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    Soy Agua

    Capítulo 6 SA

    08/10/2019

    Nada más llegar a la linde de la carretera, busqué a ambos lados con la mirada, necesitaba encontrar ayuda y la necesitaba ya. Vi una furgoneta acercarse y alcé mis brazos para llamar su atención. Tuve suerte, porque me vieron y empezaron a disminuir la velocidad.

    Estaban casi a mi altura, cuando escuché la llamada de Evan que se acercaba seguido de Arión.

    —¡Victoria! – gritó.

    Un segundo, es lo que me llevó girar la cabeza para comprobar cuanto me separaba de ellos, cuanto tiempo disponía antes de que me atraparan, cuando sentí como mi cuerpo era levantado del suelo y me introducían en un vehículo. La puerta corredera se cerró antes de que mis rodillas tocaran suelo, pero antes de que sintiese que todo volvía a repetirse, el grito de Evan llegó desde el otro lado del metal.

    —¡Volveré a encontrarte! –

    Sentí que un escalofrío recorría mi espalda, pero no fue por la voz distorsionada de Evan, sino por aquellos ojos grisáceos que me miraban con deleite, mientras alguien colocaba unas bridas para atar mis muñecas.

    —¿Así que eres tú? – ni afirmé ni negué, solo tragué saliva, porque de repente mi garganta se quedó seca.

    —Tenemos que asegurarnos de que esta es la que buscamos. – el que dijo aquello estaba sentado en el asiento del acompañante del conductor. No pude verle, porque estaba casi de espaldas a él, y tampoco importaba mucho porque el que tenía que preocuparme era el que me sonreía de una manera extraña.

    —Si Evan cree que lo es, yo no tengo dudas. – sus palabras tenían ese toque de convencimiento que debería haber bastado, pero una voz con acento extranjero dejó claro que necesitaba algo más.

    —Ya hemos fallado antes, no quiero arriesgarme. – sentí una mano demasiado brusca cerrarse sobre mi brazo.

    —No tienes derecho a tocarla. – el de los ojos grises apartó aquella tenaza de mi cuerpo con brusquedad, ganándose una amenaza no verbal del tipo.

    —Me da igual lo que creas, Argus. Yo quiero ver la prueba. ¿Y quién dice que no es más que una de sus estratagemas para alejar a la auténtica chica de nosotros? – el tal Argus clavó aquella mirada gris sobre el otro tipo. Si en vez de ojos hubiese tenido cuchillos, en ese momento los tendría clavados hasta el alma.

    —No puedo explicarte algo que jamás entenderías, Schullz. –

    —Tú mismo dijiste que era muy listo. – Argus aferró la ropa del pecho de Schullz y prácticamente imprimió sus palabras sobre su cara.

    —Nunca serías digno de beber de sus aguas. – Schullz le empujó soltándose de su agarre.

    —¿Cómo lo fuiste tú, viejo? – viejo, sí, Argus parecía como más de 10 años más viejo que Schullz. Pero cuando la culpa atravesó su mirada, aquellos 10 años se convirtieron en siglos.

    —Mi error es mi condena, y tú no eres quién para juzgarme. – se dejó caer contra el costado del automóvil, para que el metal soportara su ahora pesado cuerpo.

    —Cuando lleguemos a un lugar seguro, buscaré la marca. Agneta querrá verla. – Schullz se lamió los labios mientras me miraba, haciéndome sentir sucia.

    —No vas a tocarla. – intervino Argus.

    —Lo hice con las otras, viejo. –

    —Pero con esta no, lo haré yo. – Schullz se encogió de hombros, no como una derrota, sino como si fuese un aplazamiento.

    —Como quieras. –

    El tal Argus no habló más durante el camino, y yo tampoco dije nada. Pararon la furgoneta en algún lugar apartado, como una carretera de esas vecinales sin asfaltar, porque escuchaba las piedras que aplastaban los neumáticos.

    —Bien, ¿dónde quieres hacerlo? – preguntó Schullz a Argus.

    —Lo haré fuera. – me arrastró fuera del coche y me guio por el brazo hacia un grupo de arbustos.

    —No vayas demasiado lejos. – torcimos nuestro camino para que yo quedara oculta por le vegetación, mientras Argus seguía a su vista.

    —Quítate la ropa. – no pude reaccionar, hasta que él empezó a retirar la tela de mi chaqueta de mis hombros. Lo sacudí para quitármelo de encima.

    —Ya lo hago yo. – empecé a quitarme la chaqueta, pero a parte de mis antebrazos, no había mucha piel que ver, y estaba claro que ellos buscaban una marca. Tenía que ser una marca o señal en mi piel, pero ¿cuál?

    —La camiseta. –  seguí sus órdenes, y empecé a tirar de ella desde el bajo. Mis dedos estaban temblando, porque me estaba desnudando delante de un hombre que me había secuestrado. Pero podía ser peor, podía ser el otro el que estuviese en su lugar.

    Aún no había retirado del todo la tela de mí, cuando sus manos me cogieron para girarme bruscamente. Sus ojos estaban clavados sobre un lugar bajo mi axila, con un brillo extraño en ellos, una mezcla de incredulidad y alegría. Sus dedos bajaron nerviosos un poco la tela de mi sujetador, para que aquello que le fascinaba se viese mejor. Entonces recordé que era lo que estaba viendo. Yo tenía un pequeño antojo de nacimiento ahí, una manchita rosa con una forma irregular.

    —Mi señora. – sus rodillas se hincaron en el suelo, al tiempo que inclinaba su cabeza ante mí. Podría haberme aprovechado de aquello, haber empezado a correr como una loca, pero ¿hacia dónde? Los matones de la furgoneta estaban cerca, y no llegaría muy lejos. Así que me quedé quieta.

    —¿Eso es lo que buscabais?, ¿una mancha de nacimiento? – la cabeza de Argus se alzó hacia mí.

    —Es tu marca. –

    —¿La tiene? – llegó la voz de Schullz desde cerca, demasiado cerca, casi a nuestro lado. Pude ver su sonrisa lasciva sobre mi cuerpo semidesnudo. Empecé a cubrirme por instinto, cuando el tipo se acercó más a mí para evitarlo. – ¡Eh, eh! pequeña, no lo hagas. – Antes de que me alcanzara, Argus se interpuso entre nosotros.

    —Te dije que no la tocaras. – Schullz alzó las manos y reculó hacia atrás.

    —Tranquilo, colega, solo quería verlo. –

    —La tiene, tiene la marca. – informó Argus.

    —Bien, pero Agneta querrá una prueba más sólida que tu palabra. – su lengua se pasó sobre sus labios, al tiempo que sus ojos se clavaban sobre mí.

    —Yo se la daré. – me hizo girar, despejó la zona de mi marca, y sacó una foto con su teléfono. Luego alzó la vista hacia mí. – Cúbrete. – me pasé la camiseta por la cabeza con rapidez, y luego pasé la chaqueta por mis brazos. La mirada de Schullz seguía haciéndome sentir desnuda, sentía el frío en mi piel.

    — Volvamos al vehículo. – caminamos hasta allí, y volvieron a meterme dentro.

    Schullz y los otros hombres estaban contentos, como si hubiesen ido a la caza del tesoro y lo hubiesen encontrado los primeros. Argus no parecía tan feliz, era como… si se alegrara, pero al mismo tiempo lo lamentara. El que estuviese algo apartado de la algarabía general podía aprovecharlo para investigar más.

    —¿Qué es esa marca que dices que tengo?, ¿cómo puedes estar tan seguro de que es lo que buscas? – yo me había mirado esa mancha frente al espejo cientos de veces, y no tenía una forma que pudiese relacionar con algo conocido. No era un círculo, no era un corazón, no era una fresa…Argus empezó a tirar de una cadena que llevaba a su cuello, en cuyo final apareció un extraño medallón.

    —Esta es tu marca. –

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    • Adelanto Mi griego

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Bienvenid@s a mi blog. Lo primero de todo, agradecerles su apoyo y fidelidad, pues es gracias a ellos, que he dado este salto: crear este punto de encuentro entre lectores y autor, donde podrán encontrar mi trabajo antes que en otras plataformas de lectura libre online. Si han llegado hasta aquí es porque ya me conocen, o han leído parte de mi trabajo. Para quienes me acaban de descubrir, solo decirles que soy una escritora de novela romántica, y que, en este espacio, al igual que ocurre en wattpad, podrán encontrar la mayoría de mis obras para poder leerlas libremente. Eso sí, les pediría que no plagien mi obra, ya que para mí supone un gran esfuerzo crear todo este material, y mucho más el ponerlo a su disposición. Además, que parte de ella, está protegida por los derechos de autor, ya que está inscrita en el registro de la propiedad intelectual. El objetivo de este blog es hacerles llegar, aunque de forma algo tosca, las historias que se acumulan en mi cabeza. Por eso espero que disculpen el que el material no esté pulido como sería propio de una gran escritora que presenta su obra al público. Pero no dispongo de nadie, como ocurre con otros autores, que se encargue de revisar, corregir y pulir mis escritos. Solo soy una sencilla persona con medios limitados, que intenta llegar a todas aquellas personas que desean disfrutar con las locas historias que pueblan esta cabeza inquieta. Si desean tener algunas de mis obras en formato físico, pueden hacerlo. Consulten en el enlace que encontrarán en la columna de la derecha. Sin más, espero que disfruten de mis escritos, que rían, lloren, se enfaden… pero, sobre todo, que terminen cada historia con una sonrisa en su cara, y con esa sensación de que, por un rato, se han evadido de la realidad para permitirse soñar conmigo. Sigan a mi lado, y les daré algo dulce, salado o picante, pero no demasiado, porque quiero que vuelvan siempre a por más.
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