—¿Anker, sigues ahí? – Por primera vez en mi vida no sabía que decir, ni cómo reaccionar a lo que mi cuñada acababa de decirme por teléfono. ¿Podía ser padre?
—Eh… sí. Mándame los datos y me pongo con ello. – Podía ser cierto o no, pero no podía quedarme impasible. Aquel niño podría ser mi hijo y necesitarme, así que tendría que actuar rápido. ¡Mierda!, mi hermano era mejor en estas cosas de improvisar sobre la marcha. Yo era más de hacer las cosas bien, pero con calma.
—Estaré ahí en 15 minutos, wow, 10 si tu hermano sigue conduciendo así. – escuché el chirriar de ruedas al otro lado de la línea, así que podía estar seguro de ello.
—Dile que voy para allá. – escuché gritar a mi hermano algo alejado del auricular del teléfono. –
—Dimitri dice…- interrumpía a Pamina.
—Lo he oído. Entonces le espero en mi despacho. – cerré la comunicación algo impaciente, no esperé a que ella se despidiera, o me dijese que me había entendido. Antes de dar dos pasos ya tenía otra llamada en marcha, y la puerta de mi despacho bien cerrada detrás de mí.
—Dime, sobrino. – otro día le habría seguido el rollo a mi tío Viktor, pero en aquel momento no estaba de humor. Lo digo por lo de sobrino, solo me llamaba así cuando quería meterse con mi juventud. 30 recién cumplidos le parecían pocos al cabeza de la mafia rusa de Las Vegas.
—Necesito que me prestes los servicios de Boby. – creo que notó la seriedad del asunto en mi tono de voz.
—¿Algo va mal? –
—en cuanto lo sepa te lo digo. –
—De acuerdo. – escuché un chasquido, y tres segundos después la voz de Boby me saludo.
—¿Qué necesitas? –
—En el hospital universitario de Stanford hay un niño ingresado, su nombre es Tyler, tiene sobre 8 años. Quiero que averigües cómo está, que cuidados precisa y todo lo que puedas averiguar sobre sus padres. Su madre se llama Astrid Minecroft, o al menos ese era su nombre de soltera. –
—Estoy en ello, ¿algo más? –
—Llámame en 15 minutos con lo que tengas. – y colgué. No tenía que decirle al tío Viktor lo que ocurría, seguramente habría estado escuchando todo, y estaría realizando su propia investigación sobre el asunto. La única duda que tenía, era si en esos 15 minutos sería Boby, o Viktor el que me llamaría.
Estaba sentado delante de mi terminal, comprobando los enlaces aéreos a Stanford para ir ahí lo antes posible. Revisé mi teléfono, para comprobar que los datos de Astrid me estaban esperando. Marqué su número y respiré profundamente.
—¿Diga? –
—¿Astrid Minecroft? –
—Sí, soy yo. –
—Soy Anker, el primo de Pamina. – escuché un pequeño suspiro nervioso por su parte.
—Gracias a Dios. Sé que no esperabas que comunicase contigo, pero es una situación urgente. –
—Dime lo que ocurre. –
—No sé si recuerdas aquella vez que tuvimos sexo en la universidad, pero quedé embarazada de ti entonces. – La primera frase ya me habría hastiado, la segunda me habría puesto alerta, pero lo que venía después era lo que me preocupaba. – El caso es que nuestro hijo ha sufrido un accidente, y necesito tu ayuda. – aquello estaba empezando a parecer sospechoso.
—¿Qué tipo de ayuda? –
—Sé que pedirte dinero, así de repente, te parecerá sospechoso, pero eres mi última esperanza. Supongo que no puedas ayudarme mucho, pero si no operan a Tyler pronto, su cerebro puede dejar de funcionar. Mi pequeño se convertirá en un vegetal si los médicos no le tratan…. Por favor… – sus sollozos parecían demasiado reales, al igual que su preocupación y dolor. Aun así, tenía que comprobarlo todo. Pero tampoco podía poner la vida de un niño en peligro por ser demasiado precavido.
—De acuerdo, intentaré ayudarte. Pásame los datos e intentaremos hacer algo, no sé, incluirlo en mi seguro médico… ya encontraré la forma. – esa era una manera de hacer algo por el niño si realmente necesitaba mi ayuda, o no darle una suma astronómica de dinero a la madre si todo era mentira.
–Gracias, realmente te lo agradezco. –
—Te enviaré mi dirección de email y mi número de teléfono por mensaje. Espero a que lo hagas para empezar con los trámites. – Antes de que colgara la llamada, me di cuenta de que había dos personas paradas frente a mí en mi despacho, Dimitri y Pamina. Bien, hora de poner las cartas sobre la mesa.
Seguir leyendo