Entonces, una idea loca cruzó mi mente. ¿Y si lo que conseguían las aguas de mi fuente era la longevidad?, ¿y si Evan y sus chicos querían recuperar a la ninfa de su fuente de la eterna juventud? Pero, la fuente existía, podían seguir bebiendo de sus aguas y seguir siendo jóvenes, como insinuaba Evan que era su caso. ¿Para qué me necesitaban a mí?, ¿para qué necesitaban a la Náyade de la fuente? Las piezas de este puzle eran imposibles de encajar, y cuando eso ocurre, te das cuenta de que la foto que vienen en la caja, no corresponde con las piezas que están dentro.
—¿Quieres decir que eres inmortal?,¿las aguas te mantienen siempre joven? –
—Son dos cosas diferentes, no envejecer no significa que seas inmortal. –
—Comprendo, hay muchas maneras de morir, que el cuerpo envejezca es tan sólo una de ellas. –
—Exactamente. –
—¿Eso es lo que ocurre con vosotros?, los chicos y tú, ¿no envejecéis nunca? – Evan me dio una pequeña sonrisa.
—Envejecemos, tan solo la velocidad a la que lo hacemos es diferente. – Podía ser mentira, todo lo que me estaba contando seguramente lo fuera, pero era el maldito sueño que se ha repetido por milenios, todas las antiguas culturas han narrado sus propios mitos. Decir que no estaba fascinada por ello era mentir, así que continué preguntando, porque ya no podía parar.
—¿Y cómo conseguís eso?, ¿basta con beber una vez?, ¿o lo tenéis que hacer regularmente? –
—Bebíamos regularmente para mantenernos jóvenes. – Y ahí noté el tiempo verbal que chirriaba en mis oídos.
—¿Bebíais, tiempo pasado? – sus ojos perdieron su brillo. Algo ahí causaba dolor.
—¿Recuerdas esa película de Piratas del Caribe? –
—¿Te refieres en la que van a buscar la fuente de la eterna juventud? –
—Esa misma. –
—Sí, la he visto. –
—A parte de las aguas de la fuente, necesitan unas copas especiales en las que beber esa agua para que funcione. –
—¡Ah!, quieres decir que hace falta una copa especial para que el agua de mi fuente sea milagrosa. – la atención de Evan pareció dividirse con algo del paisaje, algo que le llamaba desde el otro lado del cristal
—No es una copa propiamente dicho, pero sí que es un recipiente único. – se puso en pie, y se acercó a la ventanilla del vagón.
—Entonces quieres decir que ya no tenéis el recipiente para beber. –
—No, fue destruido. – nada más decir la última palabra, algo pasó volando muy cerca de la ventana, algo que se quedó flotando frente a nosotros, como si nos observara. Tuve el tiempo justo para ver de qué se trataba antes de que Evan corriera la cortina; un pequeño dron.
—¿Qué…? – su mano aferró fuertemente mi brazo y me arrastró hacia el exterior del habitáculo. Arión estaba vigilando fuera y se tensó al ver el rostro endurecido de Evan.
—Nos han encontrado. – como si hubiesen encendido un petardo en su culo, Arión empezó a andar rápidamente hacia uno de los extremos, mientras Evan me arrastraba detrás de él.
—La Sibila ha tenido que volver a ayudarles, Evan. Borramos todos nuestros rastros y viajamos en tren para no dejar registros. –
—No creo que sea la Sibila, Arión. – no me atrevía a preguntar, ellos estaban dándome respuestas a preguntas que no había hecho, y aunque suscitaran más preguntas, no iba a abrir la boca para preguntar, porque eso podría hacerles notar que estaba prestando mucha atención a lo que decían.
—¿Piensas que tienen el medallón? – Arión giró su cabeza hacia atrás, pero no detuvo su marcha.
—Lo he venido sospechando hace tiempo. –
Atravesamos todo el vagón, hasta entrar en el contiguo. Arión abrió la puerta de un compartimento, dónde había otro hombre. Al ver que llegábamos más de una persona, se puso en alerta.
—Pasamos al plan de escape, Angell. – el mencionado asintió de forma brusca y se puso a recoger todo y a preparar lo que supuse sería su equipo. Sé que no era más que una impresión subjetiva, pero me pareció que su forma de actuar era algo militar.
—¿Cuál ha sido el contacto? – preguntó.
—Un dron se detuvo delante de nuestra ventana. –
—Entonces seguramente nos estén esperando en la próxima estación. – El tal Angell revisó algo en su teléfono, mientras el resto de los hombres recogía sus cosas de forma rápida. En cuestión de dos minutos, estábamos saliendo del nuevo vagón, de camino hacia la parte delantera del tren.
—¿Cuánto tiempo tenemos hasta la próxima parada? – Preguntó Arión.
—37 minutos. – Angell era el que encabezada la marcha, mientras Arión era el que la cerraba.
Caminamos hasta lo que pareció un lugar sólo apto para personal del tren. Angell se dispuso a manipular la cerradura de la puerta, mientras Arión vigilaba nuestra retaguardia. Abrió la puerta y con rapidez nos metimos dentro. A nuestro alrededor encontré lo que parecía una cocina. Avanzamos hacia una puerta que comunicaba con el exterior del tren, supongo que sería por donde harían entrar los suministros. Angell empezó a trabajar en la cerradura.
—¿No vas a hacerla saltar, verdad? – Arión estaba preocupado con respecto a eso, pero no fue Angell el que respondió a su pregunta, sino Evan.
—No va a correr ningún riesgo, no podemos permitirlo. – sus ojos se volvieron hacia mí. – No voy a perderte, otra vez no. – ¿por qué parecía que había en sus palabras un dolor demasiado desproporcionado?, como si aún siguiera ahí.
—El tren tendrá que frenar doscientos metros antes de entrar en la estación, aprovecharemos entonces para saltar. – informó Angell.
Genial, saltar de un tren en marcha no es que fuera lo mejor para mantener las piernas de una pieza. Esperamos en silencio, hasta que Angell nos dio la señal. Abrió la compuerta, y revisó el perímetro. Arión fue el primero en saltar, después era mi turno. Evan me agarró por la cintura y susurró a mi oído.
—No vas a lastimarte, no lo permitiré. – antes siquiera de poder contradecirle, de asegurarle que él no podía evitar que cayéramos en mal terreno, o que saldríamos rodando por donde no deberíamos…nos arrojó hacia el exterior.
Grité, estoy segura de que grité, esperando el impacto contra el suelo, pero no sucedió. El cuerpo de Evan se interpuso entre el suelo y yo recibiendo él todo el golpe. ¿Qué cómo lo sé?, porque escuché claramente como el aire salía violentamente de su cuerpo. Aun así, sus brazos seguían envolviéndome con firmeza, como si yo fuera frágil como un huevo, y él fuese una mamá gallina.
Me puse en pie antes que él, pero no fue mi mano la que lo ayudó a levantarse, si no la de Angell, que no esperó demasiado para arrojarse así mismo detrás nuestro.
—Despacio compañero. – pude reconocer el dolor de Evan al enderezarse. Era enfermera, podía hacerme una buena idea de cómo había sido el golpe, y lo que debería de dolerle. Me acerqué a él con preocupación. Podía ser mi captor, pero estaba claro que mi seguridad le importaba más que la suya propia. ¿Qué secuestrador hacía eso? Eso sólo podía significar que se creían todo lo que me habían contado.
—Me pondré bien, no te preocupes por mí. ¿Tú estás bien? – ¿Y eso me lo preguntaba alguien que le costaba hablar por el dolor? Este hombre no era normal.
—Sí, yo estoy bien. –
—Entonces pongámonos en marcha. –
Evan empezó a caminar ayudado por Angell, mientras Arión lo hacía a mi lado. Esquivamos las vías, el terreno irregular y buscamos un lugar por donde alcanzar una carretera. No hacía falta ser muy listo para saber que necesitábamos un transporte y rápido.
—Voy a acercarme a buscar un transporte. – Angell empezó a caminar, dejando el cuidado de Evan en manos de Arión.
—Te esperamos junto a la señalización. – Angell alzó el pulgar antes de desaparecer de nuestra vista.
—Busquemos un lugar donde puedas sentarte. – Evan asintió hacia Arión, y se encaminaron hacia unas rocas que podrían servir de asiento.
Entonces miré a mi alrededor. Podía escuchar los coches pasando cerca, Arión distraído ayudando a un Evan con dificultades para moverse. Con Angell fuera de la ecuación, repasé mentalmente mis opciones. No había mejor momento que ese para escapar y es lo que hice. Ni lo pensé un segundo más, mis piernas empezaron a correr directas hacia la carretera. Ya llevaba unos 10 segundos corriendo, cuando escuché los gritos de Arión y Evan a mis espaldas. Demasiado tarde, estaba camino de mi libertad.
Seguir leyendo