No entendía a Hugo. Primero me muestra el lugar donde ‘fabricaban’ la piel, me tienta revelándome que tienen en marcha otro proyecto que superará a este, y después se vuelve hermético al respecto. Era como si quisiera decirme << ¡Eh! Tengo algo que te mueres por saber, pero no te lo voy a decir porque es solo mío y no quiero compartirlo>>. Era como un niño que no puede aguantarse el contar que tiene un secreto, pero que no te lo cuenta no porque no deba hacerlo, sino porque si lo hace, ya no será el único en saberlo, y además perderá esa baza que le hace caminar dos cabezas por encima de la tuya.
Al final salimos de la ‘unidad de fabricación de piel’, para ir a tomarnos un café. No es que yo quisiese toarme otro, pero parecía que Hugo lo necesitaba. El café es la gasolina de aquellos que están de guardia, eso lo sé, pero hay un límite que una persona puede tolerar. Hugo llevaba en su turno de guardia desde primeras horas de la mañana, así que sus reservas de cafeína estaban a esas horas bajo mínimos. ¿Cómo un médico de guardia tenía tanto tiempo para deambular por el hospital? Bueno, Hugo era dermatólogo, y su guardia no era en urgencias, sino que estaba localizable por si llegaba alguna urgencia dermatológica. Reconozcámoslo, los que más trabajo tienen son los traumatólogos, cardiólogos y los especialistas en respiratorio. Salvo algún quemado, Hugo no tenía mucho que hacer.
—¿De verdad que no quieres un café? —Volvió a preguntarme mientras recogía su taza del mostrador.
—Si me tomo un café ahora, no respondo de lo que pueda ocurrir. —Bromeé. La última vez que me pasé con el café hice limpieza en el garaje de mis padres.
Un hombre palmeó el hombro de Hugo cuando se paró a nuestro lado. La verdad, me sobresaltó el que lo hiciera, porque no había siquiera notado su presencia.
—Siempre sé dónde encontrarte. —le acusó el hombre.
—Ya sabes que soy un hombre de grandes pasiones. —Alzó el café como si fuese una de ellas. —¡Ah!, Drake, te presento a Leo Kingsdale. Es el nuevo cardiólogo infantil.
—Encantado de conocerte. —Drake me estrechó la mano, pero me pareció extraño que ladease la cabeza al hacerlo.
—Lo mismo digo. —respondí a su saludo.
—¿Tienes algo que hacer ahora? Porque me vendría muy bien tu colaboración.
—¿Colaboración? —Mi agenda estaba vacía, pero no podía abandonar mi puesto por ayudar a un desconocido.
—¿En qué estás metido ahora, Drake? —preguntó intrigado Hugo.
—Nada que requiera la presencia de un dermatólogo, al menos por ahora. —Espera, ¿Drake?
—¿Eres Drake Vasiliev? ¿El ingeniero Vasiliev? ¿El que diseñó…
—El dispositivo de fabricación de piel artificial, sí. —terminó por mí.
—Me fascina tu trabajo. —confesé. —Y por supuesto que estoy a tu disposición para lo que necesites. —Fuese lo que fuese, prometía ser algo que haría evolucionar la medicina. Y no quería ni pensar en presenciar los primeros pasos de algo nuevo en mi campo. ¿Impulsar mi carrera? Podría si me incluía en sus investigaciones o desarrollos, lo que fuera que hiciese, aunque en ese momento no era lo más importante.
—Bien. Si me disculpas, voy a por el soborno para mi ratón de laboratorio. —Y se alejó hacia el mostrador.
—Espero que me cuentes más tarde. —Señaló Hugo con su cabeza en dirección a Drake.
No quería cerrarme ninguna puerta, pero no me parecía justo que él consiguiese lo que a mí me había negado. Lo de compartir va en ambos sentidos.
—Yo también estoy intrigado. —Si algo nos define a los Kingsdale es el contestar a las preguntas sin dar una respuesta, igual que los políticos.
—Muy bien, ya estamos listos. —Drake nos mostró un enorme muffin con pepitas de chocolate.
—Te sigo.
Hugo pareció dudar en si seguirnos o no, pero estaba claro que Drake dijo que de momento no le necesitaba, su presencia no era necesaria. Así que al final se decantó por quedarse en la cafetería con su café.
—No tengo mucha experiencia con ratones de laboratorio, así que no sé si te serviré de mucha ayuda. —Nada como confesar tus carencias antes de que te pusieran a prueba. Así no te miran mal cuando metes la pata.
—¿Sabes usar un TC cardíaco?
—Sí.
—¿Y hacer una ecocardiografía tridimensional?
—Sí.
—Entonces eres la persona que necesito.
—Pero nunca se la he hecho a un ratón de laboratorio. —avisé, provocando una risa de él.
—Oh, a este tipo de ratones seguro que los has tratado antes.
No me había dado ni cuenta, pero mientras charlábamos, habíamos llegado a una planta del hospital en la que recordé estar el día de mi visita, era la zona de pruebas diagnósticas.
—Es aquí. —Drake abrió la puerta del equipo de TC.
—¿Solo has traído uno? —Reconocí enseguida la voz de Jade. Ella estaba junto al paciente que estaba preparado para pasar la prueba.
—El único que merece un premio es Valentín. —dijo Drake.
—Pero yo también quería uno. —dijo con un exagerado puchero Jade, provocando la risa del niño sobre la camilla.
—Es solo para mí, tía Jade. —¿Tía? Me fijé en el pequeño. Tenía el pelo más claro que ella, y los ojos de color azul o gris, no estaba seguro a esa distancia.
—Voy a dejarlo en un lugar donde ella no lo alcance, o seguro que se lo come. —dijo Drake mientras acariciaba el flequillo del pequeño. ¿Qué tendría, nueve o diez años?
—¡Eh! —protestó Jade. —Si es el de Valetín no voy a comérselo. —Le guiñó un ojo al pequeño.
—¿Todo listo para empezar? —La mirada de Drake hacia Jade se volvió seria.
—Listo. —le aseguró ella.
—Procura no moverte, campeón. —Le recordó Drake al pequeño.
Mientras él y yo nos dirigíamos a la cabina donde se verían los resultados de la prueba, no dejé de pensar en que este pequeño tal vez fuese uno de mis futuros pacientes. ¿Por qué si no irían a hacerle una prueba como esta?
—No sé si estás familiarizado con este quipo, pero básicamente es como los que se usan normalmente, solo que este no usa un contraste tan agresivo como los otros. No sometería a mi hijo a una prueba como esta si hubiese algún pequeño riesgo para él. —¿Su hijo? ¿Experimentaba con su propio hijo? Pero no entendí a qué venían sus palabras hasta que revisé a fondo las imágenes de su corazón. El niño estaba sano, rotunda y totalmente sano. Su corazón no solo era perfecto, sino que latía con fuerza, como solo podía hacerlo el de un niño sano, fuerte, y acostumbrado a ejercitarse.
—Está sano, ¿verdad?
—Su corazón es perfecto. —le aseguré.
—Es lo que quería oír. —Drake manipuló los controles con eficiencia. —Asegúrate de capturar todas las imágenes posibles del corazón, necesito una plantilla lo más completa posible.
—¿Plantilla? —Drake se giró hacía mi antes de responder a mi pregunta.
—Vamos a fabricarle un corazón nuevo a Alma, y será igual que este. —Sus palabras me golpearon con fuerza.
—¿Quieres decir…?
—Órganos, Kingsdale, vamos a fabricar nuestro primer órgano.
—Pero… pero un corazón no es lo mismo que un tejido como la piel, es… es más complicado.
—Lo sé. Pero no es imposible. —¿Entendía lo que me estaba diciendo? La ciencia no podía avanzar tan deprisa como para poder llegar a salvar a Alma.
—Alma necesita un corazón ahora. Dentro de 5 o 10 años será demasiado tarde. —le dije.
—Cuando terminemos de recolectar todos estos datos, quiero que veas algo. —¿Estaba diciendo que ya estaban experimentando con órganos? Un riñón era una opción más asequible, y me refiero a que no era tan complejo como un corazón.
—Estoy impaciente por hacerlo. —reconocí.
No sabía qué límites habían sobrepasado. No había ninguna información de que se estuviesen desarrollando ese tipo de investigaciones como las que estaba sugiriendo Drake. Había muchas sobre órganos, pero ¿construir un corazón desde cero? Estaba intrigado y asustado a partes iguales.
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