—Gracias. – Tomé la botella de agua que Bruno me tendió, y le observé mientras se sentaba frente a mí. Él abrió la suya, y le dio un largo trago. No me había fijado antes, pero él tenía un cuello fuerte, esbelto, varonil. Habíamos estado incontables veces uno al lado del otro, y yo no me había parado a apreciar esos detalles. Como el precioso color de sus ojos. Eran de un verde profundo, enmarcados por unas espesas pestañas negras, que les hacía parecer un par de brillantes esmeraldas. Sus manos eran grandes, fuertes, con dedos largos. Sentí algo extraño en mi estómago, e intenté hacerlo desaparecer centrándome en la conversación que habíamos mantenido hasta hacía un momento.
—Así que, recapitulando. Te alistaste a los 17 porque no querías ser una carga para tus padres. –
—El ejército pagaba mi educación, alojamiento, seguro médico y me daban una manutención. Era la mejor opción. –
—Pero si tenías buenas notas, podrías haber conseguido una beca. – él ladeó la cabeza e hizo un gesto raro.
—Una beca podría haber cubierto parte de los gastos, pero no todos. Mis padres tienen tres hijos con aptitudes universitarias, pero no se puede sacar mucho de sus sueldos. Son gente sencilla con salarios modestos. Son felices con lo que tienen, pero pagar la universidad de todos sus hijos les obligaría a endeudarse. De esta manera, solo tendrían que preocuparse por dos de ellos. – él se había sacrificado en beneficio de sus hermanos, así de simple.
—¿Te gusta lo que haces en el ejército? – una sonrisa demoledora apareció en sus labios.
—No tenía muy claro lo que quería cuando me reclutaron, pero en cuanto vi la opción de convertirme en piloto, me metí a ello de cabeza. Me encanta pilotar. – abrí los ojos sorprendida. No tenía ni idea de que él fuese piloto.
—Wow, así que pilotas aviones, ¿Cómo esos jets que salen en las demostraciones aéreas? – él torció el gesto.
—No como esos, ni tampoco como esta caja de zapatos con alas en la que vamos. –
—¿Caja de zapatos? – pregunté incómoda. No es que el avión fuese tan grande como un vuelo comercial, pero no era una frágil avioneta.
—Sí, bueno. Es un modelo reacondicionado. Solo se necesita un piloto para manejarlo. Quitando el despegue y el aterrizaje, el avión prácticamente va solo. Y eso está bien, pero no tiene nade que ver con un Boeing C-17, o un súper Hércules…- a mí aquellos nombres me sonaban a chino.
—¿Y esos son grandes? – él sonrió, haciendo que un par de hoyuelos aparecieran en sus mejillas.
—Cabrían un par de estos dentro de las tripas de un C-17. –
—Vaya. Así que, ¿serás piloto cuando termines tu contrato con el ejército? – él se encogió de hombros. –
—Estoy a mitad de contrato, aún me quedan 3 años para hacer planes. Quién sabe, puedo reengancharme, o ir a alguna compañía comercial…hay docenas de posibilidades. –
—Supongo que tienes tiempo para decidirlo. –
—¿Y tú?, te gradúas en una semana. ¿Qué planes tienes? – yo lo tenía muy claro.
—Abriré una tienda de moda, crearía mis propias tendencias de moda, vendería mis propios diseños. – lo que no tenía muy claro, era en donde lo haría, Las Vegas, Miami… me gustaba el ambiente de Miami, tenía amigos allí, e incluso podría tener personas con las que me gustaría trabajar. Pero por otro lado, estaba Las Vegas, la familia, Tasha…
—Parece que tú sí que has pensado en tu futuro. – estaba a punto de responder a eso, cuando una fuerte sacudida hizo temblar violentamente al avión. Mi cuerpo se pegó fuertemente al respaldo, y Bruno fue lanzado sobre mí. Sus reflejos hicieron que sus brazos le aferraran a mi asiento, dejando su rostro suspendido sobro el mío a pocos centímetros. – No te muevas. – fueron las últimas palabras que me dijo, antes de ponerse a reptar por el pasillo, aferrándose a cada mueble anclado a su paso. Para desaparecer en la cabina del piloto.
No me había dado cuenta, pero del techo cayeron esas mascarillas para los pasajeros. Como pude, alcancé una y la coloqué sobre mi nariz y boca. El ruido, el violento zarandeo, las luces parpadeando…. me sumergieron en un pozo asfixiante del que no tenía fuerzas para salir. Así que me quedé allí quieta, paralizada por el miedo, pensando que probablemente moriría, y no volvería a ver a mi familia.
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