Gloria
Revisé los contenedores que habían regresado de Miami, comprobé que los puestos de trabajo estaban ocupados y el personal a pleno rendimiento, y después me fui a tomar mi café a la sala de empleados de la planta superior. Ante todo categoría, no era la jefa, jefa, como Nika o Tasha, pero tampoco estaba al final de la cola. Ser supervisora calmaba mi necesidad de mandar a alguien, y llenaba mi bolsillo con un buen sueldo.
Estaba metiendo la capsulita esa de café en la máquina, cuando escuché la voz de Tasha subiendo por las escaleras.
—Son solo unas galletitas, ni que fuera a comerme un dinosaurio todos los días. —La vi a aparecer por el pasillo con un pequeño paquetito de galletas con chocolate. No, si la chica sabía cómo darse un capricho. Y si no tuviese suficiente, su novio, mi apuesto y macizo jefe, caminaba detrás de ella con una dulce sonrisa condescendiente.
—Solo era un comentario, cariño. —Tasha dejó el paquete sobre la mesa y rebuscó entre las capsulas.
—Puedes coger una galleta si quieres, pero tú no. —Me ofreció a mí, y le negó a su chico. Una no podía decir que se aburría con unos jefes como ellos.
—Puedo comprarme todas las que quiera. —Empezó a revisar su teléfono como si las estuviera buscando por internet para comprarlas. Pero Tasha era de las que siempre gana. Se inclinó hacia él y lo pinchó como solo ella sabía que podía.
—Y yo me las comeré también. —Drake se rió porque sabía que no haría nada para evitarlo. Yo quería uno de esos, de los que consienten y cuidan. Bueno, soñar es gratis.
—Eres mala. —Le acusó sonriendo Drake. Tasha retiró mi café para ponerlo en mis manos y después colocó su taza y su cápsula para preparar el suyo.
—Por eso me quieres. —No conocía a nadie con aquella seguridad en sí misma. —¿Quieres un poco de leche con eso? —Ella se fijaba en esos detalles, sabía que yo siempre le ponía leche a mi café, y que Nika usaba sacarosa en vez de azúcar. Era detallista y maja, pero si algún día tenía que pedir un aumento de sueldo, mejor lo hablaba con Nika. Y hablando de mi otra jefa…
—¿Sabemos algo de los recién casados? —Podían haber vuelto al trabajo, pero parecía que esos dos se tomaban los días libres en función de cuando los tenía mi primo Bruno. ¿Por qué había tan pocos chicos buenos y por qué estaban todos pillados? Tu misma te has contestado lumbreras, porque la que atrapa un unicornio no lo deja escapar.
—Nika está en tu oficina, tiene unos diseños que quiere que revises. —Escuchar la voz de Goji a mi espalda me puso los pelos como escarpias. No por el susto, sino porque escuchar su voz hacía que mi cuerpo despertase del letargo de que producía la normalidad.
Intenté que mi cuerpo no se descontrolara, que mi corazón no se pusiera a latir como un loco, ni que mi cabeza no imaginara una excusa para llevármelo a un lugar oscuro y saltar sobre él. Pero sobre todo, intenté no parecer desesperada por tener un poco de él en ese mismo instante. ¿Por qué tenía esa necesidad? Apenas llevábamos unos días compartiendo nuestros cuerpos. Idiota, porque ahora que tienes uno de carne y hueso que funciona mejor que uno de pilas, no puedes evitar exprimirlo hasta dejarle sin jugo. Carpe Diem, vive el momento, y eso quería, tener muchos momentos, porque algún día todo esto se acabaría.
La vida es así, te deja probar un poco, y cuando te has acostumbrado a ello, va y te lo quita. Y no me refiero a la muerte ni a esas cosas, con Diego fui yo la que mandó todo a paseo. Quiero decir que vives en un sueño, en un mundo que parece perfecto, hasta que esa burbuja explota mostrándote que simplemente eres tú el que ve las cosas de forma diferente a como son en realidad. No nos engañemos chicas, ningún hombre será tan perfecto como el que nos imaginamos en nuestros sueños, pero… al menos podría encontrar a uno cuyas virtudes no sean ahogadas por sus defectos.
Bueno, lo único que podía hacer era encontrar los defectos de los que parecían perfectos, como Drake, que era un adicto al trabajo, siempre estaba metido en algo, no podía estar quieto. O Bruno que… ¡agh!, no es por que fuese mi primo, pero es que era perfecto. Quizás por eso era una inconformista, jamás me quedaría con un hombre que fuese menos que ellos. Eso era, mi listón estaba realmente muy alto.
—Entonces no la haré esperar. —Robé una galletita del paquete de Tasha y con mi café en la mano me dirigí hacia la planta inferior.
Al pasar al lado de Goji le di mi mirada más traviesa. Quería dejarle encendido tanto como fuese posible, porque necesitaba que esa llama creciera hasta convertirse en un incendio descontrolado, que necesitaría apagar lo antes posible. Soy mala, lo sé, pero no hago mal a nadie ¿verdad? Pero hasta que ese encuentro apasionado se produjese, necesitaba algo para llevarme conmigo. Así que inhalé su aroma cuando pasé a su lado. Él no usaba perfume, olía a su gel de baño y a sí mismo. ¡Dios!, si un día se pusiera uno de esos perfumes para hombre tan caros, seguro que tendría que ir apartando a las mujeres de su camino. Guapo, con ese cuerpo, y oliendo bien. ¿Y la ropa? Otros necesitaban vestir bien para causar ese efecto, Goji es que transformaba cualquier cosa que se pusiera. Solo tenía que torcer la mirada hacia ti, para que sintieras el legado oriental de sus ancestros guerreros emanando de su cuerpo. ¡Uf!, déjalo ya Gloria, necesitas enfriarte. Trabajo, necesito algo con lo que trabajar y sacarlo de mi cabeza, porque si no me consumiría antes de que llegase la noche.
—Cómo te gusta el vicio. —Fueron las palabras con las que me recibió Nika cuando llegué a mi oficina. Estaba sentada informalmente sobre mi mesa, con la Tablet en sus manos, mientras sus ojos señalaban la galleta que yo estaba mordiendo en ese momento.
—¿Quién puede resistirse al chocolate? —Me defendí, aunque tampoco podía negar que me gustaban muchos otros tipos de vicios. Si ella supiera…
—Ya tengo los diseños de los vestidos cortos. —¡Bien!, trabajo.
—Déjame echarlos un vistazo. —Sus dedos se deslizaron sobre la pantalla de su Tablet para enviar los ficheros a mi propio terminal. Adoro la tecnología…
—¿Qué te parecen? —Nika era un genio, sabía cómo encontrar ese equilibrio entre nuevo, exclusivo y refinada exquisitez, sin resultar excesiva ni demasiado normal. Sus prendas eran refrescantes sin llegar a ser demasiado llamativas. Si te comprabas una de sus creaciones ahora, podrías estar usándolas dentro de cinco años y no estarían desfasadas. Por eso la gente no dudaba en gastarse lo que fuera en su ropa, porque por su diseño y calidad de tejidos podrías llevarla durante mucho tiempo. Y no, eso no significaba que vendiésemos poco, porque contábamos con algo que haría que las clientas regresaran continuamente, no solo porque fuesen ricas y siempre quisieran llevar algo nuevo, algo que el resto de sus conocidos no estuviesen cansados de ver, sino porque al ser ajustados al cuerpo del cliente, salvo que cuidases extremadamente tu apariencia, el cuerpo humano tiende a cambiar. Es como esos pantalones vaqueros que tan bien te quedaban en el instituto, aunque lograses ponértelos 10 años después, no te quedarían igual.
—Me gustan. Me pondré con el patronaje ahora mismo. ¿Puedes quedarte mientras los ajusto? —Ella sonrió, tomó una silla y se sentó a mi lado junto al terminal de trabajo.
¡Vaya!, y yo quitándole puntos a Drake por ser un adicto al trabajo. A mí me ponían un hueso delante y tampoco podía soltarlo. Pasión, la abuela Castillo decía que a mí me desbordaba la pasión, en mi trabajo, en mis relaciones con las personas… Y lo decía porque cuando me ponía a discutir con alguien era realmente intensa. Ahora entiendo por qué entrecerraba los ojos cuando me preguntaba por si había algún chico en mi vida, seguro que pensaba que mi relación con él sería igual de intensa. Bueno, si se refería al sexo… sí, eran relaciones intensas, muy intensas. ¡Mierda! Ya tenía la hoguera arrasando todas mis partes femeninas. ¿Se quejaría Goji si encontraba un lugar privado y nos metía dentro?
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