Bruno
La situación no tenía buena pinta. Como pude, me metí entre el amasijo de hierros que anteriormente fueron la cabina de pilotaje. No sé cómo, mi teléfono todavía funcionaba, así que utilicé el modo linterna para iluminar allí abajo. Me dolió meterme entre los huecos que quedaban libres, pero ni estando en buenas condiciones, podría sacarlo de allí. Necesitaríamos una cortadora de metal para excarcelar la pierna del tipo. Y por si fuera poco, la posición de aquel pie no era buena. En cuanto la adrenalina dejara de circular por su sangre, el dolor tomaría el control. Solo rezaba para que la posterior hinchazón no se encontrara con algo afilado y cortante.
—No va a ser posible. – Salí con cuidado y me puse en pie para mirarlo de frente.
—¿Tiene mala pinta? – quiso saber. No iba a mentirle, eso nunca suele funcionar en estos casos.
—Necesitaré equipo para liberarte. Y es probable que tengas el tobillo torcido o roto. – No era médico, así que tampoco podía hacer otra cosa que especular. Él dejó que su cabeza cayese contra el respaldo de su asiento.
—Vale. Entonces tendrás que ir a buscar ayuda. ¿Cómo está la otra pasajera? –
—Inconsciente. – él asintió rápidamente un par de veces.
—De acuerdo. Si ha sufrido una conmoción, cuando despierte será mejor que te la lleves, porque yo no podré ayudarla si pierde el conocimiento de nuevo. – no iba a decirle eso de “si despierta”, porque Nika lo haría, tenía que hacerlo.
—De acuerdo. Voy a tratar de despertarla y a revisar el exterior de la nave. Apaga todos los sistemas eléctricos. Si hay vertido de combustible, cualquier chispa puede ser peligrosa. – Y él no podría salir corriendo de su cárcel para escapar de morir abrasado. Estiró el brazo, y accionó algunos botones. Las luces del interior del aparato se fueron. Genial, podía haber esperado a que yo llegara hasta Nika.
Dejé que mis pupilas se adaptasen a la oscuridad, para descubrir que la luna iluminaba débilmente el lugar. Esquivé los objetos desperdigados, y llegué hasta ella. Mis dedos alcanzaron su mejilla, y mi pulgar acarició su suave piel con avaricioso deleite.
—Nika, despierta. – Si no lo había hecho antes cuando la besé no iba a hacerlo ahora… o eso creía. Sus cejas se fruncieron, como si hubiese escuchado algo que le molestara. – Vamos, nena, despierta. – su cabeza empezó a moverse hasta que finalmente vi como sus ojos parpadeaban hacia mí.
—Ummm. – gimió.
—Tenemos que movernos. – busqué el contacto con sus ojos, ansiando ese brillo que necesitaba encontrar.
—Me duele todo. – Alzó su mano para tocarse la cabeza, y eso me preocupó. ¿Había ahí algún golpe que pasé por alto? Iluminé allí con la luz de mi teléfono.
—Déjame ver. – sus ojos se cerraron fuertemente.
—Estoy bien. – ella apartó mi mano para que no siguiera buscando entre su pelo. Desistí, porque tampoco podría hacer gran cosa si se había golpeado la cabeza. Mi única opción era llevarla lo más rápidamente posible a un hospital.
—De acuerdo. ¿Puedes ponerte en pie? – Ella asintió. Me aparté un poco y dejé que se incorporase. No rechazó mi mano cuando se la ofrecí para ayudarla.
—¿Dónde estamos? – Buena pregunta. Busqué la opción de localización en mi teléfono, pero no funcionaba.
—No lo sé, estamos sin cobertura. Lo único que puedo confirmarte, es que estamos en un bosque, a unas tres horas de Miami. – ella empezó a mirar a su alrededor.
—¿Y el piloto? ¿Está bien? –
—Está bien, pero tiene una pierna atrapada. –
—Pobre. –
—Revisaré en el exterior a ver si encuentro algo con lo que liberarle. Tu puedes ir buscando alguna manta para cubrirle. – las luces de emergencia empezaron a parpadearen aquel momento, dándonos finalmente un poco de luz artificial. Sabía que esa iluminación no era peligrosa, ya que se basaba en unas baterías aisladas del circuito principal. Nika tendría mejor visibilidad dentro del avión, y eso era bueno. Ella estaría ocupada en algo, mientras yo revisaba el exterior de la nave.
—Buscaré también un botiquín. – sentí como sus dedos se acercaban con cuidado a mi sien, pero no llegaron a tocarla. Su mirada preocupada formó un nudo en mi estómago.
—Eso estaría bien. – intenté sonreírle, y aparté su mano con cuidado. No podía dejar que me tocara, porque no había nada más tentador que la mujer que te gusta haciéndote de enfermera. Sus dedos estaban fríos, y me habría encantado calentaros, pero no lo hice.
Me aparté de ella y caminé en dirección hacia la salida de emergencia. Me constó un poco conseguir que la puerta se desencajara de su sitio, pero no tenía nada que hace contra un italiano que huía de una mujer.
—Bruno. – giré la cabeza ante la llamada de Nika.
—¿Sí? – sus ojos me miraban preocupados.
—Ten cuidado. – no podía dejarla así.
—Nos hemos estrellado, no puede haber nada peor que eso. – ella sonrió y puso los ojos en blanco. Y yo salí de allí con una sonrisa. Pero esta murió cuando llegué a la parte trasera del avión.
Me acerqué tanto como pude, incluso iluminé el agujero con mi teléfono, pero mi primera impresión no pudo más que empeorar. No soy inspector de accidente, si quiera ingeniero aeronáutico, pero he visto suficientes agujeros en un avión como para saber que lo que había provocado ese cráter en el fuselaje, no estaba dentro. No había sido un fallo interno. Alguien intencionadamente había lanzado algo contra nosotros, algo que había impactado con excelente precisión en una de las partes más importantes de una aeronave.
No es que sea lo mismo, pero si revientas un neumático a un coche mientras este circula a gran velocidad, lo desestabilizarás y provocarás un accidente que casi seguro será mortal. Destrozando uno de los estabilizadores de vuelo traseros, harás que la nave sea ingobernable, y que pierda toda estabilidad. El resultado sería que se precipitaría hacia el suelo como una piedra que gira sin control.
Ahora bien, la pregunta importante era ¿nos habían disparado y habían tenido suerte? O ¿ese agujero era el resultado de un artefacto explosivo adherido al fuselaje? Porque si era lo primero, cabía la posibilidad de que nos hubiesen confundido con otro avión y el ataque no fuese con nosotros, pero si era la segunda opción, es que éramos su objetivo, y eso hacía que siguiéramos en peligro. No necesitaba ponerme a pensar el por qué era así, debía centrarme en combatir la amenaza.
Ojalá hubiese tenido más interés en los análisis de los daños por proyectiles, porque así tendría más información. Así que me agarré a lo que tenía, y eso era un proyectil o artefacto, con el calibre o potencia necesarias para practicar un agujero de aquel tamaño en el fuselaje de un avión comercial. Un único impacto, por lo que quedaban descartadas las balas trazadoras. Tenía que haber sido misil teledirigido, o una pequeña bomba adherida bajo el estabilizador de cola. Si yo fuese un terrorista, me inclinaría por lo segundo. Eran más barato, más preciso y dejaba menos rastros que seguir. ¡Mierda! Tenía que sacarnos de allí.
De todas las maneras, si alguien querría matar a los ocupantes de un avión, se asegurarían de que habían hecho su trabajo. Miré la hora en mi teléfono. Si salimos a las 12:40 de la noche del aeropuerto de Miami, y habíamos viajado por algo menos de tres horas en dirección oeste, más o menos estaríamos en algún punto con la zona horaria con una hora menos. Si eran las 3:18 en Miami, aquí serían las 2:18 de la madrugada. Teníamos algunas horas hasta que amaneciera sobre las 7 de la mañana. Sin luz, y sin equipo apropiado, caminar por el bosque podía ser peligroso. Pero podía preparar todo para ponernos en marcha al amanecer. Con la seguridad de Nika en mis manos, no podía arriesgarme.
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