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    Soy Agua

    Capítulo 8 SA

    10/10/2019

    La furgoneta se desvió bruscamente, haciendo que Argus y yo prestáramos más atención a la parte delantera.

    —¿Qué ocurre? – Preguntó Argus a mi lado.

    —Dos vehículos nos están intentado sacar de la carretera. – Informó el conductor. Su atención se repartía entre los retrovisores y la carretera frente a él. Argus se deslizó a las ventanillas traseras para echar un vistazo, mientras otro de los hombres preparaba sus armas junto a él. Después de revisar, volvió a colocarse a mi lado.

    —No es Evan. – no sé si aquellas palabras eran para tranquilizarme, o para ponerme más nerviosa. La voz de Schullz llegó desde la parte delantera.

    —Tus amigos se han puesto violentos. – escuché un arma amartillarse, e instintivamente me encogí.

    —Esos no son mis amigos. – corrigió Argus.

    —Pues ahora van a ser pasado. – y empezaron los disparos.

    Me tapé los oídos, al tiempo que intentaba empequeñecerme. Argus estaba prácticamente envolviéndome con su cuerpo, creando una especie de escudo a mi alrededor. Pero eso no evitaba que las sacudidas del interior me hiciesen golpear contra todas las superficies. Puede que aquella furgoneta fuese ideal para un secuestro, pero no lo era para transportar personas en una persecución, al menos para los que iban en la parte de atrás.

    Espero que el destino no les lleve nunca a estar en medio de un tiroteo, porque la experiencia no es agradable. Mi corazón estaba a punto de escapar del pecho, tomando como salida mi garganta. Mi cuerpo estaba siendo vapuleado como una pelota de frontón. Y encima tenía que soportar los gritos de júbilo de los tipos de Schullz cuando alcanzaban un blanco. Esos tipos disfrutaban con aquello, realmente lo hacían. Y no creo que fuese solo por la adrenalina, sino por el hecho de causar daños. Escuché un fuerte choque de metal, o algo parecido, seguido por las enardecidas palabras de mis llamémosles guardianes. Se habían desecho de nuestros perseguidores, y nosotros continuábamos camino

    Creo que cambiaron la ruta para prevenir encontrarse de nuevo con problemas, lo cual nos hizo alcanzar nuestro destino con algunas horas más de diferencia. Era noche cerrada cuando llegamos a una especie de pista de aterrizaje, donde esperaba un helicóptero de esos grandes, como los que salen en las películas que usan los militares. Argus me ayudó a subir, porque los otros tipos estaban más ocupados en ellos mismos y en que no escapara, que en facilitarme las cosas. Salvo Argus, él parecía haberse convertido en mi “ayuda de cámara”.

    Cuando los rotores del aparato se pusieron en marcha, supe que no podría tener una conversación con nadie, así que me resigné en mirar el trozo de paisaje que estaba a mi alcance. Dos horas después, tomamos tierra en una pista de aterrizaje más nueva, o al menos mejor cuidada. Un avión de esos pequeños nos esperaba para llevarnos aún más lejos.

    Argus me ayudó a subir las escaleras, y me acomodó en la parte trasera, tomando él el asiento contiguo al mío. No le hablé en todo ese tiempo, salvo para contestar con un sí o un no a sus preguntas, que siempre estaban relacionadas con mis dificultadas para continuar el camino que me trazaban. Cuando el avión estuvo finalmente en el aire, todos los hombres del equipo parecieron relajarse, incluido Argus. Entonces aproveché la ocasión.

    —¿Dónde está el oráculo? –

    —En Mikonos, una isla de Grecia. – Sí, cómo no.

    —¿Tardaremos mucho en llegar? –

    —Algo más de 4 horas hasta Atenas, luego un salto cortito y estaremos en Mikonos. –

    Miré hacia abajo, donde las luces de una gran ciudad marcaban la diferencia entre arriba y abajo. No tenía ni idea de dónde estaba, calculaba que en Francia, porque vi alguna referencia a Marseille. Pero lo que más me asustaba, era la impunidad con la que aquellas personas podían llevar a alguien en contra de su voluntad, de un pico a otro de Europa, sin que nadie se diese cuenta. ¿No había controles de aduanas o algo así?, ¿dónde estaba la policía?

    Bueno, 4 horas de viaje, tiempo suficiente para retomar mi labor de investigación. Argus me trajo una botella de agua, pero antes de que le diera las gracias, se sentó a mi lado y me hizo callar.

    —No vamos a tener mucho tiempo para descansar, así que te aconsejo que intentes dormir tanto como puedas. Mañana va ser un día muy largo. – ¡Eh!, ¿dónde había quedado el “mi señora”? Abrí la botella mientras veía como Argus se reclinaba en su asiento y cerraba los ojos. Adiós mi oportunidad. Bebí un trago de agua y me quedé observando a los hombres a mi alrededor. 5 que iban en la furgoneta, dos más que estaban junto al helicóptero, y otros dos que estaban en el avión, total 9, conmigo 10. Un buen grupo que… no me di cuenta, pero mis ojos se cerraron sin avisar, y la oscuridad volvió a tomarme.

    Cuando abrí los ojos, noté que me sacudían.

    —¿Ya se despertó la bella durmiente? – llegó desde lo lejos la voz de Schullz. Argus puso los ojos en blanco.

    —No le hagas caso. Está cabreado porque no le ha gustado cargar con un peso muerto. – es decir, yo. Advertí que el sol estaba ya alto.

    —¿Qué hora es? –

    —Alrededor de medio día hora local. –

    —¿Dónde estamos? –

    —Camino de Mikonos. –

    Intenté incorporarme, pero las secuelas de lo que me dieran para dormir aún no habían desaparecido, o… entonces me di cuenta de que las sacudidas continuaban. Miré por una pequeña ventana a mi derecha, para encontrar que el horizonte se movía. Si uníamos a eso el ruido de un motor, y el olor a gasóleo y salitre… estábamos en un barco. Argus me tendió su mano para ayudarme a levantar. Me aferré a él para hacer todo el camino hacia el exterior. El mar nos rodeaba por todas partes, salpicando el horizonte de enormes manchas marrones; tierra. Y era hacia una de esas enormes rocas hacia las que nos dirigíamos.

    Nos cruzamos con otras embarcaciones de recreo, algunos pescadores, pero mantuvimos la distancia en todo momento. Chicos precavidos, aunque no creo que aquellas personas diferenciaran a una loca turista de una chica secuestrada en contra de su voluntad. Sobre todo porque no tenía ni idea de cómo se pedía ayuda en griego.

    Al final llegamos a una cala, donde fondearon el ancla y me metieron en una lancha neumática para llevarme a la orilla. Caminamos por un sendero, hasta llevarme a un coche que esperaba. No quise crear problemas, porque el sonriente tipo nos recibió no tendría nada que hacer contra 4 tipos armados con gusto por disparar.

    Llegamos hasta una pequeña casa en un lugar apartado de la isla, nada fastuosa, pero con unas increíbles vistas al mar. El color blanco de las construcciones casi hacía daño a la vista, sobre todo cuando el sol golpeaba con tanta fuerza. Aun así, alcancé a ver un dibujo pintado de azul en algunas piedras esparcidas por el camino. No, no era un dibujo, eran varios, y entre todos, parecían configurar una especie de camino hacia la vivienda.

    El hombre del coche empezó a llamar agritos, pero aquella sonrisa suya, me decía que era algo habitual por ahí el anunciarse de esa manera. Una muchacha joven apareció en la puerta, una que no parecía demasiado contenta de vernos. Aun así, nos dejó pasar al interior de la casa. Salvo Argus y Schullz, el resto se quedó en el exterior, supongo que vigilando. Aunque este último, solo revisó el interior y después abandonó el edificio. Miré a Argus extrañada. Tan vigilada que me tenían en todo momento, y ahora nos dejaban solos allí.

    —No habla griego. – entonces era eso. Ya que no se iba a enterar de nada, prefería estar fuera, donde al menos podría controlar algo, aunque fuesen las gaviotas.

    —Necesito ir al baño. – Argus me señaló con el dedo un pasillo lateral.

    La tercera puerta de la izquierda. Yo mientras iré a hablar con la Sibila. –

    —¿No tendría que estar yo presente? – Argus me sonrió.

    —Si es necesario te iré a buscar. Pero no creo que haga falta. – me encogí de hombros, pero mentalmente, y fui a satisfacer mi necesidad más acuciante, vaciar la vejiga. No pensaba volver a tomar nada que me dieran estos tipos, Argus incluido, aunque fuese agua. Evan al menos tuvo la delicadeza de no sedarme. ¡Qué manía tenían estos de drogar a la gente!

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    3 Comments
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    3 Comments

  • Reply Yesenia 10/10/2019 at 6:38 PM

    Ya me tienes atrapada

    • Reply arlen 11/10/2019 at 4:42 AM

      X2😍

  • Reply Claus 10/10/2019 at 9:27 PM

    Yo se que es mucho pedir pero … esta ya la leí…podrías calmar nuestra ansias con un capítulo maa de Lena y geil…gracias

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Bienvenid@s a mi blog. Lo primero de todo, agradecerles su apoyo y fidelidad, pues es gracias a ellos, que he dado este salto: crear este punto de encuentro entre lectores y autor, donde podrán encontrar mi trabajo antes que en otras plataformas de lectura libre online. Si han llegado hasta aquí es porque ya me conocen, o han leído parte de mi trabajo. Para quienes me acaban de descubrir, solo decirles que soy una escritora de novela romántica, y que, en este espacio, al igual que ocurre en wattpad, podrán encontrar la mayoría de mis obras para poder leerlas libremente. Eso sí, les pediría que no plagien mi obra, ya que para mí supone un gran esfuerzo crear todo este material, y mucho más el ponerlo a su disposición. Además, que parte de ella, está protegida por los derechos de autor, ya que está inscrita en el registro de la propiedad intelectual. El objetivo de este blog es hacerles llegar, aunque de forma algo tosca, las historias que se acumulan en mi cabeza. Por eso espero que disculpen el que el material no esté pulido como sería propio de una gran escritora que presenta su obra al público. Pero no dispongo de nadie, como ocurre con otros autores, que se encargue de revisar, corregir y pulir mis escritos. Solo soy una sencilla persona con medios limitados, que intenta llegar a todas aquellas personas que desean disfrutar con las locas historias que pueblan esta cabeza inquieta. Si desean tener algunas de mis obras en formato físico, pueden hacerlo. Consulten en el enlace que encontrarán en la columna de la derecha. Sin más, espero que disfruten de mis escritos, que rían, lloren, se enfaden… pero, sobre todo, que terminen cada historia con una sonrisa en su cara, y con esa sensación de que, por un rato, se han evadido de la realidad para permitirse soñar conmigo. Sigan a mi lado, y les daré algo dulce, salado o picante, pero no demasiado, porque quiero que vuelvan siempre a por más.
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