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    Dra. Jade

    Capítulo 35 DJ

    12/11/2025

    Jade

    Lo bueno de estar embarazada es que me retiraron las guardias, algo que no sucedió porque fuese familiar de los dueños, sino que es un beneficio para todas las trabajadoras. Lo malo, es que seguía con las náuseas. ¿He dicho que las odio? Pues es así. El único momento del día en que no tengo ganas de vaciar el estómago es cuando lo estoy llenando. Ando todo el día con un caramelo en la boca, y eso no es muy profesional cuando tienes que entrevistarte con un paciente. Menos mal que en casa podía tomar algo más sano.

    Miré a Leo, que parecía distraído con algo en su teléfono, mientras hacía que removía los huevos en la sartén. Me gustaban estos momentos en que estábamos juntos.

    —Huele a quemado. —Otro efecto secundario del embarazo, mi olfato se había magnificado.

    —¡Oh, vaya! —retiró con rapidez la sartén del fuego—Te prepararé otros —vertió el contenido en un plato y fue a la nevera por otros huevos.

    —No te preocupes, puedo comer otro bollo. —cogí la pieza que descansaba junto a su zumo de naranja. Me encantaba robarle los dulces.

    —¿Dónde quedó eso de “tengo que comer más sano”? —No es que estuviese enfadado realmente, pero trataba de aparentar estar serio al decirlo.

    —Lo sé, lo sé—puse los ojos en blanco—. Pero la culpa es tuya. —le acusé antes de morder el bollo.

    —¿Mía? —apoyó las manos en la encimera, mientras sus ojos brillaban con diversión.

    —No te lo comes lo suficientemente rápido. Así es difícil no caer en la tentación —mordí de nuevo el bollo.

    Su boca se abrió sorprendida, mientras su cerebro todavía trataba de encontrar una réplica a mi argumentación. Por suerte llegó un mensaje a mi teléfono que abrí con rapidez. Era una fotografía de Sheila recostada sobre una enorme toalla, sonriendo a la cámara, mientras sostenía en alto un cucurucho de helado. La distancia y el ángulo no encajaban con un selfi. ¿Quién le estaba sacando la foto?

    —¿Haciendo amigos? —tecleé con rapidez.

    La respuesta llegó poco después, esta vez sí con un selfi de Sheila y Kiril. Vaya, no me extrañaba que mi primo se hubiese apuntado a una excursión así con su chica. No estoy diciendo que los chicos de la familia sean unos controladores, pero sí que les gusta ser el centro de atención de sus chicas. Y en mi caso, como buena Vasiliev, podía asegurar que me ocurría lo mismo. Me gustaba estar con Leo, estuviese donde estuviese, si es que era posible. El resto del tiempo le echaba terriblemente de menos. Y no, no es acoso, es necesidad.

    —¿Algo divertido? —levanté la vista para encontrar la cabeza de Leo en un ángulo complicado, tratando de atisbar lo que me estaba haciendo sonreír.

    —Yo te enseño lo mío si tú me enseñas lo tuyo. —Mi sugerencia lo hizo recular.

    —No, lo mío es secreto. —De otra persona me habría preocupado, pero no de Leo. No solo confiaba en él, sino que sabía que no tenía entre manos nada oscuro, él no era así. Esa sonrisa suya que quería parecer intrigante no tenía nada de maldad detrás, lo sabía.

    —Entonces vas a quedarte sin saber qué es lo mío. —esbocé una sonrisa ladina.

    —Es solo un asunto que tengo con Nick. — Como esperaba, él cayó ante mi artimaña. Me mostró la conversación, en la que su padre le comentaba que había encontrado una manera de hacer lo que le gustaría. ¿Y si preguntaba un poco más? ¿Me contaría de qué iba el asunto? Seguramente, pero no necesitaba hacerlo.

    —Sheila está en Los Ángeles con Kiril —le mostré la última foto.

    —Echo de menos nuestra luna de miel—reconoció con tristeza—. Me supo a poco.

    —Tenemos pendiente la segunda parte —le recordé. Una de sus cejas se alzó, como si de repente se hubiese acordado de algo.

    —¿Estás sugiriendo que las disfrutemos ahora? Apenas han pasado unas semanas de nuestro viaje a Miami.

    —Sheila me ha hecho ver que es una tontería no aprovecharse de las ventajas de tener familia en la junta directiva de nuestro trabajo. Además, tengo un marido rico, podemos disfrutar un poco de ese dinero. No es como si nos hiciese falta trabajar como locos para pagarle la universidad a nuestra niña. —Como le escuché decir a alguna vez a la abuela Mirna, el dinero está para disfrutarlo, pero con cabeza.

    —¿Tú que quién eres y que has hecho con aquella novia responsable y adicta al trabajo con la que me casé? —dijo con todo jocoso.

    —Soy la misma —le recordé.

    —Has cambiado mucho desde que tu marido se ha vuelto rico. —¿Era un reproche cuando lo decía mientras sonreía y me abrazaba de forma juguetona?

    —Ya te digo, ahora ya no soy una princesa guerrera, soy un huevo kínder. —Espero que se diese cuenta de que me estaba comparando con uno de esos huevos de chocolate que llevaban dentro una sorpresa.

    —Ah, eso explica todo; estás de antojo.

    —Si te refieres a que estoy harta de vomitar cada mañana sin que haya un virus de por medio, a tener los pechos y los tobillos hinchados, y no tener ninguna gana de levantarme cada mañana de la cama porque siempre tengo sueño, y lo que necesito son unas vacaciones para no asesinar a alguien, sí, estoy de antojo. —¿Y se reía? Menos mal que me dio un pequeño beso.

    —Estás preciosa incluso cuando refunfuñas.

    —¿Eso significa que vas a llevarme de vacaciones? —pasé mis brazos alrededor de su cuello, dejando que mis dedos se deslizasen entre el pelo de su nuca. Sus pupilas se dilataron, provocándome una intensa necesidad en el bajo vientre. Oh, sí. Esto de estar embarazada también tenía sus ventajas, como la insaciable necesidad de tener sexo con mi marido a todas horas. Él lo sabía, y no se quejaba por satisfacer esa pequeña contrariedad del embarazo.

    —Creo que necesito un pequeño incentivo para hacer esa llamada. —Ambos sabíamos a qué llamada se refería.

    —Déjame pensar, seguro que se me ocurre algo. —me froté contra su ya endurecido pene, consiguiendo arrancarle un gemido lastimero. Sí, creo que iba por buen camino.

    —Eres mala —me acusó. Sonreí triunfante.

    —Y eso te gusta. —Su respuesta fue besarme como si se ahogase y yo fuese la bombona de oxígeno que lo salvaría de morir.

    Leo

    Yo, que siempre había renegado del dinero de mi familia, ahora estaba derrochando tanto como podía en satisfacer los deseos de mi mujer. Y no, ella no pedía caprichos sin sentido por el simple hecho de hacerlo porque podía. Jade solo pedía cosas que la hicieran más cómodo el soportar los rigores del embarazo. ¿Y qué hacía yo? Complacerla de la manera más exagerada posible. ¿Ella quería unas vacaciones? Yo la alojaría en los hoteles más lujosos que hubiese sin reparar en gastos, ella no merecía menos. ¿Que sus tobillos se hinchaban? Pagaría a un masajista para que le diese el mejor masaje de pies del mundo. ¿Que sus pechos pesaban? Ya me encargaría yo de darles la atención que necesitaban.

    Estábamos a punto de tomar ese avión que nos alejaría de la rutina hospitalaria en Las Vegas, cuando recibí una fotografía de mi padre. Tuve que ampliarla para apreciar bien los detalles, y lo que encontré me hizo sonreír. Miré a mi alrededor, por si alguien estaba demasiado cerca. No era así. Volví la atención a la imagen, donde un Magnus sucio estaba despatarrado en la esquina de una celda asquerosa, con vendas sanguinolentas en el pie derecho. Sí, me servía. Mi padre había acertado completamente con la imagen de mis deseos.

    Mi padre, con lo que significa esa palabra, el que estuvo allí desde el minuto uno hasta hoy, siempre ha sido y seguirá siendo Daniel. Pero tengo que reconocer, que en este poco tiempo que nos hemos conocido, Nick me ha demostrado que podría haberme ofrecido lo mismo, sumándole además una familia más funcional que lo que ha resultado ser la de los Kingsdale. Y no solo eso. Ahora que me ha ofrecido lo mismo, se ha entregado, no para compensar su ausencia en el pasado, sino más bien como si fuese un hijo que ha regresado a casa después de estar un largo tiempo fuera. Con él, con los Vasiliev, todo era natural, fácil.

    Ya no podía decir que solo había sido un donante, aunque lo fue. Ahora es ese padre que te acoge cuando decides volver, que te añora, que te quiere, que te protege. Nunca llegaría a sustituir a Daniel, pero se había hecho un sitio en mi corazón, en mi vida, y no lo había hecho solo, traía consigo toda una familia, mi familia.

    2 Comments
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    2 Comments

  • Reply Yanet 13/11/2025 at 20:50

    GUAO

    SIN PALABRAS

  • Reply Ana 14/11/2025 at 04:55

    Así es la familia 🤗

  • Leave a Reply Cancel Reply

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