Anker
Los ojos de Astrid iban a salirse de sus cuencas. El avión Vasiliev no era una triste avioneta para fumigar campos, era un aparato de tamaño medo tirando a grande. Uno de los chicos estaba metiendo nuestras maletas en la bodega de carga. Podría haberlo hecho yo, no me da reparo hacer ese tipo de cosas, pero en esta ocasión, no quería darle a Astrid la impresión de familiaridad con el aparato.
—¿Este es tu avión? – sus ojos recorrieron todo el flanco de la nave, donde destacaba la “V” negra en la cola.
—Es el avión de la empresa. –Sus ojos se entrecerraron como si estudiase esa información. Los técnicos de transporte descendían en aquel momento en la escalera, llevando consigo una camilla vacía. – Gracias por su ayuda. – les agradecí. Dejé que Astrid subiera delante de mí, mientras yo revisaba una última vez el lugar. Los técnicos recogiendo su equipo en la ambulancia, nuestro coche parado cerca del hangar… los de la empresa de alquiler de coches pasarían a recogerlo después. Noté una presencia a mi izquierda, justo bajo el fuselaje del avión. Miré hacia allí, para encontrar a Sam sonriéndome. Me acerqué a él, porque supe que, por algún motivo, no quería ser visto.
—Todo listo para salir. –
—¿No subes? – él negó.
—Aún tengo trabajo que hacer aquí. – señaló con la cabeza hacia el avión. Sabía que hablaba sobre Astrid.
—Quizás quieras pasarte por la que ha sido su casa hasta ahora. – le sugerí. Le mostré la dirección en mi teléfono, y él sacó una foto rápida.
—Tengo un par de pistas más que quiero seguir, pero me pasaré por ahí también. –
—¿Tienes algo para adelantarme? – Necesitaba más información sobre Astrid, porque cuanto más descubría, más se liaba la madeja. Necesitaba deshacer ese maldito nudo.
—He hablado con un par de personas del hospital. –
—¿Y? –
—Básicamente han confirmado la historia del doctor Kham. Astrid terminó aquí sus estudios, y cuando lo hizo tenía una buena tripa de embarazada. Regresó unos meses después de dar a luz, con un contrato estable. Por el hospital enseguida se dieron cuenta que ella y el doctorcito tenían algo, incluso llegaron a especular que el niño podía ser suyo. Pero la cosa no parecía más que una aventura fuera del matrimonio, hasta que hace 4 meses que Khan se divorció de su mujer, y Astrid comenzó a presumir de anillo de compromiso. Cuando el niño llegó con aquel golpe en la cabeza, la gente descubrió que tenía el apellido de Khan, entonces sus sospechas se confirmaron. –
—Esa historia debía conocerla todo el hospital, por lo que parece. –
—Si lo dices porque la gente reaccionaba de forma extraña cuando se mencionaba al niño, es por algo que ocurrió en la UCI de pediatría el día anterior a nuestra llegada. –
—Khan descubrió que el niño no era suyo. –
—Más bien fue por la fuerte discusión que tuvieron. Gritos, llantos… ese tipo de cosas. –
—No era el mejor sitio para tener una pelea. –
—No. Creo que, desde ese día, la imagen de Astrid no quedó muy bien parada. El doctor Kham tiene una excelente reputación aquí en el hospital. Siempre fue un hombre trabajador, no flirteaba con las enfermeras, alguien muy arraigado a las costumbres familiares hindúes. Además, por la época en que Astrid llegó al hospital, él ya tenía una buena reputación como especialista, y un buen cargo dentro del hospital. Él ya era alguien importante cuando ella lo conoció. –
—¿Crees que ella fue a cazarle desde un principio? –
—Este no es un juego de una sola persona, muchacho. Ella pudo haber lanzado un suculento cebo, pero él tuvo opción de no comérselo. De todas formas, estoy sobre una pista que puede arrojar mucha luz sobre todo ello. –
—Espero tener noticias tuyas pronto entonces. – solo quedaba yo de subir a ese avión, así que dejé que Sam se fuera a continuar con su trabajo.
—Regresaré lo antes posible. Suerte. – sabía que esa palabra no era para mí, sino para Tyler. Estreché su mano y regresé a las escaleras para subir a la nave. Cuando atravesé la puerta, el auxiliar de vuelo la cerró a mis espaldas. Sí, yo era el último.
Eché un vistazo al avión antes de buscar un sitio para mí. La camilla de Tyler ocupaba gran parte de uno de los laterales. Uno de los asientos estaba ocupado por Pamina, que controlaba desde su posición los monitores. Astrid tenía a Optimus Prime aferrado contra su pecho, y los ojos clavados sobre nuestro hijo. Nuestro hijo, mi hijo. Tenía que empezar a comunicárselo a la familia, y la que tenía más cerca era mi cuñada.
—Siéntate, vamos a despegar. – y ahí estaba ella, dando órdenes. Me senté en el asiento detrás de ella, busqué en mi teléfono el correo de la prueba de paternidad, y se lo tendí cuando las ruedas del avión empezaron a correr por la pista. Cuando estábamos estabilizados en el aire, su cabeza apareció por encima de su asiento, mientras me devolvía mi teléfono.
—¿Lo tienes? – no necesitaba que a noticia corriera por el avión, y ella lo entendió. Asintió segura.
—Lo tengo. – Bien, la segunda de la familia, ahora tenía que pasar a la más difícil; mi madre. Me puse en pie y apoyé una mano sobre el antebrazo de Pamina.
—Voy a hacer una llamada. – ella asintió, y se puso a controlar a nuestro pequeño. Sí, nuestro, porque él ahora era uno más de la familia. Eché un último vistazo al avión, para comprobar que Astrid se arrodillaba junto a la cabecera de Tyler. Después me fui a la parte trasera, y me metí en la parte privada, donde había una cama, una ducha, y mucha privacidad. Marqué el número de mi madre, y esperé a oír su voz al otro lado.
—Hola, cariño. – sí, ese cariño si era auténtico, porque ella solo se lo decía a las personas que realmente quería.
—Hola mamá, tengo algo que decirte. –
—Te escucho. – sí, ella se ponía rápidamente en situación. ¿Cuántas veces le había dicho esa frase a mi madre?, no demasiadas. La última vez cuando decidí mudarme a mi propia casa.
—Tengo un hijo. – yo soy así, no ando con florituras ni adornos, prefiero decir las cosas a la primera, sin rodeos. Esperé unos segundos a que ella reaccionara.
—Si dices eso es que estás seguro de ello. Y si dices tengo, no es una mujer a la que hayas dejado embarazada recientemente. –
—No. Tuve sexo con la compañera de Pamina en la universidad, y ella quedó embarazada. No he sabido que era padre hasta ayer. –
—Hay muchas preguntas ahí que necesitan respuestas. – sí, mamá pensaba igual que yo en ese sentido.
—Tendrán que esperar. Estamos volando de camino a Las Vegas desde California. Tyler está inconsciente, con un fuerte golpe en la cabeza. Pamina va a intervenirle en cuanto lleguemos. –
—¡Oh, Dios mío! Entonces es grave. –
—Parece que lo es. – la confirmé. Pero no la dije cuanto, porque no quería pensar en ello. Tampoco le pregunté a Pamina, pero todos tenemos internet y podemos curiosear. Por esta vez yo me contuve de hacerlo. Prefería estar en la ignorancia en este caso, y dejar que Pamina, la que sí sabía de estas cosas, hiciese su trabajo.
—Avisaré a la familia. Tu tráelo a casa. – así era mamá, abría los brazos a cualquiera que lo necesitara, aunque también soltaba un buen golpe si lo merecías.
—Estamos cuidando de él, mamá. Es uno de la familia. – y ella sabía lo que eso significaba, todos lo sabíamos.
—Cuídate. –
—Siempre. – cerré la comunicación y me preparé para la siguiente llamada. Conociendo a mamá, llamaría primero a Papá, y luego a la abuela. Yo iría preparando al abuelo Yuri. Podía llevar años apartado de la dirección de los asuntos “familiares”, pero todavía seguía siendo el patriarca, aquel del que todos descendemos. Sí, también había otras raíces en este gran árbol, pero se puede decir que él lo empezó todo.
—Hace mucho que no me llamas. Espero se sea por algo bueno. – su voz sonó relajada y distendida.
—Quería decirte que acabo de descubrir que tengo un hijo. – y así empecé de nuevo con el relato.
Si de algo se nos puede acusar a los Vasiliev es que somos precavidos, también desconfiados, por eso sopesamos mucho las cosas antes de aceptarlas. Creo que, para convertirte en uno de nosotros, lo primero que tienes que hacer es perder la inocencia. No hay gente buena en cada esquina, más bien es al contrario. Por eso mantenemos nuestros escudos arriba todo el tiempo, para que no nos hagan daño. Seguramente por eso dicen de mí que soy algo frío y pragmático.
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