Dafne
Sabía que estaba allí fuera. Si él no hubiese querido que lo encontrara, no lo habría hecho, por algo era el maestro, mi maestro, bueno, uno de tantos. Pero es verdad que él y yo manteníamos una relación más estrecha que con el resto, y todo era por ella. Tanto Ivan como yo estábamos a las ordenes de madre. En esta misión yo era el operativo de campo y él mi contacto. Que él estuviese en el centro comercial quería decir que teníamos que hablar, y no podía resumirse en un escueto mensaje enviado con el teléfono.
Cuando se aseguró de que lo había visto, simplemente desapareció, no necesitaba que nadie más supiera que estaba allí, y mucho menos el por qué. La premisa era que los contactos debían darse en lugares donde sabíamos que nadie podía vernos. La seguridad de ambos dependía de que no nos relacionaran. Así que, cuando terminé mi turno de trabajo, recogí mis cosas, y me fui a casa, o lo que llamaba hogar en los últimos dos meses.
Estaba de camino a la parada de autobús, cuando topé con la persona que menos esperaba encontrar.
—Esto no es una casualidad, ¿verdad? —Grigor me dio una sonrisa de niño bueno, mientras impulsaba su cuerpo para ponerse erguido. Sus manos seguían metidas en los bolsillos de su pantalón, como si de esa manera pudiese mantener una actitud pacífica.
—Pensé que te gustaría ahorrarte el viaje de vuelta a casa.
—El viaje en bus sé lo que cuesta, pero no sé lo que me cobrarías tú. —Ante todo, las cosas claras. Él alzó las manos en símbolo de rendición, al tiempo que su inocente rostro se asustaba. Sí, había entendido el significado que yo le había dado, no era tonto, pero estaba claro que él no era del que utilizaba ese tipo de artimañas.
—No voy a pedir nada a cambio, lo prometo. Tan solo me puse en tu lugar, y pensé que estarías cansada, con ganas de sentarte, y por supuesto meterte en una ducha lo antes posible. —Con Ivan seguramente espiando, tenía que deshacerme del chico rápidamente, así que me crucé de brazos y puse mi voz más incisiva.
—¿Y vas a ser tú el que se ofrezca para frotarme la espalda con la esponja? —Pude ver en su cara que esa idea ni se le había pasado por la cabeza, pero que definitivamente no le desagradaba. Aunque no se atrevería a llegar ahí conmigo, al menos esta noche.
—Solo te ofrezco un viaje en un asiento cómodo, nada más. —Nadie habría rechazado una oferta como esa, al menos nadie que no tuviese mucha escuela a sus espaldas, y que supiera que la mayoría de la gente que te ofrece eso está mintiendo. Lo que no sabían ese tipo de personas es que yo estaba preparada para destrozarles el plan a todos ellos. Además, no tenía que espantar al pobre chico la primera vez. Puede que más a delante, cuando supiera si podía aprovecharme de él o no.
—De acuerdo. Pero te advierto que te romperé un brazo si intentas propasarte sin mi consentimiento. —Le sonreí para que pensara que era una forma de hablar, una broma, pero no lo era, podía romperle un brazo, e incluso matarle.
—Lo tendré en cuenta. —sonrió el de vuelta.
Caminamos de regreso al centro comercial, concretamente al estacionamiento para clientes, nada del parking privado que tenían en el edificio la familia Vasiliev. Otra pista más que me decía que él no tenía esos privilegios, o tal vez no los usaba, tendría que averiguarlo.
—¿Este es tu coche?
—Sí. —El vehículo no era de alta gama, aunque tampoco era una chatarra. Podría tener más de 4 años, por lo que no se lo compraron nuevo por su cumpleaños: otro dato más.
Estaba a punto de abrirme la puerta del copiloto, todo cortesía, cuando lo miré con una ceja alzada.
—¿En serio? ¿Crees que vas a pasear a Miss Daisy? —Había estudiado la cultura popular americana, y aunque aquella película fuese un clásico, todavía hoy en día se utilizaba esa referencia cuando utilizabas esas arcaicas cortesías al llevar a una chica en coche. Ya nadie abría la puerta a un pasajero, salvo que fuese el botones de un hotel de lujo o algo así.
—Solo quería ser educado, pero si vas a romperme un brazo por hacerlo…—Levantó las manos en señal de rendición y empezó a caminar hacia el puesto del conductor. Tenía que reconocer que tenía un elaborado sentido del humor.
Antes de penetrar en el vehículo, repasé la parte de atrás por si había alguien escondido allí. Nada peor que ser sorprendida por un loco con una jeringuilla cargada con alguna droga, o algún paño con anestésico para ponerme sobre la nariz… Cualquier cosa era posible. Y no, no había nadie, así que me senté más confiada.
—Bien, si me dices la dirección la meteré en el GPS. —Eso hice y él la introdujo.
Después de salir del aparcamiento y ponernos en ruta, tuve que darle lo que se merecía, así que dejé a la Dafne borde a un lado, y fui amable.
—Gracias. —él me sonrió.
—De nada. —No debía preguntarlo, pero ya había conocido a la Dafne directa, no era momento de cambiar ahora.
—¿De dónde has sacado el coche? —Él no se ofendió por la pregunta.
—Es el de mi hermano, bueno, era, supongo que ahora es el mío. —Aquello me encajaba.
—Así que él ya no lo usa. —deduje. Pero quería saber el motivo por el que era así.
—A veces cuando viene a casa. Ahora está en Berkeley. —Así que la universidad si estaba en los planes de la familia. Ya me parecía raro que un Vasiliev no tuviese estudios superiores. Aunque quedaba el enigma de Sokol. ¿No habría encontrado plaza? ¿Se había tomado un año sabático?
—Si tienes coche, ¿por qué tuvimos que tomar un taxi para ir a tomar ese helado? —No solo era curiosidad, era mi trabajo indagar tanto como pudiese.
—Porque se lo llevó Sokol al trabajo. —La respuesta podía encajar.
—Así que te lo ha devuelto cuando ha terminado.
—De hecho, fui yo a buscarlo.
—Espero que no lo hayas dejado tirado por mi culpa. —Nada peor que provocar rencillas entre primos nada más conocerme.
—No te preocupes, Sokol tiene el suyo. Tan solo usamos el mío para ir a ver a mi tío. —Me estaba empezando a liar la cabeza.
—Entonces, él llevó su coche al trabajo, tu lo fuiste a recoger y usasteis tu coche para ir los dos juntos al Crystals. ¿Es eso? —Para mí era la única opción lógica. Él sonrió mientras negaba divertido.
—Los dos trabajamos en el mismo sitio. Y antes de que sigas preguntando, puedo llevarte allí mañana si quieres verlo. Aunque sería mejor por la mañana que está cerrado y no tengo que estar trabajando. Así puedo recogerte y regresarte a casa sin que Sokol se cabree conmigo por dejarle solo. —Eso quería decir que era un negocio que llevaban los dos, porque si podía acceder al local fuera del horario comercial, es que tenía las llaves y la tranquilidad de poder hacerlo sin que le causase ningún problema con el dueño.
—Así que los dos os encargáis del negocio. ¿Sois los encargados? —Ya me lo imaginaba en un pequeño local detrás de un mostrador atendiendo a los clientes entre los dos. Tenía curiosidad por verlo.
—Yo diría que sí, entre otras cosas. —No necesitaba más, serían los encargados de la limpieza, de los clientes, del producto que vendieran… Cada vez estaba más intrigada.
—Me encantaría verlo. —No me había dado cuenta de que ya habíamos llegado a nuestro destino, hasta que la voz del navegador nos informó de que lo habíamos hecho. Un despiste que no debería de volver a ocurrir.
—Entonces, ¿a qué hora quieres que pase a recogerte? —Sopesé en mi cabeza todo lo que tenía que hacer.
—A las 10 estaría bien. Así podrías dejarme después en el trabajo.
—De acuerdo. Aquí estaré mañana. —No iba a besarle, pero le sonreí.
—Pues hasta mañana. —Salí del coche, le despedí con la mano y caminé directa hacia la segunda planta del edificio de apartamentos.
Nada más abrir la puerta de mi apartamento supe que no estaba sola. La luz de la lámpara junto al sillón se encendió para mostrarme el rostro ligeramente inclinado de Ivan
—Te has tomado tu tiempo. —Sabía lo que venía ahora, un detallado informe sobre quién había sido el que me había traído a casa, qué había ocurrido durante el día, y sobre todo, los avances que había tenido en mi misión. Pues bien, hoy tenía buenas noticias que darle.
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