El cerrojo de la puerta de la torro chasqueó antes de que la hoja se abriera. Pasé dentro yo sola, y después la puerta se cerró con un fuerte golpe a mi espalda. Arsen abrió los ojos, y al reconocerme intentó erguirse. Pero estaba tan débil, que no consiguió hacerlo como quería. Tanto tiempo encadenado, había convertido en inútiles a la mayoría de sus músculos.
—Mi señora. –
—Viky. – le corregí. Él me sonrió.
—Viky. – caminé hasta llegar a su altura, y me arrodillé a su lado, dándole la espalda a la puerta.
—¿Qué tal estás? – era una pregunta estúpida, él y yo lo sabíamos, pero solía utilizarse mucho cuando no sabías que decir cuando te encontrabas con alguien. En nuestro caso, no queríamos decir nada que esa gente no debiera escuchar.
—Bien, esperando que el servicio de habitaciones me traiga el refrigerio que he solicitado. – él sonrió con ironía, pero su sonrisa se cambió por una boca abierta cuando se dio cuenta de que sacaba algunos manjares de entre mis ropas. No pregunten dónde y cómo los había escondido.
—Espero que no seas quisquilloso. – Empecé a meter los pequeños paquetes de comida entre sus ropas, para que pudiese atacarlos cuando estuviese a solas. –
—No lo seré. – su rostro me observaba intrigado y feliz a partes iguales.
—Jabah me va a dejar venir a verte todos los días. Así que vendré después del desayuno. –
—Esa es una buena noticia. – me incliné hacia él, para abrazarle y, sobre todo, para susurrarle al oído sin que nadie se diese cuenta de lo que hablábamos.
—Necesito que te pongas fuerte, Arsen. Evan y los chicos están en camino, y debemos estar preparados ara cuando lleguen. – sentí como sus dedos apretaban ligeramente mi brazo.
—Lo intentaré. – lo estreché un poquito más fuerte.
—Vamos a hacerlo, Arsen. Yo voy a ayudarte, y estaremos listos muy pronto. – me separé de él para mirarle a los ojos. – Volveré por la mañana. – Él asintió y comencé a ponerme en pie. No es que quisiera irme de allí, pero si quería que él comiese todo lo que había traído para alimentarle. Necesitaba recuperar fuerzas. Yo podía sanarle poco a poco, pero él debía fortalecerse. Unas piernas funcionales no significaba que tuviesen fuerzas para correr.
—Te esperaré. – sonreí mientras me acercaba a la puerta.
—De eso estoy segura. – golpeé un par de veces la puerta, y esta se abrió para mí.
De nuevo en mis dependencias, esperé a que las personas a mi servicio se retiraran. Es un poco incómodo dejar que te ayuden a quitarte la ropa y a bañarte con una esponja. Menos mal que de la camisola para dormir y la sabana con la que me cubría me encargaba yo misma. Podía parecer que me mimaban, pero ya había notado que se llevaban todos los recipientes de agua de allí. Salvo una pequeña botella para la noche, no había más líquidos en la estancia.
Dejé que pasaran unos minutos desde que la puerta se cerró. Me quité las sábanas y me senté en mi lecho. Hora de practicar.
Primer paso, sentir mi elemento. Cerré los ojos y me concentré. Había un pequeño aparato de aire acondicionado al otro extremo de la estancia. Silencioso, pero creaba un ligero movimiento de aire. Lo justo para introducir aire fresco y quitar el demasiado caliente. Por lo demás, no había ni corrientes, ni tránsito de aire. Estaba en un lugar cerrado ¿qué esperaba? Bien, dejé que mi piel me llevara. Sentí el contacto del aire, sentí las moléculas fluir a mi alrededor flotar en armonía.
Segundo paso, provocar una acción. Dejé que la energía del aire me envolviera, penetrase en mí, y deseé sentir la brisa en mi rostro. Primero noté algunos mechones sueltos de mi pelo moverse. Abrí los ojos, y me concentré en intensificar el movimiento. Había telas colgando del techo, las cuales empezaron a oscilar como si la brisa, el viento, las moviese a su antojo.
Tercer paso, conseguir una acción en concreto. Miré en la oscura habitación, bueno, casi oscura. Había un pequeño grupo de velas aromáticas dispuestas en una repisa de mármol blanco. Me concentré en ellas. Vi como las llamas empezaron a ondular, luego a titilar, y decidí que una de ellas debía apagarse. Imaginé un soplido sobre ella, y la llama se apagó.
Noté algo de frío en mi piel, pero no fue provocado por apagar la vela, sino por la película de sudor que se había depositado sobre mí. Aquella era mi señal para dejar de practicar. Se suponía que debía descansar, y aparecer a la mañana siguiente cansada podría levantar sospechas. Así que me recosté en la cama de nuevo, solo que con una sonrisa en el rostro. Podía utilizar el aire, casi con la misma facilidad como podía manipular el agua. Jabah no tenía razón, un elemento no anulaba al otro. Sencillamente, los magos descartaban uno para centrarse en aquel que le interesaba. Y como todo, el entrenamiento era fundamental para conseguir desarrollar tus capacidades.
No iba a convertirme en una atleta de una sola disciplina, iba a convertirme en una ironwoman, ya saben de esas que hacen esas maratones de carrera, natación y bicicleta. Iba a convertirme en una gran bruja del agua, iba a convertirme en una gran bruja del aire, y por si fuese poco, intentaría combinarlos ambos para vencer. ¿Qué cómo se me había ocurrido eso? Pues cuando pensé en el agua levitando hacia mí. En aquella ocasión, y sin pretenderlo, había usado ambos elementos. Por eso tenía que volver a hacerlo, tenía que combinarlos y así romper las restricciones que sujetaban a uno solo para ir más allá. Estábamos hablando de magia, así que el único límite estaba en mi imaginación. Si había conseguido manipular el agua para sanar y rejuvenecer cuerpos, ¿hasta dónde sería capaz de llegar?
Cerré los ojos para dormir, para descansar mi cansado cuerpo, pero mi cerebro no estaba preparado para quedarse ocioso. Instintivamente intenté contactar con Evan, quería compartir con él mis descubrimientos, pero había drenado mis pocas energías en mis últimas prácticas. Era como tratar de gritar y descubrir que estaba afónica. Así que dejé que el sueño me llevara. Descanso, sencillo y simple descanso. Cuando me quise dar cuenta, el sol entraba a raudales por las grandes ventanas de la habitación. Un nuevo día, una nueva oportunidad de encontrar un punto débil de Jabah.
Desayuné, visité a Arsen, le surtí de comida y me dispuse a recibir mi clase práctica del día. Pero cuando me acompañaban al patio exterior, noté que algo ocurría en palacio. Había más guardias pululando a mi alrededor, y Sahira parecía distraída. Y ya me conocen, soy una preguntona, así que ataqué.
—¿Qué sucede? – ella dudó en si debía decírmelo o no, pero finalmente pensó que no había nada malo en que lo supiera.
—Tenemos visita. – aquello parecía interesante.
—¿De quién? –
—El hermano de la esposa del príncipe Jabah. – ¡¿Qué?! ¿Esposa?
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