Leo
Hablar con Nick y contárselo todo me tranquilizó, sobre todo cuando me aseguró que detendríamos a Jasper. No pensé que respondería como lo hizo, quiero decir, que enseguida se prestó a defender a mis padres, a protegerlos de la amenaza de Jasper. Sabía que no lo estaba haciendo porque realmente ellos le importasen, pero lo haría por mí, porque a mí sí que lo hacían.
Pero la que me dio más paz fue Jade. No quise preocuparla, pero ella enseguida notó que algo me ocurría. Aun así, no preguntó. Fue algo extraño, como si supiese que no era el momento para contarle lo que me ocurría, y que lo que necesitaba era su compañía.
Dormir abrazado a su cuerpo me reconfortaba, me calmaba. Era esa extraña sensación de sentirme arropado, como cuando eres niño y tu madre te abraza por la noche cuando hay tormenta. Realmente ella no está impidiendo que caiga un rayo detrás de otro, pero entre sus brazos te sientes a salvo.
No creí que pudiese dormir, pero lo hice, aunque los sueños fueron un tanto inquietantes. Me desperté muy temprano, y sin hacer ruido, me fui de allí. No quería abandonarla como un vulgar ladrón, así que le dejé una nota sobre la encimera de la cocina. En ella le explicaba que tenía una reunión temprano, y que esperaba que pudiésemos almorzar juntos.
Cuando entré en la sala de juntas de la planta de administración, no me sorprendió ser el último en llegar, sino el que hubiese tres hombres allí dentro; Nick, el que supuse sería Viktor y Drake.
Viktor
Estaba saliendo de casa cuando me encontré a Drake apoyado en su coche. Evidentemente me estaba esperando. Sabía que no había ocurrido nada malo con Tasha, porque su sonrisa me decía que me iba a gustar lo que traía.
—Que sea rápido, tengo una reunión.
—Lo sé. —Aquella maldita sonrisa suya estaba a punto de volverme loco. Odio cuando se hace el interesante.
—¿Espiando a tu suegro? —La puerta del acompañante se abrió sola para darme acceso.
—Antes de que te subas por las paredes o intentes matarme, será mejor que veas lo que tengo para ti. —Eso podría salvarlo. Aunque los dos sabíamos que no iba a tomar represalias. ¿Quién sería capaz de darle una paliza al mejor hombre que tenía? Y encima era el adorado esposo de mi hija y padre de mis nietos. Si no tenía cuidado acabaría pidiéndole perdón yo a él.
—Te escucho.
—Jasper Kingsdale. —Me giré completamente hacia él para prestarle más atención.
—No voy a preguntar cómo te has enterado.
—Bien. —dijo con una sonrisa.
—¿Qué tienes para mí? —Fui directo a lo importante.
—Creo saber por qué quiere comprar el Altare. —El coche empezó a moverse silenciosamente. No tenía ni que preguntar, seguramente estaríamos de camino al lugar de la reunión.
—¿Crees? —Drake solía manejar una gran cantidad de datos, tendría que estar seguro.
—Yo te digo lo que tengo, y tu me confirmas o no mis sospechas, ¿de acuerdo?
—Me vale.
—Bien. —Deslizó la mano frente al salpicadero para desplegar una enorme pantalla frente a nosotros. En ella empezaron a parecer documentos y fotografías.
—Tenemos que remontarnos al año 60, cuando Jasper tenía 15 años. Fue entonces cuando murió Natahlie Woodward.
—¿Y esa quién es?
—Esa misma pregunta me hice yo, cuando descubrí que Jasper paga a una floristería para que deposite unas margaritas en su tumba el día de su cumpleaños.
—¿Una antigua novia? —deduje.
—Podría ser. El caso es que murió con 14 años por una bronquitis pulmonar mal tratada. Sus padres no es que fuesen muy ricos, pero tenían recursos para pagar un seguro médico y un colegio católico para sus hijas. Su hermana todavía recuerda a Jasper, era el hijo de la asistenta que tenían por aquel entonces. Según sus palabras “Un chico muy listo que las ayudaba con las matemáticas”. Él consiguió una beca de estudios, pero eso fue más adelante.
—Así que estaba enamorado de la hija de los señores donde trabajaba su madre. Un amor adolescente que no pudo olvidar.
—Bien, esa es la primera parte del puzle. No tengo que recordarte la edad de Jasper, 90 por si no lo sabías, a esa edad es muy fácil que las personas con las que hizo negocios en el pasado, o amigos, estén en esa misma franja. —Sabía a dónde quería llegar.
—¿Intentas decirme que es viejo y que tiene miedo a la muerte?
—Más que a la muerte, a encontrarse con un pie en la tumba y que la ayuda médica no esté cerca para rescatarlo de las garras de la muerte antes de que esta lo reclame.
—Y eso lo dices porque… —Esperé a que él me diese los datos.
—De hace 12 años para acá ha empezado a interesarse por los hospitales que tiene cerca de su residencia habitual. Da la casualidad, de que tiene algunas viviendas entre las que se desplaza regularmente, y que están cerca del mejor hospital de la zona, y además que tiene un gran número de acciones de cada uno de ellos. Podría decirse que es el dueño. El último que adquirió fue el San Francis Memorial, de San Francisco, donde su bisnieto Leo trabajaba en el departamento de cardiología infantil.
—Interesante.
—Tengo pruebas de que él propició su contratación.
—Para tener a alguien de la familia cerca por si le necesita.
—Supongo que piensa, que siendo el dueño todos correrán a auxiliarle, pero ningún médico pondrá tanto interés en salvarte como puede hacerlo alguien de tu familia. Además, Leo sabrá a quién llamar porque conoce a todo el personal y sus aptitudes. No sería la primera vez que un médico recomienda a la familia a otro facultativo distinto al que tenía previsto acudir en un principio.
—Información privilegiada.
—Jasper se ha asegurado de estar cerca de Leo, él es su pieza clave para no morir a manos de un incompetente, como le pasó a Nathalie.
—Así que, como no ha podido comprar el Altare, ha decidido llevarse a su nieto de regreso allí donde tiene el poder.
—Eso creo.
—Tiene su lógica. —Medité un par de segundos si hacerle partícipe de lo que le faltaba por saber. ¡Demonios!, seguro que él ya lo sabía, así que el plan era ponerlo a trabajar para atajar ese problema. —Ahora tenemos que hallar la manera de que no se lo lleve en contra de su voluntad. Hay que encontrar algo que incline la balanza a nuestro favor, o en su defecto, que la equilibre.
—O ofrecerle algo que no pueda rechazar. —Era otra posibilidad a tener en cuenta, porque un hombre como Jasper no tenía pinta de dejar ningún cabo suelto del que sus enemigos pudiese tirar. Así que pensé.
—¿Qué puedes ofrecerle a un hombre viejo que tiene miedo a la muerte? —La respuesta llegó a mi cabeza más rápido que lo que pensaba; tiempo. Poder alargar más su esperanza de vida.
—Humo.
—¿Humo? —Estaba confundido.
—Él no ha tenido ningún escrúpulo en amenazar a su propia familia, así que nosotros tampoco tendríamos que tener ninguno por ofrecerle algo que no existe.
—¿A qué te refieres?
—Yuri está estupendo para la edad que tiene. —Arrugué el entrecejo.
—Porque cuida su alimentación, se ejercita y cuenta con una genética envidiable. No hay ningún misterio ahí.
—Ambos lo sabemos. Pero ¿y si le dejas pensar que tiene muchos más años de los que aparenta? No es descabellado pensar que teniendo una hija de 68 años, él esté coqueteando con las tres cifras, o pronto las alcance. —Hice un rápido cálculo mental. Mi padre tenía 84 años, pero concibió a su primer hijo el día que cumplió los 15. Sumarle 10 ó 12 años más no sería algo difícil.
—Un hombre de 95 años aparentando 20 menos. Creo que Jasper mataría por conseguir un elixir que le ofreciese eso.
—Entonces hagámosle creer que lo tenemos, y que si es bueno, puede que le demos un poco. —Me gustaba como pensaba mi yerno, sí señor.
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