Los ojos de aquel tipo estaban enrojecidos y con las pupilas muy dilatadas. ¿Un drogadicto? Eso daba igual, si te apuntan con un arma es mejor hacer lo que te manda, al menos es lo que me dijeron en uno de los cursos para personal del hospital. Si alguien te apunta con un arma, es que está dispuesto a usarla. Un drogadicto no estará entenderá que el que lleves una identificación del hospital no significa que tengas acceso a la farmacia. Él solo querrá sus drogas.
Lo que no esperaba que esa situación se diera en una zona residencial como en la que se encontraba la casa de la tía María. En el hospital, en la residencia de ancianos en la que trabajaba por las tardes, allí sí, pero no aquí. Dejé de pensar en ello cuando el arma se balanceó indicándome que me desplazara hacia el salón.
Me moví de costado con las manos en alto, muy, muy despacio. Vigilando al tipo y su arma, y de vez en cuando el lugar hacia el que me dirigía. No quería tropezar y asustarle, porque ese tipo de improvisto podía provocar que apretase el gatillo.
Escuché un sollozó ahogado a mi derecha, lo que me hizo mirar hacia allá. Mis neuronas habían sido incapaces de ponerse a trabajar, por lo que me maldije mentalmente por no pensar en qué habría pasado con María. Allí estaba, sentada en la orilla del sofá, con las manos a la espalda y un trozo de cinta americana en la boca.
—¡Tita! —Casi que me lancé a por ella, pero algo me golpeó en la cabeza frustrando mis intenciones.
No perdí el conocimiento, solo me dejó dolorida y algo aturdida, por lo que no presenté demasiada resistencia mientras ese tipo me ataba las manos con unas bridas y usaba otro trozo de cinta para callarme. Tampoco me resistí cuando tiró del bolso que llevaba cruzado sobre mi pecho y empezó a hurgar en su interior. Sacó mi cartera, y rebuscó en ella hasta encontrar mi carné de conducir. Sus ojos se estrecharon antes de mirarme.
—Así que es tu hija. —No sé si se dio cuenta de que mis ojos se abrieron más de lo habitual. Yo no era su hija, sino su sobrina. Pero no iba a ponerme a exponer mi árbol genealógico a aquel tipo, no creo que sirviera de mucho.
El tipo me apuntó con la pistola, como tratando de decirme que no me moviera de donde estaba. No lo hice. Más confiado, se sentó en la mesa central para estar cerca de ambas.
—Me gustaría poder dar marcha atrás, cambiar el pasado, pero eso no es posible. La cagué María. —El tipo alzó la mano en la que tenía el arma para rascarse la cabeza como si no tuviese nada en ella. Después la bajó para dejarla de nuevo colgando en el hueco entre sus piernas. —Toda mi vida se fue a la mierda desde ese momento por ese estúpido error. ¡Mierda!, fueron mucho errores, y tú no tuviste la culpa de ninguno de ellos. —Estaba por gritarle que ¿por qué nos tenía secuestradas entonces? Pero estaba claro que algo no funcionaba bien dentro de la cabeza de aquel tipo.
Un ruido llegó en ese momento desde la puerta, alguien la estaba abriendo para entrar. ¿Sería el tío Tonny? Daba igual, el loco de la pistola ya se había puesto en pie y se escondía a un lateral de la pared para que el que entraba no pudiese verle.
—¡Hei!, nena te estás escabullendo de cargar con… ¡!Agh, mierda! ¿qué…? —Owen había entrado en el salón con una caja en sus brazos, pero se detuvo en seco cuando nos vio a las dos amordazadas y atadas en el sofá. El tipo rápidamente lo apuntó con la pistola en la cara, igual que hizo conmigo. —Tranquilo tío.
—¿Eres su novio? —No quería verlo. La única opción de que alguien pidiese ayuda acababa de irse a la basura. ¡Porras!, y Owen… Él se resistiría, era un chico fuerte y trataría de defenderse. No quería mirar, no podía. Mi frente cayó sobre el hombro de María a mi lado, mientras mis lágrimas empezaban a ser demasiadas como para poder siquiera distinguir el estampado de la tela de su vestido.
Un disparo sonó en la habitación provocando que mi cuerpo se sacudiera con violencia, haciendo que el grito de angustia y miedo llenara mi boca inútilmente, porque no saldría de allí. El cuerpo de María se estaba sacudiendo, haciéndome difícil el mantenerme pegada a ella. Sentí como ella era levantada con brusquedad, y pensé en que nuestro momento había llegado. Íbamos a morir, y lo peor, es que no sabía por qué. Bueno, sí había algo peor, ese loco le había disparado a Owen, él que estaba aquí de casualidad. ¿Cómo se lo explicaría a sus padres? Era mi culpa que él estuviese aquí, era mi culpa el que su vida estuviese en juego. Palm no podía perder a nadie más, Petra acababa de abandonarla, su hijo no podía irse hoy, no podía…
—Todo ha terminado. —La voz de Gabi a mi lado me confundió. ¿Qué hacía ella aquí? Me permití mirar a mi izquierda, para encontrarla inclinada sobre mí. Sus manos empezaron a tirar de la cinta en mi boca para retirarla.
Aproveché que empezó a revisar mis ataduras a mi espalda, para echar un vistazo alrededor. Owen estaba encima del tipo ese, con una rodilla sobre su espalda mientras ataba sus manos a la espalda con la cinta americana que él había usado antes. Tonny estaba soltando las ataduras de María, para después estrujarla contra su pecho como si tratase de meterla dentro. Ella no se quejó. Sentí una oleada de envidia, por tener a alguien a quién le preocupase tanto. Sí, lo sé, mis padres y mis hermanos me quieren de esa manera, pero… no sé, es algo…diferente. Gabi aprovechó mi desconcierto para abrazarme, y aunque fue reconfortante, y de verdad que lo necesitaba, no era lo mismo. Pero no me quejé.
—¡Dios! Casi se me sale el corazón por la boca. Este chico está loco. —Gabi se giró hacia Owen y el tipo que estaba en el suelo, pero algo me decía que no hablaba del que tenía la cara pegada al parqué. Viendo el resultado, podía decir que no lo estaba, él sabía muy bien lo que hacía. La gente de Chicago sí que sabía plantarles cara a los maleantes.
Escuché unas sirenas de policía acercándose, lo que ayudó a que mis nervios se apaciguaran. Creo que mis dientes no dejarían de temblar hasta que ese tipo estuviese de camino a comisaría.
—Voy a matar a ese hijo de puta. —Tonny pareció decidir que había llegado el momento de hacer su propia justicia. Pero María no quería que lo hiciera.
—Él ya está perdido, no quiero que te busques problemas por su culpa. —Esas palabras le hicieron recapacitar.
—Tienes razón. —le concedió Tonny.
—Esta vez no te vas a ir de rositas. —María le amenazó con el dedo como si realmente pudiese hacerle daño. —Llama a Fran, Bianca. Quiero a un abogado de confianza esta vez. —¿Llamar? ¿Dónde demonios estaba mi teléfono?
—Yo lo haré. —Gabi estuvo más rápida que yo. Sacó su teléfono y marcó con rapidez el número de mi hermano. Se apartó un poco para poder hablarle y que el ruido de las sirenas y los gritos de los agentes impidiesen que se entendieran.
—Necesitas que te revisen. —No me había dado cuenta, pero allí estaba Owen. Los agentes se habían hecho cargo del tipo, y lo primero que hizo él fue venir a atenderme.
—¿El qué? —Sus dedos pasaron por mi frente.
—Tienes un corte ahí. —Me mostró la sangre que ahora manchaba sus yemas. ¡Mierda! El rojo fue lo último que vi.
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