Jade
Hay muchas maneras de hacer la misma cosa, pero siempre, los ricos lo convertirán en un espectáculo llamémoslo ¿extravagante sería la palabra? Ellos pueden conseguir que un entierro fuese snob, glamuroso y multitudinario. En vez de dar sepultura a los restos mortales de una persona, parecía más bien una pasarela por la alfombra roja.
Empecemos por la llegada a la iglesia, aunque por el tamaño, debía de ser una catedral. No solo había una cola interminable de vehículos esperando su turno para dejar a sus pasajeros frente a la entrada del edificio, sino que había un tipo con un auricular en la oreja que te iba preguntando el nombre para buscarlo en su lista.
Ya dentro, nos iban separando en grupos o bancos. A más cercanía con el difunto, más proximidad al ataúd que se exhibía cubierto de flores. La familia, por supuesto, estaba en los bancos delanteros, luego venían los amigos, socios, y por último conocidos.
Como bisnieto, Leo estaba sentado al final del banco, después de sus padres, y yo a su lado. Esta gente tenía una manera muy curiosa de decirte cuál era tu puesto dentro de la familia, y como aprecié, nuestra pequeña rama de aquel árbol familiar era la más alejada de todas, apenas era una ramita escuálida. ¿importarnos? Creo que debíamos de ser los únicos a los que esa particularidad no nos importaba, se nos veía muy relajados, pero con ganas de que aquello terminase pronto. Aunque no éramos los únicos que deseaban esto último igual o con más intensidad que nosotros.
¿Qué voy a contar de la ceremonia? Pues fue muy pomposa, con gente de lágrima fácil y actuaciones estelares de dolor insuperable. Dudo de que alguien realmente sintiera lástima por la muerte de Jasper Kingsdale. Creo que la mayoría, sino todos, estaban allí para dejarse ver.
Antes de levantarnos del banco para expresar lo que fuera que pidió el pastor, el hombre de la lista de invitados, lo siento, me parecía uno de esos ayudantes de la wedding planner, como decía, el tipo ese se acercó a cada uno de nosotros y nos entregó un sobre con un anagrama muy rimbombante. Bueno, a todos no, solo a los familiares de los primeros bancos, entre los que evidentemente yo no estaba incluida.
Leo frunció el ceño mientras lo observaba con atención, aunque no tenía ninguna prisa en abrirlo.
—¿Qué es? —me atreví a preguntar.
—Parece de un bufete de abogados —lo abrió ante mí, que necesitaba saciar mi curiosidad, sobre todo, después de ver que el resto de familiares hacía lo mismo.
—Es para la lectura del testamento —se adelantó a decir Daniel, el padre de Leo.
—¿Un abogado? —Leo me miró cuando hice la pregunta.
—Supongo que un notario no era suficiente para Jasper —supuso Leo.
—O porque hay gato encerrado —añadió Daniel.
—Yo iría preparado —aconsejé a Leo, y de paso, a sus padres.
—Llamaré a mi abogado, a ver si puede acercarse. —Aunque parecía no estar muy convencido.
—¿Crees que algún letrado de esta ciudad iría en contra de los abogados de Jasper? —Leo dijo en voz alta lo que pensaba su padre.
—Tenemos servicio jurídico en el Altare, seguro que puedes pedir asistencia para este caso. —Una de las cejas de Leo se alzó hacia mí.
—No me digas, ¿alguien de la familia?
—¿Quién mejor que un pariente para defender tus intereses? —susurré junto a su oído. No quería que algún cotilla cercano se enterase de lo que no debía. Con esta gente nunca se sabe.
—No sé qué te diga, aquí no encontrarás a ninguno que me inspire confianza —se giró hacia mí—. Bueno, casi ninguno. —Supuse que también incluiría a sus padres.
—Entonces ¿quieres que haga esa llamada? —le pregunté.
—¿Crees que nos harían un descuento por bono familiar? —señaló con una inclinación de cabeza a sus padres. Evidentemente no quería dejarles a su suerte en esto.
—Veré qué puedo hacer —le guiñé un ojo, sabedora de que, si se lo comentaba al tío Nick, él movilizaría a todo el mundo para ayudar a su hijo.
¿De qué sirve tener un abogado en la familia si no lo utilizas cuando lo necesitas? Realmente teníamos tres abogados en la familia, aunque, si tenía que escoger, me quedaría con el tío Andrey. Y luego está la cuestión de afinidad, al que tenía más a mano, y ese era Dimitri. Grigor tenía el título, es verdad, y era hermano de Leo, pero Dimitri tiene más experiencia, además de algún que otra pequeña deuda que saldar conmigo porque fui su niñera en más de una ocasión.
No era plan ponerse a hacer la llamada en mitad de la iglesia, con tantas orejas cerca, así que esperé al viaje de regreso a casa para hacerla.
—Dimitri, necesitamos un abogado —dije después de saludarnos.
—¿Ya te has metido en un lío? —Su voz sonó divertida.
—Yo no, Leo. Aunque más bien le han metido, o creo que pueden hacerlo.
—¿De qué se trata? —Ahí estaba el lado profesional y serio de mi primo Dimitri.
—Han convocado a Leo para una lectura de testamento en un bufete de abogados —miré a Leo, mientras le resumía a Dimitri el motivo por el que le necesitábamos.
—Uf. Eso no huele bien. —Había puesto en altavoz el teléfono, así que Leo, y todos los que íbamos en el coche, podíamos seguir la conversación, e intervenir si hiciera falta.
—Aquí no es algo raro. Cuando hay herencias cuantiosas suelen intervenir abogados —dijo Daniel.
—Los abogados intervienen después de la lectura del testamento, sobre todo cuando quieren impugnarlo. Que sea el propio finado el que prevea algún problema de esos y convoque a los herederos ya en el bufete, suele significar que hay cláusulas retorcidas que requieren la intermediación de alguien experto en leyes. —Nos quedamos en silencio unos tensos segundos.
—¿Crees que podrías ocuparte de Leo y de sus padres? Los convocaron a todos a esa lectura de testamento —le clarifiqué.
—No creo que haya problema. Mándame toda la información que tengas sobre el asunto.
—Puedo mandarte una copia de la carta —se adelantó a decir Leo.
—Eso sería estupendo. Así puedo ir investigando antes de ir allí.
—Yo también te mandaré la mía, aunque es similar a la suya —dijo Daniel por encima de su hombro. El pobre no podía apartar la vista de la carretera mientras conducía, pero tampoco perdía una palabra de lo que estábamos hablando.
—Antes de tomaros como clientes quisiera preguntaros algo.
—No te preocupes por los honorarios, si nos mantienes a salvo de las maquinaciones familiares, lo que cobres merecerá la pena. —Daniel tenía muy claro lo que era importante.
—No, me refería a si me dais carta blanca si necesito buscar apoyo extra. —clarificó Dimitri. Ojalá pensase en Andrey. Puede que su especialidad fuese otra, creo que su bufete se dedicaba a divorcios multimillonarios. Aunque Andrey era un abogado que estaba segura machacaría al que tuviese enfrente, da igual quién fuese.
—Tú mandas —le confirmó Daniel.
—Pienso igual que mi padre —añadió Leo.
—Entonces pongámonos en marcha. Envíame todo lo que tengas para empezar a trabajar.
Después de cerrar la comunicación, el ambiente en el interior del coche estaba más relajado, o puede que la palabra exacta fuese alivio.
—Espero que no se eche atrás en cuanto vea el lío en que le hemos metido —temió Daniel.
—¿Dimitri? A mi primo no le asusta meterse en una mala pelea —le aseguré.
—Por lo visto es cosa de familia. —me recordó Leo. Seguro que pensaba en esa vez en el aparcamiento del hospital, en que derribé a aquel atracador de medio pelo.
—Puedes asegurarlo. —Un Vasiliev no rehúye una pelea cuando la tiene delante, y pelea hasta el final. No se rinde, aunque lo derriben una y otra vez, porque volverá a ponerse en pie para seguir peleando. Como escuché al abuelo, solo hay dos maneras de que un Vasiliev termine una pelea, ganando o inconsciente.