Leo
No es que necesitase el beneplácito de mis padres, pero notar que Jade les gustaba me hizo bastante feliz. Superó el sutil interrogatorio de mi madre, y eso decía mucho a su favor. Bueno, lo de sutil es una forma de hablar, cualquiera podía notar que la estaba sometiendo a un tercer grado.
A mi madre le encantó que fuese médico, y no hizo ningún desprecio porque fuese anestesista. Todo el mundo sabe que no cobran tanto dinero, sobre todo comparado con un cardiólogo como yo.
Pero seguramente, la valoración que más me importó fue la de mi padre. Él no dijo nada en voz alta, apenas abrió la boca, es difícil cuando mi madre monopoliza la conversación. Pero podía ver en sus gestos que le gustaba la forma de responder de Jade. Se notaba a la legua que era una persona muy lejos del estereotipo en el que encajaba Maryorie. Jade era auténtica, sin artificios, inteligente, y sobre todo, preciosa, por dentro y por fuera. ¿Cómo lo sabía? Era algo más que una intuición, era una sensación que traspasaba lo tangible.
—Siento lo de mi madre. —Me disculpé con Jade mientras la acompañaba a su apartamento. Podía estar a solo dos plantas, y había mucha seguridad, podía estar tranquilo al respecto. Pero me educaron en los valores que debía cumplir un caballero, así que no dejaría que una mujer fuera sola a su casa si podía evitarlo.
—No te preocupes, es algo que todas llevan en el ADN. —la justificó.
—Así que la tuya también me sometería a un interrogatorio como este. —deduje.
—No, mi madre es de las que limpiaría la sangre después de que lo hiciera mi padre. —Su respuesta me hizo abrir desmesuradamente los ojos.
—Creí que del que tenía que protegerme es de tu hermano. Aunque supongo que lo habrá heredado de tu padre. —Ella esbozó una sonrisa.
—Te dije que mi hermano te descuartizaría y esparciría tus múltiples restos por el desierto, pero no que te mataría. De eso se encargará mi padre. —Se estaba riendo de mí, y lo estaba disfrutando.
—Vale, no acercarme a tu padre, lo tengo. ¿Alguien más del que preocuparme? —pregunté.
—Si vuelves a meterme en una encerrona de estas, de mí. —dijo con tono falsamente amenazador, o eso esperaba.
—Lo siento. —sus ojos se entornaron hacia mí.
—Espero que esto no haya sido tu concepto de cita, porque si es así, creo que voy a considerarla como de las peores que he tenido.
—Por supuesto que no era una cita. Solo vi a una compañera de trabajo que estaba cansada y hambrienta, y pensé en ofrecerla alimento.
—Vale. —Las puertas del ascensor se abrieron.
—Cuando tengamos esa cita, será perfecta. —le garanticé.
—Ya lo has estropeado. —Dio el primer paso dentro del habitáculo elevador.
—¿Por qué? —pregunté mientras la seguía.
—Porque has creado unas expectativas muy altas.
—Vaya. —medité sobre ello. —Entonces olvida lo que he dicho.
—Demasiado tarde, las palabras no se pueden cambiar una vez dichas. —Las puertas se cerraron.
—Entonces solo me queda hacer que se hagan realidad, pero quizás mi concepto de perfecto no es el mismo que el tuyo. —Ella pulsó el botón de su planta.
—No soy muy exigente. Mientras no haya algo que me quite protagonismo, todo irá bien.
—¿A qué te refieres? —El pitido del ascensor nos indicó que habíamos llegado a su planta.
—No es la primera vez que voy a una cita, y el chico está más pendiente del partido de futbol en la televisión que en nuestra conversación. —¡Qué idiota!, pensé. Para eso mejor quedas con tus amigos, y programas esa cita cuando realmente quieras impresionar a la chica.
—Si te llevo a una cita ten por seguro que es contigo con quién quiero estar y te dedicaré toda mi atención. —Le aseguré, mientras salíamos del elevador.
—¿Toda? —preguntó de forma juguetona. Esta mujer no sabía lo que estaba provocando.
Me acerqué peligrosamente a ella, con una clara intención que cualquier mujer vería clara en mi mirada. Y sí, lo entendió, porque su sonrisa se borró, pero no fue de miedo, sino de expectación.
—Voy a besarte. —la advertí a un palmo de sus labios.
—Lo sé.
Yo era el depredador, el cazador que acorrala a su presa junto a la puerta del ascensor, pero cuando probé sus labios, no tuve muy claro quién ejercía el control sobre quién. ¿Caramelo? Sus labios era del mismo material que están hechos los sueños. Suaves, dulces y picantes al mismo tiempo, y sobre todo, sublimes. Nunca me cansaría de besarlos, con solo una probada ya sabía que eran adictivos.
Abandonar su boca me costó un triunfo, pero lo hice, porque no podía privarle del aire que necesitaba para respirar. Pero no me alejé, no podía. Ella necesitaba aire para vivir, pero yo sería capaz de subsistir solo con beber de sus ojos. Aquel verde era tan irreal a esta distancia, que me sentía dentro de un comic japonés. Ella era como esas heroínas de ficción, imposible que existiesen en la realidad. Pero ella lo hacía, había saltado del papel para caer en mis manos, y no la soltaría.
—Hasta… hasta mañana. —Las palabras sonaron rasposas en su garganta, como si mi beso le hubiese robado todo el aliento. Eso me hizo sonreír como un depredador que sabe que ha conseguido su trofeo.
—No.
—¿No? —Mi respuesta la sorprendió.
—Todavía no hemos llegado a tu casa. —Separé las manos del frío acero de las puertas del elevador, distanciándome de su cuerpo. Cada célula del mío gritó con desaprobación.
—Ah… Está bien. —Me giré para dejar libre el paso hacia el pasillo.
Empezamos a caminar uno al lado del otro, sin prisa. Tuve que obligarme a contener el hormigueo de mis dedos, aferrando una mano con la otra, porque no podía controlar mi deseo de tomarla de nuevo y robarle más de ese néctar que guardaba en su boca. Así que llevé mis manos a la espalda, para que ella no notase lo impaciente que estaba por liberarlas. Y porque allí era más fácil alejarlas de la tentación.
Ninguno de los dos dijo nada durante el trayecto, solo nos comunicamos con tímidas miradas, hasta que alcanzamos su puerta.
—Ahora sí. —dijo con timidez.
—Sí. —ratifiqué.
—Entonces… Nos vemos mañana… En el trabajo.
—Hablamos sobre compartir coche. ¿No te acuerdas? Al menos los días en que nuestros turnos coincidan. Es más ecológico, no saturamos el tráfico…—expuse—Y la compañía será agradable. —Muy, muy agradable.
—Me parece bien.
—Pasaré a buscarte.
—Bien. —Antes de que dijese adiós, asalté su boca, aunque me privé de cualquier otro contacto. Si le ponía las manos encima… No quería ni pensar en cómo acabaría la cosa.
—Hasta mañana. —conseguí decir.
—Hasta mañana. —Sus ojos brillaban como una joya preciosa bañada por el sol.
Esperé a que entrase y cerrase la puerta. Si no lo hacía, si me invitaba a pasar, el que mis padres estuviesen esperándome en mi apartamento no sería relevante. Ella mandaba, lo tenía muy claro.
Cuando la puerta se cerró me permití salir de allí. No estaba decepcionado, sino mucho más animado de lo que esperaba. Es más, mientras regresaba a mi apartamento iba sonriendo como si me hubiese tocado la lotería. Mi cabeza era un hervidero de planes. Mañana iba a ser un gran día.
Mi sangre burbujeaba cargada de hormonas adolescentes. Necesitaba soltar parte de la energía que se había acumulado en mi cuerpo, así que bajé por las escaleras hasta mi planta. Eso me dio un tiempo extra para pensar. ¿Cuándo fue la última vez que me sentí tan atrapado por una chica? Atrapado sí, pero de esta manera… Nunca había sido así. Es que, a cualquiera que se lo contase no iba a creerme. Apenas la conocía de unos días, y ya estaba pensando en lanzarme de cabeza a una relación que no tenía ni idea si tenía una base para funcionar.
Soy una persona pragmática, no me suelo dejar llevar por los sentimientos, rara vez eso da buenos resultados. Pero con Jade… Había algo invisible que había tomado el control de mí, algo que me llevaba por un camino que había transitado tan poco, que me daba miedo dar un paso por ahí. Pero precisamente allí estaba, metiéndome de cabeza en un sendero que no sabía dónde me llevaría, ni lo que iba a encontrarme por el camino, pero que estaba decidido a descubrir tan solo por la persona que iba a llevarme de la mano. Era mucho más que confianza, mucho más que buenas sensaciones… Tenía una seguridad absoluta de que ese era mi destino.
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