El jolgorio a mi alrededor no evita que mi cabeza divague. Tengo esta mala costumbre, la de dejarme atrapar por algún pensamiento mientras debería estar prestando atención en otra cosa, aunque solo me ocurre cuando es algo banal en intrascendente, como lo es en este momento la anécdota que está contando César de cuando éramos pequeños. Para mí es mucho más interesante el trazar una línea de acción que empezar a aplicarla a partir del día 26 de diciembre, el próximo día que la fábrica volverá a llenarse de trabajadores. Tengo que encontrar la manera de presentarme delante de Dany y pegarme a ella como un chicle en la suela del zapato. De los dos, he tenido que decidirme por uno, y ella parece que conoce mejor a sus compañeros.
—¿Verdad que sí, Alex? —Alzo la cabeza hacia César. Está esperando mi respuesta a su pregunta.
—Eres tú el que lo está contando, a mí no me metas. —Alzo las manos como desentendiéndome de todo el asunto.
—A mí no me engañas, Alex. ¿En qué estás pensando? —El abuelo Gabriel mi mira con los ojos entrecerrados. Puede parecer un viejecito muy agradable, pero es vivaz como una ardilla.
—Nada importante, algo del trabajo.
—Ah, no. En casa no se hablan de esas cosas, y menos esta noche. —protesta la abuela.
—Tiene que ser importante si le preocupa a Alex. —Genial, papá también quiere enterarse de lo que me ronda por la cabeza.
—No puedo con vosotros. —La abuela se desespera y se va a buscar otro trozo de turrón de chocolate de la bandeja. ¿No sería más cómodo que la dejase encima de la mesa? Lo sé, ella dice que si está lejos no pica tanto, pero al final se levanta como cien veces y come lo mismo. Si todos sabemos que ella sola se come media tableta. Menos mal que no tiene problemas de azúcar.
—¿Y qué es eso que te ronda? —Ataca el abuelo.
—Estaba pensando en lo que me dijo papá, en lo de conocer mejor a los empleados. —Mi padre alza las cejas sorprendido. Lo sé, he sido un poco escéptico con ese asunto, para mí lo importante para mantener la empresa a flote es cuadrar las cifras.
—¿Y bien? ¿Has decidido hacer algo más que una tonta fiesta? —Este es mi turno de fruncir el ceño.
—Pues a mí esa idea me gusta. —Creo que todos giramos la cabeza hacia mi madre. —¡¿Qué?!, la gente tiene derecho a divertirse, y la mejor forma de conocer a alguien es cuando está borracho. —Creo que a nadie le pasa inadvertida la mirada soslayada que le da a mi padre. ¿Así fue como ella conoció a papá? La verdad, nunca me lo habría imaginado borracho, pero claro, esas cosas uno no se las imagina de su padre.
—¿Ves? Ella me apoya. —Cojo el cable que me tiende mi madre.
—Está bien. —Cede reticente mi padre. —Pero nada de hacerla la víspera de Reyes, que muchos tienen niños. —Ese día los papás hacen de Reyes Magos, nada de tenerles hasta altas horas y emborracharles, entendido.
—Podemos hacerla en Noche Vieja. —Ofrezco.
—Fiesta de empresa en Noche Vieja, a mi me suena bien. —Me apoya Cesar.
—Hablaré con Julia de la Hostería, ella podría preparar el cotillón en el salón de las bodas. No suele hacer cotillones, así que es probable que lo tenga disponible. —Dice pensativo papá.
—¿Y por qué crees que se encargará del nuestro? —le pregunta mamá curiosa. Quiero escuchar su respuesta.
—El otro día se quejaba en la junta vecinal, de que estos dos últimos años no ha tenido tantas bodas y comuniones como antes. Un evento así puede darle un poco de dinero extra. —Papá no solo es de los que conoce a sus empleados, sino que también parece conocer a los otros empresarios de la zona y sus problemas.
—¿Crees que la convencerás con tan poco tiempo? Apenas queda una semana para prepararlo todo. —Mamá seguramente está pensando en todo el trabajo que ha llevado preparar esta cena en familia. Una fiesta para cinco veces más gente para ella seguramente es un desafío. Pero olvida que ellos son hosteleros, ellos están acostumbrados a manejar grupos grandes.
—Si le adelantamos el dinero no creo que tenga problema para los suministros, y tampoco es que tenga que vender ninguna entrada. Lo que me preocupa es que la gente de la fábrica tenga ya otros planes. —Ahí tenía mi oportunidad.
—Deja que yo me encargue de eso. —Otra vez papá hace ese gesto de fruncir las cejas.
—¿Tú? —pregunta incrédulo.
—Si dejas que te robe a una de tus empleadas, puedo conseguir concretar el número de personas que irá a la fiesta.
—Creo que puedo prescindir de Mati por un par de días, no es que tenga mucho lío ahora en la oficina. —Papá se rasca la barbilla pensativo.
—No me refería a tu secretaría, papá. —abre los ojos como platos.
—¿No? ¿En quién estás pensando entonces? —He jugado bien mis cartas, estoy a punto de ganar la partida.
—Dany Aguirre. Ella parece conocer a todos en la fábrica. —Papá no es el primero en reaccionar a mi petición.
—¡Ja!, no es tonto el muchacho. —dice el abuelo.
—¿Dany? ¿Te refieres a Danielle? —pregunta perplejo mi padre.
—Ya te dije que el chico no es tonto. —El abuelo le mete el codo en las costillas a papá sin ningún disimulo, mientras le guiña el ojo. ¿Sabrá lo que estoy tramando?
—Eh… Está bien. Dejaré que te la lleves, pero no es alguien del que pueda prescindir por mucho tiempo. —Esta vez el intrigado soy yo.
—¿Por qué? —pregunto.
—Pues porque Dany es nuestro comodín.
—¿Comodín? —Siento mucha curiosidad.
—Sí, ya sabes, ese que utilizas cuando te falta una carta que necesitas. Esa chica ha recorrido casi todos los departamentos de la fábrica, se conoce el funcionamiento de cada puesto mejor que yo. —Oírle decir eso era mucho más que un halago.
—Y es muy guapa. —Le recuerda el abuelo clavándole de nuevo el codo y volviendo a guiñar el ojo. No es la primera vez que estoy de acuerdo en algo con el abuelo, pero me molesta de alguna manera el hacerlo. Él es demasiado mayor para fijarse en esas cosas, y además está casado.
—Deja al chico que se divierta. —Creo que es la tercera frase que le oigo decir al tío Manuel en toda la noche. Él y la Tía Conchi se han divorciado hace apenas unos meses, así que su humor no le hace especialmente parlanchín esta noche. Bueno, Manuel no suele hablar mucho tampoco normalmente.
—Vale. Pero si Dany te dice que se tiene que ir, no protestes y déjala vaya a lo suyo. —Asentí conforme. Ya buscaría la manera de permanecer pegado a ella tanto tiempo como fuese posible.
Un timbre digital resuena en la sala, avisándonos de que la video llamada con Lucas está entrando. Hay una estampida generalizada para tomar posiciones cerca del monitor. Hemos puesto una cámara sobre la televisión, para que los abuelos al menos hablen en la dirección correcta. Explícales a ellos que ese agujerito es por donde les ve Lucas, la abuela casi se lo come al intentar acercarse para que la oyese mejor.
En cuestión de un minuto se ha abierto la comunicación, y la cara de mi hermano aparece en la enorme pantalla. Se le nota cansado, pero también parece feliz. Esto de estar al otro extremo del mundo en una noche como esta es una mierda, pero gracias a la tecnología la distancia no parece tan grande.
Charlamos con él, y después de las típicas preguntas de como se encuentra y de si como bien, las mujeres son así, papá y yo le acribillamos a preguntas sobre cómo van las negociaciones con las cooperativas azucareras. Se está recorriendo centro y sur américa buscando suministradores de nuestra principal materia prima, el azúcar. Ir directamente al productor, saltándose al intermediario, no solo nos garantiza un mejor precio, sino que no nos dejará fuera del mercado. Siendo una empresa pequeña, los grandes distribuidores no nos tienen muy en cuenta, van a las grandes a las que les pueden colocar mayor cantidad de género a mayor precio. Después de pasarlas canutas y casi tener que mendigar por conseguir azúcar, decidimos tomar el toro por los cuernos e ir directamente a la fuente.
Lo malo de esto es que Lucas fue el escogido para hacer toda aquella ronda de visitas. Lleva ya 5 meses fuera de casa. Creíamos que llegaría para estar aquí en Navidades, pero las fechas se alargaron y encontrar pasajes a última hora ha resultado ser un infierno. Solo espero que todo esto al final merezca la pena.