Alex
El cotillón está resultando todo un éxito. Dany tiene un pico de oro, con el que no solo convenció a casi toda la plantilla, para disgusto de mi padre, lo digo porque nos cuesta más la puñetera fiesta, sino que se las ingenió para llevarse toda la atención de todo el mundo mientras les preguntaba. Y no solo lo hizo en la fábrica, sino que contactó por teléfono con los que estaban de vacaciones. El único que no podíamos traernos era a Charly, por razones obvias. En total 46 personas. En cuanto papá hizo números me amenazó con quitarme la paga extra.
Con lo bien que nos salió la campaña de Halloween, podemos permitirnos el hacer un pequeño esfuerzo para nuestros empleados. Además de ese último pedido de carbón de azúcar que nos llegó a última hora. El 28, día de los inocentes un influencer de esos le hizo una broma a un famosito de turno con carbón de azúcar, y el 29 era trending topic en todas las redes sociales. Las tiendas enseguida vieron como la demanda de este producto acabó con sus existencias en unas horas, así que hicieron pedidos como locas. ¿Y quién podría abastecerlos? Pues eso, nosotros. El 30 salió la primera remesa a última hora de la noche, y hoy 31 estaba lista la última del año. Implantamos un ritmo frenético para cumplir con los pedidos, y nuestros empleados respondieron de manera ejemplar a nuestra llamada. Todo por la empresa. Esto no ocurre en las grandes multinacionales, donde la relación empresa-trabajador es más impersonal. Así que papá no protestó tanto con lo de la fiesta, a fin de cuentas, los que hicieron el trabajo duro para sacar toda la producción a tiempo fueron ellos.
Siento como alguien choca conmigo. Trato de sostener a la mujer antes de que se caiga encima de mí, pero es tremendamente difícil porque ella no tiene control de su cuerpo. Apenas son las dos de la mañana, hace una hora que ha empezado esto, y ya está borracha. ¿Con cuantas copas ya está así de perjudicada?
—Estás muy serio, guapetón. —Casi me mete su generoso escote en la boca. En buena hora me agaché para sostenerla. No es que aprecie tener un buen par de tetas así de cerca, pero no me gusta aprovecharme de una chica en ese estado. Para un hombre desesperado puede que sirva, un polvo rápido en algún baño o similar, pero yo no quiero estar pensando si en mitad de un beso apasionado acaban llenándome la boca de vómito alcohólico. Asqueroso. ¡Egh!
—¡Eh!, Trini, me debes este baile. —Un hombre de unos 50, cuya cara me suena, pero no recuerdo su nombre, tira del hombro de la susodicha liberándome de su empalagoso abrazo. ¿Cuándo sus brazos me aferraron el cuello? Es un pulpo vestido de rojo.
Respiro aliviado cuando mi cuello es liberado y vuelvo a respirar. Necesito otra copa. Miró mi vaso para encontrar apenas un dedo de mi gin tonic, sí, necesito llenar el depósito de nuevo. No es que suela beber mucho, pero un día es un día, y aquí dentro hace mucho calor. Mi corbata ya está metida en el bolsillo de mi chaqueta, la que está sobre una silla junto a la puerta de la derecha. Lo siguiente que me queda es remangarme las mangas de la camisa, pero me resisto a dar ese paso, porque soy un maniático al que le gusta ir impecable. Aunque cederé, solo necesito un poco más de alcohol y ya no me importará vestir como un ordinario.
—¡Esa Dany! —El grito de otro empleado, tampoco sé quién es, aunque me suena del almacén, me hace mirar por la sala en busca de la susodicha.
No sé si se han dado cuenta, pero la música ha vuelto a reproducirse de nuevo como al principio, lo sé porque después de una canción de Navidad que ha salido este año, pasó a la ya mítica canción de “all a want in Christmas is you” de Mariah Carey, además, en la pantalla de la pared se proyectan los videos correspondientes a cada canción. Estoy seguro de que se han bajado de Youtube una lista de reproducción prefabricada. No me quejo, con tan poco tiempo no daba tiempo a contratar un DJ, y esto sale mucho más barato. El alcohol, las luces estroboscópicas en plan disco ochentera, y los videos musicales, son todo lo que necesita esta gente para ser feliz.
¡La encontré! Dany está desatada. Está imitando la coreografía del video de la Carey, haciendo ese gesto de… ¡Uf! Ya le pueden dar aire fresco a la Carey, Dany está mucho más sexy, sensual, picante… lo que sea, que la Carey. De verdad que esta mujer es buena en todo lo que hace, vale para todo. En un momento está cargando palés como un mozo de almacén, y al siguiente te está haciendo de gogó en una pista de baile. En ninguna de las dos situaciones puedes decir “esto no es lo suyo”. ¡Mierda!, tengo que moverme porque cierto apéndice entre mis piernas se está empezando a emocionar con tanto movimiento erótico.
Dejo el vaso en una mesa cercana, se acabó para mí hoy, porque no sé como acabará la cosa si sigo bebiendo. El calor en este momento es insoportable, así que mando a la mierda el decoro y me remango las mangas de la camisa. La noche tiene pinta de que va a ser muy larga, pero no pienso irme a ninguna parte, el ambiente es divertido y me merezco relajarme y escapar de la imagen de ejecutivo estirado que todos creen que tengo. Además, se supone que esta fiesta es para estrechar vínculos entre jefes y empleados, y como único representante de la directiva presente en la fiesta mi obligación es estar aquí.
¡No te quejes, Alex! Mañana no tienes que madrugar, es Año Nuevo. La presión de estos dos últimos días necesitas liberarla, relájate. Mi conciencia tiene razón, así que por una vez la haré caso. Aunque también me está tentando a salir a la pista, pegarme a Dany, y dejar que la música saqué al adolescente juerguista que todos tenemos dentro. Peo no voy a ceder, tengo una reputación que mantener, el jefe siempre es el jefe. Una cosa es estrechar lazos con el personal, y otra dejar que me vean como a uno de ellos. Los rangos están para respetarlos.
Dany
Mamá siempre dice «Una copa saca la vergüenza de tu interior, dos, saca al payaso». Ya no sé cual voy, si me he bebido una o dos o tres, dejé de llevar la cuenta. Probablemente esté haciendo el ridículo, pero no me importa. Todos estaremos igual de borrachos dentro de un rato. Soy una de esas borrachas que se quedan dormidas con la segunda copa, así que aprovecharé ahora que la euforia me mantiene despierta. ¡Fiesta!
—¡Qué culo tienes! —Noto una mano sobándome el trasero.
Puedo estar algo borracha, bueno, bastante, pero sé identif… ident… reconocer cuando algo está mal. Así que me aparto de esa voz pastosa que me sigue. Sé quién es, y si antes no me gustaba su forma de mirarme, ahora mucho menos. A ver, que Adolfo no es mala persona, pero está más que claro está obsesionado conmigo. Solo le ha faltado un poco de alcohol para lanzarse sobre mí como un pulpo.
—No huyas. —Sus dedos atrapan la tela de mi vestido para pegarme a su ingle. ¡Puag!, está empalmado como un burro.
—Quita. —Le empujo.
—Ven aquí. —Insiste el pelma pegajoso.
Trato de deshacerme de su agarre, pero el muy idiota está fuerte y yo he perdido parte de mi coordinación, así que doy un traspiés y casi me caigo. Casi que estoy por agradecerle que me agarre para no dar con el trasero contra el suelo. Pero no son sus manos las que me aferran por detrás.
—Tranquilo. —Bueno, una mano, la otra se ha puesto entre Adolfo y yo para detenerlo. Me suena la voz, pero en este momento no la identifico. ¿Será Marcos? Es el único que puede provocar que cualquiera se lo piense dos veces antes de dar un paso adelante. El hombre impone.
Adolfo levanta las manos y recula, aunque no se le corta la diversión, porque busca otra presa a la que asediar con sus insinuaciones.
—¿Estás bien? —Levanto la cabeza, o lo intento, pues el ángulo es complicado, para mirar a mi salvador.
—Sí. —Consigo ponerme en pie con su ayuda, pero un dolor punzante golpea mi tobillo. —¡Ay! —me quejo con un grito lastimero.
—Será mejor que te sientes. —Me pasa su brazo por la espalda y me aferra para casi llevarme en volandas hasta una de las mesas del lateral. Es entonces cuando veo su cara. ¡Mierda!, es el estirado del jefecillo, el del palo metido por el culo. Pero ¡eh!, desde aquí tiene unos ojos preciosos, y huele bien.
Espera, ¿qué me han echado en la bebida? ¿yo encontrado guapo a Alex? «Es que lo es, atontada», me digo a mí misma. Que sea un estirado no quiere decir que no esté bueno.
—Vamos a ver ese tobillo. —Se arrodilla frente a mi y toma mi pie con cuidado. Es tan delicado… Hasta que me doy cuenta de una cosa.
—Es el otro.
—Ah, lo siento. —Deja mi pie con poca delicadeza, casi que lo suelta como si quemase, y toma el otro.
—¡Ay! —me quejo otra vez. —¡Ay, ay!, para. —Trato de apartarlo de mi pie con mis manos, pero no alcanzo, tengo los brazos muy cortos.
—Parece que te lo has torcido. —Habló el listillo.
—Vaya, que sorpresa. —digo irónica mientras alargo las palabras.
—Por esta noche se acabó el baile. —Se pone en ti y se sacude las manos como si mis pies hubiesen estado rebozados en tierra.
—Pues vaya. —digo enfurruñada mientras cruzo mis brazos sobre el pecho. Con lo bien que me lo estaba pasando. Lo sé, él no tiene la culpa, pero por alguna razón lo odio por haberme dado la mala noticia de que se acabó lo divertido.
—Será mejor que pongas el pie en alto. —Mira a nuestro alrededor, seguramente buscando otra silla. Alguien empuja a Alex, casi tirándolo sobre mí, aunque él se mantiene firme y no ocurre, aunque le da una mirada asesina al causante. —Busquemos un sitio más tranquilo.
Se inclina, me toma por la cintura y tira de mi para ponerme en pie. ¡Porras!, sí que está fuerte, casi me ha levantado sin esfuerzo.
—Vale. —digo sin rechistar. Tengo que reconocer, que no me siento incómoda con su cercanía.
—Apóyate en mí. —Me carga como la vez anterior y nos guía hacia las puestas de salida de la sala. A medida que nos alejamos siento que el aire se va enfriando, lo que me hace notar más el calor que desprende el cuerpo de Alex.
No puedo dejar de mirarle atontada. ¿Quién lo iba a decir? Con aquella mirada oscura e implacable se parece terriblemente a uno de esos superhéroes atormentados. Es mi caballero oscuro. ¡¡Calla Dany!, que ya estás desvariando.