Descubrir que tu niña ha crecido siempre es duro, pero hacerlo con un video grabado por un adolescente salido, es lo peor que puede pasarle a un padre. Mi ingeniero informático tenía varios filtros de rastreo en la red, para que, si una información que no nos convenía, salía a la luz, fuese eliminada. Con el tiempo, ese filtro se extendió a los videos y audios, y ya no solo era internet, eran noticieros, redes sociales, teléfonos personales… Boby se había esmerado, y había protegido a la familia de forma eficaz.
Fue una de las alarmas de Boby la que alertó de que había un vídeo en el que se mencionaba el nombre de Tasha, y el reconocimiento facial la identificó como mi pequeña. En aquella maldita grabación, salían ella y un muchacho, manteniendo relaciones sexuales. A ver, que era algo que esperaba, pero más tarde, tal vez a los 30, no con 16 años. Y mucho menos que lo vieran… según Boby, el vídeo se había distribuido en un pequeño círculo de personas. Lo habíamos localizado en 23 personas, ya saben a la velocidad que corren estas cosas. Entre que saltó la alarma, hasta que se confirmó la identidad de mi pequeña, pasaron unos pequeños minutos. En ese tiempo, el video fue reenviado en varias ocasiones, y por usuarios diferentes.
Boby estaba a punto de enviar un virus y freír todos los teléfonos implicados en el asunto, cuando sucedió el milagro, o digamos que ocurrió lo que cualquier padre hubiese deseado, incluido yo. Que todo desapareciera por arte de magia.
—No está. – me dijo todo sorprendido.
—Estás seguro. – quise cerciorarme.
—Te juro que el video era real. Yo mismo lo utilicé como referencia para conseguir el reconocimiento facial de Tasha. –
—Y según tú, ha desaparecido. –
—No sé cómo demonios lo han hecho, pero la grabación ha sido eliminada de todos los terminales, incluso de nuestro propio servidor. No queda ni un triste eco, nada. He intentado rastrear el origen, pero es imposible. – si Boby decía eso, es que se había vuelto loco intentándolo. Él era de los que no se rendía ante un reto tecnológico, y estaba claro, que quién había hecho eso, era mejor que él. Podía notar su nerviosismo, porque si alguien le superaba, quería decir que éramos vulnerables. Pero yo pensaba más allá de eso.
—Tranquilo. Está claro, que la persona que ha hecho esto, es de los nuestros. – aquello le desconcertó.
—¿De los nuestros? – él no había pensado en la motivación de la persona que había eliminado la grabación.
—Han protegido a Tasha, Boby. Han eliminado ese video denigrante, y han evitado que se extienda. Seguro que conoces a una persona que quiera mantener a salvo a Tasha, y que tenga los conocimientos técnicos para hacerlo. – su expresión cambio en cuanto comprendió mi lógica.
—Drake. – confirmé esa respuesta con un asentimiento de cabeza. El pequeño Sokolov había aprendido del maestro Boby, y después de varios años, acabábamos de descubrir que le había superado.
—¿Puedes localizarme a ese niñato? – los dos sabíamos a quién me refería, al cretino que se había acostado con mi hija en ese video. En ese momento, no sabía si era la misma persona que lo había puesto en circulación, pero iba a encargarme de él de todas maneras.
—Voy con ello, jefe. –
Pero mis dolores de cabeza no habían terminado. ¿Por qué? Porque mi pequeña se había metido en otro problema, y como su padre, tenía que solucionarlo. ¿Por qué tuve que decirle, que los Vasiliev solucionamos nuestros propios problemas? Yo echaría una tonelada de cemento sobre los suyos. Pero no, ella tuvo que tomarse la justicia por su propia mano. Por eso estaba caminando por los pasillos de urgencias de un hospital que no era el nuestro. Directo a un box de curas, donde el gilipollas que había osado ponerse en el camino de mi pequeña, estaba siendo atendido de algunas lesiones. Mi pequeña le había dado una buena paliza, y eso me hacía sentir feliz. Mis lecciones habían dado su fruto.
Una enfermera estuvo a punto de detenerme, pero en cuanto me vio, tuvo el buen tino de hacerse a un lado. No tengo que decir que la puse mi mirada más asesina, y que iba acompañado por dos hombres armados, con cara de poder matar a cualquiera que osara toser en mi dirección. Abrí la puerta del box, en la que me había asegurado que estaba mi presa y entré dentro. Había dos personas allí, como esperaba, el chico y su padre. El segundo frunció el ceño hacia mí, mientras el primero tenía cara de estar esperando una dosis de calmantes.
—Se ha confundido. – había una silla de esas ridículas, que a todas luces sería para el acompañante. Tomé posesión de ella, y me senté lo más cómodamente que pude. Cruzar las piernas, y recostar la espalda contra la pared, me daban ese efecto que quería mostrar.
—Es usted William Anderson, ¿verdad? – el enojo del tipo dio paso a una leve palidez.
—Sí, lo soy. – confirmó.
—Y ese es su hijo Preston. – señalé con la cabeza a su retoño.
—Papá, ¿quién este tipo? – vaya, el pequeño mocoso tenía lengua.
—Supongamos que soy una buena persona, que ha venido a hacerles un favor. – William no estaba muy receptivo.
—No estoy de humor para bromas. –
—¿De dicho yo que esto sea una broma? – mi voz tenía ese sutil matiz de amenaza, como para que el tipo se pensara mejor el repetir una respuesta como esa.
—¿Qué quiere? – cedió finalmente.
—Supongamos que sé quién ha hecho eso. –
—Ha sido esa psicópata asesina de Natasha Vasiliev. – Casi gritó Preston. – Casi me mata. – No podía sonreír como quería, porque escuchar eso me hinchaba el pecho de orgullo. Yo sabía, que, si hubiese sido su intención, ese cretino no estaría respirando. ¿Demasiado blanda? Tal vez, mi princesa solo tenía 16 años, todavía era demasiado joven para cargar con una muerte a sus espaldas. O tal vez, pensó que el tipo merecía sufrir, y los muertos dejan de hacerlo.
—Es una acusación demasiado grave, de la que no tienes pruebas. – aquello encendió al padre.
—¡¿Qué no?! Esa sádica se ha cargado el futuro de mi hijo. Le ha desgarrado el manguito rotador del hombro derecho, con el que lanza los pases. El radio fracturado a la altura de la muñeca, fisuras en dos costillas, el ligamento cruzado posterior de la rodilla roto, y ya ve cómo tiene la cara. – Las lesiones me confirmaron lo que necesitaba saber, que ella había ido directa a joderle el futuro a la mediocre estrella del instituto. La mayoría de sus lesiones, estaban centradas en terminar con su carrera deportiva, y ya de paso, partirle la cara de niño guapo. Mi hija no quería matarlo, quería hundirlo, y podía dar fe de que lo había hecho. Tendría que pasar por varias cirugías para recuperar la funcionalidad, dejando muy lejos la acción deportiva.
—Si ella querría haberle matado, ahora estaría en la morgue y no aquí sentado. Pero… como he dicho antes, solo estoy suponiendo. – dejé que mi sonrisa volara, para que supiera que no me equivocaba.
—Me da igual, voy a demandarla por agresión. Cualquier juez de este país convendrá conmigo en que ella es un peligro. Y si seguimos suponiendo, puedo pensar que a usted lo ha enviado su padre, para evitar que esto salga a la luz. Pues bien, ya puede decirle que vamos a llevarle a juicio, y que va a pagar todas las operaciones que sean necesarias para que mi hijo quede bien. Y va a tener que vaciarse la cartera, porque le ha dejado sin posibilidades de optar a una beca deportiva para la universidad. – así que esas teníamos.
—Seamos realistas, Preston nunca conseguiría esa beca, con o sin lesiones de por medio. – aquello lo encendió.
—Eso no es verdad. Mi hijo es el capitán del equipo, es el quarterback titular, vinieron algunos ojeadores universitarios a verle jugar en el partido de ayer. – como oía decir a mi padre, era una lagartija que se creía dragón. Y a ese tipo de personas, se las bajaba de las nubes con una buena dosis de realidad.
—Si se refiere al ojeador de los Wildcats de Arizona, no vino por su muchacho, sino por Armando García. Ese chico corre como el demonio, y a ellos les hace falta un buen running back. Nunca se fijarían en un quarterback con las estadísticas de Preston, con tan poca distancia de lanzamiento, y que un día lo tiene perfecto, y el siguiente no sabe dónde tiene su culo. Su hijo es el titular del equipo, porque no se ha presentado nadie mejor en el centro, solo eso. – ¿Qué cómo sabía todo eso?, porque soy de los que va a la guerra con toda la artillería preparada. Soy así. ¡Ah!, y Boby es realmente bueno consiguiendo cruzar el mar de datos que pulula en la red. El tipo tenía peor cara que su hijo en aquel momento.
—Eso no puede saberlo. – escupió.
—Las estadísticas hablan, ahí sí que no hace falta suponer. – pero el tipo no se rendía.
—Eso lo veremos en el juicio, pero, de todas maneras, sobrará con el informe médico. – hora de poner todas las cartas sobre la mesa, al menos las que podía mostrarle.
—Es su decisión ir o no a juicio, pero yo en su caso me lo pensaría. – hora de ponerse duro. Abandoné el apoyo de la pared, para darle más fuerza a mi amenaza. – Puede que a mi pequeña la impongan una sanción por agresión, pero yo no estaría tan seguro de ello. ¿Sabe lo que puede hacer un abogado, si tiene un motivo que justifique esa llamémosla agresión? ¡Y qué casualidad!, la tenemos. – el jovencito pareció darse cuenta de por dónde iba, pero no así su padre.
—Nada justifica algo así. – me reprochó.
—No se lo has contado a tu padre ¿verdad Preston? – la cabeza de William giró hacia su hizo, buscando la respuesta.
—Yo… – vaciló el niñato.
—Supongamos que existe cierto vídeo, de aquí su hijo, manteniendo relaciones sexuales con mi pequeña. No necesito suponer que fueron tomadas sin su consentimiento, y dudo mucho que estuviese encantada de que esas imágenes se hicieran públicas. – el chico pareció coger valor para replicarme.
—Sí, lo grabé ¿Y qué? Que yo sepa, no es ilegal grabarse a sí mismo haciendo esas cosas. Además, yo no la forcé a nada, fue totalmente consentido. – el gilipollas había mirado las implicaciones de sus actos, así que ya sabía que había premeditación en aquello.
—Los dos son menores, no pueden acusarle de estupro porque él tiene menos de 18. – Ah, daba gusto salir de casa con los deberes hechos, y tener un par de abogados en la familia, uno sobre todo muy puntilloso.
—Bueno, aparte de que si presento ese vídeo como prueba, y los testimonios de las personas que lo han visto, que fueron unas cuantas, como mucho se puede obtener una sanción por agresión con atenuantes. ¿Enajenación mental transitoria? Si fuera abogado apelaría a eso, y entonces solo tendría una amonestación y multa, o trabajos comunitarios…. Pero, a lo que íbamos, ese video, que se ha “retirado” – hice el gesto de entre comillas con mis dedos para darle más énfasis. – para preservar el honor de una menor, vería la luz, y eso podría acabar con Preston entre rejas. ¿Cómo? si es menor y todo eso que habéis dicho. Pues es curiosa la ley. Puedes ver pornografía, comprarla, venderla e incluso compartirla, y la ley prácticamente ni aparece. Pero, cuando hay uno o varios menores en esas imágenes, se considera pornografía infantil, y como tuviste la genial idea de compartirlo con tus “amiguitos”, se le pone el nombre de distribución de pornografía infantil, y eso, sí que está penado por la ley, y con penas de cárcel. –
—Pero…- empezó a decir el padre del gilipollas.
—Ya, menor y todo eso, eso solo significaría que pasaría parte de la condena en un correccional o reformatorio, hasta que el menor cumpla la mayoría de edad, para pasar a una prisión hasta cumplimentar el resto de la condena. – me puse en pie, porque el golpe ya había sido dado. – Y si no me equivoco, os queda una semana para graduaros, ¿verdad Preston?, apenas unos meses para los 18, dos en tu caso. Con lo que tardan los juicios, ya tendrás la mayoría de edad cuando se lleve a cabo, así que derechito a prisión. – y con la última palabra empecé a caminar hacia la puerta.
—Nos está chantajeando. – se reveló William. Giré la mitad de mi cuerpo hacia ellos para responderles.
—¿Chantaje?, no. Solo les estoy informando de lo que va a ocurrir, porque estoy deseando que presenten esa demanda, o que sea el hospital el que presente la denuncia, a mí me da igual. Mi abogado llevará a prisión al degenerado estúpido y sin cerebro, que se atrevió a mancillar el honor de mi hija. – Y dicho eso último, abrí la puerta para largarme de allí. Si el padre tuviese un poco de cerebro, ya estaría diciéndole a su hijo que cambiara su historia, y le dijera al médico que le asaltaron y robaron, o cualquier otra patraña que lo mantuviese lejos de mi hija, de ese video y de mí.
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