Leo
Me costó decirle que tenía que irme, pero Jade enseguida entendió que quisiera hablar con mi padre en la intimidad. Me sentía dividido, tenía tantas ganas de quedarme como de mantener aquella conversación con él. Pero la obligación siempre está por delante del placer, y tenía la esperanza de que una vez acabase con mi padre, ella estaría ahí.
Envié el mensaje de que estaba preparado nada más atravesar el umbral de mi puerta, y esperé a que él llamase cuando le viniese bien. No tardó mucho.
—Esto es difícil para mí. —Le vi frotarse la cara de la misma manera que hacía cuando estaba preocupado.
—Sea lo que sea, sabes que confío en ti. —Eso no pareció calmarlo.
—Puede que eso cambie después. Pero quiero que pienses que lo que hice, lo que sigo haciendo, es para protegeros a tu madre y a ti. Y también para protegerme a mí, tengo que reconocerlo.
—Me estás preocupando. —Papá suspiró antes de continuar.
—Ya sabes cómo es el bisabuelo Jasper.
—Sí. —¿Tenía algo que ver con un oscuro secreto familiar?
—Y te has dado cuenta de lo extremista que puede llegar a ser con sus opiniones y criterios. —Para no saberlo, él era de los de “a mi manera o de ninguna”.
—Es bastante radical con algunos asuntos. —Y tenía mucha energía cuando se empeñaba en algo. Parecía mentira que tuviese más de ochenta años. El dicho “genio y figura hasta la sepultura” lo debieron acuñar para él.
—Tiene un concepto muy retrógrado de lo que debe ser la familia, y del papel que cada uno debe ocupar en ella. —Sí, todavía recordaba lo enfadado que estaba cuando descubrió que mi madre trabajaba. Para él, una mujer tenía que ocuparse del hogar, de su marido y de engendrar herederos que perpetuasen el apellido de la familia. Como mucho permitía que una dama se dedicase a obras benéficas y ese tipo de bobadas, como él las llamaba.
—Retrógrado es una palabra que se queda corta.
—Puede tener negocios con todo tipo de gente, no le importa de quién venga el dinero que llena sus arcas, pero con respecto a quién puede unirse a nuestra familia… —Sabía dónde quería llegar.
—Solo blancos, creyentes y de buena familia. —Era lo que constantemente salía de su boca. ¿Era eso? ¿La familia de mi madre no era la adecuada? ¿Por eso rompió lazos con ellos?, ¿para que el abuelo no descubriese que no era buena para la familia?
—Todos los demás son escoria, y los peores de todos… —¡Oh, Dios!
—Homosexuales. —terminé por él. El abuelo los llamaba pervertidos desviados, pero no podía estar más en desacuerdo con él. Un pervertido es el que obliga a menores a tener relaciones. Un homosexual simplemente se siente atraído por los de su mismo género. En el primer caso no hay amor, en el segundo sí.
—Lo he mantenido en secreto durante mucho tiempo, aunque tus abuelos lo sospechaban. El embarazo de tu madre, nuestro matrimonio, todo ello dispersó sus temores. Pero no cambió la realidad.
—¿Ella… —El resto de mi pregunta se quedó atascado dentro de mi garganta.
—¿Lo sabía? Sí, se lo dejé bien claro la primera vez que nos conocimos. Por aquel entonces ella ya estaba embarazada. Solo fuimos dos desconocidos que encontraron una salida para sus problemas, y que con el tiempo se han convertido en grandes amigos. —Ahora empezaban a encajar algunas cosas.
—Pero ambos habéis renunciado a muchas cosas. —Como el hecho de encontrar el amor.
—Yo no tanto. Seguro que recuerdas a James.
—Tu socio en San Francisco. —Lo recordaba perfectamente. Era un buen tipo, y siempre me trató con cariño, casi como un hijo.
—Él entendió mi situación, y me aceptó con todas mis taras. Pero a nuestra manera somos felices.
—¿Y mamá?
—Ella ha tenido algún que otro escarceo, no vamos a negarlo, pero nunca ha encontrado a alguien con el que quisiera pasar su vida. Al principio hicimos un trato, si ella quería formar otra familia, podíamos divorciarnos. No es que al abuelo le gustase demasiado, pero lo aceptaría mucho mejor que la alternativa. —Que era contarle la realidad, lo entendía.
—Comprendo.
—Siento que te hayas enterado de esta manera, pero creímos que mantener el secreto te beneficiaría más que el saber la verdad. Al menos hasta…
—La aparición de mi padre biológico.
—Siento haberte mentido, siento haberte decepcionado. —Su cabeza se inclinó derrotada.
—No me has decepcionado, papá. Has sido y sigues siendo un buen padre. Tan solo has guardado algunos secretos para ti. —Y para la parte dañina de la familia.
—A veces pienso que sería mejor mandarlo todo a la mierda y descubrir el pastel. A fin de cuentas, ya eres un adulto que puede apañárselas solo. —dijo con una triste sonrisa.
—Por mí no te preocupes, puedo apañármelas bastante bien. —No había tocado un céntimo de las asignaciones del abuelo Jasper desde que era autosuficiente.
—Lo pensaré. Pero antes tienes que prometerme que no volverás a irte a esos países tan inestables.
—¿Qué tiene eso que ver con que tú reveles tu inclinación sexual? —No le encontraba relación.
—Tu madre y yo manteníamos la respiración hasta que regresabas a casa. Si algo ocurría en esos lugares, el único que tiene el poder y los contactos para traerte de vuelta a casa sano y salvo es tu abuelo. —Así que mi pertenencia a médicos sin fronteras era la principal causa de que mantuviesen la mentira.
—No volveré a ir, lo prometo. —Iba a decir “no volveré a meterme en situaciones peligrosas”, pero estaba claro que también podía encontrarlas a las puertas de casa, como quién dice. Tenía una herida reciente para confirmarlo. Así que mejor no les decía nada al respecto.
—Eso me tranquiliza, y a tu madre seguro que también.
—Entonces ¿lo harás? ¿Se lo dirás a los abuelos?
—Tendremos que sopesarlo largamente, pero me alivia que tu estés de mi lado. Porque lo estás ¿verdad?
—Soy un hombre moderno, acepto con naturalidad que mi padre sea homosexual, que mi madre se quedase embarazada de otro hombre, y que huyas como si fueran zombis del resto de la familia Kingsdale. —Yo lo hacía. Me agradó arrancarle una risa.
—A veces pienso que no te merezco como hijo.
—Soy lo que tú me has enseñado a ser. —Estaba orgulloso de mi padre.
—¿Te he dicho alguna vez lo orgulloso que estoy de la persona en la que te has convertido?
—Puedes repetirlo todas las veces que quieras, le sienta bien a mi ego. —Otra risa.
—Será mejor que no te entretenga más. Esa gente de Las Vegas te explota demasiado y tienes que descansar tanto como puedas.
—Siempre tengo tiempo para vosotros. —Para cualquiera de los dos, y ellos lo sabían.
—Sabes que por nuestra parte tienes la misma atención. Cuando nos necesites, estamos a una llamada.
—Te quiero papá.
—Y yo a ti.
Sienta bien sincerarte y decirle que los quieres a las personas que te importan.
Nickolay
—El chico no puede negar que tiene sangre Vasiliev. —No hacía falta que Viktor me lo dijese, yo mismo había visto lo que había hecho. No dudó ni un momento en hacer todo lo posible por salvar a Alma, sino que no le importó estar herido.
Y eso me llevaba a preguntarme, no, era más que una sospecha, que se había interpuesto entre un cuchillo y Jade. Estaba claro que tampoco se contenía cuando tenía que defender a la mujer que le gustaba. Y si era todo un Vasiliev, era posible que fuese la definitiva. Para nosotros solo hay una por la que seríamos capaces de dar la vida sin dudar.
—Y hablando de sangre, ¿ese desgraciado ha pagado por lo que hizo? —Nadie en esta ciudad se atrevería a atacar a uno de los nuestros sin asumir las consecuencias.
—No solo ha pagado, sino que se va a convertir en un mensaje para cualquiera que se atreva a ir por ese camino. —Asentí conforme.
El Altare pertenecía a la familia Vasiliev. Si alguien se atreviese a cometer un delito en nuestro territorio tendría que pagar, todo el mundo en la ciudad lo sabía. No se juega con un Vasiliev, un lema que hemos grabado a sangre dentro y fuera del estado de Nevada.
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