Cuando me quedé solo en mi despacho, no pude dejar de pensar en las implicaciones de lo que había visto. El contrato de confidencialidad me obligaba a mantener el secreto sobre las investigaciones que estaban realizando en el hospital, pero había mucha ilegalidad en lo que pretendían hacer.
La parte de la fabricación seguramente la tuviesen cubierta con algún tipo de investigación de laboratorio. Pero llegar a realizar la operación… Eso era algo diferente. No era tonto, sabía perfectamente que me habían mostrado todo aquello porque daban por hecho que yo sería el que realizase la intervención. Alma era mi paciente, y estaba trabajando en el hospital que estaba fabricándole un corazón nuevo.
Pero ¿estaba dispuesto a correr ese riesgo? ¿Qué implicaciones tendría para mi carrera? Perder mi licencia sería la menor de mis preocupaciones.
Sacudí mi cabeza tratando de alejar todo aquello sobre lo que no tenía el control. Eso lo aprendí en Médicos sin fronteras; podía desear que las situaciones políticas o los conflictos armados cambiasen o desapareciesen, pero yo no podía hacer nada para conseguirlo, así que me centré en aquello que sí podía hacer: ayudar a mis pacientes.
Primer cambio que necesitaba hacer: encontrar un apartamento. Abrí el navegador e introduje las palabras ‘Apartamento de alquiler en Las Vegas’. Las cifras eran desorbitadas, y yo que pensaba que Los Ángeles era caro. Sí, los había económicos, pero las fotos ya me hacían arrugar la nariz, no quería ni imaginar lo que sería estar allí presencialmente.
Una pequeña ventana apareció en la pantalla: ‘Hola, soy tu asistente ¿te puedo ayudar a encontrar un ‘apartamento de alquiler en Las Vegas’?’ ¿Pero qué sistema operativo usarían en el Altare? Eso no importaba, el caso es que podía probar a ver si realmente podía ayudarme.
—Sí, ayúdame.
Como si fuera un agente inmobiliario, empezó a hacerme preguntas como; ¿sobre qué precio? ¿Qué zona? O ¿Cuantas habitaciones? Mis respuestas fueron un poco fuera de lo normal, porque no conocía la ciudad, así que no sabía qué zona era buena o mala. Por eso respondí: ‘dentro de un radio de 5 km del Hospital Altare. Poder venir al trabajo andando era bueno para mantener mi corazón sano, nada como un poco de cardio antes y después del trabajo.
—¿Todavía sigues aquí? —Alcé la vista para encontrar a Jade asomando por mi puerta. Verla sin su uniforme sanitario me dio la pista del porqué de su pregunta. Aun así revisé la hora.
—¡Vaya!, no me he dado cuenta de que era tan tarde.
—No debes ser normal. —Su observación me sorprendió.
—¿Por qué dices eso?
—A estas horas mi estómago ya lleva rato rugiendo. ¿El tuyo no te ha avisado de que es hora de llenarlo? —Avanzó uno par de pasos dentro de mi despacho, lo justo para no tener que hablar en voz alta y que nos oyesen desde el pasillo.
—Demasiados cafés, supongo.
—Vamos. Si te cambias rápido te enseñaré donde hacen los mejores pelmei de toda la ciudad.
—Habría esperado pizza, pero ¿qué demonios son los pelmei? —dije mientras cerraba la sesión en mi ordenador y me ponía en pie.
—Son como raviolis de pasta gruesa rellenos. Hay un pequeño restaurante de camino a casa que hacen unos de carne que están sublimes. —Hizo ese gesto de besarse los dedos, muy italiano.
—Suena bien. Me apunto. —A mi estómago le sonó aún mejor.
—Oh, vaya. No sé si quedará de camino a la tuya, pero merece la pena. —sopesó.
—En eso precisamente estaba, buscando casa. Ahora me hospedo en un hotel, pero estoy impaciente por encontrar un lugar propio. —le confesé.
—Toallas propias y miel en la despensa, te entiendo. —¡Vaya!, al menos coincidíamos en algo. Y lo de la miel era curioso.
—Y un sofá. —añadí.
—Con una buena televisión. —Pues sí, era de los míos.
—¿Y qué tal te iba? —Torcí el gesto ante su pregunta.
—Lo bueno a precios desorbitados, y lo asequible de salubridad cuestionable. —Mis palabras provocaron una carcajada en ella. Sonó tan natural y hermosa que me hizo sonreír de inmediato.
—Ojalá pudieses alquilar en mi edificio. Siendo empleado del Holding Vasiliev tienes un gran descuento.
—¿En serio? —¿Esa información vendría en el extenso manual que me dejaron? Había tanto allí dentro…
—El único inconveniente es que no haya alguno disponible, son tan golosos que es difícil conseguir uno. Yo tuve suerte, y un mucho de enchufe he de reconocerlo. —Normal, ella era de la familia.
—¿Todavía tienes esos contactos? Porque no me importaría aprovecharme de ti para utilizarlos.
—Se lo comentaré a mi hermano. Si alguien puede ayudarte, seguro que él lo sabe.
—Ve haciendo esa llamada mientras me cambio. —le apremié mientras la sacaba de mi despacho. No era muy cortés, pero no era correcto desnudarme delante de alguien que acababa de conocer, como quién dice.
—Sí que estás desesperado. —dijo divertida.
Apenas tardé un minuto, pero cuando salí, ella ya tenía una respuesta que darme.
—El primo Nick se encarga de la gestión administrativa del edificio. Me ha enviado su correo electrónico para que le hagas una petición.
—Me gustaría ver el apartamento antes de solicitarlo. —Sus párpados se estrecharon, convirtiendo sus ojos en los de un gato.
—He escuchado mejores excusas para invitar a un chico a mi apartamento, pero vale.
—Te prometo que no hay ninguna intención oscura en ello, solo quería ver el apartamento, no tiene por qué ser el tuyo.
—Ya.
—Te juro por mi honor que no voy a hacerte nada. —dije con solemnidad. ¿Era algo primitivo el recurrir al honor? Quizás pensaba que me estaba riendo de ella. Nadie hacía ya ese tipo de juramentos.
—Serías un loco inconsciente si lo intentases si quiera.
—¡Ah!, ¿sí? —¿Que la hacía estar tan segura? Que tuviese familia importante no la protegía de un ataque. Ella misma se había puesto en mis manos.
—Mi hermano te descuartizaría y después esparciría tus restos por el desierto para que te devorasen las alimañas. —dijo en un susurro amenazante junto a mi oído. El escalofrío que sentí tendría que haber sido de miedo, pero no estaba seguro de que fuese así.
—Como he dicho, eso no me preocupa, porque no va a pasarte nada.
—Bien. Y ahora vamos a comer, mi estómago está a un suspiro de fagocitarse así mismo.
—Nickolay. —Estábamos a punto de alcanzar la salida del edificio, cuando esa voz nos detuvo.
—¿Perdón? —El hombre que se había quedado estático en medio de nuestro camino me observaba como si hubiese visto un fantasma del pasado. Parecía bastante mayor, podría tratarse de una mala jugada de su gastada memoria.
—Yo…—sacudió la cabeza como para despejarse—Perdone, creí que era otra persona. —Pero sus ojos contradecían sus palabras, porque me seguía observando como si estuviese viendo a ese hombre.
—¿Estás bien, abuelo? —¿Abuelo? El que le había llamado así era el director del hospital. Pero lo que me dejó más sorprendido fue ver a Jade estrecharle en un abrazo.
—Hola, abuelo. —¿Ella también era su nieta?
—Hola, pequeña. ¿Te ibas ya a casa? —Podía estar hablando con ella, pero podía notar que no me perdía de vista.
—Voy a parar a comer antes. Este es el doctor Kingsdale, es nuevo en el hospital. Voy a llevarle a probar los pelmei del Cosaco.
—Entonces se chupará los dedos. —Me miró directamente al hacer esa observación.
—Espero verte otro día con más tiempo.
—Claro, pequeña.
No dejé de sentir la mirada del hombre mientras nos íbamos.
—¿Tu abuelo es el señor Costas? ¿El abuelo del director? —dije en voz alta.
—En casa todos le llamamos abuelo, pero realmente no lo es. Creo que él y mi abuelo paterno eran familiares de alguna manera. Pero aquí, en Estados Unidos es el patriarca de la familia, así que llamarle abuelo está bien. Y no se apellida Costas, sino Vasiliev. —Tragué saliva instintivamente. Mi duende era más importante de lo que ella hacía ver.
Mientras caminábamos hacia el coche de Jade, me puse a organizar mentalmente toda la información que había descubierto ese día. Con razón la gente decía que la familia Vasiliev era importante en el hospital, todos los puestos importantes los copaba algún miembro de esa familia. Y luego estaba Drake, otro Vasiliev. Casi que me sentía un intruso allí dentro.
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