El punto azul seguía marcado en el mapa. Me escocía el no haber sido yo el que lo había conseguido, pero llegados a ese punto eso solo era la mitad del trabajo. Habíamos marcado su vehículo, pero todavía tenía que conseguir una identificación física del tipo. Tenía que reconocer, que ahora iba más relajado siguiéndole, nada de llamar la atención conduciendo como un loco para alcanzarlo.
Me mimeticé con el tráfico, para que el tipo no sospechar que le estaba siguiendo. Cuando el coche se desvió para entrar en un aparcamiento al aire libre, busqué un lugar para detenerme en doble fila y observar. Hoy en día un espía llevaba encima casi todo lo que necesitaba para hacer su trabajo sin levantar sospechas, tan solo era necesario un teléfono con buenas prestaciones, y si le mejorabas con un par de buenas aplicaciones extra, mucho mejor.
Desde la oscuridad de mi vehículo, direccioné la cámara de mi teléfono hacia el aparcamiento, y con el zoom de mi aplicación empecé a retransmitir en tiempo real para Emil.
—¿Lo tienes? —Enfoqué la matrícula para que con ella identificase al propietario del coche.
—Ya estoy con ello. ¿Puedes darme un primer plano del tipo? —El conductor salió en ese momento.
—Ese cabrón sabe cómo ocultarse. —Sudadera negra, capucha cubriendo su cabeza y parte de su rostro… Nada en él llamaba la atención, no había una peculiaridad que pudiese hacerlo destacar.
—¿Puedes acercarte más? —Antes de que lo dijese ya estaba saliendo del coche para seguir al tipo. Su camino lo llevaba hacia la parte de detrás del edificio, donde lo perdería de vista.
—Luego no te quejes porque la cena llega fría. —Miré a ambos lados de la carretera para cruzar sorteando el tráfico. Era una carretera de doble sentido a un carril, por lo que no fue complicado.
—No creo que nuestro hombre sea el propietario del coche. —Eso me hizo ir más deprisa. Si esa pista era un callejón sin salida, lo único que tenía era conseguir alcanzarle.
—¿Estás seguro? —Era una tontería preguntarlo, Emil no se andaba con bromas cuando estábamos en algo serio como esto.
—Pues a menos que estés siguiendo a una mujer asiática de 69, me temo que sí. —Apreté los dientes para tragarme el improperio que estaba a punto de soltar por la boca.
—Este tipo es un dolor de cabeza. —No quería reconocerlo, pero era o muy bueno, o un paranoico que rozaba lo enfermizo.
Nada más doblar la esquina me dieron ganas de romper algo. Aquel era una especie de patio interior, y el tipo no estaba por ninguna parte. Me había vuelto a dar esquinazo. ¿Se habría dado cuenta de que lo seguía? El ruido de música que llegaba desde unos metros por encima de mi cabeza me hizo mirar hacia allí. Había una serie de grandes ventanales tipo industriales, y uno de ellos estaba abatido. También podía distinguir algo de luz en el interior, aunque no era muy intensa. Alguien estaba cantando en voz alta, siguiendo la canción con bastante mal acierto con los agudos. De vez en cuando escuchaba un sonido metálico, como metal golpeando metal, o… ¡Mierda!, se parecía demasiado a… Alcancé una puerta metálica, y con cuidado la forcé para poder abrirla. Y allí estaba lo que me temía, un garaje mecánico de coches. Estaba casi todo a oscuras, salvo uno de esos viejos fosos donde alguien estaba trabajando en la parte baja de una furgoneta.
Una sombra se movió a mi derecha, por lo que retrocedí rápidamente y me escondí. La puerta se abrió, dejando paso al tipo de la capucha. No podía acercarme a él sin descubrirme, así que me quedé allí, esperando a que pasara delante de mí, y pudiese seguirlo de nuevo. Pero antes de poder moverme, el tipo subió en una moto y desapareció entre el tráfico. Apenas pude llegar a la carretera para verlo sortear los coches y desaparecer.
—¡Mierda! —No podía creer que se me hubiese escapado de nuevo.
—No te quejes, al menos tenemos algo de dónde tirar esta vez. —Escuché la voz de Emil en el auricular en mi oído. Me giré a mi alrededor para tratar de encontrar algo más.
—Tiene que haber algo más, tiene… —Mi voz se detuvo cuando topé con la respuesta a mi pregunta. Frente a mí estaba la entrada del taller de reparaciones, y aunque no podía ver nada porque era un enorme portón metálico que estaba cerrado, había algo más que un rótulo con el nombre del negocio.
Me acerqué hasta ver mejor que había una hoja sujeta con celo en el portón. Con letras bien grandes se podía leer “Se necesita ayudante”.
—¿Has dado con algo?
—Creo que sí. —Metí el teléfono en mi bolsillo y corrí de nuevo hacia mi coche. Había conversaciones que era mejor tenerlas en un lugar privado, por si acaso. —Cuando cerré la puerta me sentí con más confianza para hablar. —Busca todo lo que haya sobre el taller de reparaciones que está en mi ubicación. En el rótulo pone algo como Diego´s o algo así. —El nombre latino encajaba con la música que escuché allí dentro, además del acento que tenía el tipo que cantaba.
—Tendré algo cuando llegues. —Buena manera de decirme que allí ya no pintaba nada.
—¿Cuánto tardarías en crearme una identidad falsa? —Arranqué el coche mientras esperaba su respuesta.
—Depende de qué tipo de identidad tengas en mente. —Una sonrisa canalla apareció en mi cara.
—Del tipo que me permita encontrar un trabajo.
—¿Pluriempleo? —Se rio Emil. Pero sabía cuáles eran mis intenciones, o lo sospechaba.
—Buscan ayudante en el taller. Quizás sea buena idea que aprenda el negocio. —Escuché si risa al otro lado de la línea.
—Nada como meterse en la boca del lobo. Anda, ven para acá y trae mi comida. Estoy a punto de desfallecer, y todavía la noche no ha terminado. —No, no lo había hecho. Y el día iba a ser mucho más movido todavía, porque a primera hora estaría frente a la puerta de ese taller pidiendo ese trabajo, solo esperaba que mis dotes de persuasión fuesen las indicadas para conseguirlo. No es lo mismo pedir que amedrentar, y no estaba muy acostumbrado a lo primero. Pero soy un chico con una sonrisa encantadora, seguro que conseguía mi objetivo.
—Ya estoy en camino. —Cerré la comunicación, pero no terminé con el teléfono, todavía tenía una llamada más que hacer.
—¿Vas a pedirme algo? —La voz risueña de mi padre podría engañar a mamá, pero yo sabía que estaba esperando información por el asunto que teníamos entre manos.
—Tengo una pista, pero para seguirla voy a tener que fabricarme una tapadera. —Al jefe había que tenerle al tanto de todo, pero me preocupaba más mamá. Ella notaría enseguida que mis costumbres habían cambiado, y eso la pondría sobre alerta de que andaba metido en algo. Asumía que no le dijera lo que hacía a cada momento, a fin de cuentas soy un hombre independiente, pero aunque estuviese ya cerca de los 22, eso no quería decir que ella dejase de preocuparse por mí.
—¿Cuánto tiempo estarás fuera? —Buena idea, si me buscaba un lugar donde vivir durante el tiempo que duraba mi mascarada, mamá no se preocuparía y si alguien me seguía, como el tipo de la capucha, encontraría precisamente lo que trataba de mostrar, un tipo normal y corriente.
—Tienes razón, buscaré un piso franco donde quedarme.
—Connor puede conseguirte un descuento con eso. —Estaba claro que había alguien delante, por lo que no podía hablar abiertamente.
—Le llamaré para que me consiga algo.
—¿Y como dices que se llama la chica? —Sonreí sabiendo que a papá todo esto le divertía.
—Será mejor que no lleves a mamá por la zona vieja, voy a trabajar en un taller mecánico.
—Pásate por casa antes de irte, tu madre quiere verte. —Bien, porque tenía que hacerme con algo de ropa con lo que cambiarme durante mi excursión al mundo del tipo encapuchado.
Después de cerrar la comunicación me puse a pensar sobre lo que estaba haciendo. ¿Era buena idea? ¿Sacaría algo? Si aquel tipo había entrado en el taller con tanta confianza, es que conocía el sitio. Sabía que el tipo del foso no le vería, y sabía como moverse allí dentro. O tal vez el tipo que cantaba sí le había visto y era alguien conocido. Demasiadas preguntas a las que tenía que dar respuesta, pero la más importante era descubrir la identidad de nuestra rata encapuchada. Voy a descubrirte, aunque te escondas.
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