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    Bianca

    Capítulo 8 B

    14/10/2021

    Al final repartimos todas las cajas y cachivaches en dos coches, puede que más, no sé cómo iba a distribuir Alex el resto de cosas, pero estaba claro que esto de la organización era lo suyo. A Gabi le tocó llevar la caminadora y un masajeador de pies, y en el coche de Owen cargamos las cajas con la ropa y el calzado.

    —¿Esta es la última? —preguntó Owen mientras evaluaba el puzle que había creado para que encajaran todos los bultos dentro de su coche. Por mucho que quisiera dudo que encontrase un hueco para meter algo más.

    —No cabe un alfiler. —él se giró hacia mí con una sonrisa en la cara.

    —Pues tendrás que encajar tú porque no pienso ir sólo con todo esto por medio Miami. —Yo ya contaba con que iba a hacerlo, no necesitaba que él me lo pidiera.

    —¿Tienes miedo a perderte? —Todos los coches de alquiler tenían un GPS que seguro sabía utilizar. Aunque iba a tener un poco de trabajo extra para dar con la casa correcta, la tecnología no era infalible.

    —Lo que me da miedo es que todo esto se me caiga encima en el primer frenazo. —No pude evitar imaginarme la situación, solo que en vez de preocuparme por él, sus sonrisa divertida me contagió.

    —Pobrecito, acabarías encajonado. —Él puso los ojos en blanco. Lo sé, era muy mala haciendo chistes.

    —Vamos a decirles que nos vamos, quiero deshacerme de todo eso lo antes posible. —Entramos de nuevo en la residencia para ir a la habitación de Petra.

    —Gabi, cuando terminéis con esto lo acercas a la casa de la tía. Owen y yo nos vamos adelantando para que así ir dejando libre su coche.

    —Vale, pero no os vayáis, dudo que la tía y yo podamos manejar todo esto nosotras solas. —No, esa caminadora pedía a gritos brazos fuertes y mucha energía.

    De regreso al coche me senté en el asiento del acompañante. Lo primero que hice antes de atarme el cinturón fue mirar a mi espalda. Owen tenía razón, un frenazo brusco y acabaríamos sepultados por montones de cajas. Solo esperaba que fuese un buen conductor.

    —Tranquila, llegaremos sanos y salvos a nuestro destino. —Sonrió antes de atarse su propio cinturón.

    —Eso espero, soy demasiado joven para morir. —Recordar la muerte me hizo sentirme mal.

    —Y demasiado guapa. —Levanté la vista hacia Owen, ¿estaba flirteando conmigo?

    —Adulador. —le acusé. Él sonrió de forma traviesa mientras arrancaba el coche.

    —Ese es Kevan, yo solo constato un hecho. —¿De verdad me encontraba atractiva? ¡Vaya! Un piropo de un chico guapo siempre le subía la moral a una. Reconozcámoslo, si te lo dice un tipo feo o alguien de la familia no es lo mismo.

    Para evitar un silencio incómodo por mi parte, porque me cuesta no ponerme roja cuando me dicen este tipo de cosas, busqué mi teléfono y marqué el número de la tía.

    —Hola, Bianca, ¿ya venís para aquí? —Busqué referencias con la vista a mi alrededor.

    —Acabamos de salir, sobre 20 minutos o así estamos allí.

    —Perfecto, estaré pendiente. —Seguro que vigilaría por la ventana para salir a ayudarnos en cuanto llegáramos.

    Owen siguió mis indicaciones mientras conducía con cuidado. Para no conocer demasiado la ciudad parecía que se desenvolvía muy bien entre el tráfico. ¡Qué idiota!, seguro que Chicago se parecía mucho a Miami, las dos eran ciudades grandes.

    —Es esa de ahí. —Señalé la casa siguiente a la que estábamos. Era una calle residencial y tranquila, con mucha vegetación. Normal, era vieja y los árboles estaban bien crecidos. —Sigue el camino de entrada hasta el final, así el trecho hasta la casa será más corto. —Ya había sido agotador cargar las cajas, y eso que él había hecho la mayor parte del trabajo, no quería que me odiara un poco más.

    —Mi espalda agradecerá eso. —Primera vez que le oía quejarse, aunque no era una protesta por el trabajo, porque lo decía con cara risueña. Bajamos del coche y empezamos a descargar.

    —De verdad que te agradezco la ayuda. Me ahorras unos cuantos viajes. —Tiré de la caja hacia arriba para cargarla sobre mis brazos. Podía haber hecho todo el trayecto sola en mi coche, pero el suyo no solo era más grande, sino que venía con ayudante incorporado.

    —Sería un cretino si no lo hiciera. —Sabía que lo decía porque toda aquella ropa era de su bisabuela. De alguna manera estaba relacionado con aquella especie de mudanza.

    —No todos piensan como tú. —Aquello le hizo detenerse a mi lado con una ceja alzada. La verdad, es que parecía que aquella caja enorme no le supusiera un gran esfuerzo, aunque sus bíceps estaban realmente abultados mientras la sostenía. Y tenía que pesar, la mía era la mitad y casi me doblaba la espalda.

    —¿Los familiares no se encargan de esto? —Chico listo.

    —Una vez que el residente fallece, la familia suele despreocuparse de estas cosas. —A algunos podía disculparles, la pérdida era muy dolorosa, y encargarse de sus efectos personales era una prueba que no podían asumir de inmediato. Pero otros… Sencillamente no era que otra molestia más de la que querían deshacerse. Reconozcámoslo, un anciano es una carga que no todos quieren o pueden soportar, y de los primeros cada día había más.

    —Pues es su obligación. Vosotros ya tenéis bastante con el trabajo que hacéis. —Al menos él sí que lo apreciaba. Vaciar las habitaciones de los residentes cuando estos fallecen no es nuestra labor, pero muchos familiares asumían que iba incluido en el precio. A mí no me importaba hacerlo, porque aquella ropa y calzado podían venirle bien a otra persona con menos suerte que ellos. Para mí, todo tenía una segunda vida. Las cosas no se desechan porque sean viejas o estén gastadas, solo si ya no cumplen su función o están rotas es cuando hay que decirles adiós. Demasiado tiempo entre gente mayor, supongo que por eso pienso así.

    —No me importa hacerlo. Es por una buena causa. —Éramos muchos los que colaborábamos con el centro cívico, pero no suficientes.

    Mi teléfono comenzó a sonar en ese momento. Si quería contestar tenía que dejar la caja en el suelo, o hacer equilibrios con una mano y sacar el aparato de mi bolsillo sin que al final acabara cayéndose una de las dos cosas. Pero Owen estuvo rápido, se acercó a mí para tenderme una de sus manos que había liberado. ¿De verdad podía con las dos? No quise perder el tiempo preguntando. Si no podía con ellas, simplemente la dejaría en el suelo y listo.

    —¿Diga? —Con el teléfono sujeto entre mi hombro y mi oreja, volví a tomar la caja de manos de Owen.

    —Llámame inútil, pero no recuerdo qué casa era la de la tía María. —La voz de Gabi sonó frustrada al otro lado de la línea.

    —Eso es porque no has venido mucho por aquí. —Las reuniones familiares las hacíamos o en la casa de sus padres o en el Château, ella no solía acercarse por estos lugares. No era como yo, que venía a casa de mi tía constantemente.

    —¿Recuerdas la calle? —Era un auténtico laberinto, e incluso el GPS tenía serias dificultades para encontrar el número de la casa. Si te fiabas de él, acababas llamando dos o tres casas más arriba.

    —Creo que he pasado esa rotonda de los delfines que está al entrar en la urbanización. —Acababa de llegar a la puerta. Me extrañó que no estuviese abierta, porque había avisado a María de que salíamos hacía 20 minutos, y ella siempre la dejaba abierta para que solo tuviese que entrar y dejar las cajas junto a la pared del salón si es que no podía salir a ayudarme en ese momento. Tampoco le di mucha importancia, podía estar en el baño. Así que me acerqué al pequeño farol junto a la puerta, moví el cristal y metí mi dedo dentro para hurgar en la parte de abajo y sacar la llave de “por si acaso”. No hay nada peor que estés en pleno “concierto” en el aseo y te meta prisa una llamada al timbre.

    Mientras encajaba la llave en la cerradura, me giré hacia atrás por inercia. No es que el barrio fuese malo, o que yo estuviese sola, pero ya saben, la costumbre es difícil de erradicar, y yo tenía esa manía desde que escuché en el centro cívico esas historias de asaltos. Lo que me encontré, es que estaba sola, porque Owen había dejado la pesada caja a mis pies, y había regresado al coche para recoger otra.

    —Después de la rotonda de los delfines, tomas la calle de la casa amarillo limón. Sigues avanzando, y es la tercera casa a la derecha después del sicomoro americano.

    —¿Americano?, aquí hay árboles por todas partes. ¿Pretendes que me baje y hable con ellos a ver cuál me contesta en inglés? —Owen estaba llegando a mí cuando Gabi soltó esa perla, y por su cara diría que la había oído.

    —Mira que eres boba. —Owen me hizo un gesto, se señaló a sí mismo y después la carretera. Con los labios vocalizó sin sonido un “salgo a buscarla”, a lo que yo asentí. —Te mando ayuda. —Empujé la puerta ya abierta y entré en la casa. —Ya estoy aquí. —Me anuncié. Nada como avisar de que no era un ladrón.

    La puerta se cerró a mis espaldas con un golpe seco. Eso me asustó, pero no tanto como cuando me giré para toparme con un arma apuntándome a la cara. La sangre se me congeló en las venas, mis brazos perdieron la fuerza, y el sonoro golpe que hizo mi caja al chocar contra el suelo fue lo último que necesitaron mis nervios para romperse. Pánico, absoluto pánico. Pero como decía la abuela, puede ser peor.

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    5 Comments
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    5 Comments

  • Reply Yesenia 14/10/2021 at 10:36 PM

    my gooooddd

  • Reply Andrea 14/10/2021 at 11:39 PM

    😱😱😱😱 pobre Bianca!!! Quiero seguir leyendo masss🥰

  • Reply Alix 14/10/2021 at 11:54 PM

    Ahora sí sabremos más detalles de ese día, y poco a poco llegaremos a lo que no conocemos, pero nos imaginamos, eres grande Iris 🤗🤗

  • Reply esther Irazabal 15/10/2021 at 5:44 PM

    Hola Iris felicidades como siempre sobresaliendo de un libro a otro me encanta esta historia, veo que vienen muchas cosas entre Owen y Bianca me encanta que pases de nuevo por Chicago esperaré con ansias los siguientes capítulos, te sigo y leo desde el 1er Préstame un abrazote a la distancia 😘

  • Reply Katiuska 21/10/2021 at 12:31 AM

    Detalles viene lo bueno ….

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Bienvenid@s a mi blog. Lo primero de todo, agradecerles su apoyo y fidelidad, pues es gracias a ellos, que he dado este salto: crear este punto de encuentro entre lectores y autor, donde podrán encontrar mi trabajo antes que en otras plataformas de lectura libre online. Si han llegado hasta aquí es porque ya me conocen, o han leído parte de mi trabajo. Para quienes me acaban de descubrir, solo decirles que soy una escritora de novela romántica, y que, en este espacio, al igual que ocurre en wattpad, podrán encontrar la mayoría de mis obras para poder leerlas libremente. Eso sí, les pediría que no plagien mi obra, ya que para mí supone un gran esfuerzo crear todo este material, y mucho más el ponerlo a su disposición. Además, que parte de ella, está protegida por los derechos de autor, ya que está inscrita en el registro de la propiedad intelectual. El objetivo de este blog es hacerles llegar, aunque de forma algo tosca, las historias que se acumulan en mi cabeza. Por eso espero que disculpen el que el material no esté pulido como sería propio de una gran escritora que presenta su obra al público. Pero no dispongo de nadie, como ocurre con otros autores, que se encargue de revisar, corregir y pulir mis escritos. Solo soy una sencilla persona con medios limitados, que intenta llegar a todas aquellas personas que desean disfrutar con las locas historias que pueblan esta cabeza inquieta. Si desean tener algunas de mis obras en formato físico, pueden hacerlo. Consulten en el enlace que encontrarán en la columna de la derecha. Sin más, espero que disfruten de mis escritos, que rían, lloren, se enfaden… pero, sobre todo, que terminen cada historia con una sonrisa en su cara, y con esa sensación de que, por un rato, se han evadido de la realidad para permitirse soñar conmigo. Sigan a mi lado, y les daré algo dulce, salado o picante, pero no demasiado, porque quiero que vuelvan siempre a por más.
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