Leo
¿Nervioso? ¡Diablos, sí! Por mucho que me dijesen que confiase en ellos, no estaba seguro de a dónde querían llegar. Pero Drake me aseguró que todo saldría bien, y si alguien con su cerebro estaba convencido de que Viktor y Nick podían hacerlo, haría un gran esfuerzo por creerles.
No tenía idea de lo que iban a hacer, pero me dejaron entrever que la ambición de Jasper iba a ser lo que acabaría arrastrándole a su perdición, ellos solo le acercarían ligeramente al precipicio. Visto así, no me quedaban objeciones a lo que sea que quisieran hacerle. Lo único que me pidieron era que les siguiese la corriente. Habían preparado un cebo para Jasper que yo le ayudaría a morder.
Jasper
El mensaje de Leo me dejó un sabor extraño en la boca. Por un lado, parecía que había recapacitado sobre lo del traslado. Sabía que el miedo a que sus padres saliesen perjudicados acabaría condicionando su respuesta. Pero por otro, parecía que no podía irse sin incumplir algunos contratos que había firmado con el hospital. Irse de allí no era tan fácil, al menos es lo que había entendido.
Solo necesitaba presionarle un poco más, hacerle ver que las represalias de sus actuales jefes eran una minucia en comparación a lo que realmente podía ocurrir.
Así que iba a hacerle una visita más, una en la que apretaría esa tuerca sensiblera que el chico poseía. Ningún Kingsdale tenía un corazón tan blando como el suyo.
Sabía dónde podía empezar a buscarle, solo tenía que esperar a que apareciese por su despacho, y el chico no escaparía. Preguntarle dónde estaba era avisarle de mi llegada, y eso eliminaría el factor sorpresa, y esa era mi mejor baza.
—¡Abuelo! —Aquella voz me era conocida, pertenecía al director del hospital, Costas se apellidaba.
Me giré para alejarme de él y evitar que me reconociese, pero mantuve un ojo sobre el hombre todo el rato. Paró lo suficientemente cerca como para poder escuchar lo que decía.
—Te olvidabas tus pastillas mágicas. —Le entregó una pequeña caja.
—No, no las olvidé. —El hombre sacó un bote de pastillas del bolsillo de su chaqueta. —Tan solo no quería llevar el embalaje, no me cabe en el bolsillo. Y se supone que debemos ser discretos, ¿verdad? —Esta última frase la dijo más bajito. De no ser por mi proximidad no lo habría oído.
Soy una persona curiosa, sobre todo si hay algún secreto que es interesante descubrir. Y si tenía relación con alguien del hospital, evidentemente me interesaba.
—Tenemos prisa, papá. El bisabuelo y yo hemos quedado con el aparejador para la ampliación del aparcamiento subterráneo. —¿Bisabuelo? El joven que estaba con ellos tendría unos 20 años, y había llamado papá al director Costas. Pero ¿qué edad tenían todos ellos? Bisabuelo… Miré mejor al hombre, no aparentaba más de 75 años, ¿cómo podía tener un bisnieto de esa edad?
Si echaba cuentas, yo tenía un bisnieto de 30 años porque el idiota de mi hijo dejó embarazada su mujer con 19 años, y la mujer de Daniel quedó embaraza a la misma edad. Yo cumpliré 90 años en unos días, y aunque me cuido, no aparento muchos menos de los que llevo a mis espaldas. Ese hombre no podía tener menos de 80, ¿esas pastillas serían como los complementos que tomaba yo? Pero su cuerpo parecía todavía fuerte. Eso no se conseguía con pastillas, por muy mágicas que fueran.
—Siempre hablando de trabajo. —Le reprendió el director Costas a su hijo.
—Lo sé, soy un adicto. —El joven puso los ojos en blanco. ¿Adicto al trabajo? Entonces tendría que haber terminado sus estudios universitarios. Habría que sumarle a esa cifra algún año más.
—Hablando de adictos. ¿Encargaste la tarta de cumpleaños para tu madre?
—Sí.
—Sin velas ni números, sabes que no le gusta que la gente sepa su edad. —le recordó el hombre mayor.
—Mujeres, da igual que cumplan 40 que 70, siempre se quitan años. —¡¿70?!
—Quizás tendrías que darle un puñado de estas para que no se deprima. —¿El bote de pastillas?
—Sssshhhh. —El director Costas le hizo callar, provocando la risa de su abuelo. —Solo sujetos de prueba. —¿Sujetos de prueba? ¿qué había en esas pastillas? ¿qué estaban probando? ¿una hija de 70 años? ¡Aquel hombre rondaba los 90 por lo menos! Tenía mi edad.
¡Maldita sea!, fuese lo que fuese que le estaban dando, yo también lo quería. ¡Le estaban rejuveneciendo! Tenía que hacerme con esas pastillas, tenía… Tenía que hacerme con el hospital, ahora con más motivos que nunca.
Observé como el grupo se disgregaba. No podía quedarme allí sin que el director Costas se percatase de que los había estado espiando, así que me puse en marcha hacia el despacho de Leo.
Mis piernas se sentían torpes, me faltaba la energía, y notaba el ligero temblor en mis manos. Viejo, era un decrépito viejo, cuyo cerebro todavía se mantenía despierto. Necesitaba un cuerpo más joven, y esas pastillas tal vez me lo proporcionarían.
Encontré a Leo sentado tras la mesa de su despacho. Tenía la vista clavada en el monitor, mientras se frotaba las sienes con frustración. Al menos hasta que me vio entrar, y con rapidez cerró aquello que estuviese estudiando en la pantalla. Fuese lo que fuese, no quería que lo viese.
—¿Llego en mal momento? —pregunté mientras me sentaba. Mi corazón latía desaforado, como no lo hacía desde hacía demasiado tiempo.
—No puedes aparecer así de repente, Jasper. —No me importó su regañina.
—¿Sabes si en este hospital hacen trabajo de investigación? —Mi pregunta le extrañó.
—Pues claro que sí. ¿No has oído sobre su piel artificial? Han revolucionado la medicina.
—¿No trabajan en nada más? —No me interesaba la piel, quería algo más concreto.
—No… No puedo decirte nada. Firmé un contrato de confidencialidad. —¡Ajá! Él lo sabía. Estaban experimentando con nuevos fármacos para rejuvenecer, estaba seguro.
—Hagamos una cosa, yo te pregunto, y tú solo asientes o niegas, así no estarás quebrantando ese contrato. ¿De acuerdo?
Leo me miró fijamente unos segundos, y después asintió.
—Muy bien, ¿estás participando en algún proceso experimental?
Él volvió a asentir. No entendía como podía ser relevante la participación de un cardiólogo infantil, pero no soy científico. Solo tenía claro que estaban consiguiendo resultados interesantes.
—¿Ese proceso está en fase prueba con sujetos? Con personas quiero decir.
Volvió a asentir.
—¿Conoces a los sujetos de pruebas?
Asintió otra vez. Leo era cardiólogo…
—¿Estás haciéndole seguimiento a su corazón?
Otra respuesta afirmativa. Leo estaba metido en todo esto, lo sabía.
—¿Crees que lo comercializarán pronto?
Negó con la cabeza. Eso no me gustaba. Mi tiempo se acababa, no podía esperar a que el producto estuviese en el mercado, lo necesitaba ahora, y la única manera era ser incluido en el estudio. O mejor, necesitaba que se probase, y ser el primero en usarlo una vez se comprobase de que era efectivo, sin efectos secundarios. Quería rejuvenecer, pero no quería someterme a un procedimiento que acabase con mi vida antes de tiempo.
—¿Cuándo crees que podéis tener una base sólida para asegurar que el producto es eficaz?
Sus hombros se alzaron. No tenía idea. Tomé aire profundamente. Solo había una vía que podía tomar, y esa era ir directo a por la persona que estaba por encima de él.
—¿Me presentarías al director del proyecto?
—¿A qué viene esto? ¿Por qué este repentino interés en las investigaciones que se desarrollan aquí? —Tenía que darle algo, un hueso que lo mantuviese tranquilo mientras yo pasaba a su lado para llegar a mi objetivo.
—Si tú me presentas al responsable de investigación, a cambio olvidaré lo de tu traslado a San Francisco. —Mi oferta le sorprendió. Incauto, no estaba liberándolo, solo estaba dejando mi peón en el lugar que debía estar, cerca de ese proyecto.
—Así que ahora hay algo que te interesa aquí. Por eso quieres que me quede en mi puesto. —Era un chico listo.
—¿Harás lo que te he pedido? —Lo meditó unos segundos.
—Si te lo presento, quiero que nos dejes en paz; a mis padres y a mí. —Eso no pasaría, los utilizaría si era necesario. Pero conseguiría más si el pensaba que estaba libre.
—No diré nada de ese asunto que tú y yo conocemos.
—De acuerdo. —Ya tenía al chico donde quería. Ahora solo faltaba que me guiase hasta donde quería ir.
Leo
Mantuve el culo apretado hasta que Jasper abandonó mi despacho.
—Lo has hecho muy bien. —Escuché la voz de Drake en el auricular de mi oído.
—No sé si preguntarte como ha descubierto todo lo que estamos haciendo. —Revelarle a Jasper las investigaciones del Altare, era un precio que yo no habría pagado a cambio de mantener el secreto de mis padres. Pero mi nueva familia lo había hecho por mí, y eso se lo agradecería siempre.
—Tranquilo, lo tengo todo controlado. —me aseguró. Eso esperaba. En manos de Jasper cualquier información era peligrosa.
—¿Y ahora?
—Concertaremos esa cita, y a partir de ahí me encargaré yo. —Que él se ocupase me aliviaba, pero al tiempo me preocupaba.
—Jasper no es tan inofensivo como parece. —Ver a un hombre de esa edad no te hacía pensar en peligro, pero era el diablo.
—Nosotros tampoco. —¿Los Vasiliev era peligrosos? No lo creía, había visto lo que hacían, y si bien no era muy ortodoxa su forma de actuar, de controlarlo todo, no había un afán de hacer daño como el de Jasper o la mayoría de los Kingsdale.
—Espero que sepas lo que vas a hacer. —le advertí.
—No es nuestro primer rodeo. —¿Se estaba riendo?
—Está bien. No quiero saberlo.
—Será mejor que vuelvas al trabajo, todavía te quedan un par de pacientes que revisar. —Así era, uno en la planta de pediatría, y Alma. Me gustaba comprobar sus cifras antes de irme a casa.
—Lo haré. —La comunicación se cerró con un clic. Me quité el pequeño dispositivo y lo guardé en su funda, dentro del cajón de mi escritorio. Quién sabe si tendría que usarlo de nuevo.
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