—Buenos días, Viky. – que Jabah fuese a buscarme a mis habitaciones, solo significaba que estaba impaciente. Tenía mi desayuno dispuesto ante mí, pero con Jabah observando, no podría abastecerme de comida para llevarle a Arsen.
—Buenos días. –
—Desayuna bien, hoy tenemos un largo viaje. – eso sí que lo sabía, aunque no esperaba que fuese tan pronto. Quería hacer mi visita matutina antes y… un momento.
—¿Arsen viene también? – Jabah entrecerró los ojos hacia mí.
—¿Por qué tendría que venir? – Ah… Viky, a ver como sales de esta. Se supone que no sabes que vamos a los pozos y que se montará un campamento. Donde sea eso.
—Has dicho largo viaje. Doy por hecho que pasaremos la noche fuera. Y si es así, no podré visitar a Arsen en la torre. ¿He supuesto bien? – ahí me di cuenta que Jabah no había pensado en su otro “invitado”.
—Sí, claro. Voy a comprobar cómo va su traslado. Le diré a Sahira que pase a recogerte cuando estemos listos para salir. –
—De acuerdo. – le vi salir de la habitación, y cerré los ojos. Necesitaba volver a intentar conectarme con Evan. Lo había intentado la noche anterior, pero estaba “fuera de cobertura”, es decir no tenía la suficiente fuerza para llegar a él. Nuevo intento. Como si fuera un número guardado en mi memoria, lo busqué e intenté conectar con él.
—Viky. – su voz me hizo sonreír, pero intenté no mostrar demasiada alegría. Jabah se había ido, pero había dos sirvientes que estaban atentas a cualquiera de mis necesidades. Seguro que, si empezaba a reír o hablar sola, les extrañaría y peor aún, irían corriendo donde su señor a contárselo. Así que pronuncié las palabras en mi cabeza.
—Evan, nos movemos. –
—¿Qué?, eso cambia los planes. ¿Hacia dónde vais?, ¿puedes verlo? –
—Saldremos dentro de un rato. Escuché algo así como los pozos, y que montarían un campamento. – Pude ver como Evan manipulaba una laptop ante mis ojos, mostrándome un mapa de la zona.
—Estuvimos investigando un poco sobre la zona, y conociendo las intenciones de Jabah, solo existen un par de sitios a los que podríais ir. El más cercano está a seis horas de viaje por malas carreteras. Es una antigua ruta que pasa cerca de unas ruinas, de lo que debió ser una gran ciudad. Hoy en día quedan algunos edificios en pie, aunque son prácticamente muros medio derruidos. – vi una serie de fotografías, de lo que eran los restos de una ciudad construida con adobe y madera. Puede que incluso barro cocido. Construcciones típicas del norte de áfrica hace casi mil años.
—En cuanto llegue intentaré mostrarte lo que hay a mi alrededor. –
—Eso sería estupendo. Cambiaremos nuestro trayecto para ir a tu encuentro. Seguro que es más fácil liberarte en ruta que en el palacio. – podía notar su angustia ante ese hecho. Él había estudiado por encima los planos del palacio, y parecía que era una fortaleza sin puntos débiles. Un asalto en ruta, facilitaba el rescate. Aunque también podía leer sus pensamientos, su preocupación por las posibles bajas. Él y los chicos estaban dispuestos a todo por liberarme, pagarían gustosos cualquier precio. El problema, era que yo no estaba dispuesta a que lo hicieran.
—Evan…- Él me interrumpió. El fallo de este tipo de conexiones, es que yo podía curiosear sus pensamientos, y él podía percibir los míos. Aquella era una carretera de dos direcciones.
—No, Viky. Vamos a sacarte de ahí, y no puedes negarnos ese derecho. – No, no podía.
—Evan… tened cuidado. – ¿qué otra cosa podía decirles?
—Tú también. Y por favor, cariño. No hagas tonterías. –
—¿Qué quieres decir? –
—No podemos perderte, no puedo perderte. – había tal sufrimiento en esas tres últimas palabras…
—Lo intentaré. – él me regaló una dulce sonrisa.
—No puedo contigo. –
—Por eso me quieres. –
—Entre otras cosas. – alguien llamó a la puerta, y tuve que terminar la conversación.
—Evan tengo que irme. –
—Lo sé. Te quiero. –
—Y yo a ti. – abrí los ojos, estiré la mano y tomé un trozo de tortilla. En otra ocasión me habría tentado más la fruta, por el agua, pero tenía que pensar en aquello que me diese más energía. Cereales y proteínas, eso era lo que necesitaba.
—Mi señora. – Alcé la vista para saludar a Sahira, pero enseguida noté que algo no estaba bien. Parecía… su rostro intentaba esconder algo. Ella me hizo una reverencia, y fue entonces que lo vi. Le dolía.
—¿Pueden dejarnos a solas un par de minutos? – la orden que salió de mi boca les desconcertó a todos. Yo era más de ¿podrían…? Y por favor, gracias… Esto de dar órdenes n iba conmigo. Pero como todo, había ocasiones en que se imponía ese tipo de actuación por mi parte, como en aquel caso. Vacilaron unos segundos, mirándose unas a otras, hasta que decidieron que debían obedecer. Cuando la puerta se cerró, me acerqué a Sahira, tomé su mano y la acerqué a mí.
—Mi señora, ¿Qué…? –
—Enséñamelo. – un segundo de vacilación, otro de vergüenza, y el último de resignación. Con cuidado comenzó a levantar su casaca para mostrarme su espalda. Varias marcas rojas, algunas con costras de sangre, afeaban su hermosa piel dorada.
—¿Fue Jabah? – percibí aquel temblor que su nombre provocó en su cuerpo.
—Fue mi culpa, mi señora. Yo permití que… – tuve que interrumpirla. Creer que se lo merecía era peor que la propia herida.
—No, nadie tiene derecho a hacerte daño, y tú no tuviste la culpa de mi error. Fui yo la que no se dio cuenta de que se estaba extralimitando, Sahira. –
—Mi señora. – iba a cubrirse de nuevo, pero la detuve.
—No te muevas, arreglaré eso. – me estiré para tomar un pequeño cuenco con agua. Esos que te ponen con pétalos de flores para limpiar tus dedos durante la comida.
—Mi señora, no… –
—Sssshhh, caya. Deja que te ayude. –
—Pero…-
—No seas testaruda. ¿Prefieres que te lo ordene? – ella dejó aparecer una pequeña sonrisa en su cara.
—No es necesario. –
—Entonces deja de protestar. – metí mis dedos en el cuenco, y después dejé que mis dedos mojados acariciaran las heridas. No era suficiente, necesitaba más agua más… entonces se me ocurrió algo. Deposité el cuenco en la mesa cercana, metí mi mano en él, y ordené al agua fluir hacia mí. Y lo hizo. Como si mi piel fuese el lecho de un rio, el agua reptó por mí, fundiéndose con mi piel. Mi otra mano estaba sobre las heridas, y comenzó a deslizarse sobre ellas. Como si fuese una esponja que exprimiera, el agua se vertía sobre las marcas que dibujaba con mis dedos, con la precisión de una estilográfica, sanando a su paso no solo la herida exterior, sino las lesiones más profundas.
—Mi señora. – la voz de Sahira sonaba sorprendida y agradecida a partes iguales.
—No te muevas, falta poco para que termine. – continué hasta que no quedó ninguna marca roja, solo pequeñas señales de lo que ahí había ocurrido. Podría haber intentado hacer más, pero me sentí algo cansada, así que me senté. Aquel gesto no pasó desapercibido para Sahira, que dejó caer la ropa sobre su cuerpo, y se apresuró a ayudarme.
—Mi señora, ¿se encuentra bien? – curar era sencillo para mí, no requería mucho esfuerzo, pero hacerlo después de gastar parte de mis fuerzas en la conexión con Evan, y aquel calor que todo lo envolvía… de haber estado cerca de un río, o del mar, no habría notado casi nada. Pero en el desierto, sin grandes masas de agua de las que abastecerme de energía, todo pequeño esfuerzo tenía un gran precio. ¿Qué por qué no extraía mi poder del aire?, pues porque mis dones curativos se basaban en el agua, con el aire no… ¡Vaya! Ahora lo entendía. Cada elemento tenía sus particularidades, cada elemento, cada llamémoslo hechizo, tomaba su fuerza de su propio elemento. Curación, del agua. Comunicación, sentidos de la vista y oído… a través del aire.
—Dame solo un minuto, y me habré recuperado. – intenté tranquilizarla con una sonrisa, al tiempo que estiraba mi mano para tomar una botella de agua fresquita. Necesitaba recuperar algunos fluidos, abastecerme de nuevo de su fuerza.
—Tenemos que irnos. – su rostro parecía pesaroso, aunque sus ojos me dieran las gracias por lo que había hecho. ¿Remordimientos por servir a la persona equivocada? Ojalá. En aquel momento, necesitaba aliados.
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