Jade
Cinco horas, no conseguí dormir más, y tampoco debería, porque entonces estaría alerta y sin sueño por la noche, y necesitaba aclimatarme de nuevo al horario convencional.
Todavía quedaba algo de tiempo hasta que Leo terminase su turno, y mucho más hasta que se acercase a mi apartamento para la cena. ¿Y si cambiaba la cena por comida? Cogí mi teléfono para enviarle la sugerencia a Leo.
—Estoy despierta y hambrienta. ¿Qué te parece si pasas por esos pelmeni cuando salgas del hospital?
Mientras esperaba su respuesta, revisé el resto de mensajes, y ahí estaba el de mi hermano Drake.
—Tengo lo que me pediste. —No había más, lo que significaba que debía llamarle si quería más información. Así que eso hice.
—¿Qué tienes? —pregunté impaciente, antes siquiera de dejarle hablar. Su risa me dijo que le divertía mi impaciencia.
—¿Miedo por lo que pueda hacer la ex de tu novio? —Apreté la mandíbula antes de responder. Confiaba en los sentimientos de Leo hacia mí, pero no confiaba en lo que pudiese tramar aquella mujer.
—Si ha venido será por algo.
—Sí. —esperé un par de segundos a que dijese más.
—¿Quieres ir directo al grano? —le apremié, provocando de nuevo ese tono divertido en su voz.
—Trajo su currículum. Quería entrar a trabajar en el Altare.
—Y nada como la recomendación de un amigo para conseguirlo. —deduje —Pero Leo la sacó de allí antes de que la consiguiese —recordé. Y tampoco creía que la obtuviera de él en un futuro.
—Es una mujer de recursos.
—¿Qué quieres decir? —A mí ese comentario me sonó mal, muy mal. —¿Ha conseguido el trabajo? —Di que no, di que no.
—Tranquila, Anker la caló enseguida y le mostró la puerta. —Eso me alivió.
—Bien. —No la quería cerca de Leo.
—Pero es una mujer de recursos. —¿Otra vez con esa frase?
—¿Quieres dejarte de juegos?
—Está bien —dijo divertido —. Puedes estar tranquila, esa mujer no va a perseguir a tu novio, se consiguió a otro incauto. —Casi me daba pena el pobre hombre.
—Así que tenía un plan B —deduje.
—Más bien tropezó con ese plan B, aunque no estoy seguro para qué lo quiere, si ya sabe que el director no la aceptará como empleada en ninguna parte del hospital. —Ese dato era interesante.
—¿Es otro médico?
—Si, uno que ambos conocemos bien. —No quería preguntar.
—¿Para que crees que lo quiere? —¿Por qué tenía que interesarme? Porque si lo conocía, no quería ser testigo de como lo utilizaban. Eso acabaría con el pobre hombre destrozado.
—Eres una chica lista, así que te voy a dar algunos datos, a ver si llegas a la misma conclusión que yo. —Este tipo de juegos le encantaban a mi hermano.
—Adelante.
—He curioseado un poco en las redes sociales de Maryorie, y por lo que parece, siempre se ha relacionado con hombres que podían ofrecerle un futuro bastante desahogado. Creo que me entiendes.
—Ricos o con un buen puesto de trabajo —especulé.
—Es demasiado joven para ser la segunda responsable del departamento de recursos humanos en el hospital de San Francisco donde trabaja. Había candidatos con más experiencia que ella, pero lo consiguió.
—Así que hizo trampa. —Por decirlo educadamente.
—No me cabe duda de que utilizó sus encantos para conseguir el puesto. Pero eso no es lo importante, sino por qué lo quería.
—¿No era por el sueldo?
—Digamos que desde su puesto podía acceder a los datos de todo el personal del hospital, y desde allí hacer una selección de aquellos que le parecieron interesantes. Y antes de que cuestiones mi deducción, te diré que hice mis deberes.
—Te has tomado demasiado en serio lo de investigar a la ex de Leo —dije con suspicacia.
—Disculpa si me pareció sospechoso que viniese hasta aquí a pedir trabajo. —Tenía toda la razón.
—Sí, a mí también me lo parecería —reconocí.
—Recapitulemos, hombre con dinero, y viaje a Las Vegas para pedir un puesto de trabajo en el Altare. —No había muchas opciones.
—¿Me estás diciendo que había venido a por Leo? Eso ya podía imaginármelo yo sin tanta investigación —bufé.
—No es porque sea Leo, sino por lo significa. —Entonces entendí.
—Un marido rico.
—Y joven. No parece que quisiera quedarse con uno que fuese mayor, a esos solo los utilizó.
—Así que otro médico joven le vale.
—Uno que le dé lo que quiere, no le sirve cualquiera.
—Siento lástima por ese plan B. Maryorie tiene pinta de conseguir todo lo que quiere.
—Depende con el hombre con el que dé. A Anker no le engañó.
—Ya, pero es que el primo Anker tiene mucha escuela.
El sonido de una notificación entrante interrumpió nuestra conversación. Era de Leo, había aceptado mi cambio de planes.
—Tengo que dejarte. Mi novio está a punto de ir a recoger unos pelmeni para traérselos a su hambrienta novia.
—Para que luego digan que es a los hombres a los que se conquista por el estómago.
—Ya, ya. Te dejo que tengo que ducharme y ponerme algo más decente antes de que llegue.
—Ahora tengo antojo de pelmeni, y es culpa tuya —solté una carcajada.
—Hombres.
—Ya. Te quiero, hermanita.
—Y yo a ti.
Mientras me duchaba, no podía apartar de la cabeza el asunto de Maryorie. ¿Debía decirle a Leo que había pedido a mi hermano que curiosease sobre lo que hacía en el Altare? ¿Debía revelarle lo que había averiguado? ¿Debía decirle que nunca le quiso? ¿Que para ella solo era una billetera? Al final decidí no hacerlo, porque ellos ya habían terminado, y porque saberlo ahora solo le haría daño a él. No me parecía justo lastimarle por algo que ya pasó y de lo que no tuvo la culpa. La autoestima de Leo no parecía frágil, pero no pensaba arriesgarme, no merecía la pena.
El timbre de la puerta me sorprendió saliendo de la ducha. Sí que había sido rápido. Me puse el albornoz para abrir, porque no era plan hacerlo mientras goteaba agua como un perro lanudo recién salido de una piscina.
—Hola —saludó Leo, dándome un ligero beso sobre los labios, para después adentrarse en mi apartamento.
—Has sido rápido.
—¿Puedes creerte que tenían el pedido preparado cuando llegué? Estuvo bien que lo encargases antes de que yo llegase a recogerlo. —¿Tenía que decirle que no había sido yo, pero sabía quién podía haberlo hecho? Para mí estaba claro, mi hermano.
—Algunas veces tengo grandes ideas. —Leo me tomó por la cintura para pegarme a su cuerpo, después de dejar la bolsa con la comida sobre la encimera de la cocina.
—Tu hermano no es el único listo de la familia. —¿Debería decirle que era adoptado?
—Y además yo soy más guapa que él. —Eso era cuestionable, porque mi hermano Drake era un espécimen difícil de superar, no es porque sea mi hermano favorito, soy objetiva. Pero no estaba de más echarme alguna flor a mí misma.
—Estoy completamente de acuerdo con eso. —Estaba a punto de besarme, cuando mi estómago rugió como un león. —Será mejor que te dé de comer —me tomó de la mano para arrastrarme hacia la comida.
La verdad, no me habría importado dejarlo para más tarde, pero claro, mi estómago no estaba por la labor de cederle la prioridad a mi libido. Y si lo pensaba bien, no estaba de más tomar energía, porque cuando saltase sobre Leo, no iba a detenerme hasta que ambos quedásemos agotados. No sé por qué, pero tenía la imperiosa necesidad de marcar a este hombre, de dejarle claro que era mío, y que no pensaba compartirlo con ninguna ex que se presentase ante su puerta.
Ay, ¡porras! Ahora entendía por qué los hombres de la familia enseguida le ponen un diamante en el dedo a sus chicas. Era una señal inequívoca de que su mujer le pertenecía. ¿Habría alguna regla cuando se quería hacer desde el otro lado? Quiero decir, ¿qué tenía que regalarle a Leo para que todas las lobas hambrientas de la ciudad mantuviesen sus colmillos lejos de él? Tendría que averiguarlo y rápido. Y sabía a la persona que tenía que preguntar.