Jordan
—Necesito que le sonsaques todo lo que puedas, Jordan. —Escuché la voz del tío Ernest en el dispositivo de mi oído mientras terminaba de atarme el cinturón de mis pantalones.
—Es solo una cita, tío, no podré llegar muy lejos sin que sospeche. —¿Cuántas preguntas sobre los chanchullos de su familia podía soportar una chica antes de darse cuenta de que no estaba interesado en ella si no en los negocios extracurriculares de su padre?
—Eres un chico listo, Jordan, seguro que consigues algo. Y si no es así, tendrás que seguir insistiendo. —Esa era la parte que no me gustaba de esta misión de espionaje, el tener que mentirle a la gente. Y engañarlas para que te cuenten lo que quieres… No estaba mal cuando te sirves de gente que hace trampas, pero Paula… Parecía tan buena chica… Aunque claro, no podía ser tan inocente. ¿De repente cambia de un coche viejo a uno de gama alta y casi nuevo y uno se pregunta cómo ha sido eso? Tenía que saber de dónde venía, y no, un coche así jamás sería un coche de cortesía de un taller de reparaciones, a menos que fuese de un taller de coches de lujo. Sencillamente no encajaba.
—Haré lo que pueda. —le prometí.
—Sé que lo harás, tu futuro está en juego. —Y eso tampoco me gustaba, el que me obligase a hacer el trabajo sucio chantajeándome con una herencia que me pertenecía. Mi padre luchó toda su vida por la empresa, la hizo grande, pero no supo lidiar con la crisis y se vio obligado a pedir ayuda. La única persona que estuvo dispuesta a ayudarle fue su hermano, pero a cambio se hizo con el control de la empresa. A veces pienso cómo habrían sido las cosas si aquel infarto no se le hubiese llevado a mi padre hacía 6 años.
—Lo sé. —Pero lo que no decía es que mi futuro estaba ligado al de mi familia; mi madre y mi hermana. Yo era el cabeza de familia, yo debía de cuidar de ellas. Y no importaba lo que tuviese que hacer para darles seguridad.
Cerré la comunicación y me desprendí del auricular. Me di un último vistazo en el espejo; pantalones vaqueros y una camisa de algodón con botones en el cuello. Era lo que los tipos con los que ahora trabajaba entendían por ir arreglado, o al menos ir decentes. Ropa casi nueva, limpia y sin manchas ni remiendos. Nada de marcas, nada de calidad, solo algo que alguien de nuestra clase social llevaría a una excursión por terreno fangoso y después tiraría a la basura sin remordimientos.
Comprobé que no dejaba nada comprometido a la vista, y me dispuse a salir de mi apartamento. Nada pretencioso, algo modesto que un ayudante de fontanero se pudiese permitir, bueno, quizás algo un poco mejor, pero tampoco tanto, no quería levantar sospechas. Tenía que poder mantener una tapadera como la que el investigador del tío Ernest me había preparado.
Estaba a punto de legar a mi pick-up, que había aspirado y limpiado a conciencia para mi cita, cuando recibí un mensaje de Bibian. Era mejor contestarle ahora que hacerla esperar, necesitaba aplacar sus celos constantemente. Si ella supiera que iba a salir a cenar con otra chica, probablemente me montaría una escena en público. Mamá decía que era muy dramática, pero yo se lo consentía porque era una fiera en la cama, y porque era la ahijada del tío Ernest.
—¿Por qué no me has llamado? No te has acordado de mí. —leí. Casi podía escuchar sus quejidos lastimeros e infantiles. ¿Quién le dijo que eso era lo que nos gustaba a los tíos?
—Te dije que era un viaje de trabajo, no de placer. —Así le recordaba el motivo por el que no había cedido a sus peticiones de venir conmigo. Menos mal que el tío Ernest me apoyó en este asunto, normal, estaba haciendo esto por él.
Respiré profundamente mientras abría la puerta de la furgoneta y me sentaba detrás del volante. Tendría que llamarla para que se calmase. Así que busqué en la agenda su número y esperé a que ella contestase.
—¿Lo ves cómo no es tan difícil? —Podía sentir su sonrisa triunfal al otro lado.
—No tengo mucho tiempo libre, Bibi. —le recordé.
—¿Ni siquiera para tu novia? —lloriqueó falsamente.
—Precisamente estoy metido en esto por nuestro futuro, Bibi. Si todo sale bien, Ernest me dejará dirigir la empresa de mi padre. —O al menos eso había insinuado. Con Ernest uno nunca podía estar seguro, le gustaba jugar con las palabras, sobre todo cuando se comprometía con algo. Al menos pagó mi universidad y estaba pagando la de mi hermana, el seguro médico de mamá… todo ello era caro.
—Serás el CEO. —Sabía lo que ella estaba viendo; una casa grande, coches caros, clubs privados… Un tren de vida al que estaba acostumbrada, el que podía sostener por dirigir una gran empresa constructora como High Cuality Enginiering.
—Eso espero. —Como dije, con Ernest nunca se estaba seguro del todo, pero si no hacías lo que quería saldrías perdiendo, así que era mejor hacer lo que decía.
—¿Cuándo volverás a Miami? —Esa era otra mentira. No podía desaparecer si estaba en la misma ciudad, mantenerla al margen de mi tapadera. Pero si estaba lejos, el Jordan que ella conocía podía desaparecer, para que el Jordan que necesitábamos pudiese trabajar.
—No lo sé, Bibi. Los proyectos como este necesitan tiempo y dedicación. —Ella no sabía qué proyecto tenía entre manos, y no es porque no preguntase, sino porque no debía saberlo. Los trapos sucios siempre estaban lejos de las personas que podían irse de la lengua. Solo tuve que empezar a hablar sobre terrenos, infraestructuras y cosas técnicas, para que ella se aburriese y desconectase de la conversación. Eso lo hacía muy bien.
—¿No podrías escaparte ni siquiera un día? Te echo de menos. —Si eso se traducía en un buen revolcón podía conseguir unas horas.
—Veré qué puedo hacer.
—Llámame pronto. No quiero tener que explicarles a los chicos que mi novio se convirtió finalmente en un fantasma. —Ella y su manía de publicar en las redes sociales todo lo que hacía; lo que se ponía, lo que comía, sus sesiones de gimnasia con su entrenador personal… El día menos pensado publicaría si tenía diarrea o si había vomitado. ¿Qué le podía importar todo eso a la gente? No sé quién está peor de la cabeza, el que lo publica o el que le da like.
—Adiós, Bibi. Se buena. —Eso era lo que me decía ella siempre. Como dije, algo celosa, puede que también algo insegura.
Dejé mi teléfono en el dispositivo de sujeción, volví a tomar aire, y cambié nuevamente el chip. Ahora necesitaba ser Jordan el pobre ayudante de fontanero, el que no puede permitirse lujos, el que trabaja con sus propias manos para ganarse el sueldo, el que llega a casa agotado y con dolor de espalda. Había estudiado una carrera par ano tener que realizar trabajos manuales, para conseguir un buen sueldo y poder retirarme con una buena jubilación y con energías para disfrutar del resto de mi vida. Metí la dirección que Paula me había facilitado en el navegador y puse el coche en marcha.
Tardé media hora en llegar a la zona residencial, pero a medida que avanzaba por la carretera, me iba dando cuenta de que venir a buscarla me estaba dando mucha información sobre ella y su familia. ¿Un bombero podía permitirse vivir en un lugar como este? Cada vez estaba más convencido de que este hombre aceptaba sobornos.
El GPS indicó que había llegado a mi destino frente a una mansión elegante. Había dos coches en la entrada, un todoterreno y una berlina, ambos de la misma marca europea que el coche nuevo de Paula, el mismo que estaba estacionado en la carretera frente a la casa. Parecía que toda la familia tenía gustos caros, los coches de importación como esos no eran tan asequibles como los Toyota o un Ford.
Cogí mi teléfono para enviar el mensaje de que había llegado. ¿Debía entrar en la casa? Se suponía que era una primera cita, pero no éramos unos adolescentes. Ella respondió rápidamente con un ahora salgo. No me pasó desapercibido el movimiento de una cortina de la planta inferior, donde aprecié una figura observando. Respiré de nuevo profundamente, si me ganaba su odio no pasaba nada, porque odiarían a un Jordan que no existía. Yo regresaría a mi antigua vida y no me importaría lo que pensasen de mí. Aunque si el tío Ernest quería extorsionarle para conseguir las mismas ventajas que Sparkling Architects, probablemente me odiarían mucho más.
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