Sentir el abrazo de Fran me reconfortó, él no tenía ni idea de cuánto lo necesitaba.
—Ya estoy aquí. —Esas tres palabras fueron un bálsamo para mis oídos.
—Estoy bien, es solo…
—No, no estás bien. Empieza a contarme.
—Esta mañana me llamaron para decirme que la señora Bennett ha fallecido. Llamé a “Jardines dorados” para decirles que necesitaba tomarme la tarde libre por un asunto personal, pero…El cretino de Edwing se me ha puesto en plan gran jefazo intransigente y me ha amenazado con despedirme si no iba a trabajar, así que le he mandado a la mierda.
—¿Qué le dijiste exactamente? —Claro, Fran no se creía que hubiese utilizado precisamente esas palabras, me conocía.
—Que necesitaba cogerme el día, y que no era negociable. Él me dijo que si no iba a trabajar esta tarde que me olvidara de regresar por allí. —Más o menos era eso lo que dijo.
—Puede decir lo que quiera, otra cosa es que eso sea legal. La pregunta es ¿quieres seguir trabajando allí? —¿Dejar mi puesto en la residencia?
—Me gusta el trabajo, y el ambiente es bueno, salvo por Edwing. —También estaba el hecho de que pagaban muy poco y trabajaba mucho y más allá de mis responsabilidades. ¿Era una señal para que pasara esa página?
—Veré lo que puedo hacer. —No era suficiente, ya que había empezado esto, quería que alguien que sí subiese golpear le diera una buena tunda a ese idiota.
—Haz que sude. —La sonrisa de Fran me dijo que esa era su idea.
—Lo haré. —Palm estaba saliendo de la habitación para ir a nuestro encuentro. Había llegado a mi destino.
—Siento llegar tarde. —me disculpé.
—Tranquila, todo está bien. —me acerqué hasta la cama, donde Petra parecía estar descansando. En su rostro ya no había sufrimiento, solo… descanso.
—Sé que tendrás un buen viaje, Petra. Aquí dejas gente que te quiere, pero allí donde vas también te están esperando. —Si ella creía en eso de la energía, seguramente la de su difunto marido y la de ella pronto se reunirían en una sola… ¿bola de energía?
—Eh… voy a solucionar el asunto de la residencia, Bianca. —Casi que ni me acordaba de que había dejado a Fran abandonado.
—De acuerdo.
—Ah… ¿Puedes mandarme una copia de tu contrato? —Si quería que arreglara todo el asunto necesitaba material con el que trabajar.
—Lo tengo guardado. —Soy una persona que ordena y guarda todo por si un día lo necesita. No me gusta andar rebuscando por todas partes.
—¿Algún problema? —preguntó Palm a Fran. Demasiado tarde para decirle que no contase nada.
—Quieren despedir a Bianca de “Jardines dorados” por pedir la tarde de hoy libre. —Él sí que sabía ir directo al asunto.
—Iré a hablar con ellos. —se ofreció ella.
—No se preocupe, yo me encargaré de ese asunto. —Con eso contaba, así que empecé a buscar entre las carpetas de mi ordenador portátil. Nada más encontrar el documento se lo envié a su correo.
—Ya lo tienes.
—Bien, me pongo con ello. Cualquier cosa que necesiten, estoy a una llamada. —se despidió mi hermano.
La puerta de la habitación pareció convertirse en giratoria, porque nada más desaparecer por ella Fran apareció Alex.
—¿Tienes un papel y un bolígrafo para apuntar? —le pidió a su mujer. Él tenía el teléfono en su oreja, desde el que le estaban llegando algunas instrucciones que necesitaba apuntar.
—¿Todo bien? —preguntó en un susurro su mujer. Él tapó el micrófono de su teléfono con el dedo para responderla.
—Me están volviendo loco con tanto papeleo. ¿Y si nos la llevamos sin que se den cuenta? —Aquel comentario me hizo contener una carcajada. La burocracia puede ser tediosa y complicada si no tienes paciencia o práctica, yo tenía ambas.
—Yo puedo ayudar con eso. ¿Estás hablando con el registro? —Él asintió con el ceño fruncido.
—Tengo que gestionar un permiso con ellos para poder trasladar a Petra a otro estado.
—¿Puedo? —Le hice una seña para que pasara el teléfono. Alex entrecerró los ojos al hacerlo. —Hola, buenos días, soy Bianca Dia Angello, de “Jardines Dorados”.
—Buenos días. —me saludaron al otro lado.
—¿Tenéis el mismo correo electrónico de siempre? Os remitiré la documentación habitual, pero necesitaría que agilices los trámites para poder repatriar a la finada lo antes posible. —Moví los labios hacia Palma vocalizando la palabra Chicago. Ella asintió. Bien, como pensaba, querían llevarse a Petra para darle sepultura allí. —Para Chicago, Illinois. —Me acerqué hasta mi portátil para empezar a buscar toda la documentación en la base de datos de “Jardines dorados”, si el idiota de Edwing no me había cortado el acceso, podría acceder al expediente de Petra y descargar todo lo que necesitaba. Luego sería acceder a la web del hospital y conseguir el registro sanitario de la defunción. Estaba tan acostumbrada a este tipo de trámites que ya tenía guardadas en favoritos las webs de los organismos con los que tenía que contactar para los trámites.
—Si, es el mismo. Si pones en el asunto “traslado Illinois” puedo tramitarlo en cuanto llegue. —Aquella voz me sonaba.
—¿Diana?
—Sí, —su voz sonrió al hablar —no te dije nada porque el tipo del principio me desconcertó. Él mencionó el Mercy. —Miré a Alex, despistar no era la palabra que yo utilizaría, se acercaba más la expresión “me puso firme”, y eso que no lo tenía delante.
—Es el familiar de la difunta. ¿Podrías tenerlo gestionado para esta tarde? —La burocracia va lenta, sobre todo cuando se trata de muertos, como los funcionarios dicen, el muerto no tiene prisa.
—Claro. Seguro que no tendré ni que revisar la documentación, siempre envías todo perfecto. —Ventajas de ser puntillosa con lo que haces, y de hacerlo muchas veces.
—Te lo agradezco. Estoy tramitando ahora mismo con sanidad el registro, en cuanto llegue te lo envío. Un placer hablar contigo, Diana.
—Lo mismo digo, Bianca. —Colgué el teléfono y terminé de enviar el correo a sanidad.
—¿Ya está? —Levanté la vista hacia Alex. Con rapidez le devolví el teléfono, sabía lo importante que era para él esa herramienta de trabajo.
—Casi. Voy a hablar con administración de aquí para que el médico agilice el certificado de defunción. —Antes de que me pusiera en pie Alex me detuvo con un gesto.
—De eso me encargo yo, no te preocupes. —Se fue directo hacia la recepción de enfermería. Me estaba dando cuenta de que a Alex se le daban mejor las conversaciones cara a cara.
—¿Conoces a la chica del registro? —preguntó Palm.
—Solo de hablar por teléfono en otras ocasiones. —Palm entrecerró los ojos.
—Es bueno llevarse bien con los funcionarios. —Eso me recordó algo.
—Uno de los residentes decía que hay que tener amigos hasta en el infierno. —Eso la hizo sonreír.
—Sobre todo ahí, uno nunca sabe dónde irá a parar. —Eso me hizo regresar a la residencia y al siguiente paso que había que dar.
—¿Qué vais a hacer con sus cosas? Después de 48 horas empezarán a vaciar la habitación para acomodar a un nuevo residente. —Es ley de vida, unos se van otros llegan.
—No sé, no quiero dejarla sola. —Dijo mientras miraba hacia la cama.
—Vendrán en unos minutos para llevarla al depósito. El forense repasará su historial y si lo cree conveniente le realizará una autopsia. En su caso creo que será solo un examen superficial. —Avalon lo dijo desde el otro lado de la cama, parecía mirar algún lugar en el vacío perdido más allá del cuerpo de Petra. Estudiar una carrera sanitaria te hacía ver este tipo de procesos con más claridad.
—Cuando se la lleven iremos a recoger sus cosas.
—Os ayudaré. —Nadie mejor que yo para ayudarles en esa tarea. Al final iría a “jardines dorados” aunque esta vez estaría al otro lado. No sería la coordinadora responsable del funcionamiento de la residencia y de hacer cumplir sus reglas, sería la persona que recogería los objetos personales de un ser querido, aunque bueno, solo era el refuerzo, yo no tenía ningún derecho sobre cualquiera de los objetos que estaban en aquella habitación.
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