Paula
¿Nunca han tenido uno de esos días en que todo les sale bien? Un día redondo que se dice. Pues bien, ese día fue el mío. ¿Quién lo diría, verdad? Primero se me estropea el coche, pero eso no lo torció. Empezando porque me dejaron a la puerta del trabajo y no tuve que estacionar en el parquin a una manzana de mi edificio. El que estaba más cerca siempre estaba lleno. Después me topé con Jordan, luego machaqué a los abogados de Morgan, Stinger & asociates, y para rematar, tenía en mi mano las llaves de un coche precioso.
—¿Qué significa esto? —le pregunté a mi padre.
—Tu coche estará en el taller una temporada. Este es el vehículo de cortesía. —volví a mirarlo con deleite. No tenía ni punto de comparación con el mío.
—¿Estás seguro? —papá se encogió de hombros.
—Pregúntale a tu tío.
—¿Cuánto tiempo estará en el taller? —deseé que fuese por una larga temporada. Vale, tenía cariño a mi coche, pero mientras a él le estaban arreglando podía disfrutar de su primo, ¿no? No le estaba traicionando, ni nada de eso. Bueno, solo un poquito.
—Hay no sé qué historia con que el coche es viejo, europeo y que las piezas que hacen falta para repararlo tienen que venir de Alemania. Así que hazte a la idea que no serán dos días. —¡Sí, sí, sí!
—Vaya. Bueno, supongo que tendré que esperar a que esté listo.
Antes de que pudiese meterme en mi nuevo coche, y regodearme pasando las manos por la tapicería, entró una llamada en mi teléfono.
—Hola, Fran.
—¿Podrías echarle un vistazo a mi nuevo contrato? —Sí que era rápido.
—Claro, mándamelo y lo repasaré después de cenar y te lo devolveré mañana.
—Me gustaría que fuese ahora, si no te es inconveniente. Me gustaría mudarme esta misma noche. —¿Mudarse?
—¿Te mudas?
—La vivienda viene incluida en mis privilegios de empresa. —Había oído lo del coche de empresa, pero la casa… Eso era otro nivel.
—¿Dónde has encontrado ese chollo? —escuché su risa al otro lado de la línea.
—Tengo que comprar sábanas, y esas cosas. Si me ayudas a escoger te lo contaré todo.
—¿Ahora? —Si quería mudarse esa noche tenía poco tiempo para ir de compras.
—Estoy en Le Parisien, ¿podrías acercarte? —Al menos sí que sabía dónde ir a comprar todo el menaje de hogar. No era un centro comercial, sino una tienda exclusivamente dedicada a lencería doméstica de calidad.
—Está bien, estaré allí en media hora. —Miré a papá para que supiera que volvería tarde a casa.
—¿Otra vez te ha liado tu primo? —preguntó papá.
—Ya te contaré. —besé su mejilla antes de entrar en el coche—Guárdame algo de cena.
—No regreses tarde, que luego no duermes suficiente. —puse los ojos en blanco antes de cerrar la puerta.
Cuando llegué a la tienda no me fue difícil encontrar a Fran. A ver, ¿Cuántos hombres guapos y trajeados entrarían a comprar sábanas? Pues por lo extasiadas y atentas que estaban las dependientas diría que muy pocos. Creo que me miraron mal cuando me acerqué a él. ¿Se pensarían que yo era la agraciada que lo había atrapado?
—Ya estoy aquí. —Fran se giró hacia mí sonriente.
—Sé que prefieres leer que escoger ropa de cama. —Me tendió unos papeles: u contrato. Sí eso iba a gustarme mucho más.
Mientras leía no podía dar crédito a todo lo que le ofrecía la nueva empresa. Con razón había mandado a Morgan, Stinger & asociates a la mierda. Yo entregaría a mi primogénito por conseguir un contrato así.
—¿Y bien? —Creo que había estado caminando detrás de él por toda la tienda mientras compraba, pero no me había dado ni cuenta de nada. En ese momento tenía varias bolsas llenas de cosas en el mostrador de pago.
—Para mí está correcto. ¿Te presto el bolígrafo? —él sonrió.
—Ayúdame a llevar todo esto y te enseñaré el apartamento. —Cargué con un par de bolsas mientras él llevaba otras tres.
Media hora más tarde estaba frente a uno de los edificios más modernos de Miami, empujando a Gabi para que dejara de babear. Fran sí que sabía cómo liar a todo el mundo.
—Si nos vas a moverte al menos podrías quitarte de en medio. —apremié a Gabi. Llevaba dos de las bolsas de compra que pesaban lo suyo.
—Lo siento.
—Trae aquí. —Fran cogió una de las bolsas para liberarme de la más pesada.
—Se supone que la que tenía que cobrarse el favor era yo, no que tú me usaras a mí como mula de carga. —Y el idiota se rio.
—Te deberé dos favores. —Vaya que si iba a cobrármelos. El primero lo hice con gusto, pero a nadie de apetece cargar pesos. ¿Qué demonios llevaba aquí dentro? No quería mirar, pero parecían…
Subimos en el ascensor hasta la planta 11, después avanzamos por el pasillo hasta una puerta con uno de esos cajetines de acceso en los que hay que marcar un código numérico. Tenía que reconocer que como cerradura era cómoda y moderna. Si le sumábamos que en la recepción había un control de seguridad con guardia, no se necesitaba más. Aquel edificio era muy seguro. ¿Su nueva empresa tendría sus oficinas en el edificio?
—Paula, ¿puedes marcar el número 2-0-1-6? —Aquello era extraño.
—Es el año de mi nacimiento. —Pulsé cada número hasta oír un chasquido, que señalaba la apertura de la puerta.
Por mucho que me hubiese preparado para un apartamento de lujo, ver aquello me dejó pasmada. Frente a mí, en el enorme ventanal que abarcaba toda la pared del fondo, se veía el atardecer sobre Miami. Las luces de los edificios, que parecían enmarcar el sol ocultándose en el mar, convirtiéndolo en hermoso espejo anaranjado. Había visto esa misma puesta de sol desde la casa del tío Alex, pero desde aquella altura era totalmente diferente. Era… Sentí como alguien me empujaba para entrar, lo que rompió mi ensimismamiento.
—¿Qué os parece? —Sentí un ramalazo de envidia golpeándome.
—Te odio. —confesé. ¿Por qué él tenía todo esto? La vida no es justa.
—Id a ver el resto mientras yo dejo todo esto en su sitio. —Gabi no perdió el tiempo, me aferró por la manga de la chaqueta y me arrastró por toda la casa. Si solo aquella vista me dejó boquiabierta, el resto del apartamento no me defraudó lo más mínimo.
Todos tenemos un sueño de como sería nuestra casa ideal, en aquel momento el que yo tenía se había quedado pequeño.
—Yo también lo odio. —dijo Gabi mientras admiraba el vestidor de la habitación principal.
Cuando regresamos, Fran estaba apoyado en la isleta de desayuno esperando. Normal que tuviese aquella enorme sonrisa en su cara.
—Entonces ¿me dais el visto bueno?
—No te imagino limpiando todo esto. —Apuntilló Gabi.
—Eso entra dentro del contrato. ¿He dicho que te odio? —Había mucho más en los documentos que me había mostrado.
—¿Qué entra en su contrato? ¿La limpieza del apartamento? Te refieres a su contrato de alquiler, ¿verdad? — Los simples mortales no podíamos asumir algo como lo que había conseguido Fran.
—Aquí, mi primo, no solo ha cambiado de trabajo, sino que la empresa para la que va a trabajar le cede el uso de este apartamento durante el tiempo que esté trabajando para ellos. Y no solo eso, el servicio de limpieza, lavandería, la factura de la electricidad, el gimnasio, un descuento del 15% en el restaurante y el resto de servicios de la planta 8. ¿Se puede tener más suerte? —Y el idiota se regodeaba.
—Lo siento, pero la oferta es así. ¿Tú la habrías rechazado? No, reformulemos la pregunta. ¿Tú dejarías a tu familia para venir a vivir aquí? —No necesitaba ni pensar la respuesta.
—Por supuesto, incluso entregaría a mi primogénito por todo lo que has conseguido. Pero… —Fran alzó la mano para detenerme.
—¿Me estás diciendo que abandonarías a tus padres? —Abandonar…
—Por favor, los que han abandonado a mis padres son mis hermanos que se han ido a vivir al otro extremo del país, aunque Bruno viene con frecuencia de visita. Yo no me iría ni de la ciudad, y si cobraría un buen sueldo, incluso dejaría de trabajar en el Câteau, con lo que tendría más tiempo para estar con la familia. —Me giré hacia Gabi, a fin de cuentas, ella era mi otra jefa. —No te ofendas Gabi, pero trabajar contigo y con Darío no es lo mismo que comer en plan familiar.
—No, lo entiendo. Claro que no es lo mismo.
—Bien, aclarado ese punto…—Fran se estaba girando para coger algo… No, había algo sobre la isleta, unos papeles. —Firma aquí, y aquí. —Señaló dos lugares en el documento y me entregó un bolígrafo.
—¿Esto…Esto qué significa? —Cogí el bolígrafo confundida.
—Que si lo quieres, el apartamento es tuyo. —Me pinchan y no sangro.
—¡¿Qué?! —Dijimos Gabi y yo al unísono.
—Pues eso, este es el contrato de cesión que debes firmar. —Lo cogí para revisar las páginas.
–No, no, el contrato que me enviaste para revisar ponía específicamente que iba a tu nombre. Yo no puedo ocupar tu apartamento, yo… —El titular del contrato era él, no yo.
—Es que este no es mi apartamento, es el tuyo. El mío es el que queda enfrente, el A.
—Pero…Pero yo no trabajo para tu empresa, yo…Esto es solo para…—Fran sacó otro documento que tenía reservado en otro lugar y para enseñármelo.
—Estos son los documentos para registrar la firma de abogados Di Angello, los contratos de trabajo con Vasiliev Holding y Empresas Bowman. —Los tomé de sus manos para ojear el contenido. —Tienen que estar revisados y firmados para mañana a primera hora, así que ponte a trabajar en ellos lo antes posible, socia. —¿Qué?
—¿Socia? —Fran sonrió travieso.
—No iba a dejarte fuera de todo esto. Mereces este trabajo tanto o más que yo. —No… no podía creerlo, yo… —Claro que solo será tuyo si lo quieres, yo no…—¿Qué sí quería? Apoyé los papeles para firmarlos a toda velocidad.
—Pero no has leído eso. —dijo Gabi.
—Este es el contrato de cesión del apartamento, y es igual que el de Fran, sí que lo he leído. Ahora voy a ponerme con el resto. —Fran sonrió divertido.
—Tienes un despacho con un equipo informático justo en esa puerta de ahí, y si necesitas sábanas para la cama he traído dos juegos nuevos en…
—No voy a quedarme a dormir aquí. Revisaré todo esto y te lo llevaré en cuanto termine—era muy tarde para hacer todo eso esta noche—, o mejor te lo acerco mañana a primera hora.
—Me parece bien. Nosotros nos retiramos, que es muy tarde. —Escuché la puerta cerrarse, pero no me importaba que me dejasen sola, tenía todo lo que necesitaba allí mismo. Socia, iba a ser la socia de Fran, iba a trabajar para mí misma, y ya teníamos unos clientes importantes con los que empezar, y mi propia casa, no podía olvidar eso. ¿Feliz? El corazón me iba a explotar dentro del pecho.
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