Kiril
¿Han corrido alguna vez campo a través? ¿Lo han hecho dentro de la ciudad? Cuando avanzas a toda velocidad entre la gente, esquivando mobiliario urbano, con alcanzar tu destino en mente, en lo que menos piensas en si te queda bonito. Otros podrían pensar que era uno de esos locos del parkour, puede que incluso alguno creyese que no era nada más que uno de esos ladrones de bolsos que salía huyendo con su botín. Me daba igual lo que pensaran todos ellos. Yo solo quería llegar hasta Sheila y comprobar que todo estaba bien. Tuve cuidado de romperme algo, porque si hubiese sucedido no habría podido seguir avanzando, y el objetivo de todo esto era llegar a ella a tiempo si me necesitaba, no fracasar antes de alcanzarla.
No tengo idea de lo que tardaron Adrik y Luka en conseguir un transporte, ni si el tráfico estaba demasiado denso o si les había pillado algún semáforo. Solo sé que cuando tuve el local a la vista no había señal de ninguno de ellos.
Me acerqué lo suficiente para ver como el tipo del día anterior estaba abriendo la puerta de entrada, no me importó que él me viera y pensara que era un cliente impaciente, solo me calmé cuando vi a Sheila detrás de él. Estaba bien, de una pieza, y llevaba el mismo atuendo que aquel tipo, con una chapita en su pecho con su nombre escrito en ella. ¡Mierda! ¿Iba a trabajar allí? ¿Por qué no se me había ocurrido esa opción antes?
—Buenos días. —El tipo, Cesar ponía en su identificador, me saludó con una gran sonrisa mientras me sostenía la puerta para que entrase al local.
—Buenos días. —Saludé educadamente. Caminé hasta alcanzar a Sheila, pero no me dio tiempo a ser el primero en hablar.
—¿Siguiéndome a mi nuevo trabajo? —¡Mierda! ¿Es que esta chica podía leer dentro de mí? Pero no iba a confesar.
—Salí a correr y mis pasos me han llevado hasta aquí, eso es todo. —Le echó un vistazo a mi atuendo deportivo. Y si eso no fuese suficiente, llevaba encima un pestazo a sudor que corroboraba mis palabras.
—Ya. Que casualidad, ¿verdad? — Piensa Kiril, piensa.
—No voy a mentirte, cuando vi la cafetería recordé que estuvimos aquí ayer, así que me acerqué porque me vino a la cabeza que había…—No tuve que esforzarme en encontrar algo para consumir, los carteles detrás de Sheila eran grandes y llamativos. Levanté mi mano para señalar justo allí. —zumos naturales. —Ella alzó una ceja al tiempo que miraba a su espalda.
—Sí, es una de nuestras especialidades. —Sí que estaba metida en su papel de vendedora. ¿Qué llevaba? ¿30 minutos? Y ya hablaba como si llevara aquí toda su vida.
—Bien, porque me apetece tomar algo bueno. —Ella me concedió eso, así que pasó detrás del mostrador y me sonrió cómplice. El otro tipo iba a servirme, pero Sheila le detuvo.
—Cesar, deja que le atienda yo, es de mi familia. —Él tipo alzó una ceja hacia mí. Sí, sabía lo que estaba viendo. ¿Familia?, pues deberíamos de ser de ramas muy diferentes, porque éramos totalmente opuestos. Yo rubio de ojos azules, y ella de pelo castaño oscuro y ojos color café. No, no parecíamos familiares, si acaso vecinos y gracias.
—Soy el adoptado. —Con aquella broma me gané una sonrisa del… supongo que sería el encargado de la cafetería.
—Bien, ¿y de qué va a ser? —En otro momento me habría tomado mi tiempo en encontrar algo que realmente me apeteciese tomar, pero se suponía que ya tenía una idea preconcebida antes de entrar en el local, así que tomé el último de la lista, más que nada porque si elegía el primero sería demasiado evidente.
—Naranja y mango. —pedí.
—Marchando uno de naranja y mango. —Su mirada se pasó por la lista de forma rápida, iba a descubrirme. Pero sé improvisar.
—Con un chorrito de limón y un par de hojas de menta. —No tenía ni idea de lo que iba a salir de allí, pero era demasiado tarde para echarme atrás.
—Por supuesto. —En cuanto Sheila se puso a preparar mi pedido empecé a teclear un mensaje para el resto de mosqueteros. No solo les tranquilicé sobre el estado de nuestra chica, sino que les sugerí que mejor no apareciesen por aquí, porque si ya era difícil justificar mi presencia, si ellos asomaban la cabeza por aquí mi poca credibilidad no solo se iría a la mierda, sino que tiraría por tierra mi trabajo y Sheila acabaría descubriendo que la vigilábamos.
—Buenos días. ¿Qué desea? —el tal Cesar preguntó a alguien que estaba detrás de mí, una joven rubia que me sonrió de forma… bueno, ya saben, de esa forma de “hola, encantada de verte” pero con un toque tímido.
—Un capuchino con sacarina y una magdalena de crema y arándanos. —El sonido de la batidora haciendo mi pedido me devolvió la vista al frente. No, la rubia no me interesaba, nunca me habría interesado alguien como ella. A ver, ¿sacarina?, pero si se iba a meter una magdalena con crema. Si no quería engordar que cambiase la magdalena por una fruta, era más saludable y tenía menos calorías vacías. Sacarina, puf.
—Enseguida. —Sheila sonrió a alguien detrás de mí, así que giré la cabeza para encontrarlo.
—Buenos días, ¿Qué desea? —Vale, me tenía que retirar de la cola mientras mi pedido estaba preparándose, así atendería al siguiente cliente. Así que di un par de pasos hacia mi costado libre y esperé.
Observé como Sheila atendía con eficiente cortesía al siguiente cliente. Nadie diría que era su primera vez aquí. Lo bueno de dejar espacio y ver como actuaban los otros clientes, es que me di cuenta de algo, no había traído cartera; ni dinero, ni tarjeta de crédito. Menos mal que sí tenía mi teléfono, y en él esa app con la que se podía pagar, como hizo la chica rubia de la mirada dulcemente interesada. Estaba claro que mi sudor apestoso no espantaba a toda la gente.
—Aquí tienes tu zumo. —Me giré hacia el mostrador para tomar mi vaso.
—Gracias. —Extendí mi mano para que el teléfono pasara delante de la terminal de pago.
En vez de salir fuera a tomarme mi batido de frutas en una de las mesas de la terraza exterior, encontré una pequeña mesa individual cerca de una cristalera, donde podía controlar la puerta de entrada y el puesto de Sheila. Estuve allí unos minutos, intentando no morir en el intento de meter aquella cosa en mi estómago. ¿Hojas de menta? Estaba asqueroso. Pero no hice una sola mueca. Eso sí, me tomé mi tiempo para “saborearlo” mientras caía por mi garganta. Llevaba apenas un par de sorbos, cuando me di cuenta de que la cafetería se había vaciado. Genial. Cogí el vaso y metí todo lo que había en él de una sola vez en mi boca. Como decía mi hermana, si lo tragas rápido no te da tiempo a notar el sabor antes de que lo hayas terminado. Demasiado tarde para mí, pero al menos lo terminaría y no más.
—Sí que tenías sed. —Sheila recogió el vaso vacío y lo puso sobre una bandeja. Después pasó una bayeta para limpiar la mesa.
—Es lo que tiene correr, que pierdes fluidos. —Ella también era corredora, así que no había nada más que decir. Miré mi reloj y me puse en pie. —Hora de que regrese. —Ella me sonrió y se fue a continuar su trabajo.
Estaba llegando a la puerta, cuando pasé junto uno de los dos tipos que acaba de entrar.
—Vaya, hay una gallinita nueva. —Aquel comentario no me gustó, y menos la sonrisa de depredador que puso. Incluso Adrik con tres chupitos de más daba menos repelús que este idiota. No pude resistirme, me di la vuelta y caminé detrás de él.
—Buenos días, ¿qué desea?
—Tu número de teléfono. —Un gilipollas. De buena gana le habría dado una patada en el culo.
—Lo siento, eso no está en la carta. ¿Alguna otra cosa? —Esa era nuestra chica, lista y educada. Sí que sabía tratar con los idiotas.
—Un expreso doble con leche y sacarina, y una magdalena de chocolate. —Otro idiota con la sacarina.
—Enseguida. —Sheila se giró para preparar el café, mientras Cesar atendía al otro hombre.
—¿Otra vez? —Si, normal que ella tuviese una ceja alzada hacia mí.
—Un botellín de agua fría, para el camino. —Sheila sonrió.
—Por supuesto. —Pagué, y me alejé de allí con la seguridad de que nuestra chica sabía defenderse como toda una Vasiliev. Pero sobre todo, con la certeza de que a partir de ese día, si a Sheila la dejaban con ese turno espartano de mañana, me iba a tocar a mí venir corriendo hasta aquí cada día para evitar que nada malo la ocurriese. Pues ya podía ir escogiendo otra cosa que tomar, porque el batido ese me había dejado un pésimo sabor de boca. A ver si el agua conseguía quitármelo.
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