Leo
Dicen que la falta de noticias siempre es ya de por sí una buena notica. En el caso de Alma lo era. Todas sus funciones vitales estaban dentro de lo normal, igual que todos sus valores, como si aquel corazón hubiese residido en su pecho desde que nació. Nada de rechazo, nada de arritmias, nada de sufrimiento cardíaco… Era, por no encontrar una palabra mejor, perfecto.
—Tu problema está más o menos solucionado, no tienes que preocuparte más por él. —La voz de Drake llegó junto a mi oído algo más alta que un susurro.
—¿Estás seguro? —Con Jasper uno no estaba seguro de nada.
—La pelota ahora está en mis manos, y no voy a soltarla. —dijo con una sonrisa arrogante en los labios. Sentía curiosidad, pero la UCI no era el lugar para ponerse a preguntar ese tipo de cosas.
—Te lo agradezco. —dije con sinceridad.
—Cualquier cosa por la familia. —Casi había olvidado que, de alguna manera, él y yo ahora lo éramos. —Y hablando de sangre, tus hermanos y tu padre te esperan fuera. —Señaló con la cabeza al otro lado del cristal de la enorme pecera, donde Nick, Grigor y una persona más, estaban observando la cama de Alma. Con la luz más fuerte a este lado, era difícil de vislumbrar a la gente que había al otro lado.
—En cuanto termine de revisar los datos, iré para allá. —Tendría que utilizar la app del hospital para llegar hasta allí, porque había que dar un buen rodeo. Demasiadas oportunidades para perderse sin un guía. Pero algún día haría ese recorrido con la misma soltura que Jade. Jade. Pensar en ella dibujó una sonrisa en mi cara.
—Si sigue así, pronto podremos trasladarla a planta. —La voz de Pamina me hizo girar la cabeza hacia mi izquierda. Estaba tan distraído que no había notado que se acercaba a mí. Por suerte ella estaba mirando en dirección a nuestra paciente.
—La recuperación es asombrosa, casi igual a una operación por laparoscopia. —El robot Da Vinci había revolucionado la cirugía en su tiempo, pero esto era otra cosa. Las suturas entre tejidos, la soldadura en las costillas… parecían tan sólidas que uno dudaba que hubiese una lesión previa.
—Estoy por pedir un poco de ese “pegamento” para ponerme en la herida. —Señalé la misma apoyando la mano sobre la zona.
—Tendrías que hablar con Drake para que te haga un cultivo de células. Todos en la familia tenemos unas cuantas preparadas por si acaso. —¿Cultivos de células? ¿Familia? Esta gente llevaba lo de la atención médica a otro nivel, al menos en el de prevención.
—¿Tú crees?
—Dudo que se consiga material a tiempo para esa herida, pero quizás para la próxima… —El crecimiento celular tenía sus tiempos, lo sabía.
—No pienso dejarme herir otra vez. —No volvería a cometer una estupidez como esa, y pronto aprendería a defenderme con mucha más eficacia, de eso estaba seguro. Grigor era un entrenador exigente y concienzudo.
—En la vida uno no sabe lo que puede ocurrirle. Un yonqui con un cuchillo en un aparcamiento, un accidente de coche, un apocalipsis zombi… Es mejor estar preparado. —Sentí la palmada en mi espalda cuando se fue, dejándome con una extraña sensación. Eran gente rara, pero no querría estar en otro sitio si sucedía ese apocalipsis zombi.
Luka
Descubrir que tenía un medio hermano no fue algo para lo que estuviese preparado, pero verle trabajar con Alma me hacía más fácil el aceptarlo como parte de la familia. No solo se preocupaba por ella, sino que dedicaba cada minuto libre que tenía para controlar su evolución. Era un profesional entregado a su pasión, le gustaba lo que hacía, y el que se dedicase a la medicina decía mucho de él.
—No estés nerviosa. —Papá trataba de tranquilizar a mi madre, pero ella no podía evitar que sus pies se moviesen inquietos.
—No es lo mismo decirlo que hacerlo. —se defendió.
—Puedes irte si…—empezó a sugerirle papá.
—De eso nada. Si es parte de ti, también tiene que ser parte de mí. Cuando me casé contigo acepté todo el lote; lo bueno, lo malo, y lo poco convencional. —Un hijo secreto seguro que no entró en su lista de sorpresas a futuro, pero aquí estaba. En defensa de papá, diré que no es un hecho nuevo en la familia, estaban el tío Anker y su hijo Tyler.
—¿Te he dicho que te quiero? —Papá la estrechó contra su cuerpo de manera juguetona.
—No lo suficiente. —le desafió.
—Lo solucionaré cuando salgamos de aquí. Un par de veces. —No podía con estos dos y sus insinuaciones sexuales. ¡Por favor!, que son mis padres.
—Siento haber tardado. —Leo entró en la sala y caminó directo hacia nosotros.
—Lo importante es que estés aquí. —le aseguró mi padre.
Transcurrieron unos segundos incómodos en que nadie dijo nada, hasta que mi madre rompió el silencio.
—Bienvenido a la familia. Soy Sara, la mujer de Nick y la madre de estos dos. —Nos señaló a mi hermano y a mí con el pulgar. Nadie como mi madre para hacer de algo oficial e incómodo, un tránsito más relajado. El humor siempre ayuda.
—Llámame Leo. —Él le estrechó la mano con cortesía.
—Yo soy Luka. —Le saludé de la misma manera. —Siento haber tardado tanto en conocerte, pero los acontecimientos no me lo han permitido. —Él asintió en aceptación.
—Sí, están siendo unos días de locos. —Giró la cabeza hacia la habitación de Alma.
—¿Qué te parece si vamos a comer? Así podemos charlar más tranquilos y relajados. —sugirió mi padre. Seguro que tenía ese plan desde hacía tiempo.
—De acuerdo, dejad que me cambie y soy todo vuestro.
—Te esperamos en el hall de entrada. —indicó papá.
Le vimos alejarse por el pasillo. Nadie dijo nada hasta que desapareció de nuestra vista.
—¿Ves? No ha sido tan terrible. —Papá estrujó a mamá a su costado. No me pasó desapercibido que no perdió el contacto con ella en ningún momento.
—Quiero tarta de chocolate, y no voy a dejar que metas tu cuchara en mi plato. —Mamá empezó a caminar hacia la salida con decisión.
—Pero sweety. —Papá trató de apelar esa decisión mientras caminaba detrás de ella.
Grigor y yo nos miramos al tiempo que poníamos los ojos en blanco. Como si no supiéramos que él acabaría metiendo su cuchara en el postre de mamá, además de pedir una ración extra y comérsela, claro. Papá y los dulces, nunca tenía suficiente. Suerte que lo quemaba todo en el gimnasio. Su saco de boxeo tenía peor aspecto que la suela de un corredor de maratón.
No sé por qué pensé que tendría que presentarle a Chandra, si iba a tratarle como a un hermano, era mejor que conociese a todas las personas importantes para mí. Y quizás, cuando estuviese preparado, sería el momento de presentarle a toda la familia. ¿Soportaría una de las famosas fiestas Vasiliev? Quizás para eso tendríamos que esperar un poco más.
Jade
Yo no hago estas cosas, pero aquí estaba, acechando a un hombre que no podía sacarme de la cabeza. ¿Qué me había hecho Leo?
Supuse que estaría en el hospital, y la aplicación del Altare me lo confirmó. Vale, era mi día libre, y no tenía ninguna justificación para estar allí, salvo el ir a visitar a Alma, pero no lo estaba haciendo. ¿Qué había hecho? En cuanto me enteré que acaba de salir de la UCI, enfilé mis pasos hacia su despacho. No le había pillado por poco. Pero cuando llegué, encontré la habitación vacía. ¿Dónde se había metido? Jade, deja de pensar esas cosas, pareces una acosadora enferma, me dije a mí misma. Ya, pero mis pies no se atrevieron a moverse, tarde o temprano él aparecería por allí y… ¡Mierda!, no podía dejar de pensar en comérmelo. Tranquilízate, esto no es más que un calentamiento pasajero. Respira, eres una adulta racional, una mujer que acaba de descubrir el buen sexo, la conexión física suprema, que ahora no podía dejar pasar mucho tiempo sin ponerle las manos encima a ese seductor rubio de ojos azules.
—¿Jade? —Estaba a punto de darme la vuelta, cuando escuché su voz. —¿Necesitas algo?
Como respuesta asalté su boca. Él respondió como esperaba, sorprendido al principio, pero dispuesto a darme lo que había ido a buscar. Empujé nuestros cuerpos al interior de su despacho, cerré la puerta de un puntapié, y empecé a quitarle la ropa como una loca posesa. Todo ello sin apartar mis labios de los suyos.
—¡Mierda! —Leo me separó, para tomar su teléfono con rapidez. ¿Había sonado? Mi estado febril me había impedido oírlo. Esto era malo.
—Lo siento, yo… —Leo tecleó algo rápidamente, para después volverá mí. No entendía, ¿qué?… —¿Tienes que irte?
—Una comida con la familia. —dijo entre besos. Lo aparté con rapidez.
—No, no. Tienes que ir. —Volvió a aferrarme la camisa para tirar hacia él.
—Les he dicho que tardaré un poco. Esperarán. —Estaba por detener todo aquello, pero Leo sabía como reavivar el fuego que yo había empezado. ¡Diablos! No se puede hacer esperar a la familia, pero…
—Tendremos que ser rápidos. —Tiré de su camisa para sacársela por encima de la cabeza. Era la única solución, y yo ya estaba tan encendida que me servía uno rápido.
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