Jordan
No podía apartar la mirada de la espalda de Paula mientras se alejaba. ¿Era tan inocente que no veía los sobornos que aceptaba su padre? ¿Se creía lo que ellos le decían? Aunque también cabía la posibilidad de que fuese verdad. Tendría que informar al tío Ernest para que su investigador le siguiera la pista a toda la información que había conseguido.
Me estiré para alcanzar los auriculares que guardaba en la guantera, para conectarlos a mi teléfono y hacer la llamada. No me gustaba mucho andar con cables por todas partes, pero se suponía que no tenía poder adquisitivo para comprar un dispositivo inalámbrico. Tampoco es que el teléfono fuese una maravilla, pero servía para mis propósitos. Además, la cuenta de prepago garantizaba que no pudiesen relacionarlo con el Jordan real.
—Si llamas a estas horas es que tienes algo que darme. —Ese fue el saludo de Ernest.
—La familia del Inspector de Seguridad vive en una zona de clase alta. La chica cree que la casa fue una herencia de su abuelo. Por lo que me contó era vendedor de coches. —A mi no me cuadraba que un vendedor de coches pudiese comprarse una casa como esa. El dinero tendría que venir de otra parte.
—Buen trabajo, chico. Creo que por ahí tenemos un buen hilo del que tirar. —Sabía lo que estaba pensando, que si le apretaba las tuercas al inspector, conseguiría un aliado para su particular guerra. Nada mejor que una persona con un punto débil que presionar.
¿Escandalizarme por esas prácticas poco éticas? El mundo de los negocios de alto nivel es así, no hay sitio para la gente honrada, como no paraba de repetirme el tío Ernest que era mi padre. Yo no acabaría como él, no permitiría que mi familia quedase en la ruina.
Recorrí todo el camino de vuelta y estacioné la furgoneta como siempre. Ya en mi apartamento comencé con mi rutina nocturna; ejercicios para mantenerme en forma, una ducha a fondo, lavarme los dientes. Supongo que todo el mundo hace algo parecido, no solo los de la clase alta. Estaba recogiendo la ropa para meterla en el cesto de la colada, cuando reparé en la mancha casi inapreciable de mi camiseta. Ella la había limpiado con tenacidad, como si la prenda no fuese fácilmente sustituible. Alguien con dinero no suele preocuparse demasiado por esas cosas, no es que yo no cuide mi ropa, aprendí a hacerlo cuando el dinero no llegaba para unos pantalones nuevos. Menos mal que mamá y mi hermana me enseñaron lo que era un fondo de armario. Según ellas, había prendas básicas que podían combinarse con otras para mantener un look actual. He de decir que los chicos no tenemos tantos complementos para jugar, pero sí es verdad que un pantalón puede tener muchos looks, solo hay que cambiar de camisa y tienes un aspecto diferente.
¿Por qué pensaba precisamente en ese momento en mi hermana? Será porque en Paula ves un reflejo de ella. Parece buena chica, como ella, y es tan inocente… Bueno, Kassi ya no lo es, tanto ella como yo tuvimos que espabilar rápido, porque nos sacaron de la ignorancia con un buen golpe. Y era por ella y por mamá que estaba haciendo esto. Podía no recuperar el control de la empresa de papá, pero al menos estaría a buenas con el tío Ernest y seguiría cuidando de nosotros, bueno, de ellas.
Si encontrase un buen trabajo que me permitiese conservar la casa donde fuimos tan felices, los tratamientos de mamá y darle un colchón a Kassi donde caer si la empujaban… Con eso estaría satisfecho. A mí podían atraparme en sus retorcidos juegos de poder, pero ellas estarían bien.
Acaricié el trozo de tela con las yemas d ellos dedos, tratando de imaginar a Bibian haciendo por mí algo parecido. No, ella jamás se mancharía las manos por limpiar una mancha en mi ropa. En la suya tal vez, pero no en la de ninguna otra persona. Ella tenía que ir impecable, mantener esa imagen de niña rica perfecta, y le gustaba que yo también cuidase mi imagen, aunque no por mí, sino porque aparecía en muchas de sus fotografías. Ella nunca dejaría a éste Jordan aparecer en una de esas fotos, no tenía la categoría, no tenía la imagen, y sobre todo, no tenía la clase que ella necesitaba. El estatus lo es todo en su mundo, nuestro mundo.
A veces me daba por pensar porque no simplemente abandonaba ese mundo de apariencias, dejar a tras todo aquel teatro de gente falsa que se mueve por intereses. Pero solo tenía que recordar a mamá y a Kassi para apartar esos pensamientos. En nuestro mundo podemos acceder a los mejores médicos, los que necesita mi madre, en nuestro mundo tenemos las llaves de las mejores universidades, las que pueden darle un mejor futuro a Kassi. Y contactos, sobre todo tenemos contactos, esos que te ayudarán a subir, a hacerte triunfar en los negocios, o hundirte en el barro si eres un contrincante débil. Y por eso estaba trabajando para Ernest, porque yo era el débil y él podía aplastarme con la punta de su zapato. Pero si me debía un favor más adelante podría cobrármelo. Y por eso mismo estaba saliendo con Bibian, porque había que tener contento al socio de Ernest, y darle a su hija un pretendiente de su misma clase social, un chico con pedigrí, como decía mamá, la abriría las puertas de la alta sociedad de la ciudad.
Dejé la camiseta con cuidado en el cesto de la ropa sucia. La lavaría y tendría cuidado al hacerlo.
Paula
Soy de esas personas responsables que cuando tienen que madrugar tratan de estar en pie a la hora correcta, incluso unos minutos antes, aunque mi cuerpo se resistiese a moverse de la cama. Y ese día no solo me levanté pronto, muy pronto, sino que estaba desayunando en la cocina cuando el resto de la casa seguía en silencio. Papá se levantaría pocos minutos antes de que me fuese, porque tenía turno en la estación de bomberos. Podía llegar más tarde, pero como él decía, no puedo pedirles a mis chicos algo que yo no estoy dispuesto a hacer, por eso era el primero en llegar.
¿Qué hacía levantada yo a esas horas? Ni siquiera el sol se atrevía a asomar por el horizonte. Pero tenía un viaje que hacer, mi primer día de trabajo serio, y era en otra ciudad. Mo y yo teníamos que coger el primer avión que salía de Miami destino Chicago. Ir con él serenaba mis nervios, porque de alguna manera no estaba sola en todo esto. Él se encargaría de las cuestiones arquitectónicas y técnicas, y yo me encargaría de las legislativas. Torear con las administraciones públicas era como cualquier otro tipo de negociación legal, había que retorcer las cosas hasta dar con el punto exacto en que ambas partes estaban satisfechas. En mi caso, tenía que bregar con los deseos de Alex Bowman para hacerlos encajar el las directrices municipales. Leyes, normativas… tenía un buen montón de lectura para entretenerme la hora y media que duraba el viaje hasta Chicago.
Estaba sorbiendo lo último de mi café, ordenando el plan de ruta del día en mi cabeza, cuando mi vista se fue hacia el teléfono apoyado en la encimera. Él dijo que me llamaría. Idiota, no dijo que lo haría, solo dijo que lo haría si quería repetir. Lo sé, soy abogada, tengo que darles vuelta a todas las palabras.
Acaricié la pantalla con delicadeza, ¿y si le llamaba yo? Vale Pau, ya has tenido suficiente dominación femenina por esta vez, deja que sea el chico el que dé el siguiente paso, no le presiones. Si lo hace, sabrás que está interesado, y si no, también sabrás que no lo está. No hay nada peor que empujar a una persona hacia el camino que no quiere seguir.
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