—No es una sugerencia, Namir, es una orden. – Jabah no es que gritara, pero su tono de voz era demasiado autoritario. Había otro hombre en la habitación, sus ropas tenían un corte más occidental, aunque se notaba que estaban confeccionadas a medida. Las camisas, por muy caras que fuesen, no sentaban tan bien a los hombres, aunque tuvieran una buena percha, como también era su caso. Y los pantalones tres cuartos de lo mismo, estaba claro que habían sido confeccionados para él.
—Olvidas que yo no soy uno de tus súbditos, Jabah. Estás hablando con alguien con tu mismo rango y del emirato de Dubái, no de Sharjah, no te debo ninguna pleitesía. –
—Pero tu tribu pertenece a la Comunidad Árabe de Magos, y por ello debes someterte a la voluntad del gran consejo. –
—Cumplo con las leyes antiguas, contribuyo con aportaciones económicas a la causa, ya me he desposado con una bruja de tierra para perpetuar mi legado mágico, como se espera de cada mago. El consejo no puede pedirme más. –
—Esta es una situación especial, una ocasión única en la vida. Te estoy ofreciendo la oportunidad de entrar en la historia. –
—Tómala tú mismo, Jabah. Yo no la deseo. – pero pude escuchar lo que estaba en su mente, lo que gritaba desde dentro y no se atrevía a decir. “Solo estás intentando ganarte algo más que un aliado, quieres que esté en deuda contigo. Y no deseo otro matrimonio concertado, esta vez me gustaría escoger a mi compañera”
—¿Crees que no lo haría si pudiera? Pero el consejo tiene razón, un brujo de fuego y una bruja de agua nunca tendrían descendencia mágica, ni siquiera hijos no mágicos. Un linaje como el suyo debe perpetuarse. Necesitamos más magos y brujas del agua, seres poderosos que continúen con la labor de su madre, que traigan y retengan el agua. – Namir negaba con la cabeza.
—Has conseguido imponer al consejo tus locas pretensiones, Jabah. Estás quebrantando la ley más antigua de todas; no hay que alterar el equilibrio de la naturaleza. – Jabah sacudió su mano como quitándole importancia.
—Solo han comprendido la verdad, Namir. Traer de nuevo el agua a Magán es solo una redistribución del agua, solo eso. No estamos alterando el equilibrio. –
—Traer el agua implica robarlo de otro sitio, Jabah. Si ahora Magán es un desierto, es porque la tierra ha cambiado. Los ciclos se suceden cuando llega el momento. Lo que una vez fue fértil, después se torna yermo, el paraje desolado se transforma en un derroche de vida. –
—Siempre ha sido así, yo solo estoy acelerando el proceso de este nuevo ciclo. – Namir golpeó la pesa con el puño.
—¡No!, el hombre no puede provocar el cambio, sólo la naturaleza impone el ritmo de sus ciclos. –
—Llevamos años, siglos provocando cambios en este planeta, Namir. ¿Te suena el cambio climático? – Jabah podía haber puesto los ojos en blanco en aquella ocasión, pero era demasiado elegante para hacerlo.
—Que el planeta se recaliente solo beneficia a los magos de fuego, Jabah. Os hace más poderosos. Pero olvidas que entre la magia también debe existir un equilibrio. Demasiado calor provoca la proliferación de desiertos. La tierra fértil mermará. Y con el crecimiento de las grandes ciudades y el asfalto, ya estamos socavando el poder la de la magia de la tierra. –
—¿Intentas decirme que los magos de tierra desaparecerán? – pero no solo tenía esa idea en la cabeza. El que el fuego adquiriese más poder le gustaba, aunque tuviese que sacrificar a la tierra. Y aquello me asustó, porque como decía Namir, el equilibrio era lo que mantenía la vida en el planeta. Alterarlo, acabaría con la vida antes de tiempo. Los recursos del planeta colapsarían, y con ellos la supervivencia del hombre. ¿Merecía pagar ese precio por un poco más de poder? Jabah parecía pensar que sí.
—No voy a colaborar en ese plan, Jabah. – Había más. Dentro de Namir estaba creciendo la férrea determinación de no permitir que aquello sucediera. Pero Namir no era tan poderoso como Jabah, no podría enfrentarse a él, no en el desierto, no dónde estábamos. Pero, ¿se uniría a mi lucha si yo me revelase contra Jabah? Él podría ser un gran aliado, él… sentí como algo golpeó violentamente contra mi cabeza, y fue entonces que me di cuenta de que había drenado todas las fuerzas de mi cuerpo, de que me había excedido con aquel viaje en el aire, y que casi no tuviese fuerzas casi ni de respirar. El aire me alimentaba, pero al estar tan caliente, dificultaba mi recuperación.
Mis ojos parpadearon, para devolverme al patio, frente a la fuente, donde la última imagen borrosa que pude percibir, fue la de Sahira corriendo preocupada hacia mí. Bueno, algo más que preocupada, porque sus gritos de petición de ayuda adquirieron un matiz desesperado, que incluso a mí me asustaron.
Me encontré flotando en un limbo arenoso, oscuro, reseco… creo que me di cuenta entonces de cómo había llegado hasta allí. El equilibro de agua en mi cuerpo había sido alterado drásticamente, y no había sido consciente de que eso estaba ocurriendo. Al centrar mis sentidos en el aire, al extender mis sentidos lejos de mí, había dejado de prestarle atención a mi propio cuerpo. En otras palabras, había sucumbido a un golpe de calor, me había deshidratado, y no había corrido a por una simple botella de agua que me ayudara a recuperar lo que había perdido.
Mi parte mágica no lo habría interpretado de aquella manera, pero ahí estaba mi parte enfermera para decirle lo que había pasado. Y ya de paso, llamarme estúpida. Bajo un sol intenso y abrasador como el del desierto, hay que mantenerse siempre hidratado. Y con más razón si realizas actividades físicas y agotadoras, como trabajar con la magia. Sí, cansa, aunque no lo parezca.
Un aura refrescante empezó a envolverme, haciéndome flotar. Agua, estaba flotando en agua fresca y revitalizante. Incluso podía sentir algo de líquido inundar mi cuerpo, mitigando su sed, aunque no estaba siendo consciente de estar bebiendo.
—¡Viky! – aquella voz.
—¿Evan? – sabía que era mi mente la que estaba respondiendo, porque mi garganta, mi pecho, estaban intentando recuperarse, no tenían fuerza para ponerse a trabajar dándome una voz tan fuerte y clara. Probablemente, si hubiese dicho algo, habría salido una especie de graznido rasposo y falto de fuerza.
—Me has asustado. ¿Estás bien? – su voz sonaba realmente preocupada.
—Eh, sí. ¿Asustado?, ¿por qué? –
—Fue una sensación extraña, como si perdieses las fuerzas, como si te desmayaras. Todo al mismo tiempo. – Yo no lo habría resumido mejor.
—Sí, bueno, ocurrió algo parecido. –
—¿Qué te ha hecho ese Jabah? – ¿podían transmitirse en una conexión telepática las ganas de golpear a alguien hasta la muerte?, doy fe que sí.
—Lo siento, esta vez he sido yo. – su voz se tornó confundida.
—¿Tú? – explicarle lo de mi mitad de bruja de aire, y que estaba aprendiendo a manejar mi “nuevo elemento”, llevaría mucho tiempo. Y por cómo se estaba recuperando mi cuerpo, parecía que pronto despertaría. Así que mejor hacerle un resumen.
–Estaba probando algunos hechizos nuevos. – no es que yo hiciese hechizos, pero para alguien no familiarizado con la magia elemental a estos niveles que yo manejaba, esa “explicación” sería la más fácil de comprender.
—Uf, vale. Ten más cuidado la próxima vez. – pude ver su sonrisa al otro lado. Lo echaba tanto de menos… – Estoy acercándome, cariño. Solo un poco más. –
—Te esperaré lo que haga falta. – la conexión fue perdiéndose. Mis ojos parpadearon en mi “visión interior” intentando apartar la bruma acuosa que se estaba formando en mis ojos, para darme cuenta de que la visión que estaba recuperando era la de la realidad. Estaba viendo el lugar al que me habían llevado, y frente a mí, el rostro preocupado de Sahira.
—Está despertando. – giró el rostro hacia su izquierda, por donde apareció Jabah y alguien más, alguien que ya conocía, pero que debía fingir que no era así. Namir.
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