Leo
—¿Leo? ¿estás bien? —Giré la cabeza para enfrentar el rostro preocupado de Drake.
—Eh, sí, claro. ¿Por qué lo preguntas?
—Porque llevas diez minutos con la mirada perdida sobre una incubadora vacía.
—Ya, es que… —Era evidente que estaba descentrado, así que no valía la pena buscar una excusa tonta. —Tengo algo en la cabeza que no puedo sacarme.
—Si lo compartes quizás pueda ayudarte a resolverlo.
—No he dicho que sea un problema.
—Puede llegar a serlo si te aparta de lo realmente importante. —Señaló con un movimiento de cabeza el lugar donde nos encontrábamos, el laboratorio de incubación de órganos.
—No sé si compartirlo contigo sea la mejor idea. —Se cruzó de brazos, un gesto que hizo resaltar sus músculos, algo que me hizo tragar saliva.
—Es obvio que se trata de mi hermana, así que ya estás confesando. —¿Este hombre era así siempre? Una frase, una simple frase, y conseguía encontrar lógicas ocultas que le llevaban a deducir lo que jamás se me habría ocurrido decirle. Daba miedo.
—Está bien, tú lo has querido. Pero no aquí. —Miré a nuestro alrededor, un laboratorio aséptico con medidas de seguridad superiores. Si decidía descuartizarme nadie se enteraría, y además, no dejaría rastros biológicos de mi persona que alguien pudiese encontrar. Si hablaba sobre Jade aquí, podría pasar a engordar la lista de personas desaparecidas.
—¿Un café? —sugirió.
—Con algo sólido, por favor. —Y el único sitio que sabía había ambas cosas era la cafetería, un lugar público, con mucha gente, frente a la que me sentiría mucho más seguro.
—C.C., quedas al mando. —gritó Drake al aire, para que lo escuchara la supervisora del laboratorio.
—Oído, jefe. —Algún día tendría que preguntarle dónde había estudiado, porque su forma de hablar no me encajaba con lo que diría un técnico de laboratorio, o ya puestos, alguien que hubiese estudiado una carrera sanitaria.
Pasamos por las compuertas de desinfección, nos cambiamos de atuendo y enfilamos hacia los ascensores. Cuando las puertas se cerraron, apenas presté atención del botón que pulsó Drake.
—Tranquilo, no voy a matarte. —Sonrió como si fuese una broma común, pero algo resonaba en una parte profunda de mi mente, como una pequeña vocecita que me decía que podría hacerlo si quisiera.
—Más te vale, porque a tu hermana no le gustaría nada quedarse sin novio.
—¿De verdad crees que yo haría eso? —No, pero ojalá no fuese solo por no lastimar a su hermana, sino porque también me apreciaba. ¿Pero de qué estaba hablando? Podría considerar a Drake mucho más que alguien de la familia, era mi amigo. Ya, pero todo eso puede no importar si destrozas el corazón de su hermana, me dije.
—Quiero pensar que no.
Las puertas se abrieron en la planta de administración, algo que no esperaba. Drake se adentró hacia el pasillo, gesto que imité.
—Sé lo que estás pensando. —dijo sin mirarme. Estaba seguro de que sí que lo sabía.
—¿Que hay una cafetería por aquí, de la que no tenía ni idea de su existencia? —Drake me sonrió, al tiempo que me hacía el gesto de guardar silencio.
—Espero que no lo vayas contando por ahí.
Llegamos al que descubrí era un office pequeño, pero bien abastecido. Café, infusiones, chocolate, y por supuesto, pastas y galletas. Una vez abastecidos con nuestro café y su acompañamiento, como pedí, Drake me miró fijamente esperando que empezase con la charla. Así que tomé aire y empecé a hablar.
—Sé que me vas a decir que estoy loco, que es demasiado pronto, que apenas nos conocemos de hace unas semanas. Pero algo en mi interior me dice que es la correcta. Veo mi futuro junto a Jade, pero no quiero esperar a que llegue, quiero hacerlo ahora. Quiero pedirle que se case conmigo. —Alcé la vista hacia Drake, esperando encontrar un ceño fruncido, pero lo que encontré fue unas cejas alzadas junto con una sonrisa arrogante.
—Vaya. —Esperé unos segundos, pero como no continuó, seguí con mi diarrea verbal.
—Yo tampoco lo entiendo, pero siento una urgente necesidad de atraparla antes de que se de cuenta de que puede encontrar algo mejor.
—Yo sí que lo entiendo. —Su respuesta no la esperaba.
—¿A ti también te pasó lo mismo?
—Es cosa de familia, nos pasó a todos. Llevar sangre Vasiliev tiene sus particularidades.
—Así que, cuando encuentras a la mujer indicada…
—Luchas por ella con todo lo que tienes. Mira, el amor no es una fórmula exacta, cada persona lo vive de forma diferente. El amor es algo que no puedes controlar, te golpea en el momento que menos lo esperas, volviendo del revés tu mundo. No es racional ni lógico, es imposible de comprender, y mucho menos se puede saber el tiempo que puede durar. Para algunos desaparece en unos días, otros lo sufren hasta el fin de sus días. Y sí, he dicho sufrir, porque el amor, el de verdad, te hace pagar un precio muy alto. —lo dijo con una dulce sonrisa, como si recordase algún momento del pasado.
—¿Tu mujer te lo hizo pasar mal? —A ver, que tenía un hijo de siete años, y por lo que parecía seguían viviendo juntos y felices. Supuse que todo lo malo quedó en el pasado.
—Pero valió la pena. Y lo más importante, nos ayudó a ambos a conocernos mejor, que es la parte más importante de una relación de pareja. Cuando alcanzas ese nivel de confianza que permite a la otra persona mostrase ante ti tal cual es, con sus virtudes y sus carencias, es entonces cuando puedes comprenderla, cuando entiendes la razón de sus actos. —Había un sereno dolor en esas palabras.
—Te lastimó. —deduje. Y la perdonó, pensé.
—Sí, pero entendí que no era su intención hacerlo, sino que el miedo la dominó, mezclado con esa rebeldía orgullosa con la que ya no concibo mi vida. Ella se impuso una dura prueba así misma, porque quería probarse y demostrar al resto que podía. Le costó entender que no estaba sola, y que la fuerza que buscaba no dependía de sí misma, sino de todos aquellos que estamos a su lado. Un líder no solo lo es por sus propios atributos, sino por la gente que le sigue. —Me habría gustado conocer más a fondo esa historia, porque parecía interesante. Pero ya que tenía a aquel genio del conocimiento a mi disposición, era una tontería no aprovecharme de él y su sabiduría.
—Vale, conocer a tu pareja es lo más importante, pero no lo único. ¿Qué más hay que hacer para que la relación sea fuerte y duradera? —Drake sonrió como si le hubiese contado un chiste.
—Ya te he dicho que cada cual tiene su receta.
—Pero no todos tienen la buena, solo hay que mirar el porcentaje de matrimonios que acaban en divorcio. ¿Cuál es la tuya?
—Está la confianza, pero ha de ser mutua. Y no estoy hablando de traición, si no de seguridad. Sé que Tasha se interpondría entre una bala y mi persona para protegerme, y yo no dudaría en hacer lo mismo, entregaría mi vida por ella sin dudar. Es posible que no entienda sus actos, pero sí estoy seguro de cualquiera de ellos está destinado a protegernos a los niños y a mí.
—Lo dices como si no te contara algunas cosas y no te importase.
—Todos tenemos secretos. No necesitamos conocer los mecanismos que componen un coche ni su funcionamiento, solo lo básico para conducirlo. Con las relaciones personales pasa lo mismo, no necesitas tener controlada a tu pareja, saber lo que hace cada día, solo verla llegar cada día a casa y abrazarla. No sabes lo reconfortante que puede ser un simple abrazo, hasta que llegas agotado a casa y alguien te envuelve entre sus brazos.
—Creo que eso sí que lo entiendo. —Dar o recibir un abrazo es la mejor de las terapias para un alma cansada, no solo el cuerpo se agota.
—Está la entrega. No puedes pedir que esa persona te lo dé todo de sí misma si tú no haces lo mismo. Ellas lo tienen más fácil porque históricamente han estado más orientadas al cuidado de la familia, saben lo que es darlo todo por aquellos a los que quieren. Una madre es capaz de irse a la cama sin cenar para que su hijo no pase hambre. Los hombres hemos sido más de ir en busca el sustento, pelear por conseguirlo. En una relación, los hombres solemos pasar por alto esos detalles que tienen las mujeres para demostrarnos su amor, como comprar cierta marca de galletas porque son las que más te gustan. Pero son esos pequeños y simples detalles los que muestran el amor. No te digo que a ellas les disguste que les regalen flores, pero seguro que apreciarán más que les masajees los pies después de un largo día de trabajo, que la cena esté hecha y calentita cuando llegue, y que los niños hayan cenado, los hayas duchado y estén en la cama durmiendo. No es que estas últimas sean solo sus tareas, en una pareja esas cosas se comparten, pero el que encuentre la paz de ese momento en que no hay más obligaciones, y que además le des un mimo, eso muestra que ella es importante para ti.
—Mimarla, lo tengo. —Drake sonrió mientras sacudía la cabeza.
—Es un buen resumen.
—¿Qué más?
—Bueno, está el sexo. En una relación sana tiene que haber sexo, y a ser posible muy satisfactorio para ambos. La pasión va cambiando a lo largo del tiempo, no es lo mismo tener dieciocho que setenta, el cuerpo no puede acometer los mismos desafíos, ya me entiendes. Pero todo es cuestión de adaptarse, aprender y practicar, practicar mucho. —Alzó las cejas un par de veces de forma sugestiva. —No sé si hablar de esto con la persona que se está beneficiando a mi hermana me creará un trauma, pero soy una persona racional, creo que podré superarlo.
—Entiendo, si tengo dudas mejor no te pregunto.
—Prefiero que lo hagas tú a que lo haga ella, pero seguro que encuentras otra fuente de información.
—Así que tenemos confianza, entrega y sexo. —recapitulé.
—Y amor, no lo olvides. Si ambos estáis enamorados el uno del otro, y en la misma medida o casi igual, la relación tiene unas buenas bases para ser duradera. Si uno de los dos no está enamorado, la relación puede romperse en cualquier momento, porque ese cabrón caprichoso de Cupido puede ensartarte en cualquier momento, y hacer que ella se enamore de otro y te mande a la mierda. —Un escalofrío helado recorrió mi cuerpo, me aterraba que eso pudiese suceder.
—¿Y cómo puedo saber si ella está enamorada de mí? —He tenido parejas, y creí que las quería, pero no cuajó. Tampoco yo sentía lo mismo por ellas a lo que estaba experimentando por Jade en este momento. Pero ¿y si ella estaba en un punto parecido a como estuve yo en el pasado? ¿Y si no sentía esta misma intensidad que yo sentía ahora?
—Eso, amigo mío, es parte de la confianza. Si estás enamorado te lanzarás a ese pozo oscuro de cabeza, esperando que ella te reciba al otro lado. Si no te arriesgas no consigues el premio, pero no puedes tener miedo a fracasar antes de haber saltado. Como alguien dijo, “es mejor haber amado y haber perdido, que nunca haber amado”.
—Entonces está claro, voy a saltar. Espero que no seas demasiado duro conmigo si me estrello. —dije después de suspirar.
—Eres un Vasiliev, el fracaso no está en tu diccionario. —¿Y se reía? Bueno, él conocía mejor a mi familia paterna, y era un tipo muy listo, seguro que tenía una buena base en la que apoyarse.