Chandra era un maldito faro entre la multitud. Aquel endemoniado vestido la hacía parecer un ángel, y allí no había más que demonios que deseaban corromperla. Pero no necesitaba seguir su estela, solo tenía que seguirle la pista al diablo que la seguía como el zorro a su presa. Esperar el momento en que él hiciese su movimiento y saltase sobre ella. No sabía cómo, no sabía cuándo, pero estaba seguro de que lo haría, y por su forma de acechar, sabía que ella no podría defenderse.
Chandra y su amiga se habían detenido junto a la barra, seguramente a pedir alguna bebida. El tipo no se acercó demasiado, solo observó. ¿Vertería alguna de esas drogas en su vaso? No perdí de vista sus manos, algo tramaba. Chandra no se había dado ni cuenta, seguía compartiendo secretos al oído con su amiga. Pero ella no tardó en moverse. Leí en sus labios la palabra baño, un poco antes de que empezase a moverse entre la gente para alcanzar los servicios. El tipo la siguió, y yo fui detrás de ellos dos.
La cola del servicio estaba algo concurrida, aunque no lo suficiente como para que la gente tropezase unos con otros, y aquel tipo iba directo a chocar con ella. No podía fingir que iba también al baño, porque íbamos en dirección contraria al de los chicos. Ese depredador iba a hacer su movimiento.
—¡Eh!, perdona. —La mano del tipo fue directa a por su brazo, iba a agarrarla. Pero yo fui más rápido, lo aferré por el hombro y lo giré contra mí. —¡Eh!, protestó.
—No la toques. —En mi voz había implícita una promesa de dolor si incumplía mi orden.
Sus ojos se abrieron asustados, pero el cabrón no se rindió sin dejarme un regalo. Sentí como algo se clavaba en mi brazo cuando lo lancé de un empujón contra la pared. El cabrón arañaba como un gato.
—¿Luka? —La voz de Chandra tenía un matiz preocupado.
—Sí, salgamos de aquí. —Ese maldito lugar parecía un horno. Traté de aferrarla por el brazo, pero ella estuvo rápida en esquivarme.
—¿Por qué demonios tenías que aparecer ahora? —Estaba enfadada, ¿no entendía que la había rescatado de…? Miré a mi alrededor, buscando a la sanguijuela, pero solo tropecé con la amiga de Chandra que se parecía enormemente a la novia de mi hermano.
—¿Dafne? —escapó de mis labios.
—¡Dafne! —Gritó al mismo tiempo Chandra.
—Lo tenemos, no va a escapar. —a lo lejos vi como seguía a un hombre de aspecto familiar; ¿Grigor? ¿Qué hacía mi hermano allí? ¿a quién perseguía? Daba igual, era mi hermano, y si necesitaba mi ayuda para cualquier trabajo, ahí estaba para ayudarles.
—Tú te quedas aquí. —obedecí la orden de Chandra, no me moví.
—Oh, mierda. —dijo mientras me observaba—Tendréis que ir solos, han marcado a Luka.
—¿Qué?
—Vámonos de aquí, grandullón. Te llevaré a un lugar seguro.
Chandra
—No te preocupes, Grigor lo tiene controlado. —escuché decir a Dafne por el auricular oculto en mi oído.
—Siento fallar ahora, pero no puedo dejar a Luka en este estado.
—No seas mala con él. —Escuché la voz de Grigor. El muy idiota encontraba esta situación de lo más divertida. Pues a mí no me hacía una pizca de gracia.
Vale, hace unos cuantos años habría vendido mi alma por tener a Luka a mi merced, que fuese un manso corderito que cumpliese todos mis adolescentes deseos. Pero la situación ya no era la misma, yo ya no era la joven ingenua que estaba perdidamente enamorada de él, muchas cosas habían cambiado desde entonces. Y además, estaba metida en algo mucho más importante y complicado, no podía distraerme con viejos anhelos del pasado.
—No te alejes de mí, Luka. —Se pegó mucho más a mí, haciendo que el calor de su cuerpo llegara hasta mi piel. Si hubieses llegado unos años antes, todo habría sido diferente, pensé.
Así todo, no podía olvidar que este hombre que arrastraba entre la gente no era el Luka que yo conocía, sino una mansa marioneta que haría todo lo que le pidiese. Ese desgraciado había utilizado la dosis de escopolamina que tenía preparada para mí, para librarse de un energúmeno con pintas de querer matarle. Yo tampoco habría dudado. Salvar la vida era mucho más importante que un revolcón con una desconocida que estaba buena.
Lo llevé hasta la calle principal donde paré un taxi, lo metí dentro y cuando el conductor preguntó la dirección instintivamente le di la de mi apartamento. Cuando pensé en un lugar seguro, fue el primero que me vino a la memoria. Además, no podía dejarle solo.
Subirle a mi apartamento no fue complicado, y no me importó desvelarle mis medidas de seguridad mientras lo metía en él, porque seguramente no recordaría nada al día siguiente. Pensé en dejar que pasase la noche en mi sofá, pero no lo tendría lo suficientemente controlado, así que lo llevé a mi habitación.
—Quítate la ropa y métete en la cama. —Decir esa frase envió un escalofrío por mi columna vertebral.
No podía ver como un hombre de aquella envergadura y fuerza obedecía sin rechistar mis órdenes, la droga lo había convertido en un tierno corderito, y me dolía verlo de esa manera, tan indefenso y vulnerable. Él no era así.
Me di la media vuelta y me fui al baño. Me quité el maquillaje, la ropa y me di una ducha. Necesitaba quitarme de encima todo el sudor que la tensión de esa noche había dejado sobre mi piel. Tenía que dejar que los auténticos profesionales hicieran este tipo de trabajo, pero soy una cabezota que necesita estar metida en mitad de todo el asunto para asegurarse de que todo sale bien.
¿A quién quiero engañar?, todo esto me salpicaba de una manera muy personal. Decir que estoy implicada emocionalmente es quedarse corto. Lo sé, podría haberlo hecho sola, pero llega un punto en que te das cuenta de que no es posible. Y luego está el caso de que Grigor y yo tenemos una relación muy estrecha. Yo estuve allí en sus momentos más duros, ayudándolo a no caer, y ahora, cuando necesitaba ayuda, no pude negarle que me devolviese el favor. Y no, no se lo pedí, el muy idiota enseguida descubrió que estaba metida en algo, y conociéndolo, era una estupidez y una falta de respeto el negarlo. Y claro, si él entraba, la que no pensaba quedarse fuera era Dafne, y más cuando descubrió de qué iba el asunto.
Tenía que dar con el tipo que… No puedo si siquiera pensar en ello. La única manera de afrontar todo esto sin dejar que me arrastrase era pensar en ello fríamente a cierta distancia. Encontraría a ese tipo, tenía una mala imagen de él captada por una cámara de la discoteca donde ocurrió, pero no era más que media pista, porque ni siquiera había dado resultado el reconocimiento facial. Tan solo conseguí su altura aproximada, su peso, y poco más. El tipo sabía cómo escurrirse, lo que quería decir que no era la primera vez que lo hacía, y que tenía mucho cuidado para que no lo atrapasen.
Tenía una misión, todos la teníamos, y era atraparlo. Si por el camino sacábamos de la circulación a unos cuantos degenerados como él, pues mejor para las mujeres de este mundo.
La mejor pista que podíamos conseguir era el suministrador, si dábamos con el tipo que distribuía la mercancía, daríamos con el fabricante, y con él, atacaríamos desde la cabeza de forma inversa, de nuevo a los distribuidores, a todos, y de ahí a los clientes. Tarde o temprano daría con él y cuando lo hiciera… Oh, tenía muchas ideas para cuando lo hiciera.
Cuando regresé a la habitación, Luka estaba ahí, metido bajo las sábanas como un niño bueno. Incluso su ropa estaba doblada cerca de él. La costumbre es algo que la escopolamina no puede borrar.
Sus ojos me siguieron mientras me metía en la cama a su lado. Esperando que le dijese algo.
—Duérmete. —Me di la vuelta y cerré los ojos. Por esta noche, los dos estaríamos a salvo.