Leo
He abierto pechos en canal, he cortado y rajado a mucha gente, pero nunca había sufrido en propia carne una herida como esa, y además ¡sin anestesia! Quemaba, mi estómago ardía. Pero no estaba preocupado por lo que ese desgraciado me hubiese hecho, sino que por mi inconsciencia había complicado la situación, había puesto en peligro a Jade. Idiota, idiota. Un teléfono puede ser sustituido, pero ella…
—¡Agh! —Aquel grito me hizo girar la cabeza para encontrar una situación que no había previsto.
Tendido en el suelo, con la rodilla de Jade sobre su espalda, el tipo se retorcía tratando inútilmente de liberarse.
—¡Presiona el botón de ayuda! —me gritó ella.
Botón, botón… El teléfono. Lo Busqué por el suelo con mi mano libre, porque la otra estaba tratando de contener la hemorragia de mi herida. Sería ridículo morir desangrado a tan poca distancia de la asistencia médica. Lo encontré no muy lejos, abría la aplicación del hospital, y presioné el botó de S.O.S. Recé porque la ayuda llegase pronto, y lo hizo. Creo que no tardó ni medio minuto cuando el tipo de seguridad del hall de entrada llegó hasta nosotros.
—Lo tengo. —Pateó el cuchillo del tipo bien lejos de él, sacó sus esposas y presionó aún más sobre su espalda mientras se las colocaba. —Tengo un herido —gritó no sé a quién.
—Dejame ver. —Jade se arrodilló junto a mí, y me obligó a levantar la mano que protegía la herida.
—No es tan mala. —No tenía idea de cuán profunda era, pero no quería preocuparla.
—¿Por qué lo hiciste? —me preguntó enfadada.
—Es tu teléfono, lo que más te importaría perder, ¿recuerdas? —Ella suspiró comprensiva.
—Conseguiría otro. —me recordó. Como si yo no lo supiese.
—Lo sé. —Estaba loco.
Personal de urgencias llegaron hasta nosotros arrastrando una camilla. Tenía que reconocer que eran auténticos profesionales, porque ninguno tropezó por el camino, ni siquiera la camilla hizo un giro raro.
—Fuiste un inconsciente. —me acusó ella mientras me colocaban sobre la camilla.
—También lo sé. —mi cabeza cayó derrotada.
—Y valiente. —Sentí su beso sobre mi mejilla, algo que me hizo levantar de nuevo la cabeza para encontrar su sonrisa.
—Tú sí que eres increíble. —Alcé un poco más la cabeza para ver como dos chicos de seguridad ponían en pie al tipo que ella había reducido. —¿Dónde has aprendido a hacer eso?
—En el gimnasio de mi hermano. —confesó con un poco de timidez. ¿Se avergonzaba de ello? Yo no lo haría. En un momento me había dejado a la altura de un adolescente de instituto siendo machacado por el matón de turno.
—Definitivamente tengo que pasarme por allí. —pronuncié mis pensamientos en voz alta.
—No, lo que tienes que hacer es dejar de hacer estupideces. —me regañó de nuevo.
—En eso tienes razón.
Antes de darme cuenta, estaba en un box de urgencias, donde una enfermera empezó a rasgar mi camisa con unas tijeras, para que el médico pudiese examinar mejor la herida. Aguanté como un valiente la inspección de sus dedos, pero el cabrón sabía perfectamente cómo hacer daño.
—Parece un corte limpio. No hay músculos seccionados. —Al menos una buena noticia, aunque eso no hizo que doliese menos. —Prepara sutura. —ordenó a la enfermera mientras se quitaba los guantes con un chasquido.
—Sí, doctor. —La verdad, si tenía que escoger entre que me cosiera él o la enfermera, prefería mil veces que lo hiciese ella, tenía más pinta de saber lo que tenía que hacer.
—Te dejo solo y la lías. —Drake estaba parado junto a la entrada del box, mirándome fijamente. Su sola presencia intimidaba, y no solo a mí, sino al personal, que, en vez de apartarlo, pasaban a su lado tratando de no incomodarle. Normal, él era alguien importante en el hospital.
—Ha sido una estupidez, lo sé. —Buen momento para que la enfermera clavase la aguja para anestesiar los bordes de la herida que iba a coserme.
—Menos mal que había alguien que sabía lo que hacía. —Miró a su hermana de forma acusatoria. ¿También la estaba diciendo que no debía haberse arriesgado? Porque era lo que yo también pensaba. Con un herido, le das todo al tipo del cuchillo y esperas que se vaya con el botín par atender al herido, era lo que yo haría. Pero no, ella actuó como una profesional.
—Lo mismo que habrías hecho tú. —se defendió ella. Espera, ¿Drake también sabía hacer de esas cosas? Idiota, lo aprendió en su gimnasio, ¿cómo no sabría hacerlo?
—No sé si darle las gracias a Grigor o machacarle la cara por haberte enseñado.
—Podrías intentarlo, pero Grigor está mucho más en forma que tú. —le dijo Jade, desafiante.
—Sí, probablemente me iba a doler. —¿Estaba bromeando?
—Te machacaría como a una cucaracha. —Le picó.
—¿Me estás llamando viejo? Por que déjame decirte que tu hermano…
—Apostaría hasta mi último dólar por él. —Siguió presionando. Vaya, mi duende sí que era una chica dura, y en todos los sentidos. John tenía razón.
—Ya puedes dejarlo, han terminado. —No sabía a qué se refería, hasta que seguí las miradas de ambos hasta mi abdomen. ¡Mierda! Ya me habían cosido. ¿Estos dos me estaban distrayendo para que no me enterase? Pero que tramposos y… Bueno, había funcionado. Sí que eran rápidas la anestesia y la enfermera.
—Somos la caña. —Jade alzó la mano para que su hermano chocara la palma con ella. No podía con la complicidad de estos dos. Era por cosas como estas que echaba de menos el haber tenido un hermano.
El sonido de un teléfono interrumpió el ambiente distendido, era el de Drake. Su expresión pareció volverse algo seria cuando llevó el aparato a su oído.
—Dime. —Sus ojos me miraron serios unos segundos antes de desaparecer. Esperaba que no fuese una amenaza del tipo “tú y yo hablaremos luego, no he terminado contigo”.
—Voy a buscarte algo para que te pongas encima. —me informó Jade antes de salir del box.
Comprobé el estado de la ropa que todavía seguía de una pieza, tampoco podía ir cubierto de sangre a cenar al Celebrity´s. ¿Tendrían servicio a domicilio?
—Espero que te valga. —Jade regresó con una camisa de enfermería.
—Mejor que ir medio desnudo y cubierto de sangre. —Me ayudó a sentarme par aponérmela. La anestesia era una maravilla, no notaba nada de diafragma para abajo.
—Me parece que tendremos que aplazar esa cena.
—O hacerla en casa, ¿qué dices? Podemos pedir algo y cenar tranquilamente frente al sofá. —Estaba por decir que necesitaba mimos, cuando alguien nos interrumpió de nuevo.
—Llamaré para que envíen la cena a tu casa. —me indicó. —Y tú ocúpate de que se meta en la cama con algunos calmantes. En cuanto se pase la anestesia, sentirá que una rata le está royendo el costado. —ordenó a su hermana. Bien, al menos había conseguido una enfermera guapa que me atendiese, y su hermano no me iba a asesinar por ello.
—Pues claro, para eso están los vecinos. —Ella me guiñó un ojo.
Drake
Que Viktor me llame no es raro, pero que lo haga preguntando por el estado de uno de los empleados, con tan poco tiempo de haber ocurrido los hechos, era algo desconcertante. Ese nivel de control solo se aplicaba a los miembros de la familia, y Leo no lo era. Ahí había algo que me intrigaba, y no sería yo si no lo investigase. Sobre todo, ahora que estaba temiendo que mi hermana tenía un interés personal por ese hombre.
Empecé a teclear una orden para DAI “Averigua todo lo que haya sobre Leónidas Kingsdale, médico de cardiología infantil en el hospital Altare”. Estaba a punto de guardar mi teléfono, cuando decidí ir más allá. “Comprueba también en los archivos de Viktor Vasiliev”. Estaba seguro que Viktor ya habría hecho la mayor parte del trabajo, y era posible que él tuviese algo más.
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