces, y sal ahí. Yo iré detrás de ti.
—Vale. —estaba saliendo por la puerta del baño cuando escuche su voz en mi oído.
—Y recuerda, yo estaré cerca. —Tomé otra inspiración más y continué con mi camino. Todo iba a salir bien, eso si no me tiraba sobre él, le golpeaba la nariz con un derechazo y lo tiraba en el suelo para clavar mi rodilla en su pecho. Quería destrozarlo por haber jugado conmigo, por haberme utilizado, por pensar que yo era alguien que se podía desechar.
Soy una Di Angello, mi padre entra en edificios en llamas, mi hermano pilota aviones, mi otro hermano abre pechos con un bisturí… En mi familia ninguno es de ese tipo de personas insignificantes de las que te puedes aprovechar sin miedo a las consecuencias.
Cuando todo esto terminase iba a cobrarme este ultraje con sangre, su sangre.
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