Owen
¿Alguna vez han entrado a la zona de vigilancia de un casino? Yo sí, cortesía de la familia Vasiliev. Pues bien, ese lugar tiene los avances tecnológicos más punteros para controlar todo lo que ocurre en las salas de juego, desde reconocimiento facial para detectar a tramposos, pasando por programas que detectan a los que hacen trampas como los contadores de cartas. Ya ni hablemos de posibles situaciones complicadas como un robo a uno de los jugadores, una eventualidad médica o cualquier tipo de excepcionalidad.
El lugar en el que había entrado podía parecer un simple coche por fuera, pero estaba claro que era una pequeña sala de control de última generación. El parabrisas frontal era una enorme pantalla con varias divisiones, e incluso las ventanas laterales estaban haciendo una especie de filtro térmico sobre las personas que estaban dentro del edificio. Podía ver en tiempo real lo que estaba haciendo cada uno, pues eran figuras de color rojo que se movían por la pantalla con naturalidad. Y no, el programa no se confundía con el calor de las máquinas o los motores.
—Impresionado. —No era una pregunta, Adrik sabía que lo estaba.
—Ya te digo. ¿De dónde demonios sale todo esto? —Busqué dentro del habitáculo, pero parecía el interior habitual en un coche de ese modelo. Vale, los asientos eran buenos, y la tapicería, pero por lo demás…
—¿Te refieres a los ordenadores?
—Eso para empezar. ¿Dónde habéis instalado las cámaras de infrarrojos? ¿Cuándo instalaste los micros? —Para mí todo lo que había montado ese día era un equipo realmente completo, y si algo tenía que aplaudirle, es que la central de datos la habían montado con mucho estilo y discreción. Nadie sospecharía lo que se cocía dentro de aquel SUV.
—Primero, todo eso son cosas del pasado. Y segundo, todo esto que ves es gracias a IMU. —El nombre me sorprendió.
—Imu, ¿quién es ese? —Esperaba que el artífice de todo esto fuese Drake. ¿Habían fichado a alguien nuevo?
—I.M.U., unidad móvil de investigaciones. —Su mano pasó por el salpicadero con reverencia. —Esta preciosidad nos costó lo nuestro, pero mereció la pena. —¿Adrik orgulloso de un coche? No me extrañaba nada, ya lo estaba del que usaba en Berkley.
—No quiero ni pensar lo que constará un trasto como este, pero seguro que merece la pena. —Su ceño se volvió hacia mí.
—No le digas esas cosas, es muy sensible. —¿Sensible?
—¿De qué hablas? —Confundido era poco.
—IMU, ¿podrías poner al día a nuestro invitado? —¿Qué? ¿Le hablaba al coche?
—Buenos días, Owen Bowman. —Una voz femenina llegó flotando hasta mí. ¿Era…? —He intervenido la antena de telefonía más cercana para geo posicionar los dispositivos telefónicos de la zona, y se ha activado el rastreo de los teléfonos vinculados con el número a intervenir. Siguiendo las pautas de activación de los sujetos, y la zona más recurrente, hemos trazado un área caliente que está bajo permanente vigilancia. —¿De verdad era una máquina la que hablaba?
—Parece que no habéis perdido el tiempo.
—Lo que más tiempo ha llevado ha sido analizar todos los datos que había recopilado Emil, pero una vez que se filtraron, ha sido fácil marcar la estrategia. —Alcé una ceja, curioso.
—Supongo que la que la que hizo todo el trabajo fue ella. —No sabía dónde estaba el procesador central de IMU, así que incliné la cabeza hacia el lugar por el que pensé que salió su voz.
—¡Eh!, que yo ido a por la comida. —Levantó la bolsa para que la viera. Aunque sabía que Adrik seguramente también habría estado realizando algún tipo de trabajo.
—Entonces tendremos que esperar a que la rat… uno de los sujetos active su teléfono. —Si llego a decir rata, quizás hubiese confundido a la inteligencia artificial.
—Según nuestra ubicación actual, este sujeto suele realizar sus llamadas después del horario de cierre comercial. Según las pautas de tiempo que suele seguir, es probable que entre hoy o mañana realice una. —Ya, solo dependía de que tuviese algún cliente.
—Entonces solo nos queda esperar. ¿Me das la comida para que pueda regresar? —Extendí la mano hacia Adrik para que me diera la bolsa.
—Un momento, uno de estos es mío. —Rebuscó en el interior hasta sacar uno de ellos. —Hay uno de queso para tu chica, y uno normal para ti. —su cara se gurí hacia mí. —No sabía el que quería ella, así que me arriesgué. O más bien nos la jugamos, ¿verdad IMU?
—Accediendo a las últimas compras realizadas en ese establecimiento y pagadas con la tarjeta de crédito a nombre de Josephine Kane, era cuestión de probabilidades acertar.
—Entonces no te arriesgaste mucho. —Solo era cuestión de escoger la opción con más probabilidades.
—Te equivocas, depende del día lo pide con o sin. Es una mujer algo voluble. —conocía el significado de esa palabra; voluble. Significa que una persona cambia fácilmente o con frecuencia de manera de ser. Nada encajaba mejor con su personalidad. Esa era Jos, voluble 100%.
—No tienes ni idea, hermano. —Tomé la bolsa de su mano y salí del coche.
—Esperaré aquí a que termines tu jornada.
—Mantenme al corriente. —le pedí. Sabía que si algo ocurría me llamaría para avisarme.
—¡Espera! —Me giré para ver qué era lo que había olvidado. Antes de darme cuenta, estaba metiendo un pequeño dispositivo en mi oído izquierdo. —Ahora si que tienes todo el equipo, James Bond.
—Estas disfrutando con todo esto, ¿verdad? —le acusé, él sonrió en respuesta.
—Como un niño con una PlayStation. —Mis ojos subieron al cielo mientras retomaba mi camino.
Regresé sobre mis pasos para llegar al paso de peatones, y después descender calle abajo hacia el taller. Tuve la precaución de comprobar durante todo el viaje que no me seguía ninguna mirada curiosa. Cunado alcancé el puesto de trabajo de Jos, la encontré sacando los cilindros del tanque de limpiador para colocarlos sobre un paño seco.
—Uno con queso. —Le dije alzando la bolsa de comida al llegar a su altura.
—Bien, estoy famélica. —Antes de que se acercase al royo de papel para romper un trozo, me acerqué para hacerlo por ella. Me pareció un acto cortés.
—Espera, te lo acerco. —Pero conseguí un gesto extraño y después un ceño fruncido por su parte.
—Puedo yo, gracias. —Paso de largo del trozo que yo le ofrecía para tomar ella misma el suyo del royo.
Definitivamente no entendía a las mujeres, bueno, solo a esta. ¿Se sentiría desplazada por el echo de tratarla como a una chica en vez de como a uno más de los chicos del taller? Es probable, pero yo habría tenido ese gesto con cualquier compañero, o bueno, depende de con quién, si uno me cayese mal ya podía ir a buscarse él mismo con qué limpiarse las manos. Lo que me hacía pensar… una chica en un trabajo de hombres y que no quería que la trataran diferente, ¿sería una de esas feministas? ¿Y si lo que ocurría era que se sentía un chic más? Jos, hasta su nombre era de chico. No podía ser lesbiana, ¿verdad? Porque el tipo de antes, Cio, la había llamado nena. ¿O tal vez era eso?, por eso le ponía aquella cara de hastío. El tipo quería algo y ella no quería nada porque no era lo que le iba, ya me entienden, tuercas y tornillos. Esta mujer me estaba volviendo loco.
Antes de seguirla hacia el altillo de los neumáticos donde íbamos a comer, traté de disculparme, más que nada porque no me gusta el mal ambiente en el trabajo.
—Perdona si te ha molestado lo de antes. —Ella no dijo nada hasta que se sentó sobre una pila de neumáticos.
—¿Habrías hecho lo mismo por otro mecánico? ¿O lo hiciste porque soy una chica? —Como sospechaba, no quería distinciones, ella se sentía uno más.
—Perdona si mi madre me enseñó a ser educado con una mujer. —No lo dije como disculpa, y ella lo entendió.
—Perdona tú, es que no me gusta que la gente piense que por ser chica necesito ayuda. —¿Acababa de devolvérmela? Definitivamente, con esta chica tenía que medir cada palabra y cada acto.
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