Grigor
La pista era la misma, aunque había cambiado. Los anclajes no eran los de entonces, la pared estaba más gastada, algunos equipos habían sido sustituidos por otros más modernos… Pero en esencia, era igual a la que recordaba.
Sokol estaba confiado de que no iba a poder superar su marca, quizás por eso aplazó la prueba hasta la hora de apertura de La palestra. O tal vez deseaba darle publicidad al evento para conseguir ese dorado momento en las redes sociales que todos persiguen. Poner La palestra como trending topic nos daría mucha publicidad. Y no podía quejarse, que alguien se atreviera a desafiar el crono de Sokol había creado un efecto llamada en la gente.
Mis dedos hormigueaban mientras esperaba la señal para empezar mi carrera, mis sentidos estaban en la pista, mi cabeza estaba centrada en una sola cosa, pasar aquella prueba en el menor tiempo posible. No me importaban las personas que cuchicheaban desde las gradas, tampoco los curiosos que esperaban apostados a pie de pista para grabar con sus teléfonos. Había aprendido a concentrarme en mi objetivo de una manera diferente. Solo estaba yo y el desafío, el resto era un ruido de fondo que solo estaba ahí, nada más.
La sirena sonó con estruendo, rebotando en todas las superficies de La palestra, haciendo que se propagara dentro del edificio como un tsunami. La adrenalina ya inundaba mi torrente sanguíneo, nada ni nadie podría detenerme. Como las compuertas del cajón que retiene a un caballo en la pista de carreras, mis piernas salieron disparadas al galope en cuanto les dieron libertad.
Mis extremidades además de más fuertes eran más resistentes, más potentes. No solo podía lanzarme más lejos, subir y trepar con más agilidad, sino que podía soportar el caer desde más altura. Pero la gran diferencia estaba en mi cabeza, ya no me bastaba con llegar al límite para ganar, ahora tenía que ir más allá, hasta rozar el punto de no retorno. ¿Saben a lo que me refiero? Un deportista de élite se reserva para el tramo final, para no quedarse sin fuerzas antes de llegar a la meta. Para mí, todos los tramos eran el último, lo entregaba todo. No me dosificaba, simplemente iba a máxima potencia todo el camino. Y mi cuerpo respondió como esperaba.
Cuando pasé por la línea de meta, las luces y las sirenas del panel central anunciaron más que el final de la prueba.
—¡Es una bestia! —Exclamó alguien cerca de mí mientras trataba de recuperar el resuello. Levanté la cabeza para encontrar a Sokol todavía inmóvil en una de las gradas. Su rostro me decía más que mil palabras. Finalmente consiguió reaccionar y empezar a bajar hacia mí, aunque no hizo todo el camino porque fui a su encuentro.
—¡Qué máquina! —Sentí una palmada en mi espalda, y a alguien pegándose a mi costado como si de repente nos hubiésemos convertido en mejores amigos. Pero no aguantó mucho tan cerca, porque la mirada que le di le hizo recular de sus intenciones. Odio a esa gente que quiere aprovecharse de la fama de los demás.
—¡Mierda, Grigor! —Sokol se rascaba la nuca sin saber muy bien qué decir. Levanté la vista hacia el panel para comprobar que mi marca me había puesto por delante de Sokol.
—27 segundos. —Eso era lo que había mejorado su crono.
—Va a ser imposible superar eso. —confesó. Eso era lo mismo que yo le decía cuando fracasaba en superarle a él.
—No hay nada imposible. —Su sonrisa me dijo que estaba orgulloso de mí, de mi hazaña. Ese sí era mi amigo.
—Pensé que con tanto músculo estarías más pesado y lento, pero está claro que me equivoqué. —le devolví la sonrisa.
—Olvidaste la primera regla, Sokol. —él asintió conocedor.
—Nunca subestimes a un contrincante. —Su teléfono se puso a sonar como loco en ese momento. —¿Diga? —su espalda se estiró como si al otro lado estuviese su padre echándole una bronca. —Sí, señor. —Estaba compadeciéndole con una sonrisa en mi cara, cuando su brazo se extendió hacia mí. —Es para ti. —tomé el teléfono y lo llevé a mi oído.
—Ahora que te has divertido, ya estás preparado para ponerte a trabajar en serio. —Cuando el hijo del diablo te dice eso, aprietas el culo, te pones firme y obedeces. Aunque por alguna razón, a mí no me hizo cuadrarme como a Sokol. Yo quería eso, yo quería meterme de lleno a esa tarea.
—¿Dónde y cuándo? —Estaba dispuesto, solo necesitaba mi billete. Desde el mismo instante en que Viktor me enseñó aquella maldita foto, supe que teníamos mucho trabajo por delante.
—En media hora en mi despacho. —Bien.
—Estaré allí en 20 minutos. —Menos si utilizaba las habilidades de GT para sortear el tráfico.
—Media hora. No quiero que llegues aquí apestando. —Así era Viktor, dejándole claro a todo el mundo que las cosas había que hacerlas bien, no solo deprisa.
—De acuerdo. —Le entregué el teléfono a Sokol. —¿Tienes algo más de ropa para prestarme?
Una ducha rápida y otra muda limpia del espartano vestidor de mi mejor amigo, y ya estaba en camino hacia el templo del gran jefe. Pensando en todo lo que él habría descubierto y con lo que iba a iluminar mi oscuridad.
Lo primero que vi nada más atravesar la puerta de la central de control, fue la cabeza de Chandra asomando por encima de un terminal en la esquina más alejada de la puerta. Ella seguía igual que siempre, pensando que permanecer en la periferia no solo la brindaba más seguridad, sino que la permitía tener una mejor perspectiva de todo lo que ocurría. Eso la habría funcionado antes, pero estaba claro que su equipo era mejor que los del resto de aquella sala. Su padre sabía el potencial que tenía, y por consiguiente, Viktor también.
La saludé con una inclinación de cabeza, porque cuando Viktor te reclama, todo lo demás queda en segundo plano. Ella me sonrió y me señaló con la cabeza el despacho del gran jefe. Sabía a lo que venía, y apostaría mi brazo derecho a que ella no solo había presenciado mi hazaña en La palestra, sino que habría puesto al corriente a todos allí dentro.
Mi madre salió a mi encuentro, acercándose a mí para acariciar mi brazo con reverencia. Todavía la costaba aceptar que su niño ya era un hombre.
—Esta mañana te fuiste muy pronto. —No era un reproche.
—Tenía muchas ganas de recuperar el tiempo perdido. —Ella asintió suavemente, como si entendiera. Su dulce sonrisa nunca la abandonó. Mamá estaba caminando por una inestable línea, feliz por tenerme de vuelta, y triste por todo lo que sabía que había perdido.
—Tu tío te está esperando. —Viktor estaba esperando a unos metros de nosotros, con las manos en los bolsillos, como si lo que fuésemos a tratar no fuera transcendental, solo un día más en la oficina.
—Llama al Celebrity´s, que nos traigan algo de comer para dentro de una hora. —Mamá le sonrió, como si le agradeciese que cuidase de mí. Ya saben lo que les pasa a las madres con los hijos, siempre preocupándose de si comían bien y esas cosas.
—¿Alguna petición especial? —le preguntó.
—No, pero que sea para cinco. Tenemos un duro día de trabajo por delante. —Los ojos de mamá brillaron de una manera diferente, como si aquellas frases fueran una promesa de saciar su necesidad más profunda.
—Una hora. —confirmó.
Viktor cerró la puerta y se sentó frente a mí en su despacho. Su mesa estaba inusualmente despejada, salvo por una carpeta muy gruesa. Aquello me resultó extraño, él solía trabajar siempre con documentos digitales.
—Bien. Creo que recuerdas dónde nos habíamos quedado. —Sacó la fotografía de Niurka Vladislava de la carpeta y la deslizó sobre la mesa hacia mí.
—Quiero saberlo todo, desde el principio. —Su manera de sonreírme, aquella maldita sonrisa endiablada suya, me dijo que iba a tener lo que quería, y puede que mucho más de lo que esperaba. Viktor iba a darme tanto o más de lo que yo mismo quería conseguir, estaba seguro de ello. Y ahora que estaba allí no quise preguntar porque había esperado todo este tiempo manteniéndome en la oscuridad, solo tenía en mente una cosa, y era desmontar aquel puzle para revisar a fondo cada pieza, por minúscula que fuera. Quería saber y entender. Y después, atacaría. Niurka Vladislava tenía una deuda de sangre conmigo, una que tenía ganas de cobrarme.
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