Avalon
Cuando te das cuenta de que llevas más de dos horas viendo tonterías en Instagram, es el momento en que confirmas que te aburres. Empecé echándole un ojo a las noticias sobre ciencia que había en la red. Pasé de una a otra, leí algunos artículos serios, ojeé los que no lo eran tanto, y acabé viendo fotos de ratas con orejas humanas en el lomo y otras cosas no tan científicas.
Pero después de pasar toda la mañana buscando un poco de inspiración, al final no encontré nada que me llamase realmente la atención. Estaba por apagar el ordenador y dar por terminado mi día, cuando escuché un par de golpecitos en el cristal del fondo. Instintivamente miré hacia allí esperando encontrarme a Adrik. Y allí estaba. Le sonreí y me puse en pie para ir directa hacia la sala de descanso, donde nos tomábamos siempre el tentempié.
—Un día de estos me lanzo y le pido una cita. —Giré la cabeza hacia Lorna que no apartaba la vista de nuestra visita.
—¿Te gusta? —No sé por qué lo pregunté, era evidente si te fijabas en cómo le miraba. ¿Por qué no me había dado cuenta antes? Me quité la bata, la colgué en el colgador y empecé a cambiarme de zuecos.
—Me tiene loca. A veces me dan ganas de darle un mordisco a cualquier parte de él. Tiene carne jugosa por todas partes. —Debía de estar pensando en un aparte muy jugosa, porque sus ojos brillaban como los de un perro hambriento, y sé de lo que hablo, he visto ese mismo brillo en nuestro perro antes de saltar sobre una salchicha.
Me dio por pensar mientras pasaba por la cabina de tránsito. Pensándolo bien, Adrik tenía un buen cuerpo; joven, fibroso y fuerte. Además, era guapo y simpático, lo tenía todo para atraer la atención de las chicas, era normal que Lorna se hubiese fijado en él.
—Leo tampoco está mal. —No sé por qué quise desviar su interés hacia Leo. También era atractivo y tenía un buen trabajo como médico. A las mujeres siempre les atraen los tipos triunfadores, ¿verdad?
—No es por desmerecer, pero prefiero a un chico dulce y atento, que tenga el detalle de traerte un tentempié a media mañana, y que además tenga un buen trasero de empotrador. —Estábamos a punto de entrar en la sala de descanso, por lo que no me dio tiempo a preguntarla que era eso de empotrador.
—Buenos días. —Saludó Adrik. Mi estómago rugió furioso en cuanto tuve a la vista mi yogurt.
—Mi estómago está encantado de verte. —Sus cejas se alzaron.
—Justo la parte de tu cuerpo que estaba tratando de seducir. —Este hombre no podía decir nada en serio.
—Mañana será mejor que no te pases por aquí. Creo que vamos a tomarnos un descanso. —miré a Lorna para que ella me confirmase con la cabeza que aceptaba mi sugerencia. Sin trabajo era una tontería pasarse por aquí.
—Ya me he matriculado en el curso que me sugeriste. Empiezo el próximo semestre. Pero esteré por aquí por las tardes, si quieres pasarte. —Ella le sonrió de forma dulce y comedida. ¿Dónde había dejado a la devoradora de hacía un rato?
—¿Vacaciones? —Me preguntó Adrik directamente. Alcé los hombros antes de contestar.
—Ya he terminado mi tesis, y no tengo ningún otro proyecto en mente. Así que es un buen momento para descansar unos días, ¿no crees? —Sus ojos se entrecerraron ligeramente.
—Viniendo de ti es algo raro, pero haré como que es normal. —Levantó su vaso y le dio un largo sorbo.
—¿Por qué es raro? —Pregunté indignada.
—Porque eres una adicta al trabajo, solo eso. —Le dio un mordisco a su sándwich.
—¡No soy…! —Me callé antes de terminar. Tenía razón, sí que lo era. Sus ojos decían lo que su ocupada boca no podía; «sí que lo eres».
Giré la cabeza hacia Lorna, que tenía en su rostro una expresión muy parecida, solo que mezclada con algo de compasión. Como si tuviese lástima de mí. ¿De verdad pensaban que no tenía una vida fuera del laboratorio?
—Pues no pienso aparecer por aquí en unos cuantos días. Voy a hacer un viaje. —Asentí para darle más fuerza a esa declaración.
—¿Un viaje? —Notaba la sonrisa que escondía Adrik detrás de esa pregunta.
—Pues sí. —Me puse en pie, cogí lo que quedaba de mi yogurt, y lo llevé a la papelera. —Y si me disculpas, voy a ir recogiendo aquí porque tengo que ir preparando algunas cosas. Ya sabes, maleta, billetes y esas cosas. —Adrik no se movió del asiento, parecía demasiado relajado.
—¿Vas a ir fuera del país? —Le dio otro mordisco a lo que le quedaba de bocadillo.
—¿Por qué quieres saberlo? —Él se encogió de un hombro antes de responder.
—Por el pasaporte, los visados y depende de a dónde vayas tendrás que ponerte alguna vacuna antes. —Engulló lo que quedaba de en su mano y se sacudió como limpiando las migas.
—Esos detalles no te importan. —Adrik alzó las manos en señal de rendición y se puso en pie.
—Solo he preguntado, no me mates por ser curioso. —Cuando se ponía así conmigo a veces me daban ganas de golpearlo. Sí, un bue puntapié en el trasero le daría yo.
—Voy a recoger. —Me di la vuelta y me largué de la sala.
Realicé todo el proceso de higienización a una velocidad superior a la habitual, pero después me quedé paralizada al otro lado de la puerta. ¿Qué demonios me había pasado? ¿Por qué me había cabreado de aquella manera tan tonta? Sacudí la cabeza y continué andando hacia mi despacho. Era momento de hacer una llamada. ¿Cuándo podría viajar a Miami? Todavía quedaban 5 días para Nochevieja. Quizás podría adelantarme y tostarme al sol para coger un bonito bronceado que lucir en la boda. Sí, ese era un buen plan. Les demostraría a todos que sabía divertirme, que no todo era trabajo.
Adrik
Me despedí de Lorna antes de que empezase a atacarme con insinuaciones. Podía notar como en su cabeza buscaba una manera de conseguir esa cita conmigo. Lo siento, mis pensamientos los ocupaba otra mujer.
Antes de apretar el botón del ascensor, decidí parar en el intercambiador. Tenía que hablar con Alex. Había varios temas que tratar: la investigación sobre Poe, pedirle perdón por asaltar su caja de bollos, y sobre todo, comentarle el estado de exasperación de su hija.
Conocía a Avalon lo bastante bien como para saber que se sentía frustrada y desesperada. No tenía un objetivo que alcanzar. Era como una brújula que no encontraba el norte, y eso la ponía de los nervios, irascible. Realmente necesitaba unas vacaciones, pero unas de verdad, no unas ficticias inventadas para demostrarnos que no era tan diferente al resto de los mortales.
Estaba enfilando directamente hacia el despacho de Emil, el informático, cuando recibí una llamada de Bowman.
—A mi despacho. —No me dio tiempo a decir nada, la llamada se cortó. Alex no era de los que perdía el tiempo.
Seguramente advirtió mi presencia por las cámaras de seguridad, y decidió que ya que estaba por allí, estaría bien amonestarme por el allanamiento de su despacho. En otras circunstancias no lo habría hecho, pero tenía en mente algo más importante, y era alegrarle el día a su hija.
—Voy a cargarlo en tu cuenta. —Fue lo que em dijo mientras atravesaba la puerta de su despacho. Su irada era asesina, pero no de esas por las que temía por mi vida. Seguramente él había intuido el motivo de aquel robo, y sobre todo, estaba agradecido por el resultado.
—Valió la pena. —Me senté en la silla frente a él, y esperé.
—Está pidiendo ayuda a gritos, pero es demasiado terca para reconocer que la necesita. —Daba gusto hablar con este hombre, estábamos en la misma línea de pensamiento.
—Acaba de decir que se va de vacaciones, pero dudo de que tenga algún plan. —Una de las cejas de Alex se alzó.
—De ser así lo sabría. —Alex era como mi padre, era de los que se enteraba de todo antes que nadie, y siendo sobre su hija con mucha más razón.
—Necesita desconectar de todo lo de Poe. —Alex se recostó haciendo crujir su sillón.
—Creo que tengo la manera de conseguirlo. —Cuando Alex Bowman se pellizca los labios con ambos índices, mientras mira al vacío, es que estaba elaborando algo retorcido en su cabeza. ¿Preocuparme? En absoluto. Esta vez yo no era el objeto de sus maquinaciones.
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