Anker Costas
Nada más cerrarse la puerta activé el inhibidor de escuchas. Si ese viejo había dejado algún dispositivo en mi despacho, este no transmitiría nada. ¿Neurótico? Con personas como él había que ser mucho más que precavido, lo que me llevaba a…
—¿Qué te parece? —pregunté a Viktor, que escuchaba al otro lado de la línea que mantuve abierta desde el principio de la entrevista.
—Que tenías razón, hay algo oscuro detrás de ese tipo. —Eso me confirmaba que mi olfato no me había engañado. Como decimos en la familia “las coincidencias no existen”, no la mayoría de las veces, sobre todo cuando se cruzan en el camino de un Vasiliev.
—¿Crees que Leo está involucrado? —Había seguido por las cámaras de seguridad a Jasper Kingsdale y a todos sus hombres desde que este puso un pie en el recinto hospitalario.
Que concertase una cita con el director no era extraño, aunque con su apellido… Lo dicho, las coincidencias no existen. Así que activamos todos los protocolos de alerta. La expresión de Leo que vi en las cámaras denotaba sorpresa, pero eso podía significar muchas cosas. Podía ser que simplemente no le avisase de su visita. Eso lo estudiaría más a fondo Viktor, él es el auténtico especialista en interpretar a la gente y su lenguaje no verbal.
—Por lo que hemos visto del chico hasta ahora es que se centra en su trabajo. No parece de ese tipo de personas que piensa en estrategias para ascender rápidamente. Y… Vaya, esto es interesante. —Casi podía imaginarme a Viktor revisando el completo dosier sobre Jasper que Boby, su eficiente informático, le habría preparado.
—¿Qué has encontrado? —Viktor despertó mi curiosidad.
—Algo que ratifica mis sospechas. Jasper es de los que no hace amigos, aunque sí prisioneros. —Daría lo que fuera por estar viendo lo mismo que él. ¿Qué habría encontrado?
—Un tipo retorcido.
—Si. —Su forma de decirlo me dijo mucho, Viktor había encontrado un contrincante digno de su maquiavélica mente.
—Suena a que vas a divertirte. —Escuché su risa como respuesta.
—Todos nos vamos a divertir. —Eso me gustó mucho más, porque significaba que Jasper había puesto a la familia Vasiliev en su mira, y como familia, iríamos a por él en manada. Cuando terminásemos con él, ni siquiera habría restos para identificar, es una manera de hablar, o puede que no, ya veríamos.
Leo
—¿Estás bien? —giré la cabeza hacia Pamina.
—Eh, sí. Solo tenía la cabeza en otro sitio. —Volví a centrarme en los resultados de los datos que estaba revisando. —Parece que todo está dentro de los parámetros correctos. —Aunque con este tipo de intervención no tenía con qué comparar.
—Su corazón late fuerte. De no ser por la intervención, podría parecer que es el suyo. —Estaba de acuerdo con Pamina, pero no olvidaba que no era así.
—Las constantes son normales y no hay signos de rechazo, eso es verdad, pero lo que me preocupa no es eso.
—¿Qué es entonces? —Suspiré antes de responder a su pregunta.
—Es un órgano fabricado, no tenemos referencias de la resistencia de las válvulas, ni el degradado de los músculos, ni de si aguantará hasta que las células del receptor se integren en el órgano.
—No pretenderás mantenerla en observación durante los próximos 15 a 40 años, ¿verdad? —Ese es el tiempo que se calcula que viven las células del músculo cardíaco. Pero tenía razón, no podía encerrarla en una urna burbuja de cristal donde monitorizarla casi toda su vida.
—El corazón no es igual que un trozo de piel, si falla el primero te mueres, y no te da tiempo a hacer algo para evitarlo. Lo segundo lo podemos solucionar con una tirita muy grande. —Clínicamente no era exactamente así, pero ella me entendía.
—Yo confío en el trabajo de Drake, él no permitiría que su creación fallase una vez trasplantada. —La mirada de Pamina se perdió al otro lado del cristal, justo donde Alma dormía apaciblemente. —Sintético o no está funcionando, y no va a dejar de hacerlo. —Ese también era mi deseo, pero era realista. Hasta que los datos no lo avalarán, Alma seguiría siendo un sujeto de pruebas, como lo fue en su día la primera persona a la que se le realizó un trasplante de corazón. Aquel paciente solo sobrevivió 18 días.
Pamina asintió con firmeza, como si su convencimiento fuese más fuerte que cualquier otra evidencia. Confiaba en que funcionaría. Ojalá yo tuviese esa convicción.
—Será mejor que nos vayamos, tenemos más pacientes que atender. —Ahí tenía razón, un médico no podía solo estar pendiente de un único paciente, y tampoco debía encerrarme en aquella unidad todo el tiempo. Si me necesitaban, estaría cerca.
—Ahhhhg. —Escapó un sonoro bostezo de mi boca.
—Te dije que descansarías. —me reprochó. Y eso que ella no sabía lo que había hecho para no dejar descansar a mi cuerpo. ¿Arrepentirme? ¡Jamás!
—Ya, hice lo que pude. —Me rasqué la nuca tratando de disimular. Menos mal que no podía leerme la mente, porque si no….
—Necesitas un café. —Empezó a empujarme hacia la salida, acto al que no me resistí. Realmente necesitaba algo que me mantuviese los ojos abiertos.
Fuimos juntos hasta la cafetería, tomamos ese café, en mi caso uno doble, y regresamos a nuestros quehaceres, o al menos nos dirigimos a ello, porque nada más salir de la cafetería…
—¿Qué bien viven algunos médicos? —Al girarme hacia la voz de Jade tropecé con su sonrisa. Solo eso hizo que todo lo malo del día desapareciese.
—¿Envidia? —respondí siguiendo su broma.
—Hoy sí. —Me fijé en sus hombros abatidos, estaba realmente cansada. Y yo era el culpable de parte de su cansancio.
—Creo que puedo ayudarte con eso. —le ofrecí.
—Me voy, me esperan en las trincheras. —dijo Pamina revisando su teléfono.
—Nos vemos. —me despedí de ella.
—¿Y bien? ¿Tienes una receta mágica que ofrecerme? —Regresamos hacia la cafetería, lugar en el que ella esperaba recargar sus mermadas energías.
—Chocolate caliente y un muffin bien grande.
—Eso suena genial. —Pero ambos sabíamos que eso no era suficiente.
—Acompañado de un masaje de pies en un lugar tranquilo. —¿Había escuchado un gemido?
—Olvida el chocolate y el bollo, quiero ese masaje.
16 minutos después, estábamos en mi despacho, ella recostada en mi cómodo sillón, y yo sentado en el suelo masajeando sus torturados pies.
—Mmmm, tienes unas manos prodigiosas. —Alcé la cabeza para encontrarla con la cabeza caída, la taza de chocolate reposando sobre su abdomen, y algunas migas de muffin desperdigadas sobre la camisa de su uniforme. Había una tentadoramente cerca de su boca que me moría por recoger con mi lengua. Pero no lo haría, me guardaría esas ganas para más adelante.
—Soy una caja de sorpresas. —Y eso que ella no sabía lo que yo recientemente había descubierto, si lo supiera… ¿Cambiaría las cosas entre nosotros? Esperaba que no.
Su teléfono empezó a sonar con el tono predeterminado que todos los médicos teníamos asignados para las llamadas intrahospitalarias. Trabajo.
—Dime. —No saltó como un resorte, síntoma de que estaba realmente cansada. —Estoy allí en cinco minutos.
—Una urgencia. —deduje.
—Politraumatismo severo. —Puso los pies en el suelo, se limpió las migas y se dispuso a regresar a la batalla.
—Espera. —No podía dejarla ir, no con aquel resto de chocolate en sus labios, porque aquella tentación era solo para mí. Retiré el dulce con mi dedo, lo chupé con glotonería y después la besé, arrancándole un suspiro lastimero.
—Tengo que irme.
—Hoy la cena la pongo yo. —Ella sonrió con tristeza.
—Es posible que salga tarde.
—No me importa. Esperaré lo que haga falta. —Volví a besar sus labios antes de dejarla ir.
Esa noche tenía plan; ducha caliente, cena, y a la cama. Dormiría a su lado sin ningún otro tipo de pretensión. Para mí tenerla cerca era suficiente. Podía dormir en mi propio apartamento, pero si ella no me rechazaba, prefería no tener que hacerlo. Una sola noche, y ya no podía alejarme de ella.
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