Paula
Envié el mensaje a Fran antes de salir de mi oficina. A pie apenas serían 15 minutos, y eso contando que el tramo más lento sería desde el hall de entrada a su edificio a la planta de su oficina. Esperar un ascensor de esos podía ser eterno.
Llegué a hasta la recepcionista del bufete y me presenté. La verdad, es que desde fuera parecía un lugar muy serio, pero al mismo tiempo exudaba machismo rancio. Las únicas mujeres que se veían por allí estaban en la recepción y en las mesas de las secretarias. Ningún hombre a la vista. Si yo tuviese un bufete cambiaría eso. Pero como no lo tengo, simplemente sonreí.
—El señor Di Angello la está esperando. Segunda puerta a la derecha. —asentí y avancé hasta donde me había indicado. Me detuve en la puerta, pues al estar abierta, me dejaba ver a Fran de pie frente a su mesa.
—¿Estamos listos? —Evidentemente ya había ido ganando tiempo. Sí que tenía prisa por irse, su mesa estaba muy vacía.
—Parece que sí.
—Entonces vamos. — Me giré hacia donde indicó y caminé con toda la elegante arrogancia que se esperaba de un abogado importante. Nada como dar una imagen estirada y prepotente para que pensaran que era una pieza de cuidado. Incluso me había puesta esas gafitas de pasta negra que no tenían graduación, las que usaba para dar una imagen más formal y profesional. No pregunten como fue que me hice con ellas, pero el caso es que funcionan, con ellas parezco una víbora peligrosa. Cuidado conmigo, muerdo.
Fran golpeó la puerta un par de veces. Al ver el rótulo de Morgan finamente perfilado junto a ella casi me da algo. Este loco iba directo a la cabeza de la serpiente. Pero no me amilané, estaba lista para la pelea, al menos me había preparado a fondo para ganar, y ellos seguro que no sabían lo que iba a pasar allí dentro. Si cuentas con el factor sorpresa tienes ganada la mitad de la pelea.
—Adelante. —El gran lomo plateado, Morgan, estaba sentado en su sillón tras la mesa. ¿Qué cómo estaba segura? No podía ser otro. A su lado estaba uno de sus subordinados, los generales nunca van solos a la batalla.
—¿Y esta señorita es…? —Hora de comenzar.
—Paula Di Angello. —me presenté.
—Bien, mi tiempo es dinero, así que me he permitido ir avanzando el asunto. Clarens ha preparado un contrato que creemos se ajusta a tu situación. Pero como todo, puede negociarse. —El gregario deslizó unas hojas sujetas por un clip metálico sobre la mesa, hasta detenerlas muy cerca de Fran. Él lo tocó con un dedo para alejarlo hacia el otro lado de la mesa. Era mi momento. Expuse el viejo contrato de Fran frente a ellos, mostrándoles que habíamos ido a negociar desde aquí, no desde el punto que ellos querían.
Morgan sonrió condescendiente, estiró la mano, y deslizó el contrato hacia su subordinado, el cual lo tomó para estudiarlo. Parecía que pensaban que les habíamos traído nuestra propia contraoferta.
—Será mejor que vayas revisando nuestra oferta para… —A Morgan no le dio tiempo a continuar, ya le interrumpieron.
—Este es el contrato que está en vigor en este momento. —Y ese era mi pie.
—Hoja tres, párrafo dos. —señalé. Ellos avanzaron hasta el lugar que les marqué.
—Está resaltado, pero no veo ninguna modificación. Además, solo hace referencia al período de prueba. —No sabían cuál iba a ser nuestra maniobra, y eso era bueno.
—Se establece un período de prueba de 12 meses. Si no se alcanzan las expectativas de trabajo, si el rendimiento no es el apropiado, o concurra cualquier otra circunstancia por la que no se cumplan los estándares exigidos, el presente contrato será rescindido sin ningún tipo de compensación o preaviso. Así mismo, si el trabajador demuestra cumplir con las aptitudes necesarias para formar parte de la empresa antes de este tiempo, el período de prueba puede darse por finalizado previa notificación de la empresa al trabajador. —leyó en voz alta el subordinado.
—Este es un documento para que firme la empresa, en que se acepta la no finalización del período de prueba de mi representado, y por el que se reconoce que no ha pasado a estar vinculado a Morgan, Stinger & asociates por dicho contrato. —Extendí el documento que había preparado para la ocasión.
—Quiero saber hacia dónde va esto, me intriga, pero no estoy seguro de querer saber el precio que quieres ponerle. —Mentalmente crucé los dedos. Si firmaban, habríamos ganado.
—Quiero poner el contador de nuevo a 0. Tanto el bufete como yo sabemos lo que podemos ofrecernos el uno al otro, así que es un buen momento para establecer las bases de mi futuro. —le aclaró Fran. Morgan se recostó en su sillón con una sonrisa autosuficiente en el rostro.
—No quieres ser como el resto. —El viejo sonrió como si hubiese encontrado un digno rival al que enfrentarse.
—No soy como ellos. —Fran sí que sabía cómo negociar.
—Firme o no ese documento de liberación, el contrato que vamos a ofrecerte seguirá siendo el mismo que tienes ahí. —Su barbilla señaló el mentón de papeles que seguía apartado a un lado.
—Si habéis estudiado mi caso con detenimiento es posible que no haya que cambiar nada. —Nada más astuto que hacerle creer al contrario que llevaba ventaja. Morgan sonrió, cogió el documento de liberación empezó a firmarlo.
—Y ahora que rompemos el viejo contrato, pasaremos a negociar el nuevo. Esta es solo una manera de acelerar el proceso. ¿Y cuál se supone que es el motivo de finalización del período de prueba? —Cogí el documento para comprobar que todo estaba como debía antes de dar el siguiente paso. Así era, así que guardé el documento en mi maletín.
—No se cumplen los estándares exigidos. —Localicé el segundo documento y lo puse sobre la mesa.
—Ambos sabemos que sí cumples con los requisitos para formar parte del equipo jurídico de este bufete. —El subordinado tomó el documento para estudiarlo. Seguro que este tipo hacía el mismo trabajo que yo desempeñaba en mi bufete.
—Mi valía está fuera de duda, son mis varemos los que ustedes no cumplen. —Y así es como pelea un abogado, con palabras.
—¿Qué quieres decir? —Preguntó el subordinado.
—Di Angello acaba de proceder a la devolución de los casos en los que está trabajando, con lo que se libera de todas las responsabilidades legales que le atan a este bufete. —le expliqué.
—¿Te marchas? —Preguntó el jefe.
—Así es. —Nos pusimos en pie para irnos. Aquí todo mi trabajo ya estaba hecho.
—Sabes que nadie va a mejorar la oferta que nosotros podemos ofrecerte. —¿Sonó algo desesperado? Creo que sí.
—No estés tan seguro. —Tendría que preguntarle dónde tenía pensado ir para desafiar a Morgan de esa manera.
—Puedo hundir tu carrera, muchacho. No trabajarás para nadie en esta ciudad. —Podía ser viejo y tener poder, pero si Fran sonrió ante esa amenaza, es que no podría cumplirla.
—No me preocupa, fundaré mi propio despacho de abogados. —Así que era eso. Tenía que reconocer que Fran tenía las pelotas bien puestas.
Pasamos por última vez por el despacho de Fran para recoger una caja con sus pertenencias, justo la que debía de haber preparado antes. Eso sí, escoltados por un agente de seguridad. Qué patético, ni que fuera a robarles siquiera un mísero bolígrafo.
Cuando salimos del edificio no llevábamos precisamente en la cara la misma expresión de los que han perdido el trabajo, yo al menos estaba exultante porque mi maniobra había resultado un éxito, y Fran… Bueno, él había conseguido lo que quería, estaba mucho más contento que yo.
—Has estado increíble. —Que te lo diga tu primo el exitoso tenía más mérito que te lo dijese tu propio jefe.
—Cuando una es buena, es buena.
—¿Lo celebramos? —miré mi reloj antes de contestar.
—Yo salgo pitando para mi oficina. —estaba a punto de dejarle allí plantado.
—Te compensaré por esto, te lo prometo. —le respondí mientras empezaba a caminar de espaldas.
—Y si no lo haces, ya me lo cobraré yo. —Le dejé riéndose.
Seguir leyendo