Leo
¡No, no, no! Era demasiado pronto, tenía que esperar hasta encontrar un corazón viable. Esto no tenía que estar pasando en ese momento.
—¡Sokol!, trae el botiquín de mi coche. —pidió Grigor.
—Necesita oxígeno. —Me incliné hacia ella para empezar con la ventilación asistida. Insuflarle aire soplando en su boca no era lo mejor, pero era lo que tenía hasta que llegase la ambulancia.
Después de tres insuflaciones, Jade me apartó para colocar un AMBU sobre sus vías respiratorias.
—¿La ambulancia? —Busqué a mi alrededor, pero no había señales de ningún técnico sanitario. ¿De dónde diablos había salido aquel resucitador manual?
—Tardará demasiado. —indicó Grigor. —Tenemos que llevárnosla. —Pero no la movió, esperaba mi permiso para hacerlo.
Encontré a nuestro lado el completo botiquín que habían traído. Muchas ambulancias tenían algo parecido, solo que aquí estaba compactado en un voluminoso y transportable maletín de emergencias.
—Está bien. Jade, tómale una vía. —Yo era muy malo con esas cosas, así que tomé el relevo apretando el globo del AMBU para insuflar el aire en sus pulmones.
Mientras ella realizaba con pericia la tarea que le había pedido, yo inspeccioné la medicación del maletín. Grigor me relevó con el aireador, así que calculé la dosis que necesitaba de cada sustancia, y la preparé para inyectársela a la bolsa de suero que le colocaríamos. Además de la jeringuilla con la medicación que me ayudaría a despabilar su adormecido cuerpo. Apenas un minuto después, estábamos preparados para ponernos en marcha.
Dafne colocó un anuncio publicitario de esos rígidos bajo el cuerpo de Alma para que sirviera de camilla, y entre todos la movimos hasta el coche que esperaba con las puertas del maletero abiertas. Dafne enseguida se colocó detrás del volante, la camilla la colocamos lo más pegada posible a los asientos delanteros, y Jade y yo a cada uno de los flancos de nuestra paciente. Alguien metió el botiquín a nuestros pies, y también se encargó de cerrar el portón.
—Vamos, pequeña. —Grigor acarició con delicadeza su mejilla, consiguiendo que la pequeña parpadease. Al menos la habíamos traído de vuelta, aunque no del todo. —No te duermas. —le ordenó con dulzura.
—Ojalá tuviese un fonendo. —Así podría escuchar su corazón.
—GT, monitoriza el corazón de Alma y muestra en pantalla lateral derecha. —No entendí muy bien a quién iba dirigida la orden, pero en cuanto vi la misma imagen que me mostraría un monitor cardíaco impresa en la ventana frente a mí, me dio igual quién lo hubiese hecho. No estaba muy seguro de si aquellos datos eran fiables, no había ningún electrodo adherido a su pecho, pero los datos parecían encajar muy bien con lo que tenía delante.
—¿Hay alguna manera de oír su corazón con más detalle? —Recé para que me dijesen que sí.
—GT…
—Para darle un audio fiable les ruego guarden silencio. —Enseguida empezó a sonar por los altavoces del vehículo el latido de Alma. Estaba débil, pero latía, aunque lo que me preocupaba era lo que ellos no entenderían. Las señales eran claras; su corazón no aguantaría mucho.
Aparté la mirada del monitor cardíaco, para encontrar la intensa mirada de Grigor sobre mí. Aunque pudiese hablar, no sabía como decirle que esto se acababa. Su mandíbula se endureció, como si hubiese leído mi mente. Negó con la cabeza, él no quería aceptarlo, no podíamos rendirnos. Soy médico, y lucharé al lado de mi paciente hasta que este se rinda, pero también soy realista, lo que estábamos haciendo solo prolongaría su vida y su sufrimiento una o dos horas, tal vez alguna más. ¿Merecía la pena hacerla sufrir de esa manera para nada?
El coche se detuvo en ese momento, haciendo que nos volviésemos hacia el portón trasero. Este se abrió, mostrando a unos sanitarios corriendo hacia nosotros con una camilla. Normalmente debería ser yo el que recibiese al paciente, el que escuchase los datos de boca de un técnico sanitario, y después ponerme a gritar órdenes en base a ellos. Analíticas, medicación, pruebas… En esta ocasión me salté los dos primeros pasos.
Lo bueno de llegar a urgencias, es que alguien se encargaría de ponerme una bata desechable sin necesidad de interrumpir mi trabajo sobre la paciente.
No tengo que contarles lo que ocurre en un BOX de urgencias ante una situación crítica, el cine y la televisión nos lo llevan mostrando desde hace años, y sí, a veces es tan frenético como lo pintan.
Cuando conseguimos estabilizarla, me permití salir del box para hablar con Grigor. Habría que subirla a intensivos, aunque eso no mejoraría su situación, solo la haría más cómoda. No tuve que ir muy lejos, estaba al otro lado de la puerta hablando por teléfono.
—Avísame. —Cerró la llamada, pero no esperó a que yo le hablase para informarle. —No vamos a rendirnos, no permitiré que se vaya sin haber puesto en marcha todas las oportunidades que podamos darle.
—Necesita un corazón nuevo, este ya tiene demasiados parches, no puede soportar ni uno más. —Someterla a una intervención no le serviría de nada, lo sabía.
—Tenemos un corazón para ella. —Sabía que no se refería a una donación, sería demasiada casualidad.
—No está listo, todavía…
—Funciona, y puede estar preparado en unos minutos.
—Pero… —No sabía qué más decirle. Si el experimento hubiese estado más avanzado, si…
—Es peligroso, sí, pero puede que sea su única oportunidad, y estoy dispuesto a asumir ese riesgo por ella. No quiero despertar cada día reprochándome el no haber intentado todo para salvarla.
Sus palabras me dieron el empujón que necesitaba, a fin de cuentas, ya sabía que tarde o temprano tendría que arriesgar mi carrera por hacer algo como esto. Había sido contratado para hacer precisamente eso, trasplantar un órgano incubado en el cuerpo de una niña. Pero me habría gustado al menos tener alguna garantía más. En fin, era lo que había, y al igual que Grigor, haría lo que fuese por intentar salvarla.
—Que preparen el quirófano. —Me quité los guantes, era el momento de ponerse el uniforme de trabajo. Cuando alcé la mano para tirar del lazo que ataba la bata desechable, noté un tirón en mi abdomen. Los malditos puntos, me había olvidado de ellos.
—Leo. —Tiré la bata al contenedor de residuos para incinerar, para después atender a Jade. Sabía que iba a pedirme estar en esa operación. ¡Qué diablos!, ella no necesitaba pedírmelo.
—Prepárate. —Empecé a caminar hacia el almacén donde sabía que había recambios de uniformes sanitarios. En urgencias siempre hay que estar prevenidos.
—¡Leo! —Sentí el tirón en mi brazo, obligándome a detenerme.
—¿Qué…? —Ella no debería tener dudas, su puesto de trabajo estaba garantizado, nadie la abriría un expediente, nadie la investigaría. El maldito hospital era de su familia.
—Tu herida. —Bajé la mirada para ver qué era lo que me señalaba. Un pequeño cerco de sangre manchaba mi camiseta, justo en ese lugar donde me habían remendado.
—¡Mierda! —No tenía tiempo para preocuparme de ella, Alma ya estaba siendo trasladada a quirófano. Pero sería una operación larga, no podía sufrir una pérdida de sangre, porque eso mermaría mi condición física durante la operación. —¿Me pondrían un par de grapas? —Era lo más rápido.
—Buscaré la grapadora y un anestésico local. —La aferré por la muñeca para retenerla.
—Solo la grapadora. —Miré el final del pasillo, donde la camilla de alma ya estaba alcanzando el ascensor. Sí que se movía rápido esta gente. No tenía tiempo de esperar a que la anestesia hiciese efecto. ¿Doler? Seguro que lo haría, pero era mejor sufrir una leve molestia que arriesgarme a no poder terminar con la operación.
Jade me empujó a un box de urgencias, en el que me fui quitando la camisa mientras ella buscaba el aparato. Estaba limpiando la herida con alcohol, cuando ella llegó con el instrumento de tortura.
—Tumbate. —Obedecí, me recosté sobre la camilla, y esperé a que hiciese su trabajo.
—¡Joder! —Me quejé entre dientes cuando sentí el mordisco lacerante sobre mi carne.
—Otra más. —Apreté los puños, preparándome para el siguiente mordisco. Dolió lo mismo, pero esta vez no dejé escapar la palabrota que tenía en la boca.
Se empeñó en ponerme una pomada con cortisona, lo que requería su correspondiente apósito para cubrirla. Eran solo 30 segundos, pero no protesté.
—Listo. —Me puse en pie, justo para recibir en mis brazos una bola de ropa, que Grigor lanzó desde la entrada del box.
—El equipo ya está preparando a Alma. Solo faltáis vosotros. —Otro uniforme llegó a manos de Jade.
Con rapidez me quité los pantalones, y me puse los nuevos. Estaba a punto de pedir unos zuecos de hospital, cuando estos aparecieron en manos de Grigor. Este hombre estaba en todo.
—Vamos al quirófano de arriba. —Casi grité de emoción, iba a operar en el maravilloso quirófano de luz natural. Pero no era momento de celebraciones.
—Eres un tipo valiente. —No me dio tiempo a replicar las palabras de Jade, porque ella depositó un largo beso sobre mis labios. Eso sí que compensaba el que me graparan la carne.
Pero no era solo eso, me quedé casi petrificado cuando la vi quitarse la ropa allí mismo, para cambiar su ropa de deporte por el uniforme de quirófano. Mi pene alzó la cabeza, muy interesado en lo que veía, pero me puse firme, no era momento de divagar, tenía un importate trabajo que hacer. Ahhhh, pero ya llegaría.
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