Leo
El silencio se mantuvo, al menos hasta que cerré la puerta. Señalé las sillas frente a mi mesa a mis padres, pero yo no sabía si debía sentarme en mi sillón, o cederle el sitio a Nickolay. A fin de cuentas, el hospital lo gestionaba su familia. Podría decirse que era mi jefe, además de casero.
Mi madre lo observaba nerviosa, hasta que él asintió y ella se volvió hacia mí.
—Eh… Tengo algo que contarte.
—Tenemos algo que contarte. —Le corrigió papá mientras tomaba sus manos en señal de apoyo. Esto lo harían juntos, estaba claro.
—Os escucho. —Me preparé para recibir el golpe.
—Ya sabes que tu padre y yo nos conocimos en la universidad.
—Sí, me lo habéis contado cientos de ves. —¿A qué venía esto? Me estaban confundiendo.
—Ya sabes como es la vida en ese lugar, tú estuviste allí también. —Traté de conectar con mis recuerdos universitarios.
—¿Dónde quieres llegar? —Me parecía que estaba dando un rodeo bien grande.
—Déjala que continúe. —me recriminó mi padre. Pude notar como mi madre respiraba profundamente, como tomando fuerzas para seguir. Asentí sin decir más.
—En esa época uno es joven, tiene ganas de conocer el mundo, de divertirse, de experimentar. Pero todavía no es lo suficientemente maduro como para comprender los riesgos de muchos de sus actos, hasta que te topas con las consecuencias de tus locuras y tienes que afrontarlas. —¡Ay, Dios! Miré a Nickolay y por su forma de observarme casi que podía intuir que había ocurrido algo entre ellos. ¿Habían hecho un trío?
Entonces recordé algo que no paraban de recriminarle a mi madre la familia de mi padre, ella estaba embarazada cuando se casaron. Ella… Experimentar… ¡Oh, Dios! ¿Me estaba diciendo que se había acostado con… con Nickolay y que yo podía ser su hijo? Soy médico, sé cómo ocurren esas cosas. Solo se necesita un espermatozoide y un óvulo fértil que se cruce en su camino. Tenía miedo de preguntar, aun así, lo hice.
—¿Soy… soy su hijo? —No podía apartar la vista de mi madre, esperando mi respuesta.
—Ya sabes lo que ocurre, vas a fiestas, bebes mucho, y acabas acostándote con un desconocido. —No podía creer que mi madre hiciese eso. ¿Y mi padre lo permitió? ¿Dónde estaba él? Tendría que haber cuidado de ella.
—¿Tú lo sabías? —¿Por eso ambos tenían mucho cuidado con el alcohol en las celebraciones familiares? No querían volver a emborracharse de esa manera.
—Cuando la conocí ya estaba embarazada. —¡Ay, Dios! ¿Mi madre le había engañado?
—¿Tú…? —la pregunta era para mi madre, pero no me atreví a hacer.
—Tú padre siempre lo supo. —Estaba noqueado. No sabía cómo reaccionar. Ahora mi padre, el hombre que me crio, ya no era el mismo que me engendró. Pero, salvo por el origen de mi material genético, eso no cambiaba lo que eran, mis padres.
—Eso no cambia nada. Vosotros seguís siendo mis padres, y tú solo un desconocido. —Me atreví a mirarle de forma amenazadora. Desde que él apareció, creo que ese fue el momento en que mis padres parecieron respirar más tranquilos.
—El caso es que soy más que un donante de esperma, Leo. Soy tu padre biológico, y merecía saber que tenía un hijo. —¡Mierda! ¿Estaba diciendo que iba a emprender acciones legales contra mi madre por ocultarle mi existencia? No podía permitirlo.
—Supongo que mi madre no fue nada más que otra muesca en tu cinturón, es lo que ocurre en las fiestas universitarias. ¿Te has preocupado de averiguar si tienes algún hijo más de otra de tus conquistas? —Nickolay suspiró.
—Cuando tienes sexo con protección no piensas en que has dejado a una chica embarazada. Solo existe un 2% de posibilidades de que ocurra, y tu fuiste el resultado de esa pequeña probabilidad. Pero el caso no es si yo buscaba ser padre, el hecho es que lo fui, y me habría responsabilizado de ti desde el primer momento, si es que lo hubiese sabido, claro. —Miró de forma acusatoria a mi madre. —Pero supongo que tu madre no tenía mucha información sobre la persona con la que se acostó, y muchas menos posibilidades de dar conmigo. No la culpo por lo que hizo, solo encontró la manera de darte un padre. Y le agradezco al tuyo que ocupase ese lugar, porque entre los dos han educado a un buen hombre. —Este hombre me confundía.
—Entonces ¿cual es el motivo de todo esto? —Un escalofrío me recorrió la espalda; Jade. Ahora éramos familia. ¿Sabía él que estábamos iniciando una relación?
—No es por lo que estás pensando. —dijo tajante.
—¿Y qué cree que estoy pensando?
—Será mejor que vayáis a tomar ese avión. —les dijo a mis padres, esquivando mi pregunta.
—Sí, es tarde. —Ambos se pusieron enseguida en pie, como dando por finalizado la incómoda conversación.
Nickolay se apartó hacia un lado, dejando que mis padres saliesen los primeros. Me detuve a su altura, retándole, advirtiéndole que para mí esta conversación no había terminado.
—No es por Jade. —susurró a mi paso. Estaba más confundido, aunque aliviado.
—¿Entonces…? —me atreví a preguntar, constatando al mismo tiempo que mis padres no podían oírme.
—Ellos no han firmado un contrato de confidencialidad, y hay veces en que la ignorancia es una bendición. —Se puso a caminar detrás de mis padres, como si el tema estuviese zanjado. No para mí, yo necesitaba más respuestas. Pero algo me decía que estas llegarían a su debido tiempo.
Aceleré el paso para alcanzarles, aunque no estaban demasiado lejos. Huían de Nickolay, pero no de su hijo.
—Os acercaré al aeropuerto para que lleguéis a tiempo. —me ofrecí.
—El avión no despegará sin ellos, tranquilo. —Nos informó Nickolay a todos. ¿Tanto poder tenía este hombre, su familia, para retener un avión?
No hablamos mucho más, solo me despedí de ellos, y vi como se alejaban en el taxi que les estaba esperando para llevarlos al aeropuerto.
—Ahora estamos solos. —Los que no debían estar en el resto de la conversación ya se habían ido, como había orquestado Nickolay.
—No es una conversación que debamos tener aquí. —Señaló con la mirada el hall en el que estábamos. Sí, demasiada gente.
—Te sigo. —Lo sé, soy un maldito sabueso de los que no suelta el hueso una vez que lo ha mordido.
—Ahora tienes cosas más importantes en las que preocuparte. Tendremos esta conversación cuando estés preparado. —¿Preparado?
—Creo que ya lo estoy. —Él sonrió ante mi comentario.
—Eres impaciente, pero debes entender que acabas de llegar, y prefiero que algunas cosas sobre nuestra familia las vayas asumiendo poco a poco.
—¿Tendría que asustarme? —Este hombre no conocía a mi familia. Pocas cosas me asustaban y muchas menos me sorprendían.
—De momento solo puedo decirte una cosa. Puedes aceptar lo que eres o no, pero la familia Vasiliev nunca se desentenderá de ti. Lo quieras o no eres de la familia y nosotros cuidamos a de los nuestros.
Nick se giró para dejarme allí, pero antes de que pudiese retenerle, una voz llegó a mi espalda.
—¿Todo bien? —La voz de Jade sonó curiosa a la par que recelosa.
—Claro. —Sonreí al girar la cabeza hacia ella. No quería preocuparla.
—Los demás han subido a despedirse por hoy de Alma. Yo he venido a buscarte para que subamos juntos. —Un gesto que me hizo sonreír.
—Me parece perfecto. Quiero asegurarme de que todo está bien antes de irme a descansar. ¿Crees que podré conseguir una cama cerca de la planta de intensivos?
—¿Quieres quedarte a dormir aquí? —No es que estuviese muy sorprendida.
—Me sentiría mejor si estoy cerca estas primeras horas, son las más críticas. —reconocí.
—Preguntemos en el control, seguro que ellos pueden ayudarnos a encontrarte un lugar. —dijo con una sonrisa.
—¿Quedó algo de pizza? —pregunté mientras caminaba a su lado. Era tan fácil dejar todo atrás cuando estaba con ella…
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